ENTREVISTA
La conductora y su esposo Ignacio Veiga decidieron radicarse en una chacra en Punta Ballena, donde recuperaron la tranquilidad y el contacto con la naturaleza.
-Con tu esposo Ignacio Veiga viven en Punta Ballena, ¿cómo fue tomar esa decisión?
-Nos venimos hace dos años. Pasábamos siempre la temporada, sea por vacaciones o para cubrir los eventos con el programa. Cada año hablábamos del sueño de vivir definitivamente en la chacra. Hasta que un día armamos la agenda de manera de viajar a Montevideo dos días a la semana. Así lo hicimos y nosotros felices.
-¿Por qué ese deseo?
-Teníamos ese sueño de estar más en contacto con la naturaleza. Vivíamos en nuestra casa en la Tahona, que aún la mantenemos. Pero nuestro lugar es este. Quizás lo que nos terminó de definir fueron los caballos. Nacho cría caballos pura sangre y los teníamos en establecimientos cerca de Montevideo, en lugares lindos pero dentro de unos boxes de 3 x 3 metros. Ahora los trajimos todos a la chacra y tienen espacio. Son libres y felices.
-¿Cómo es tu día a día?
-No somos la familia Ingalls. No se imaginen eso. Pero nos gusta levantarnos temprano, con el canto de los pajaritos. La naturaleza te lleva un poco a su ritmo. Acá uno vuelve a la raíces de andar tranquilo y bajar las revoluciones. Al mismo tiempo, tenemos la cercanía de Punta del Este para hacer las compras o salir a comer. La verdad que no nos volveríamos nunca más.
-¿En Montevideo viviste algún episodio de inseguridad?
-Nunca jamás y toco madera. Mi madre sí lo vivió. Yendo a trabajar la asaltaron. Donde vivimos ahora, es otro el ambiente. Caminamos tranquilamente cuando no podíamos hacerlo en Montevideo. Habíamos dejado de hacer muchas cosas, como salir a cenar, por temor. No está bueno encerrarse. Ahora, con el cambio de gobierno, hay esperanza de que esas cosas cambien. Más allá del voto que hayamos puesto en la urna, todos queremos paz y estar seguros.
-Cumplís 20 años en Canal 4 y con dos programas...
-Es verdad. Soy la conductora con más permanencia en el canal. Si bien es cierto que Eduardo Rivas está desde más de 30 años, como coproductora y conductora soy la más antigua. Este año tenemos el programa de siempre que va los sábados a medianoche y se titula Con Verónica y es un programa femenino, heredero de Guía show, que hice toda la vida. Este año además hicimos De película, que va los domingos a las 14:00. Yo empecé en el canal en 1999 con un ciclo que se titulaba 100 años y era una versión uruguaya de Siglo XX Cambalache, un repaso histórico de lo mejor de cada década. Ahora nos pareció bueno volver a algo así. A mí me gustan las cosas viejas. Y en De película hacemos ese viaje al pasado a través de las series, canciones o películas de nuestra infancia o anteriores incluso. Ha tenido muy buen recibimiento de la gente, que nos escribe todo el tiempo y nos pide material en función de sus propios recuerdos.
-No es fácil la permanencia en TV, ¿cómo crees que lo conseguiste?
-No sé. Siempre mantuve buenas relaciones con canal y con las diferentes gerencias que ha tenido. Ahora está Ignacio Mazza, que es un gerente (de programación) muy motivador de ideas nuevas. Por otra parte, siempre me adapté a las situaciones económicas del país. No solo me dedico a la tele, sino que estamos al frente de la Escuela de imagen Verónica D’Andrea.
-¿Cómo es para ustedes ser pareja y además, socios con Ignacio Veiga?
-Ha sido un desafío. Pero vamos muy bien. Llevamos 10 años de casados con Nacho. Lo conocí trabajando. Él era gerente de Lapataia y yo fui a hacerle una nota a Leticia D’Arenberg. Desde entonces fuimos inseparables. Al tiempo, él me veía desbordada y comenzó a darme una mano hasta que un día dijimos: ¿Por qué no nos asociamos? Una cosa es dar una mano y la otra es se sentirte parte. Él renunció a su trabajo y empezamos a montar una productora y luego seguimos con el instituto. También tuvimos locales de ropa hasta que el año pasado los cerramos porque no dábamos a basto. Yo diseñada los vestidos, además de hacer toda la gestión. Resolvimos quedarnos con la docencia y la TV.
-¿Cómo te sentís en el rol de docente?
