Pablo Cayafa
—Dedicaste el primer informe del año de Santo y Seña (Canal 4) a denunciar fiscales, ¿te sentís una víctima del mal trabajo de Fiscalía por el allanamiento que sufriste después de poner al aire audios del caso de la denuncia por violación grupal en Palermo?
—Hay fiscales flechadas por su militancia feminista de las que he sido notoriamente víctima, pero en un grado menor. Las víctimas reales son los padres que hace años que no pueden ver a sus hijos por una mera denuncia muchas veces sin fundamento o incluso inventada. Ese sí es un drama y hay hombres que se han suicidado por eso.
—Hace unas semanas publicaste la foto del casamiento de la fiscal Alfaro con su novia, y la “felicitaste” recordando que había pedido incautar tu celular, ¿fue una provocación?
—No. Fue una crítica y una queja. Es una de esas fiscales militantes, por lo que me hizo a mí y por lo que sé de ella. Obvio que ser homosexual no te convierte en mal fiscal, pero en este caso se trata de la fiscal que mandó a allanar la radio en la que trabajo e incautar mi celular. Recordemos que esto fue muy criticado, por lo que tuvo que recular.
—Dio la sensación de que hiciste alusión a su sexualidad con una connotación negativa.
—Justo coincidía la fecha del casamiento con el día en que se cumplía un año del allanamiento a la radio. Ella es una fiscal feminista, militante y flechada, y yo me enteré que es homosexual, y si bien no hay una relación de causalidad, es un dato más que me puede ayudar a entender cómo funciona esa cabeza. Muchas personas homosexuales que conozco, lamentablemente cargan con un gran dolor en sus vidas, y el dolor mal elaborado se puede transformar en violencia e injusticia. Yo qué sé lo que fue la vida de esta pobre mujer con su homosexualidad a cuestas, en una cultura que la condenaba. ¿Y si acaso eso no tiene que ver con que hoy sea militante y que con la mejor de las intenciones esté flechando la cancha en vez de hacer bien su trabajo?
—Hablás de fiscales “flechados”, ¿qué opinás de la fiscal Gabriela Fossati, que desde el Frente Amplio se desliza que fue condescendiente en el caso Astesiano?
—La fiscal Fossati es la misma fiscal que sorprendió al mundo entero cuando mandó a detener al jefe de seguridad del presidente de la república incautándole el celular. Ahí nadie decía que fuera simpatizante de Lacalle Pou sino todo lo contrario. Astesiano terminó con una condena de cuatro años y medio en un juicio abreviado, y no es poca cosa considerando que los delitos que cometió son “delititos”.
—¿Por qué “delititos”?
—No hablamos de un caso de corrupción galopante. El delito más importante es el de los pasaportes, en el que, según la fiscal, él no tuvo directa participación. Él se anotaba en todas porque era un chanta, y cobró prometiendo cosas que iba a conseguir. Obvio que tiene que ir en cana, especialmente cuando el presidente le había confiado ser el responsable de su seguridad, pero el delito en sí es de mediana gravedad y para nada involucra al gobierno. Recordemos también que esa banda de los pasaportes venía funcionando desde 2013 y a Astesiano lo sumaron en 2021. Los otros delitos son favores o gauchadas a partir de contactos con policías. Al incautarle el celular se pudo acceder a todas esas conversaciones de Whatsapp, y estoy seguro de que si se hubiese incautado el celular de la seguridad de otros presidentes hubieran saltado cosas iguales o peores. Que nadie se llame a sorpresa.
—¿Y no hay responsabilidades políticas detrás de este caso?
—No. Lo que pasa es que el Frente Amplio construyó un relato falso y con mala leche: “la corrupción enquistada en el cuarto piso de la Torre Ejecutiva”. El gobierno no tuvo nada que ver con esto. No hay un solo jerarca político comprometido o indagado en esta causa. Eran los curros de Astesiano con algunos policías. El error de Lacalle Pou fue que teniendo adelante las 30 anotaciones de Astesiano lo haya puesto al frente de la seguridad. Lacalle Pou reconoció su error y explicó que priorizó el conocimiento personal y la confianza que tenía en él.
