Pocas personas tienen la vitalidad de Graciela Rompani. No hay evento social al que no asista, ni causa social que no apoye. Está vinculada a la política desde su nacimiento ya que su padre, Santiago Rompani, fue diputado por el partido Colorado. Además de dirigir distintas causas sociales que le apasionan como la entrega de microcréditos a madres solteras de bajos recursos, trabajar con privados de libertad o dirigir tres centros Caif, es la directora ejecutiva de la Bienal de arte de Montevideo.
En esta charla con Sábado Show, Rompani habla desde su casa sobre su trabajo diario, ese que le apasiona y la mantiene en movimiento, también opina de la situación actual del Partido Colorado y de los problemas que ha enfrentado en los últimos días el gobierno.
Graciela Rompani tiene la sonrisa pintada, habla rápido, se mueve mucho y prepara un café.
“¿Cómo se me ve?, cumplí 83 años el domingo”, dice Rompani, muy sonriente, antes de aclarar que hay un don del que carece: la humildad. “Mis hijos son los mejores hijos, mis padres los mejores, mis amigos, todo lo mejor”, agrega y vuelve a reír.
Es de caminar seguro, pelo rubio y sonrisa dibujada. En su Whatsapp no tiene foto de perfil, solo en Instagram, donde tiene cuenta para saber lo que hacen sus once nietos. “Además te enterás de muchísimas cosas. Igual soy fanática de los diarios. Adoro. De mañana leo los tres diarios, y cuando me dicen: “¿no viste el informativo?” les digo, ¿para qué si repiten todo lo que salió en el diario?. Sí para una cosa de último momento, pero para eso están los portales de noticias de los diarios”, comenta.
Otro rasgo distintivo de Rompani es su celular, al que llama su oficina. No para de sonar. “Suena mucho, por suerte”, comenta. Es un síntoma de que se trabaja y que se está en movimiento.
“Cuando Enrique Iglesias había cumplido 90, y yo 80, me dijo: ‘¿sabés por qué estamos tan bien Graciela?, porque tenemos proyectos. Siempre tenemos proyectos”, dice.
A lo largo de estos años, Rompani ha sido una cara visible en eventos sociales, siempre arreglada y muchas veces junto a “su hermana”, Laetitia d’Arenberg. Y si bien reconoce que las ha pasado todas, siempre le encuentra el lado positivo a cualquier situación. “Hay cosas que te enseñan. Aunque te te esté yendo mal hay cosas tan buenas a tu alrededor”, dice.
“Como el hecho de haber tenido cinco hijos y once nietos. Igual no son tantos. Mi nieta mayor tiene 31 años, y tengo una hija de 60 años. Me dicen ¿por qué decís la edad que tenés?, y ¿qué querés, que me saque un año? Además, la que no estaba arriba de mi clase, estaba en la de abajo. Nos conocemos todos”, comenta y vuelve a reír.
—Después de su primer matrimonio conoce a Jorge Pacheco.
—Sí, me cambió la vida. Lo conocí en 1982. Nos llevamos brutal desde el principio. Al inicio él quería salir y yo quería trabajar, porque siempre me gustó trabajar en política.
—¿Siempre le interesó la política?
—Sí, a los 10 años, en 1950, las elecciones se conocían por radio, y en las páginas que me habían quedado libre porque ya era el final del año, solo faltaba el 8 de diciembre que es el día de la Virgen y teníamos que ir a adorarla y como broche del año. En ese entonces anotaba circuito por circuito y no me dormía hasta que cerraran todas las mesas. Diez años tenía, y nunca me candidateé a nada.
—¿Por qué no?
—Porque se necesita tener plata y padrinos.
—¿Y no tiene ninguna de las dos?
—No, (se ríe) nada. Pero me encanta ayudar. Mi papá (Santiago Rompani) que estuvo 30 años en Florida y todo el mundo creía que era de ahí, pero era de Salto, un día recibió un llamado de Luis Batlle que le dijo: “doctor, necesito que haga un trabajo bastante duro, a ver si sacamos algún diputado en Florida que siempre es de los blancos”. Allá fue papá y salió Diputado en 1954. Había nacido el 3 de junio y le decían “San” Tiago porque como San Cono había hecho el milagro en Florida.
—¿Cómo ve al partido Colorado?
—Me toca la fibra de mi corazón. Pienso en Rivera y me parece lo máximo, y el Partido Colorado está caminando. Por suerte sigue existiendo Sanguinetti que lleva el timón con mucha fuerza, porque le mete todo.
—El partido perdió mucha gente desde la presidencia de Jorge Batlle.
—Es que a la gente le duele el bolsillo, no hay con qué darle. Ahí se sacaron poquísimos votos y el partido no repuntó más. No le hecho la culpa a los líderes, porque dicen “es porque está tal”; pero Sanguinetti hacía casi 15 años que no se metía en política aunque seguía con el Círculo de Montevideo y escribiendo sus columnas, y lo fueron a buscar de rodillas porque no juntaban los votos. Ahora hay seis candidatos del partido y ojalá les vaya bien, así suman. Y en el Partido Nacional, a la vista hay tres candidatos. Vamos a ver qué pasa, porque las encuestas no le embocaron en ningún lado, del mundo. Pero igual los siguen consultando, y cuando hay una encuesta voy a verla.
