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Leonardo Haberkorn habla por primera vez de su cruce al aire con Guido Manini Ríos: "Sangra por la herida"

El periodista que integra Desayunos Informales vuelve a poner la lupa sobre el pasado reciente en el libro "Caraguatá: una tatucera, dos vidas". "Queda mucho para contar", dice sobre los años de mayor violencia política en Uruguay.

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Leonardo Haberkorn.
Leonardo Haberkorn.
Foto: Francisco Flores

Uno de los más encumbrados periodistas dedicados a investigar el pasado reciente del Uruguay vuelve a inmiscuirse en los recovecos de los relatos del MLN y del militar para contar una nueva vieja historia: la del refugio subterráneo Caraguatá, donde ocurrió el recordado asesinato de Pascasio Báez y también el no tan referenciado crimen del tupamaro Walter Sanzó. Leonardo Haberkorn habla de este nuevo trabajo titulado Caraguatá: una tatucera, dos vidas, del rol de José Mujica en el juego democrático y de su reciente cruce en televisión con Guido Manini Ríos.

-¿Por qué su interés por investigar el pasado reciente?

-Cuando Uruguay cayó en la violencia política yo no había nacido. Cuando el golpe de Estado tenía nueve años. Después tuve que hacer toda la escuela, el liceo y los estudios universitarios en dictadura. Estaba todo controlado y prohibido. La vida recortada. A mi generación le cayó encima una especie de castigo bíblico por hechos totalmente ajenos a nosotros. ¿Cómo no nos va a interesar saber las razones de la maldición que nos tocó? ¿Cómo no vamos a querer saber qué fue lo que realmente ocurrió? Quedó mucho por contar y muchos agujeros para investigar. Y a la gente le pasa lo mismo. Vos le presentás cosas de esa época y muestra interés porque quedaron muchas cosas ocultas y hay muchos discursos falsos.

-Usted ha enfrentado el discurso oficial del MLN, ¿es el que triunfó teniendo en cuenta la perspectiva histórica?

-Hay un discurso casi hegemónico que minimiza la violencia previa al golpe de estado. Mucha gente dice que el MLN luchó contra la dictadura lo cual es mentira. (Mauricio) Rosencof dice en un libro que si tenían que desarmar a un policía lo hacían a las piñas, pero la verdad es que mataron a una cantidad de policías. Los que establecieron ese discurso oficial fueron Rosencof y (Eleuterio) Fernández Huidobro en sus libros y (José) Mujica en las entrevistas y libros que le hicieron. Había verdades que estaban escritas en mármol y no se podían discutir. Mi libro Historias tupamaras las discutió. Lo hice apoyándome en entrevistas a otros tupamaros que tenían una visión diferente de los hechos. Nunca nadie los desmintió. Pero es justo decir que también hay otros relatos que “acomodan” la historia. Los políticos minimizan el golpe de febrero, por ejemplo. Siempre hablan de junio, y ese es otro relato muy instalado. Lo que pasa es que en febrero no hicieron nada para enfrentar el golpe y dejaron que los militares se hicieran con el poder. El Partido Comunista lo apoyó. Ese también es un relato exitoso.

-Hay quienes dicen que relativizar el discurso del MLN puede ser funcional al discurso de la dictadura.

-Son comentarios que te aplican para intentar silenciarte. Como el acusarte de promover la teoría de los dos demonios. Son simples extorsiones. Conmigo no corren. Mi primera militancia política fue salir en bicicleta con mis amigos a pegar volantes por el No en las columnas y teléfonos públicos, en el plebiscito de 1980. Toda mi obra periodística es anti dictadura. Hay tres libros muy específicos, que son Gavazzo. Sin Piedad, La Muy Fiel y Reconquistadora y Herencia Maldita, pero también Milicos y tupas es una denuncia muy fuerte contra la tortura. Publiqué las actas del Tribunal de Honor donde Gavazzo admitía haber desaparecido a Roberto Gomensoro, un documento que entre Tabaré Vázquez, Miguel Ángel Toma y Guido Manini Ríos habían ocultado por motivos que aún nadie sabe. Obtuve con un pedido de acceso a la información pública y publiqué en La Diaria un documento clave para aclarar el asesinato de Vladimir Roslik.

