Tiene 10 años haciendo stand up, y lo que le resulta más insólito a María Rosa Oña, es que ella había entrado para saludar, y no se fue más. Desde entonces desarrolló una carrera como comediante, también creadora de espectáculos infantiles, y últimamente como guionista del programa La Aldea. La también profesora de actuación hoy estrena Salvaje, una sociedad animal en Sala Camacuá, con entradas en Redtickets y segunda función para el 6 de setiembre. Sobre el puntapié para este espectáculo, lo salvaje de la sociedad, las críticas por el programa de TV Ciudad, y hasta por el teatro infantil, es esta charla con María Rosa Oña.
—El espectáculo que estrenás se llama Salvaje, una sociedad animal. ¿Estamos más salvajes?
—No sé si estamos más salvajes, demostramos que seguimos siendo salvajes, en todo ámbito. Además tenemos la concepción de salvaje como algo malo, y también existe la flor salvaje que ves en el campo, es preciosa, y está bueno que esté ahí, que nos recuerde que es salvaje. Entonces, tiramos para el mismo lado de la balanza donde lo salvaje siempre demuestra que hay algo malo de por medio, algo que va a herir, y cuando hay alguien que se muestra salvaje de una buena manera lo herimos antes, por las dudas. De igual manera es cierto, la sociedad, nuestro hábitat, el ecosistema que nos tocó, está plagado de cosas salvajes todo el tiempo. A veces nos tenemos que poner salvajes, como ir a una mutualista para pelear un horario con un médico, cuando solo estás pidiendo lo que necesitas.
—A veces uno se siente que fuera la presa.
—Sí, en muchos momentos, en la ciudad, te sentís el cervatillo que en cualquier momento la queda, cruzando la calle. Los autos son manadas de animales feroces y vos el cervatillo que va a ver si llega a la otra punta. También bromeo un poco en el unipersonal que nos queremos sentir más cerca de la naturaleza, y hacemos cosas muy graciosas como decir: quiero ser más natural, y le empezamos a meter cosas raras al mate que termina siendo una ensalada de boldo, jengibre y ginseng. También pregunto si el bicho uruguayo está en peligro de extinción.
—¿Por la globalización?
—Sí, y creo que sucede en todos lados, estamos borramos las fronteras equivocadas, porque las verdaderas fronteras que son las que tendríamos que borrar para llevarnos bien con el otro, se ponen más muros. Y los uruguayos siempre decimos que somos tres millones y medio y cada vez somos menos, y menos.
—¿Y en ese universo salvaje, qué animal sería el uruguayo?
—Un panda. Dicen que el panda no se reproduce, los tienen que cuidar, son bichos torpes, siempre están tranquilos, entonces nos comparo un poco con el panda. Siempre estamos con la remerita blanca y negra de fútbol puesta, de un cuadro chico, obvio, y comiendo lo que no debemos.
—¿Dónde más somos salvajes?
—En el unipersonal también hablo de la maternidad salvaje. A las mujeres nos dan la maternidad como algo natural que todas debemos sentir, que va a ser sencillísimo, y cuando te ves envuelta en la maternidad te das cuenta que capaz, capaz, que los animales de la selva lo tienen más fácil que vos. Y no hay nada más competitivo que la sala de espera de un pediatra con el bebé recién nacido. No falta la madre que te dice ¿cuánto pesa el tuyo?; o que el suyo come mucho, duerme toda la noche. Tiene dos meses pero te preguntan ¿se ríe?, sí, y ya cuenta chistes. Eso es súper salvaje, como la familia, y la política ni te digo.
—Bueno, tenemos un presidente al lado que se define como león.
—Es muy salvaje. Aparte es un león mezclado con otra cosa, no hay solo genes de león.
—Dicen que los humoristas toman lo que ven para hacer el humor, ¿vos te pasás mirando documentales de animales?
—Sí, tengo como una pasión por mirar todo programa de animal que se me cruza, o libro que contenga algo de animales.
—¿Eso es nuevo o siempre te ha gustado el reino animal?
