La nueva vida low cost de Alfredo Etchegaray: "Recogemos agua del techo y reciclamos la ropa"

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Alfredo Etchegaray y su familia. Foto: Ricardo Figueredo

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El empresario volvió a ser padre a los 65 años. El desafío de la paternidad, los proyectos para este año y el recuerdo de la época dorada de los eventos. "La farándula era un trabajo para mí", dice.

Alejado de las fiestas y los famosos que lo llevaron a la cumbre de la visibilidad y lo convirtieron en un referente de las relaciones públicas, Alfredo Etchegaray tiene a sus 65 años una vida austera en una chacra autosustentable en la Barra de Maldonado. Formó una familia y se convirtió en padre por segunda vez junto a su esposa Claudia Echeverri, de 38 años.

El 4 de febrero nació Juana Etchegaray, una bebé “simpática que se ríe todo el tiempo”, según el orgulloso papá. El nombre que recibió fue en honor a Juana Raquel, la mamá de Alfredo, y a Juana Victoria, su abuela. Llegó para acompañar al pequeño Alfredito, su hermano de dos años.

“La experiencia de ser padre es indescriptible. Es imposible describir esa emoción”, expresa Alfredo sobre su rol como papá. El famoso RR.PP disfruta su rutina cuidando y paseando a sus hijos, pero admite que “absorben energía porque hay que estar las 24 horas pendiente de ellos”.

Alfredito hijo saluda al equipo que hace la entrevista y se divierte jugando con los perritos rescatados que habitan en la chacra. “Es muy de las relaciones públicas, saluda a todo el mundo”, desliza Alfredo sobre un posible legado. Su hijo es el cuarto que recibe ese nombre, y podría seguir con la tradición familiar que inició el abuelo de Alfredo, que ya sabía de famosos y se encargó de alojar nada menos que al mismísimo Carlos Gardel en Montevideo.

La familia Etchegaray vive en la chacra Lakes & Views, a 20 minutos del centro de Punta del Este. Ocupa un amplio terreno de la Barra de Maldonado con un lago sobre el que nada una fila de patos, y cuenta con una colmena y una huerta propia. La construcción comprende amplios espacios, un gimnasio, una biblioteca, un taller y un balcón con una privilegiada vista que permite ser testigo de los atardeceres esteños que cubren la pradera.

La casa fue construida por el propio Alfredo con materiales de demoliciones y subastas hace unos pocos años, y lleva el registro de cada etapa de su vida. Mientras la recorre exhibe recortes de prensa de alguna de sus emblemáticas fiestas, el libro que incluye un prólogo escrito por él, puertas y muebles que elaboró con sus manos, y adornos y juegos de bebé realizados por su esposa.

El hombre que llevó de shopping al Príncipe Alberto de Mónaco lleva una vida austera, contraria al consumismo y la superficialidad característicos del ambiente en el que se hizo un lugar de privilegio. El RR.PP subraya que la nueva realidad económica lo llevó a “bajar los costos estrepitosamente” y eso lo demuestra en varios ejemplos que hacen a las elecciones de su forma de vida.

“Todo se hace acá”, subraya. “Tenemos miel propia, huerta, recogemos agua del techo y reciclamos nuestra ropa. Tenemos nuestro taller de pintura, carpintería, soldadura de hierro y acero, electricidad, electrónica. Mi auto es 100% eléctrico, no tiene mantenimiento”, enumera. Insiste que a la hora de comprar frutas o verduras lo hace en la feria y que elige “sacarle las marcas” a los artículos que tiene en la casa.

Otro gesto de su vida low cost lo tuvo nada menos que en la llegada de sus hijos, que nacieron en Sanatorio Cantegrill, por el servicio otorgado por FONASA. .

Por otra parte, Alfredo se detiene a explicar su perspectiva sobre la original educación que le brinda a sus hijos. “Cuando tienen menos de cinco años, además de muchas escuelas privadas que están todo el tiempo estudiando las mejores ideas de Finlandia y Signapur, lo mejor es la educación que le puedas dar en tu casa”, sostiene. Y explica que su hijo Alfredito realiza las tareas del hogar junto a él: “cortamos el pasto, cocinamos, lavamos, lo hacemos cantando y no lo toma como un trabajo sino como un entretenimiento”. Además, toma clases de natación y buceo "desde los cuatro meses".

En este sentido, el empresario se muestra disconforme con el sistema educativo tradicional, que a su entender “es aburrido y antiguo”: “Sus contenidos no tienen vinculación con las demandas del mercado laboral. Los niños no entienden qué tiene que ver lo que están estudiando con el mundo cotidiano. No le enseñan a los niños a ser felices”, critica. 

Alfredo Etchegaray y su familia. Foto: Ricardo Figueredo
Alfredo vive junto a su familia en una chacra autosustentable. Foto: Ricardo Figueredo

Anecdotario.