—Ha estado trabajando en el Inau, también con presos del Comcar, otorga microcréditos a madres solteras. Si bien vive en Carrasco y ha tenido una vida privilegiada, tiene esta otra faceta, de la que no habla mucho.
—Sí, empecé después que mis hijos fueron grande. Creo que es de atender tanta gente. Era secretaria privada de Pacheco, y entonces atendía a la gente que iba, porque primero me hablaban a mí de sus problemas. Esas cosas te mueven y conocés la realidad, no como los que escriben atrás de un escritorio sobre tal o cual tema del que no tienen idea. Pontifican pero no hacen.
—Además de apoyar muchas causas sociales, es la Directora Ejecutiva de la Bienal de arte de Montevideo, ¿cómo llegá a ese puesto?
—En 2010 estaba Jorge Srur en Buenos Aires y se encontró con Alfons Hug quien era un curador renombrado que estaba en la Bienal de Venecia con el pabellón del ILA, Instituto Italoamericano. Entonces le dijo Jorge a Alfons por qué no hacer una Bienal en Buenos Aires “¿Por qué no en Montevideo?”, consultó Hug. Empezaron a buscar una persona que pueda encabezar una fundación, Jorge habló con Laetitia d'Arenberg y ella le dijo que le parecía interesante pero puso una condición, “que esté Graciela Rompani, porque ella trabaja”. Ahí entré.
—¿Usted elige las piezas?
—No. No soy crítica de arte, digo si me gusta o no, pero no me meto en absolutamente nada de lo que tenga que ser curatorial. Mi objetivo es hacer posible la Bienal. Tengo muchísima suerte porque primero, el curador es impresionante y aprendo muchísimo cada vez que viene, y tengo un equipo reducido de productoras que están en la parte curatorial que son las mismas desde 2014: Irene Muller y Soledad Rodríguez. Trabajamos fantástico, no andamos con reunioncitas pavas ni nada por el estilo. Almorzamos con las computadoras y en unas horas arreglamos todo. Son muy ejecutivas y jovencitas. Armo un informo y les mando una copia a los directores de la fundación. Así es la cosa. Entonces se pueden hacer las cosas porque hay un clima agradable.
—¿No la han tentado para estar en alguna lista del Partido Colorado?
—Nunca. Para comisiones y eso estoy, pero no siempre acepto. Imaginate, todos los jueves voy al Casabó por los microcréditos, tengo tres centros Caif con 354 niños y 41 funcionarios, 118 niños en cada lado. Estoy en el Pereira Rossell en la fundación Álvarez Caldeyro Barcia. Estoy en la Bienal de Montevideo, también en el CEDU, el Centro de Estudio de Derechos Humanos, ah, y soy rotaria.
—El tiempo no sobra.
—Sí, pero nunca le hagas hacer algo a alguien que está desocupado porque el que hace 99 hace 100, en cambio el que hace 1, con la segunda se desborda. Es así. En cambio una persona ocupada siempre encuentra un lugarcito.
—También ha trabajado con personas privadas de libertad.
—Sí, en las cárceles. Ahora están por hacer un documental de Rocío Villamil que se contactó conmigo en 2004 cuando yo estaba en el Inau, porque su hijo tenía problemas. Pensó que no la iba a ayudar por su filiación política, era comunista, nunca le pregunté, y me dijo que no pensó que una persona de derecha la fuera a ayudar. Es no conocerme. Soy amiga de Joselo (López, presidente del Sindicato del Inau), con eso te digo todo. Pero amiga, nos carteamos para Navidad y todo. Es que cuando hay una causa que te une, no ves si es de derecha o de izquierda. Lo importante es trabajar.
—Imagino que tampoco está en las listas porque conoce el paño.
—Después te andan jineteando, pidiéndote cosas, dejame lugar. Conozco el paño. Después andan peleándose. Me acuerdo que en 1987 había uno que había salido diputado y habían arreglado con el suplente que iban a hacer un año cada uno, porque hay esos arreglos, pero al final no le dejaba el lugar. Entonces fueron a Paraguay a quejarse con Pacheco. “Yo no puedo hacer nada, fue un arreglo entre ustedes”, dijo.
—Tiene que ser fiero saber la interna de la política.
—Y si hablamos de las cosas de estos días. De los grandes líderes no hay nada. Habrá pachequistas, pero no hay pachequismo. Mismo Sanguinetti, está a los manotazos a ver quién puede seguir.
—¿Había visto un lío institucional como este?
—Creo que acá hay alguien que se comió un garrón sin comerla ni beberla. Por lo que vi, dicen los diarios y las declaraciones de cada uno. De repente hay otros temas y no salen a la luz. Te das cuenta por una cantidad de cosas que han ocurrido, pero se han dejado pasar en los gobiernos anteriores. Eso lo vi, pero no voy a decirlo ahora porque no soy yo quien lo tiene que hacer. Si quieren, que lo hagan los políticos, yo no voy a estar denunciando ni comentando en redes que no sirve para nada. “No sabés las cosas que le dije a fulano en el Facebook”. Seguro que no durmió ese día. Hay gente que está convencida que está cambiando el mundo diciendo pavadas en las redes sociales.