—¿Cuál es tu visión sobre los audios filtrados de Fossati?
—Es que esos audios son de noviembre. A mí en esos días la fiscal me había dicho algo similar y lo conté al aire. Pero lo tomé como lo que era: ella sentía que no iba a poder investigar como quería, además del golpe anímico de que el Fiscal de Corte Juan Gómez no la trasladara a otra fiscalía como le había prometido. Sin embargo a lo largo del tiempo seguí hablando con ella y las cosas cambiaron, al punto de que se removió a jerarcas policiales y como ella misma lo dijo públicamente, Presidencia fue el organismo que más colaboró en la investigación para llegar a una condena que la dejó muy conforme.
—También se criticó a Lacalle Pou por mandar a averiguar a dónde viajaba su expareja Lorena Ponce de León.
—Yo lo pensaba en mi caso. Si la madre de mis hijos se va de viaje, yo también quisiera saber a qué país se va. Eso es lo único que quiso averiguar Lacalle Pou. No hubo delito. Loli hoy estando separada de Lacalle Pou tiene asignada seguridad, es la madre de los hijos del presidente. ¡Imaginate si la secuestraban! El presidente legalmente tiene derecho a saber dónde está por razones de seguridad. La propia Loli declaró en Fiscalía y le quitó dramatismo diciendo que no se sintió perseguida. En definitiva solo preguntó adónde iba Loli, ¿es tan dramático?
—¿Cómo es tu relación con Lacalle Pou?
—Muy buena, nos respetamos mutuamente. La entrevista que le hice a Lacalle antes de las elecciones seguramente fue de las más duras, a tal punto que el Frente después editaba partes y todavía las sigue repitiendo. Sin embargo, él siempre mantuvo el canal abierto y no tuvo ningún reproche. Daniel Martínez, en cambio, en la propia entrevista fue agresivo conmigo y me destrató. Y esa pérdida de control quizás algo incidió en que perdiera las elecciones.
—¿Cada cuánto hablan?
—Varía, pueden pasar dos meses o puedo hablar dos veces en un mismo mes. Pero ojo que con Tabaré Vázquez también hablaba.
—¿Pero con Lacalle Pou siempre conversan por temas periodísticos o han tenido alguna charla a nivel personal?
—Hemos tenido algunas charlas personales, pero obviamente fueron las menos y quedan en reserva.
—La semana pasada, el presidente dio una entrevista a Blanca Rodríguez en Subrayado que generó muchas opiniones. ¿Qué te pareció?
—A mí no me gusta hablar de colegas. Lo único que confirmo es que para hacer una entrevista hay que estar muy bien preparado.
—Tenés línea directa con el presidente y coincidís con los argumentos del gobierno en la mayoría de discusiones públicas, ¿no te podés terminar convirtiendo para muchos en la voz oficial del gobierno en el periodismo?
—¿Eh? Para nada. La voz del gobierno la dan todos los periodistas que tienen fuentes en el gobierno, y no soy el único ni mucho menos. Es una herramienta válida y un aporte a la opinión pública, pero eso no tiene nada que ver con ser complaciente o crítico. Lo he demostrado.
—Pero en las principales polémicas que involucran al gobierno te has plegado a sus argumentos: caso Astesiano, la discusión por la LUC, la suba de la nafta…
—Es que muchos de estos casos llevan a lo mismo: el Frente tergiversa, miente. Yo como periodista tengo que decir la verdad, y si la verdad supone destruir las mentiras del Frente Amplio o avalar la información que está dando el gobierno, a mí no me digas oficialista, decime periodista. Que critiquen a los que mienten, tanto a los políticos como a los periodistas que flechan la cancha y distorsionan la realidad.
—Pareciera que para vos el gobierno solo dice la verdad y la oposición solo miente.
