HERIDAS DE LA MEMORIA
La comunicadora se instaló en Playa Verde donde encontró, en la cercanía con la naturaleza, la “sanación”. Además, está al frente del programa Laura contigo en Canal Once de Punta del Este.
Después de “haber tocado fondo” en 2010 con el final de su estrellato televisvo más fulgurante tras los cierres de ciclo de El show del mediodía y de Cacho bochinche, Laura Martínez (55 años) encontró anclaje en el camino espiritual. Está a punto de terminar un instructorado de tai chi y se formó en yoga, entre otras disciplinas de oriente.
Recientemente, además, comenzó a contar vivencias de su infancia que tuvo calladas mucho tiempo. Sus padres, ambos militantes de izquierda en los años 70, fueron perseguidos y estuvieron meses desaparecidos. “Fueron tiempos muy movilizantes, de recuerdos no hablados y dolorosos”, asegura. Con una memoria fragmentada, aquí revive los años más oscuros de su vida, sin evitar emocionarse en varios tramos de la entrevista.
—Desde hace un tiempo decidiste mudarte a Playa Verde, ¿por qué?
—Es el lugar donde pasamos muchos veranos y me siento muy bien en contacto con la naturaleza. Mi trabajo está allá además, con mi programa en Canal 11 de Punta del Este. Así que desde el año pasado decidí instalarme. Santi (su hijo de 19 años con Cacho de la Cruz) está viviendo con el padre luego de 18 años de vivir conmigo. Me pareció bárbaro porque se acompañan y se cuidan con el padre. Santi toca divinamente el piano y para mí es un orgullo que tenga esa sensibilidad. Apoyado por Cacho, que trató de inclinarlo para el jazz aunque le gusta más la música clásica, estudia muchas horas por día y aspira a ser concertista. En la casa tiene todos los instrumentos porque Cacho es una apasionado de la música. Yo me sentí con el nido vacío y decidí irme a Playa Verde. Vengo todas las semanas a verlo y a visitar a mi mamá.
—¿Cómo es tu rutina?
—Estoy terminando un instructorado de Tai chi por Zoom, tomo clases de yoga, camino muchísimo por la playa, disfruto. La sanación está en el contacto con la naturaleza. He vivido mucho en Montevideo, pero no soy una persona urbana.
—Hace un tiempo una de tus notas para el programa Laura contigo (Canal 11) se hizo viral porque fue a Carmela Hountou...
—Sí, eso fue en 2018, mucho antes del coronavirus. Yo soy medio despistada y en un principio no asocié hasta me estalló el celular con mensajes. Había personas que me preguntaban si tenía el virus. Nada que ver. No la vi más a Carmela. No soy amiga ni tengo una relación de ningún tipo. Le hice una nota y nada más.
—¿Desde cuándo crees que se dio en ti ese despertar hacia lo espiritual?
—Hace 10 años. Cuando tocás fondo, te aferrás de esa fuerza que algunos llaman Dios, Buda, Universo, energía... que va más allá de la imagen o de lo material.
—¿Por qué decís que tocaste fondo?
-A los 17 años empecé a trabajar en televisión. Hicimos muchas cosas, nos fue muy bien con El show del mediodía y con Cacho bochinche. Eso se terminó en 2010. Y yo me di cuenta de que era una parte muy importante de mi vida, más allá de que daba clases de danza. Fue un cimbronazo no estar en la tele. A partir de ahí necesité de otras respuestas y empecé a buscar en el camino espiritual, más allá de que siempre tuve sensibilidad. La danza es sensibilidad y yo bailo desde los 6 años.
—Tu infancia transcurrió en Santa Lucía (Canelones). Hace poco tu madre, María Luisa Listur, contó en un documental que fue perseguida y estuvo desaparecida en dictadura. ¿Cómo recuerdas esos tiempos?
—Fueron tiempos muy movilizantes, de recuerdos no hablados y dolorosos. Mi mamá era profesora de historia y mi papá (Luis Martínez Cherro, fallecido hace dos años) era escritor y periodista. Tenían una buena posición económica porque mi papá tenía estancia. Eran de izquierda y tenía un Comité de base del Frente Amplio, donde hacían actividades de militancia, espectáculos y ollas populares. Inclusivo (Líber) Seregni estuvo en nuestro casa. A partir del año 1972 empezaron los allanamientos y los ataques. Nos tiraron bombas en la casa. Yo tenía 7 u 8 años y los recuerdos son entrecortados. Lo que más me acuerdo es de un ataque que tuvimos con bombas en la casa que quedó destruida. Me acuerdo del ruido ensordecedor de las detonaciones.
—¿Hubo heridos?
