El periodista Juan Miguel Carzolio, de 43 años, cumple “media vida” en Radio Sarandí. Ingresó en 2003 como asistente de producción y en la actualidad, está al frente de Las cosas en su sitio junto a Iliana Da Silva. Lo llamaron a “ponerse la 9” a mediados de 2020 luego de la salida de Ignacio Álvarez de la emisora. “Con Iliana y el resto del equipo nos llevamos muy bien, nos divertimos mucho. Y creo que eso también se transmite a la gente”, asegura.
Mesas atrás, un comentario suyo crítico sobre una entrevista que había realizado su excompañero Ignacio Álvarez generó la respuesta del conductor de La pecera (Azul FM) sobre los “excesos”. “No tuve ni tengo nada en contra de Nacho”, dice al referirse al episodio.
Carzolio elige no esconder un problema que tuvo vinculado al consumo de alcohol. "Me afectó de una manera que no había imaginado. Me gusta hablarlo porque me parece que tenemos que empezar a romper determinados tabúes", dijo en entrevista.
—El mes pasado cumpliste 20 de radio. ¿Siempre en Sarandí?
—Sí, comencé como asistente de producción y pasé por todas las etapas. Todavía se editaba en cassettes en aquel momento, aunque al poco tiempo comenzó ya la digitalización. Trabajaba fundamentalmente en el programa Cierre de jornada, con Juan Andrés Elhordoy y Héctor Luna en ese momento, pero también en el informativo y en otros programas. Al poco tiempo empecé con los informes, a los que trataba de musicalizar y darle efectos para rodearlo de un contexto sonoro distinto a lo que se hacía tradicionalmente. Al año y poco también hacía informes para Las cosas en su sitio.
—¿Quiénes dirían que fueron tus formadores o de quiénes más aprendiste?
—Juan Andrés Elhordoy fue muy importante en los comienzos. Un día se le cayó el papelito donde tenía los datos del tiempo y dijo con naturalidad: “Perdón, se me cayó el papelito”. Se agachó, lo agarró y continuó con el programa. Esa soltura me sorprendió. Hace 20 años no era tan común en un programa periodístico. Nacho Álvarez también fue muy importante, igual que Gustavo Escanlar, que en ese momento estaba en Las cosas... Leandro Gómez, Ligia Almitrán y muchos otros me dieron consejos fundamentales y me enseñaron mucho del medio.
—¿La primera conducción te tocó en 2010, con Hora de cierre?
—Sí, se dio como un proceso natural porque yo hice toda la escalera en la radio. Pasé por todas las funciones, conozco a todos. Es mi casa. Más allá de lo profesional, pasa a ser primordial lo humano, el saludarnos todos los días, conocer de nuestras vidas. Hoy que estamos en Las cosas en su sitio con Iliana Da Silva y el resto del equipo nos llevamos muy bien, nos divertimos mucho. Y creo que eso también se transmite a la gente que escucha. Más allá de la información, que hoy está disponible por muchos medios, se trata de acompañar y hacer reír.
—¿Imaginabas una carrera periodística en la radio?
—No era muy consciente. Yo estudié Comunicación pero enfocado a la publicidad. Cuando vino la crisis de 2002, urgía conseguir laburo y la puerta que se abrió fue la de Sarandí. En ese momento me interesaba jugar al fútbol y no tenía un gran proyecto laboral. Lo fui descubriendo en la radio.
—En este tiempo también has tenido experiencias televisivas, como Desayunos informales en su primera etapa y luego Polémica en el bar. ¿Cuál es tu vínculo con ese medio?
—Me siento mucho más cómodo en radio, aunque la experiencia de Desayunos fue maravillosa. Creo que ahí se dio un quiebre en cuanto al periodismo en televisión y los están actualmente lo siguen haciendo muy bien. Pero hasta Desayunos no era común que un programa periodístico de la mañana marcara agenda y por él, pasaran todas las figuras de peso a dar su punto de vista de temas de actualidad. Cuando festejamos cinco años y estando al aire me enteré que Nacho (Álvarez) se iba de la radio y me dije para mí mismo que en breve se terminaba para mí Desayunos. Porque sospechaba que me podían ofrecer lo que me terminaron ofreciendo, que era hacerme cargo de Las cosas en su sitio. Pero me fui con pena de Desayunos...
—En 2020 tomaron con Iliana Da Silva las riendas de Las cosas en su sitio. El programa cambió respecto a su primera etapa de 20 años con Álvarez. ¿Cuáles fueron esos cambios y cómo se fueron procesando?
