Ignacio Suárez está como siempre de traje, impecable, en el Oro del Rhin. Allí, en una de sus mesas recibe a Sábado Show. El poeta José Arenas dice que Suárez es el último dandy. “No es que no lo sea, lo que sucede es que nosotros, capaz por venir del interior, nos vestíamos para venir al Centro, y para ir al cine, al teatro, y ni que hablar para ir a las confiterías que había y muchas. Esta ha de ser la última que queda”, dice Suárez quien ha sido parte de la televisión y la radio uruguaya desde hace varias décadas.
Desde hace unos 14 años presenta un espectáculo en el Solís. Al principio el ciclo se llamó La cuenta regresiva hacia los 100 años de La Cumparsita, después La Cumparsita +... y en diciembre, por el Día Internacional del Tango realizará hacer un espectáculo que contará con Amelita Baltar y dos voces uruguayas: Valeria Lima y Nelson Pino.
“Fuimos creando un proyecto diferente donde no hay un conductor, tratando de romper con los viejos esquemas tradicionales de los espectáculos de tango. Es diferente, tratamos de aplicar otros oficios de la comunicación y creamos videos cortos para crear el clima, entre cinematográfico y teatral donde las canciones surgen de ese vínculo. Y ese vínculo ha pasado por diferentes temas. Incluso escribí un libro sobre Mattos Rodríguez, para que hablara, y empezamos a descubrir cosas que ni la familia sabía”, dice Ignacio Suárez..
—¿Cómo qué?
—Rosario Infantozzi descubrió una valija como en una película vieja donde había muchos documentos sobre Mattos Rodríguez que ahora está en Agadu donde soy asesor cultural. Y hablaba Mattos Rodríguez con un autor, y eso ha ido creando un público que nos va acompañando en los espectáculos.
—¿Se imaginaba convertirse en gestor cultural a esta edad?, sería de las pocas cosas que le faltaba hacer.
—Lo he sido siempre, pero antes tenía otro nombre. Decía en aquellos años, cuando tenía una sección en un programa femenino porque en aquella época en la televisión de la tarde se hacían programas femeninos porque se nota que la mujer estaba en la casa. A mí me gustaba la gente que hacía cosas, mostrar a los que hacían cosas. No los que se quedaban tomando mate y criticando lo que hacían los demás. Entre la gente que hacía cosas estaban los entonces gestores culturales. La primera nota que presenté, sensacional en aquella época fue a un predicador, El Dios Verde, un personaje vestido a lo Jesús, descalzo. Yo tenía una sección que se llamaba Letra, teatro y algo más. Hablábamos de libros, teatro y cine, y el “algo más” era todo lo que entrara. Lo primero fue el Dios verde que le pedí al director que lo sacara con los pies descalzos porque hasta entonces la televisión no había mostrado a nadie en patas.
—¿Es verdad que ayudó a salvar al Che Guevara?
—Sí, tuve una historia con la presencia del Che Guevara en la azotea de Haedo en Punta del Este. El asunto era, cuando dio la conferencia en la Universidad, quería simplemente darle la información de que los militares argentinos se habían enterado del itinerario que iban a hacer. Porque él quería tener una reunión secreta con Frondizi, el presidente de Argentina. Y era complicadísimo llegar al Che para decírselo. Al final se pudo. Después también estuve, sin saber, en la jornada en que se ocupó, como hubo una Toma de Pando acá, en Buenos Aires, y estuve en el copamiento de la ciudad de Azul en 1974. Así que bueno, he estado allí y no es lindo de ver.
—También estuvo en varios momentos complicados de nuestra historia reciente.
—Sí, estuve al aire en épocas difíciles. Tenía un programa de radio que se llamaba “La cofradía de la Luna” que se emitía en la Panamericana por las noches. Le había puesto “Radio Color Panamericana” porque eran días muy grises y jugaba mucho con el tema de los colores de la música. Fueron los años setenta y agarré la previa al Golpe de Estado, el golpe. He vivido tres etapas muy difíciles en mi vida: la predictadura, la dictadura y la post dictadura, por los unos y por los otros.
—Ha dicho sentirse orgulloso de que lo echaron de todos los canales.