—No. Era de noche, estábamos durmiendo y mi padre logró sacarnos con mis hermanos. Quedamos en la calle viendo cómo la casa quedaba destruida. Nos fuimos a lo de una tía. Al poco tiempo, mis padres fueron detenidos al orillas del Río Santa Lucía. Y desaparecieron. Nadia sabía dónde estaban, si iba a volver o no. A mi tía también la detuvieron, por lo que nos fuimos repartiendo con familias amigas de Santa Lucía. En mi caso, yo quiero agradecer a la familia Moré y a Rosina, la madre, que me llevaba de la mano a la escuela como si fuera su hija.
—¿Cuánto tiempo estuvieron desaparecidos?
—De cuatro a seis meses. No están claras las fechas. Mis padres no hablaron nunca. Se empezó a revivir esta historia a raíz de que mi mamá se abrió y empezó a contar, pero hay cosas que no recuerda. Tiene un bloqueo. Sabe que estuvieron en los cuarteles de San Ramón pero todo el tiempo estuvieron encapuchados. Los militares creían que eran integrantes del MLN y que delataran a otros miembros. Pero ellos no eran tupamaros. Solamente tenían un pensamiento de izquierda porque eran liberales y demócratas. No eran culpables de nada.
-¿Cómo se dio la reaparición?
—Mis abuelos eran colorados, y uno de ellos era médico y entonces director de la Colonia Etchepare. Él comenzó a moverse para dar con mis padres. Suponemos que fue él quien consiguió que los liberaran. Yo había ido a hacer deporte con una amiga a Canelones. Volvíamos en el ómnibus y los vi subir al ómnibus. Estaban desgreñados y mi madre esquelética. Casi no los reconocí. Pero ¡eran mis padres! Fue imponente cómo encontré los encontré ahí. Ahí aparecieron y estaban vivos. Bajamos del ómnibus y nos abrazamos. Después de eso no hablaron nunca más. Solamente nos querían cuidar y estar con nosotros...
—¿Cuánto te marcó esa experiencia?
—Yo hago terapia pero ni siquiera en ese ámbito lo he hablado mucho. Es un dolor que está ahí y cuando lo recuerdo, revivo el dolor de niña que era. Me acuerdo que escribía cartas a mi madre para que volviera, nadie sabía nada, estaba desesperada. Después la vida siguió. Mis padres no quisieron hablar más y me parece bien. Bloquearlo fue la forma de seguir adelante y de protegernos a nosotros. Yo tampoco lo conté. A los 17 años empecé a trabajar en TV en Canal 12 y fui feliz. Empecé a ser una estrella y el miedo que había sentido en aquellos años lo tenía guardado para mí.
—¿Cacho de la Cruz sabía?
-Sí, sabía. Pero entre los dos acordamos que lo mejor era que esta historia quedara en la intimidad, que no tenía mucho sentido contarlo. Trabajábamos en televisión en programas de entretenimientos y para niños. No iba con la imagen y tenía miedo al qué dirán de la gente. Además, yo hablo y recuerdo como hija de. Yo nunca fui militante de nada políticamente. Además, mis padres aparecieron. Si eso no hubiera pasado, seguramente mi vida era otra y estaría involucrada en los grupos que reclaman la aparición de sus seres queridos. Hay gente que envejece o se muere sin saber nada de sus padres, hijos o sus hermanos. Más allá de cualquier idea política, me parece una causa de derechos humanos.
—¿Tus padres siguieron militando?
—No. De hecho nos fuimos de Santa Lucía y comenzamos otra vida en Montevideo. No se habló más de lo sucedido. Muchos años después, en democracia, mi padre trabajó para Danilo Astori. Fue también edil en Maldonado.—Y en tu caso, ¿has tenido participación política en algún momento?
-Nunca. Fui a la asunción de Luis Lacalle Pou porque me invitaron y porque considero a Beatriz Argimón una gran persona y una gran amiga. Cuando me pasó lo que pasó luego de la etapa de Canal 12, ella se preocupó por mí. Me dijo: “Pero tú trabajaste casi 30 años en el canal, ¿acomodaste tus cosas?”.
—¿No hubo un indemnización en tu salida del Canal?
—No.
—¿Eras funcionaria del Canal o de Cacho de la Cruz?
—En El show del mediodía trabajaba para el canal y en Cacho Bochinche para Cacho. Pero ya está. Son heridas que quedaron y que cerré como pude. Gracias a Santi también. Porque es un hijo maravilloso y Cacho es un excelente padre para él. Además, si bien la TV fue y sigue siendo importante en mi vida, siempre di clases de danza y ese ha sido mi sustento.
—¿Estás dando clases ahora?
—No, pero en cualquier momento vuelvo. Quiero ahora explorar la veta del tai chi y el yoga.
—Y en amores, ¿sigue la relación con el empresario Leo Nedeff?
—Sí. Nos vemos menos porque está trabajando mucho en Montevideo. Y yo allá, en Playa Verde.