—Yo no digo que en el gobierno no haya corrupción ni que siempre digan la verdad. Pero que el Frente Amplio miente más que el gobierno es un hecho. No es opinable. Te pongo ejemplos concretos: El Frente Amplio tiene el relato de la “aporofobia” y dice que el gobierno odia a los pobres porque el Mides investigó ollas populares y descubrió que había ollas que retiraban alimentos pagados por todos nosotros y se los quedaban. El gobierno cortó con eso, y el Frente dice que es porque odia a los pobres. El Frente Amplio debería ser el primer interesado en denunciar estas cosas. También pasa en temas de seguridad. Con el Frente Amplio se batieron récords de delitos y ahora tienen el rostro de decir que hay un descalabro en materia de seguridad. ¿Cómo se puede tener esa actitud? Este tipo de política menor le hace mal al país. Yo nunca lo había visto.
—Te podrían poner también ejemplos concretos del otro lado.
—En la radio todos los días analizo las declaraciones de unos y de otros. Sistemáticamente veo esto que te estoy diciendo. Le venden a la gente cosas irreales. El trabajo periodístico es tener los huevos para salir a decirlo aunque te critiquen y te tilden de facho y progobierno. Yo no tengo que rendirle cuentas a nadie. Cuando tuve que criticar un gobierno del Partido Nacional lo hice, y nada menos que a Lacalle padre, a quien todos saben lo que le costó. Por algo hago periodismo hace tantos años y me va como me va.
—Le ratificarías entonces otro período a la coalición en el gobierno.
—Seguro, sobre todo con un Frente Amplio que va a contramano de la realidad. Se tira cada vez más a la izquierda, y sus principales dirigentes creen en un modelo que fracasó, que es el socialismo. ¿Cómo acompañar un carro que va directamente hacia el precipicio? Además tengo la sensación de que se rigen bajo un “vale todo”, porque solo quieren llegar al poder aunque sea mintiendo a cara de perro y engañando a la gente. Y eso le hace mal Frente Amplio y al país todo.
—¿Entonces creés que la coalición va a volver a ganar?
—No es fácil porque los que están en el medio, que son los que definen la elección, pueden querer apostar a un cambio para ver si les va mejor. Este gobierno no va a tener una obra excelente para mostrar, porque entre otras cosas sufrió el garrón del Coronavirus, la inflación a nivel internacional, la sequía, la guerra en Ucrania. Lo que tiene para mostrar no sé si es calibrado por la gente. A mí me parece muy importante que se haya reducido el déficit fiscal a la vez que se aumentó la asistencia para los más pobres. Los impuestos nos pesan mucho a los que laburamos y que se bajen es más que bienvenido. Abrirse al mundo también. No debería ni haber discusión entre un modelo y el otro.
—¿Si el otro modelo es tan malo por qué ganó tres veces en Uruguay y tiene posibilidades de volver?
—Primero porque en su momento (2004) la gente apostó a un cambio. Después porque la economía andaba volando, entre otras cosas porque la soja andaba por el cielo y ligamos un buen contexto internacional. La economía depende a largo plazo de las reformas estructurales, que se están haciendo, pero después podés ligar mal y no hay forma de darle las explicaciones a la gente. Por eso a la hora de votar el ciudadano tiene la responsabilidad de informarse, ¿pero a cuántos le podés pedir eso en una sociedad en decadencia como la uruguaya?
—¿A nivel de candidaturas identificás algunos liderazgos definidos?
—No es ninguna novedad que ninguno llega a la altura de Lacalle. No hay ninguno que se le acerque. Ni en el gobierno ni en la oposición quedan figuras con el carismo y el peso político que tenían Batlle, Mujica, Vázquez, Sanguinetti, Lacalle padre o que tiene Lacalle Pou.
—Este año te mudaste al edificio de Magnolio, donde compartís instalaciones con varios colegas con los que has tenido fuertes cruces a nivel mediático, ¿cómo ha sido la convivencia?
—Genial. En una fiesta de fin de año del grupo Magnolio, al primero que me encontré cara a cara cuando llegué fue a Carlos Tanco. Nos saludamos y sonreímos. Le pregunté cómo estaba y su actitud fue buena. Lo mismo pasa cuando me cruzo a Joel.
—¿Volverías a trabajar con Tanco?
—Sí, lo pasado pisado. En todo caso es un tema de él.