Leonardo Haberkorn.
Haberkorn integra Desayunos Informales en Teledoce y en breve formará parte de la nueva temporada de Séptimo Día en el mismo canal.
Foto: Francisco Flores

-¿Su nuevo libro Caraguatá: una tatucera, dos vidas puede leerse como una continuación de toda esa saga?

-Sí. Pero no es una continuación de Historias Tupamaras, como se planteó en una reseña en La Diaria. En Historias tupamaras yo discuto, en base a testimonios de exintegrantes, los grandes postulados de la historia oficial del MLN. En este libro no me interesó recorrer ese camino. Por el contrario, reconstruyo la vida de dos tupamaros importantes como Ismael Bassini, fundador del MLN, y de Enrique Osano, con sus claroscuros. Recojo sus puntos de vista sobre hechos importantes y graves. Y, en este libro, nunca discuto ni doy mi punto de vista. No juzgo. Todo el juicio lo dejo en manos del lector. Son dos libros muy distintos. En Caraguatá, además, dediqué mucho esfuerzo y espacio a investigar y contar cómo el Ejército mató al tupamaro Walter Sanzó, también en la misma tatucera. Fue una muerte que también pudo evitarse. Y se incluye un testimonio que yo entiendo muy relevante de un militar, el capitán Dyver Núñez, un oficial del Ejército que habla de la tortura y de qué ocurría cuando un militar se negaba a practicarla. Todo eso se ignora y se escatima. Ocurre que diciendo que es una continuación de Historias tupamaras se busca que el público de izquierda no lo lea. Ya estoy acostumbrado a ese tipo de mezquindades.

-El libro habla del asesinato de Pascasio Báez y también el de Walter Sanzó, del cual no se conocía mucho. ¿Qué le llamó la atención de ese episodio en particular?

-En mis trabajos anteriores varios entrevistados me habían hablado de Bassini, como un militante especialmente bueno, sensible, incluso ante sus enemigos. Y esa persona especialmente buena termina matando a Pascasio Báez. Ese dilema, ese misterio, siempre me había hecho querer entrevistarlo, llegar al fondo, entender qué paso. Cuando aceptó recibirme y empezamos a charlar me di cuenta de que su cosmovisión era interesante y excedía lo de Pascasio Báez. Leyendo sobre el Caraguatá, supe que el Ejército había matado a una persona, que era Sanzó. Descubrí que cuando lo mataron el tema llegó al Parlamento de la mano de Zelmar Michelini y Juan Pablo Terra en el 72. Advirtieron que estaban matando gente, que el Ejército actuaba sin control pero no pasaba nada. Me pareció una historia digna de ser investigada y contada, y no me defraudó.

-En el libro se cuenta la vida de Bassini, pero también de otro tupamaro: Enrique Osano.

-Cuando Bassini llegó al tema de Pascasio Báez me dijo que Osano había tenido un rol importante en ese desenlace trágico. Y decidí entonces ir a buscar su punto de vista. Resultó que su versión era distinta a la de Bassini. Entonces Caraguatá es la historia de Bassini, Osano, y de Pascasio Báez y Sanzó.

-¿Cómo ha enfrentado con los años el discurso oficial del MLN el caso de Pascasio Báez?

-Dicen que fue un error aislado. Se plantea que los que estaban en Caraguatá, en las tatuceras, lo decidieron solos y se equivocaron. Pero lo cierto es que lo consultaron a la dirección del MLN y fue ella la que lo decidió. O dicen que de la dirección solo participó Mario Píriz Budes, que es un integrante que fue señalado como traidor. Es un tema que está explicado en el libro. La línea oficial es exculpar a la dirección del MLN por la decisión de matar al peón, pero las explicaciones son falsas.

-¿En algún punto es la misma estrategia del discurso militar cuando se les pregunta por los asesinatos cometidos en el gobierno de facto?

-De algún modo hay una semejanza: los militares decían que los muertos fueron pocos y que se habían cometido de manera no voluntaria. Luego hubo hitos que lo desmintieron, como la aparición de Julio Castro con un tiro en la cabeza. El terrorismo militar tiene el agravante de haber sido cometido usando el aparato del Estado.

-¿Militares y tupamaros desterraron el terrorismo como opción?