El RR.PP comenzó como disc jockey y luego fue incursionando en la organización de eventos. Según sus cálculos, Alfredo Etchegaray ha estado detrás de unas 6.000 fiestas y trabajó para unas 200 figuras internacionales.

Se define como un detallista en su trabajo: “Cada vez que terminaba una fiesta hacía una lista de las cosas que podía mejorar. Agregué aspirinas en el baño, aguja e hilo, alfiler de gancho. En las fiestas más sofisticadas tenía guantes blancos para los mozos, manicura, peluquero para recortarle el pelo y les daba una charla para que estuvieran emocionalmente bien. Podían llegar a dar servicio habiéndose peleado con su familia”, cuenta.

Las anécdotas con celebridades son innumerables. “Cuando vino Sting, de atrás de la puerta le sacaron una foto bailando tango con mi madre”, memora y enumera vivencias con Antonio Banderas, Luciano Pavarotti o Grace Kelly.

Recuerda también la noche en que emuló un volcán para una fiesta de Laetitia D’Aremberg. “Tenía que ir a la Facultad de Química a hacer humo con gas carbónico, cloruro de amonio para hacer la erupción”, detalla.

“Muchas celebridades trabajaron con nosotros y fueron parte de algunas producciones. Claudia Fernández trabajó en nuestra oficina de prensa. Pinky, Soledad Silveyra, actores argentinos que ya no están como Mariano Mores”, complementa.

También, claro, hay anécdotas de las que no fueron tan felices. Relata por ejemplo una noche en la que el famoso músico Billy Idol consumió drogas en un asado que organizó en su casa, donde también estaba el cantante Joe Cocker.

“Me chocó que Billy Idol consumiera porquerías en una cena en mi casa, no me gustó. Después lo llevamos a (el boliche) Space y agredía a las personas que se le acercaban”, recuerda. Ante esos casos no hay mucho para hacer: “A una figura internacional no le puedo indicar cómo vivir”.

-¿Qué extrañás de aquella época?

-Los afectos. Mis padres y los amigos que ya no están. Lo demás, para nada. Yo recuerdo y respeto el pasado pero siempre estoy soñando con el futuro. Si pudiera volver, lo disfrutaría más.

-Llama la atención el cambio del ritmo frenético de las fiestas por esta vida tranquila alejado de la ciudad.

-El ruido y la farándula era trabajo para mí. Yo siempre acompañé a mi padre al campo y hacía apicultura, inseminación artificial, vacunación. Siempre tuve ese equilibrio. Nunca tomé ni una pastilla para dormir, y mucho menos un porro de marihuana u otras cosas. Yo hice yoga de chico y eso me ayudó a controlar la mente y poder estar en situaciones de presión.

-¿Esa fue la clave para el éxito en el rubro de las relaciones públicas?

-Lo importante es no creérsela. Hay que tratar de ser maduro y conocerte a ti mismo. Hacer introspección, mirarse de afuera y pensar dónde estás parado. Siempre le puse a todo la mayor energía, el espíritu de superación, paciencia, perseverancia y cariño.

Proyectos.

Alfredo Etchegaray tiene entre manos la idea de escribir un libro. De acuerdo a lo que adelanta, el texto "apunta a despertar capacidades en los demás, para aquellos que las tienen dormidas".

También tiene claro que el libro incluirá unos "100 capítulos con historias de vida" con el objetivo de mostrar "cómo se puede transformar algo negativo en positivo". "Es filosofía de vida. Los capítulos van desde los rescates de naufragios hasta las organizaciones de las fiestas más increíbles", asegura.

Además, comenta que la publicación incluirá fotos inéditas, videos para descargar en una versión digital, y que estará disponible tanto en español como en inglés.

Respecto al Águila de Graf Spee que fuera rescatada con inversión de Etchegaray y el buzo Héctor Bado en 2006, el empresario espera encontrar caminos para que el Estado cumpla "con el contrato de darle un destino académico" al emblema que llevaba en proa el acorazada nazi, hundido frente a costas uruguayas durante la Segunda Guerra Mundial.

Inquieto como siempre, Etchegaray asegura tener más proyectos. "Tengo la idea de crear un puerto deportivo en el arroyo Maldonado, cerca del puente. Para promover actividades acuáticas, desde remo, paddle, surf, kayak. Queremos que sea autosustentable. Esperemos que no venga una avalancha de obstáculos como estamos acostumbrados en Uruguay cada vez que alguien quiera hacer algo", adelanta.

También se refiere a otros posibles emprendimientos, como la creación de un resort para amantes del golf frente al Driving Range del Club de Golf del Uruguay.

Y siempre hay más: “Estoy atendiendo gente que viene del exterior con proyectos, desde tests de Covid hasta proyectos hoteleros de todo tipo”, cierra.

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