—Sí, me han echado de todos lados pero intenté asumir el raro oficio de que cuando te sacan por la puerta, podés entrar por la ventana. Sí porque he pasado por épocas muy difíciles y porque en este oficio hay periodistas y empleados que no son lo mismo. Hay periodistas militantes, periodistas que son funcionarios de partidos y periodistas que son simpatizantes. Antes teníamos un periodismo muy crecido porque los medios tenían sus páginas editoriales y ahí los medios exponían sus posiciones políticas, pero si estás trabajando en cultura tenías la libertad absoluta de invitar a cualquiera, estuviera o no con la línea política del medio. Eso era maravilloso. Tuvimos un periodismo que nos costó mucho, pero logramos la independencia.
—También condujo durante varios años Un día en la vida.
—Sí, 14 años. Todavía hay gente que me para en la calle, me habla de ese programa y me dice: “usted era la única persona que entraba a mi casa sin gritarme”. Yo quería hacer eso, una charla tranquila y con un asiento ocupado. Es fantástico eso, porque un buen periodista es capaz de lograr que la gente oiga lo que no dice.
—Es un apasionado del tango, género que ha tenido momentos muy distintos en su historia.
—El tango, desde el punto de vista filosófico, ha sido conservador, reaccionario, machista, misógino, todo.
—También se ha reinventado si un mismo tango lo canta una mujer.
—Sí, en el día de la mujer de 2022 hicimos un espectáculo en el Solís donde el tango homenajeaba a la mujer y al final, en un poema que escribí, le pide perdón por todo lo mal que hizo. Pero también tiene su explicación. Nada es por casualidad, hay hechos que están relacionados, las sociedades montevideana, de Buenos Aires, la rosarina, estaban llenas de inmigrantes.
—En su mayoría hombres.
—Sí, habían miles de tipos que no tenían posibilidades de estar con una mujer en ningún lado, salvo en el quilombo. Ahí se armaban las camas para “ocuparse” como se decía en campaña, y el tipo había dejado del otro lado del mundo en una Europa a la que posiblemente no volverá nunca más, a su madre, hermanas, a su familia, a las únicas mujeres en que podía creer; y las demás quedaban un poquito en la piel, y por un ratito. Y ella es la infiel. Entonces hay épocas muy marcadas. Los tipos estaban haciendo la cola en los quilombos y los dueños de esos lugares decían: llamá a fulano para que traiga un pandeiro y una guitarra, se fueron armando y ahí nació el tango, de esas juntadas. Entonces los tipos, en la milonga bailaban con otro hombre que también estaba en la espera. Era impresionante la soledad. Hay que entender por qué el tango en determinado momento de su historia, cuenta la historia como era.
—Como un retrato de la sociedad de ese momento.
—Claro, el pacatismo de la clase media esperó que en París dijeran “sí“ al tango para que lo digan ellos. El tango fue ganando espacios.
—Ya que sus ciclos de música se llaman “La Cumparsita +”, ¿es tan importante ese tango?
—La Cumparsita surge en una noche de agonía, de tisis. Era una enfermedad romántica porque se morían pálidos y ojerosos, y Mattos Rodríguez era de los que iban al bajo, era de clase media - media alta, bacán, trasnochador, empezó a tener toda la sintomatología de la tisis. Una noche, porque le salía de adentro, le surgió una frase musical que no quería que se le escape. Ahí empieza su lucha para rescatarla, y es de una manera, quizás un mensaje del fondo del alma. ¿Cómo explicás eso? Es muy difícil. Poéticamente ni que hablar, pero musicalmente hay infinidad de obras más importantes que La Cumparsita. Sin embargo escuchás los primeros acordes y ya está. Y si la escuchás lejos del país, peor.
—Hizo mucha televisión, ¿qué es lo que le falta a la pantalla de hoy?
—Antes había una carencia tecnológica que tenían que suplirla con ingenio, con recursos cinematográficos, y sobre todo había cultura. No cultura con mayúscula o minúscula, cultura. Soy de una generación donde nos daba mucha vergüenza no saber. Nosotros creamos una disciplina y, atrevidamente formo parte de ella preguntando en el Sorocabana a la mesa de los cinéfilos sobre una película sueca de 1932. La crítica, el oficio de crítico literario, plástico, cinematográfico, teatral, eso está faltando. Porque en esos años ya había falsos intelectuales que hicieron creer que la cultura con mayúscula era inaccesible, para iniciados, para quienes escribían raro: “Qué inteligente que debe ser que no le entiendo nada”. Así se fueron armando los grupúsculos de poder, incluso político, y nosotros veníamos de una cultura muy vasta del tango, del jazz, del fado.