—Al principio aplicamos el mismo molde. Yo le hacía las suplencias a Nacho y tenía incorporada la gimnasia del programa. Después las cosas fueron cambiando. El aporte de Iliana es impresionante; me encanta que seamos dupla de hombre y mujer, algo que funciona muy bien y hacía falta en la radio. Ella aporta cercanía con la gente: por ejemplo, lee el WhatsApp del programa y le llama “la comunidad” y así integramos a la gente de otra manera. También seguimos con otros segmentos, como el “haciendo historia” de todos los miércoles. Es muy divertido cómo hacemos radioteatro. Se da un equilibrio entre espacios que ya estaban y lo nuevo que aportamos. En cuanto al público, muchos de los que ya estaban se quedaron y llegaron oyentes nuevos.
—Hay un primer tramo con “el pase” donde junto a Gabriel Pereyra, Aldo Silva, Laura Rodríguez y Sergio Silvestri dan opinión sobre los temas de actualidad. ¿Es más difícil ese rol?
—Lo que yo intento es analizar y a partir del análisis, opinar porque no tengo un sesgo. En este tiempo me han dicho facho o zurdo en partes iguales. Mi forma de pensar es mía, no digo que no tengo ideología pero no está ligada a liderazgos de ningún tipo, mucho menos partidarios. Tengo ideas que defiendo como la legalización de las drogas o la supresión del voto obligatorio y después, cada tema lo analizo de un lugar intelectualmente honesto.
—¿El voto no debería ser obligatorio?
—No. Creo que si cada uno tiene la capacidad de definir a quién votar, también debería tener la libertad de quedarse en casa. Entre la mayoría de las democracias plenas, dentro de las que se cuenta a Uruguay, el voto no es obligatorio. Entiendo que hay una lógica histórica para asegurar el derecho de todos a decidir, pero creo que eso ya fue. Sería saludable terminar con la obligatoriedad. Creo que llevaría a los políticos a mejorar, a hacer interesantes sus propuestas para que se sumen votantes.
—¿Sos de los periodistas que vota en blanco?
—No. He votado de todo y nada de lo que he votado me condiciona en mi trabajo profesional. No creo en el voto en blanco como ejercicio para mantenerme independiente.
—El año pasado terminó el vínculo con Polémica en el bar. ¿Qué te dejó esa experiencia?
—Fue una buena experiencia de un año y medio. Trabajé con amigos a los que ya conocía, como Patricia Madrid, Sergio Puglia, el productor Pablo Cancela y también conocí a otros compañeros como Alberto Sonsol, Julio Ríos, Lalo Fernández… De todos modos, últimamente me pesaba ir viernes y domingos de noche. Tengo dos hijos y trato de ser un padre lo más presente posible. Polémica me cortaba los fines de semana. Cuando se tomó la decisión de salida, que fue del canal, no mía, de algún modo lo tomé como una liberación en ese sentido. Me pesó económicamente, claro, pero bueno asumí el lado positivo. Como formato me gustaba y me sigue gustando, esa dinámica de la gente discutiendo en la mesa de bar, pero no sé si yo era el personaje para hacer eso. A mí me gusta analizar y entender todos los puntos de vista, discutir si es necesario, pero no es lo mío dar el show de la discusión. No me interesa la confrontación por la confrontación. No me cierra aquello de que vale lo mismo alguien que estudió un tema 15 años que otro que dice lo que se le viene a la cabeza en el momento.
—En el contexto de una supuesta grieta ideológica que estaría instalada, ¿qué rol debería tomar el periodismo?
—El de tender puentes. De todos modos, no siento que exista esa grieta que hay en Argentina, donde la división de la sociedad y en algunos casos de las familias es grave. Aquí hay personas que están en los extremos y es imposible que se pongan de acuerdo. Pero creo que la mayoría estamos en otro lado y somos capaces de escuchar y entender al otro. En el 80% de los grandes problemas del país (educación, cárceles, etc) todos en los partidos están de acuerdo. Sería bueno que se hincara el diente a las coincidencias para generar políticas de Estado, en lugar de resaltar las diferencias.
—¿Tuviste oportunidad de volver a la TV en este tiempo?
—Cuando se fue María Noel Marrone de Desayunos, me ofrecieron la conducción del programa pero en ese momento hacía poco habíamos empezado con Iliana el nuevo Las cosas en su sitio. En la radio me habían dado la 9 y sentí y sigo sintiendo la responsabilidad de defender este proyecto. No me podía ir. La reducción de carga horaria fue también decisiva para que yo aceptara la propuesta de Sarandí. Antes, yo estaba en Desayunos después iba a la radio que teníamos el segmento de noticias con Nacho (Álvarez). Al mediodía paraba y de tarde estaba de nuevo en la radio hasta última hora.