-Pienso que hoy no es una opción para nadie. Pero el Ejército debería hacer un reconocimiento explícito de cosas que ocurrieron, como que se uso la tortura de manera generalizada. La Fuerza Aérea admitió que trajo un avión lleno de detenidos desde Buenos Aires, que están desaparecidos. Y ese sigue siendo el gran tabú: ¿hubo un ajusticiamiento masivo de esos detenidos? ¿Dónde están los cuerpos? Del lado de los tupamaros puede haber alguno suelto en la casa que piense que hay que volver a la lucha armada, pero hoy no es una alternativa. Mujica hoy es un demócrata convencido pero no ha sido explícito en asumir que se equivocó.

-¿Por qué?

-Yo he tratado de hablar de este tema con Mujica y no lo he conseguido. En la película de Kusturica él dice que todo lo que sufrió por estar preso en condiciones espantosas valió la pena y que lo hizo mejor persona. En Desayunos Informales le pregunté que aunque para él hubiera sido mejor, qué pasaba con la gente que lo seguía, la que fue víctima del MLN y para el Uruguay todo. La respuesta fue evasiva. Él sabe la respuesta y su accionar político lo demuestra, porque se alineó a la democracia, pero no lo explicita. Ocurre que la verdad va en contra del discurso que cree Kusturica y que cree el mundo. Es difícil ir contra eso, aunque le haría un gran favor al Uruguay si lo dijera con todas las letras.

-¿Qué lectura hace del reclamo de María Topolansky, que dijo que su hermana Lucía y su cuñado José Mujica no fueron “hasta el hueso” en la búsqueda de desaparecidos?

-Salvo algunas excepciones que han servido para ubicar algunos de los cuerpos que se han hallado, quienes tienen los datos de los enterramientos no los han compartido. Siguen guardando el secreto. Son sordos a las apelaciones a contribuir a sanar esta herida y llevarle paz a esas familias y al país. Eso ha dificultado la tarea a todos los presidentes que buscaron a los desaparecidos, desde Tabaré Vázquez hasta Lacalle Pou. Quizás Mujica tuvo un resorte adicional al cual apelar: los nexos establecidos entre el MLN-T y los Tenientes de Artigas. Quizás Topolansky cree que, con esa relación o con otros resortes, Mujica pudo haber hecho más. Pero es ella la que puede aclararlo.

-Hace dos meses protagonizó un fuerte cruce con Manini Ríos en Desayunos Informales cuando él lo acusó de haber puesto el tema de Gavazzo sobre la mesa en 2019 para opacar el surgimiento de Cabildo Abierto, ¿cómo le cae ese señalamiento?

-Manini tuvo la oportunidad en el Tribunal de Honor de Gavazzo de establecer que la tortura y que matar a un prisionero indefenso era condenable para el Ejército. Sin embargo fue por un camino de castigar a Gavazzo por una cosa infinitamente menos grave que es haber permitido que un militar estuviera preso por un asesinato que no había cometido. Gavazzo en el Tribunal de Honor dijo que él había tirado a Gomensoro en el Río Negro, pero Manini no presentó el caso en la Justicia y después le llevó las actas a Tabaré Vázquez sin destacar esto, adosándole un documento de críticas a la Justicia. Eso estuvo un año dando vueltas y ni Manini ni Vázquez ni Toma llevaron el caso a la Justicia ni lo hicieron público. Todo el paquete estaba escondido. Y a todos los que esperaban que eso quedara así para siempre les dio bronca que yo lo destapara. Desde que salió eso el semanario de Cabildo Abierto, La Mañana, y Manini en persona me han atacado de todas las maneras posibles. Todo lo que publiqué era verdad y merecía saberse. Nunca recibí tantas felicitaciones por una nota como el día que publiqué lo que decía en ese Tribunal de Honor: desde Pedro Bordaberry hasta Daniel Martínez, que entonces era el referente del Frente Amplio, me escribieron. Manini sigue sangrando por la herida, lo lamento por él.

-Trascendió que va a integrar la nueva temporada de Séptimo Día (Teledoce), que se va a estrenar en breve, ¿qué se puede adelantar del programa?

-Es así. Lo va a conducir Mariano López y va a contar con entrevistas a los candidatos, invitados y debate sobre los temas de actualidad. Yo voy a integrar el panel junto a Juanchi Hounie y varios integrantes rotativos del periodismo y de la política. Van a estar Martín Aguirre, Natalia Uval, Turco Márquez, Micaela Melgar, María Eugenia Roselló, Richard Read y Santiago Gutiérrez.

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