—Empezó durante la pandemia, cuando estábamos encerrados y los animales empezaron a aparecer en ciudades, como si hubiesen salido para ver el zoológico humano. Eso me llamó poderosamente la atención, y empecé a mirar más cosas hasta que me dije: nosotros no estamos tan evolucionados. También empecé a buscar en la literatura a autores que hayan escrito sobre animales y me encontré con el maravilloso Umberto Eco, entonces me dije: esto tiene que ser plasmado en algo, y así llegamos a “Salvaje”.
—Además de esta faceta como humorista sos creadora de espectáculos para niños, incluso ganaste el Florencio. ¿Ambas facetas se nutren de lo mismo?
—Usa otros medios, porque el público que es otro, pero se nutre de las mismas cosas: de observar lo que pasa alrededor. Lo que le pasa a los niños, lo que a mí me pasa con los niños, lo que me pasaba cuando era niña. Es maravilloso escribir para las infancias, porque te metés es otra dimensión. Capaz que están las mismas cosas puestas de diferente forma, y hay que usar herramientas para crear un lenguaje que el niño, antes que nada, lo pueda divertir, porque ese es el fin que me planteo: que el chiquilín se divierta, se ría, la pase bien y no salga aburrido. También me gusta poner cosas en las obras para que el niño tenga que preguntar al padre y se dé esa conexión, esa charla después de la obra.
—Pero incluso en obras infantiles has encontrado lo salvaje de la sociedad, como ocurrió el año pasado con Los cuentos de Juanita Jalea, debido a que en la obra hay una niña con dos mamás, y una espectadora se quejó.
—Sí, el año pasado pasó algo muy salvaje, y se hizo una bola de nieve que terminó yendo el INAU para ver si la obra estaba bien catalogada para el público. Además era una obra que ya había sido vista y había ganado premios. Eso hizo que para este año no escribiera, porque me sentí muy triste. Por eso este año me lo tomo sin teatro infantil, porque no estoy pudiendo. Nunca se me hubiera ocurrido que eso pudiera suceder, o todo lo que sucedió. Aparte, la obra no hablaba de eso.
—¿Y pensás volver al teatro infantil?
—El año que viene me reengancharé con otra obra para niños.
—En tu presente, además de la faceta de comediante y creadora de espectáculos infantiles, hay otra, escritora para el programa de TV Ciudad, La letra chica, donde, imagino, es muy salvaje.
—Sí, ahí me voy para otro lado, porque es un contenido muy político, siempre.
—Ahí las polémicas te las buscás vos sola.
—Ahí, sí. Ahí sé que estoy expuesta a la polémica y que del otro lado no guste. Lo hacés con la cabeza de que te estás metiendo en temas políticos que son recontra polarizados y ahí puede suceder la polémica. Pero en el teatro infantil, y con un tema que no tenía nada de político, ni de nada, no me lo esperaba. Ese momento fue una bolsa de ladrillos que te cae en la cabeza. La Aldea es otra cosa, hay otras herramientas, y lo que tiene de bueno es que tenemos público en vivo en la sala. Se vuelve una mezcla de todo, teatro, stand up y tele, y es buenísimo, porque se usan herramientas de cada uno de esos lados, cada noche, para entretener al que está en sala y al que está en la casa. En La Aldea pongo un poco de cada parte de mí, son todas las María Rosa Oña allí reunidas. Además nos divertimos mucho, y estamos haciendo humor, con comediantes.
—Y críticas a los comediante siempre hay.
—Sí, siempre va a suceder. Mirá lo que pasó con las chicas de La culpa es de Colón. Voló. Más político que eso no hubo, porque quedaron los varones. Está bárbaro lo que hacen, no quiero desmerecer su trabajo para nada, sino que la gente se quejó del programa femenino, y el que voló fue el femenino. Eso me pareció tremendo, superpolítico, y demuestra algo que está ahí, y nadie quiere decir: “mirá, quedaron los varones, las mujeres no”. Y me parece tremendo porque era un programa en el que las gurisas trabajaban muy bien.