—Un comentario tuyo luego de la entrevista que le hizo Ignacio Álvarez al militante estudiantil Gerónimo Sena generó un contrapunto con tu excompañero sobre los “excesos”. ¿Qué te dejó ese episodio?
—Yo no tengo ni tuve ningún problema con Nacho. Mi comentario no era una cosa personal en contra de él. Lo hice como una defensa conceptual del respeto que, para mí, los más grandes debemos tener con los más chicos. Nada más. Él había entrevistado al adolescente y terminó la nota con un “me dan ganas de chaparte de los pelos”. Seguramente lo hizo desde un lugar paternal, pero me parecía importante remarcar que no estuvo bien eso. Si lo hubiera hecho en la época de Sarandí y estábamos juntos en el programa, también se lo hubiera dicho y lo hubiéramos conversado. Lo que dije de los excesos fue algo que conversamos muchas veces al aire; todos cometimos excesos en algún momento. No era una referencia personal, sino general al mundo de los adultos.
—Álvarez respondió desde La pecera. ¿Volvieron hablar después del episodio?
—No, pero yo no tengo ningún problema. Y él, según dijo, tampoco. Si nos cruzamos, nos saludaremos como siempre. Además, si se escucha todo lo que dije, creo que queda claro que no era un ataque a Nacho, sino que sentí la necesidad de dar el mensaje de cuidar a los más chicos. Encima, el adolescente se vestía como quería y también en redes le estaban criticando por ese lado. Yo sé que Nacho no es homofóbico ni agarra a sus hijos de los pelos; fue una expresión, que no me gustó y me parecía bueno dar otro mensaje. Nada más. Como dije antes, con Nacho tengo mucho agradecimiento. Fueron muchos años de trabajo. No somos amigos, pero nos entendíamos mucho. En muchas cosas pensamos parecido y en otras teníamos diferencias, pero siempre las tratamos desde el respeto.
—¿Cuánto te cambió la paternidad?
—Muchísimo. Si algo me he propuesto en la vida es ser un buen padre. Mi hijos tienen 5 y 2 años y son lo máximo. Me conectan mucho con la inocencia del ser humano. Soy de decirles todo el tiempo “mi amor”, de jugar, de tirarme al piso. Disfruto muchísimo el tiempo con ellos. Soy amigo de ellos, aunque también pongo el límite. No quiero perder nunca esa cercanía con ellos, porque creo que el día de mañana, cuando sean adolescentes, ellos van a tener la confianza como para venir a hablarme de las cosas que les inquieten y que aparezcan en su vida, como la sexualidad, el acercamiento a las drogas o el alcohol. En nuestra generación había otra distancia con los padres.
—Decías que estás a favor de la legalización de las drogas, ¿de todas?
—Sí, creo que la mejor solución sería legalizar todo. Si se piensa en el dinero que se gasta en combatir el narcotráfico, en una guerra que nunca se va a ganar, es inútil seguir en ese camino. Si, en cambio, ponemos todos los recursos en educar y atender a las situaciones de consumo problemático, que no afecta a todas las personas que consumen, sino a una minoría, puede ser mucho más efectivo. Además, la sustancia que causa más problemas es totalmente legal y es el alcohol. Entonces me parece que la prohibición es hipócrita y contraproducente. Todas las políticas de represión a la producción y el tráfico fracasaron. El consumo sigue creciendo. La gente va a seguir consumiendo; es mejor hacerlo con información, controlando lo que se consume y de paso, nos ahorramos los muertos del narcotráfico. Entiendo que esto Uruguay no lo puede hacer solo porque es un problema global, pero debería plantearse. Quizás no lo vea, pero me parece la mejor solución.
—¿Has vivido alguna situación de consumo problemático?
—Sí, con el alcohol. Tuve momentos en que perdí el control y me afectó de una manera que no había imaginado. Me gusta hablarlo porque me parece que tenemos que empezar a romper determinados tabúes sobre la salud mental y las adicciones. En mi caso, no fue una adicción pero padecí de un consumo problemático, acudí al alcohol como evasivo de situaciones personales difíciles. Por suerte me di cuenta, pedí ayuda y lo controlé. Fui a un psiquiatra, hice un tratamiento y cumplí con ese proceso. Tenemos que ser menos hipócritas y empezar a decir estas cosas, esconderlas no conduce a nada.