-Muy bien. La escuela empezó hace cuatro años con perfil bajo y ha crecido. Hoy tenemos más de 600 alumnas por año. Empezamos con cursos de modelaje y luego le fuimos agregando disciplinas, como cosmetología, asesoría de imagen, maquillaje... Es una escuela para dar a las mujeres todo lo necesario en materia de estética e imagen. Me gusta mucho la docencia. Soy maquilladora y doy clase desde hace 20 años. Los cursos de modelaje los empecé cuando organizaba, junto a Raúl Almandos, certámenes como “La cara del verano” u otros. Ahora, los cursos de la escuela de modelaje los da Fabiana Leis, mientras Nacho (Veiga) está en la parte de fotografía. Somos un equipo de docentes que todo el tiempo buscamos actualizarnos.
-¿Qué buscan las aspirantes a modelo? ¿Convertirse realmente en modelos o mejorar su autoestima?
-En la escuela tenemos a 120 adolescentes de entre 12 y 17 años en el curso. La mayoría quieren cumplir un sueño. Nosotros le damos la posibilidad de que vengan con cualquier peso y altura porque no somos nadie para negar a una chica baja, alta o gordita que cumpla el sueño de ponerse la ropa que le gusta, tener una postura, aprender protocolo y desfilar. ¿Acaso las más bajitas no podemos usar linda ropa? Yo soy XXS y muchas veces tengo que comprar ropa de niña. He padecido esas cosas también.
-¿Cuál es el mensaje más importante para dar a las adolescentes de hoy?
-Luchamos todo el tiempo para que entiendan que valen por lo que son, no por el cuerpo que tienen ni por los “me gusta” del Instagram. Nosotros no tuvimos hijos por elección propia. Pero perfectamente hoy podríamos tener una niña de 10 o 12 años, por ejemplo. Y la verdad es que no la dejaría tener ninguna red social. Vemos en la escuela cómo están sufriendo las chicas cuando no llegan a los likes que ellas consideran que deben tener.
-Están muy pendientes de la aprobación...
-Totalmente. Y hay una tasa de frustración altísima y de bullying. Las adolescentes están tomando medicación para la depresión o la ansiedad; cosas que no ocurrían cuando yo era adolescente. Están tan pendientes del celular que muchas veces las chicas y los varones también, son sedentarios. Nosotros tratamos de inculcarle a las chicas el deporte y la importancia del contacto interpersonal.
-¿Están cambiando los estándares de belleza?
-Sí, afortunadamente. La última Miss Universo es el mejor testimonio. Una mujer negra, de pelo cortito, pero al mismo tiempo muy bella. Era impensable que triunfara años atrás, cuando solo le daban la corona a las mujeres - Barbie. Me alegra este cambio. Yo luché por la mujer real desde que entré a la TV.
-¿Sufriste bullying?
-No, porque no era tan común en mi infancia. Pero sí me acuerdo que era la primera de la fila por ser la más chiquita. Mi madre es psicóloga y como familia tomábamos las burlas de forma relajada. Había otra contención también... no existían las redes, que exponen y potencian mucho más cualquier situación.
-En los últimos tiempos, las voces de las mujeres y sus denuncias por acoso y abuso están siendo mucho más escuchadas, en especial en los medios. ¿Te ha tocado vivir momentos de acoso?
-Sí, me pasó. No lo hablaría en concreto porque fue hace mucho tiempo y no lo dije en su momento. Pero hoy podría decir que si me pasa, yo denuncio, pública y judicialmente. Antes, sin embargo, las mujeres tendíamos a callarnos. Me acuerdo que hace muchos veranos estaba trabajando en Punta del Este y una celebridad se hizo el ganso conmigo y con otra compañera. No le dijimos nada porque una terminaba naturalizando esas cosas. Hoy ya no pasa.
-Ahora que están radicados en Punta Ballena, ¿prefieren el verano o el invierno?
-Diría que la mejor época es la primavera, cuando se puede aprovechar el clima pero sin los embotellamientos de la temporada alta. Quienes vivimos acá tenemos nuestros “trucos” para “sobrevivir” a la temporada. Vamos al supermercado cuando los turistas están en la playa, por ejemplo.
-¿Y con los precios?
-Es un poco más caro pero en líneas generales los precios son los mismos. Vamos a ver esta temporada cómo viene en ese aspecto porque viene muy complicada para el argentino y también para los uruguayos. Sería muy poco inteligente matarlos con los precios. Igual, acá hay de todo. Se encuentran lugares preciosos con precios normales y otros que piden fortunas. Viviendo acá, hemos descubierto muchos lugares para comer o ir a tomar el té que son verdaderas joyitas y a precios razonables. Redescubrimos el valor de salir a cenar o caminar. Volvimos a tener una paz increíble.