—Durante el verano levantaste polvareda al criticar la cadena perpetua que recibieron los rugbiers argentinos luego de cometer un homicidio, ¿por qué cuestionaste esa condena?
—Dije lo que pienso y lo que siento. Por supuesto que lo que hicieron con el pobre Fernando me parece salvaje. Pero lo otro es qué hacemos con los asesinos. Yo creo que muchos delincuentes son rehabilitables y quiero pensar que estas bestias que mataron a Fernando también pueden serlo. No creo que si esos locos están 20 años presos cuando salgan van a volver a hacer lo mismo. Creo que todos nos merecemos una segunda oportunidad. En este caso hubo personas que solo pegaron una patada y se van a comer cadena perpetua. ¿Cuántos de los que están leyendo pegaron una patada después de una gresca que se armó en un partido? Claro, tuvieron la suerte de que el otro no se murió y entonces no estuvieron ni un día presos. Pero mirá que si yo me pongo del lado de la madre de Fernando y pienso igual: cadena perpetua no, que cumplan una pena importante que les sirva para recapacitar. Lo que más me gustaría sería que el asesino de mi hijo sea un buen tipo en la vida. No sería feliz disfrutando con su sufrimiento eterno estando preso. Y después me dicen facho a mí.
—¿Este razonamiento aplica también para el caso del asesinato de Lucio por parte de su mamá y su novia?
—Yo no percibí a nivel de la opinión pública la misma dureza con la madre de Lucio y su pareja que la que percibí con los rugbiers. Y me parece mucho peor: la víctima es más frágil, lo hace la madre sobre el hijo, y no fue un hecho puntual. Lo de los rugbiers fue un momento de violencia descontrolada, por más que tuvieran un perfil patoteril. Pero al chiquito Lucio lo torturaron sistemáticamente durante meses. Vuelvo a lo mismo: no estoy a favor de la cadena perpetua, sino de que paguen con una condena a ver si es posible cambiar esas cabezas. En el caso de estas mujeres me parece más difícil conseguirlo.
—¿Por qué creés que la opinión pública condenó más a los rugbiers?
—Puede ser porque los rugbiers son hombres y las del caso de Lucio son mujeres. En la sociedad que vivimos hoy se suele medir con una vara distinta al hombre y a la mujer.
—¿Te sentiste solo en esa postura de cuestionar la cadena perpetua a los rugbiers?
—Dije lo que me salió, no me importa estar solo. Muchas veces siento que doy batallas necesarias en soledad. Entre los periodistas somos muy pocos los que las damos. Hay muchos que no quieren o no pueden pagar el precio. Yo no lo veo como una proeza, pero tengo claro que no es para cualquiera.
—¿Lo decís por las críticas y ataques que recibís en redes, por ejemplo?
—Hay mucho odio, que no es más que el dolor mal procesado. Hay muchos que lo depositan en mí. A esta altura ya sé que ese odio habla más de ellos que de mí. Lo siento por ellos. Una vez uno en redes me puteaba de la peor manera. Yo muy educadamente le pregunté qué le había molestado. Él seguía en su tono y yo en el mío, hasta que al final me dijo que yo lo había sorprendido. Es que él puteaba a “Nacho Álvarez”, a una imagen que él se había construido en su cabeza de un “facho hijo de puta”. Pero después en esa comunicación directa empezó a hablar con la persona, con Ignacio. Ahí se desvaneció esa imagen y quedó la persona de carne y hueso con la que se puede discrepar pero que es más o menos como todos.
—¿Cuánta responsabilidad tenés sobre esa imagen de “facho” que decís que se construyó alguna gente sobre vos?
—Tengo clarísimo que hay de las dos partes. Yo tengo un perfil alto de decir las cosas que pienso, porque me sublevan las injusticias, me indigna la corrupción y no banco la mentira. Digo las cosas que pienso con pasión y muchas veces eso duele, por la forma y por el contenido. En algunos casos quizás la forma no fue la más conveniente, pero del otro lado hay una inmadurez e incapacidad de cuestionarse y reconocer que el otro puede tener razón.