Luis Alberto Carballo en uno de los papeles más memorables del carnaval

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Aprendió a amar el parodismo desde adentro. Una vez que estuvo ahí, prefirió cambiar de trabajo cada febrero a dejarlo. En Adams tuvo sus "primeros mejores años, me di cuenta de que lo que hacía daba buenos resultados y fue el conjunto que me hizo decir, ‘de acá no me voy más’". Este año encarna a Mamá Cora, Elvira (Esperando la Carroza) y Sam (Mi nombre es Sam). Y se sorprende en cada tablado con la reacción, emoción y llanto del público.

Carnaval significó para Carballo una vitrina para que lo convocaran en televisión y teatro. Así ingresó en la pantalla chica y nada de lo que le sucedió fue sin intención. Desde la niñez supo que su meta era estar en TV, miraba El show del mediodía con su padre y le decía, yo quiero ser como ese tipo (se refería a Cacho de la Cruz).

TV más Carnaval.

La fiesta de Momo hace tiempo que dejó de ser su único amor. Consiguió hacerse un lugar en televisión y aprendió a los golpes que no podía creérsela porque "esto es efímero". Hoy estás, mañana quien sabe, pero mientras haya éxito, lo disfruta y reparte sus "sentimientos" entre la pantalla, el teatro y el Carnaval.

—¿Qué te decían los que te iban a buscar después de observarte en Carnaval?, ¿qué veían en vos?

—Cuando te van a buscar no te hablan de tus virtudes porque el precio sube. Una vez que estás en el circuito, no te va a buscar nadie que no conozcas y las charlas son sencillas: sirve, no sirve, qué vengo a hacer. Carnaval es una gran puerta, tenés que saber aprovecharla o tener suerte. Hay gente que se pregunta, ¿por qué fulano no está en televisión con lo bueno que es en Carnaval? A veces se usa ese dicho para criticar a la televisión pero yo sé de grandes figuras de Carnaval que no les gusta, no quieren estar y me han lo han dicho, pero no voy a dar nombres.

—¿Te miran distinto tus compañeros de Carnaval desde que conducís Algo Contigo?

—Más allá de alguna broma (cuidado lo que hablamos que vino Luis), para nada. Aparte no soy una de esas personas que hizo amigos en Carnaval, tengo grandes compañeros a los que quiero mucho. Pero me tratan divino, además yo soy un poco histérico con el tema de horarios, entonces soy el primero en llegar y capaz que el último en irme; voy cuando no tengo que ir porque me gusta estar metido en el tema. Eso me lo reconocen. Me han contado mis compañeros que mucha gente les dice, che, salís con Carballo, no va nunca, ¿no? Y ellos le responden, mirá, es el primero en llegar y el último en irse.

—Existe un mercado de pases en Carnaval, ¿te ha jugado a favor estar en TV a la hora de negociar?

—Mi cotización en Carnaval no es por televisión sino por lo que rindo en Carnaval. Soy consciente de que de repente ayuda la imagen. Quizá el dueño de un conjunto me llama porque convoco gente, pero nunca superpuse en el momento de negociar, che, mirá que yo estoy en la tele. Lo que me gané en Carnaval me lo gané en Carnaval, no por estar en la tele.

—La pantalla diaria genera que la gente te reconozca. Todo aquel que sale en TV tiene cierto ego. Hay detractores pero también gente que te da para delante, ¿es difícil no creérsela?

—En mi caso fue muy especial. Yo la tuve que remar mucho y agradezco a Dios que me haya pasado eso porque si me hubiese caído todo de golpe como un balde de agua, en una de esas me podría haber equivocado. Pero como fue tan lento, tuve que pelearla tanto y hasta tuve una caída importante hace pocos años, la cabeza te ubica porque yo sé que esto es efímero. Me va bárbaro, tengo un programa exitoso, estoy en uno de los mejores grupos de Carnaval pero el año que viene capaz que no estoy en ningún lado.

—¿Cómo fue esa caída?

—En 2006 me quedé sin trabajo, sin nada. Me fui 6 meses a vivir a lo de mamá, fue fuerte. Además me había divorciado, me cayó todo. Entonces Félix Castro me dijo, venite a Buenos Aires que van a grabar unas cámaras para Showmatch y me salvó. Salieron dos o tres, después Tinelli dijo, vamos con el Bailando que tiene más rating. El tipo creo que sabe algo (risas). Grabé casi 28 cámaras y salieran o no, te las pagaban, así que me sirvió en lo económico y también porque un bajón laboral de esa naturaleza te quita cierta autoestima y confianza. El hecho de haber trabajado con Moria Casán, Tití Fernández y otra gente que valoraba lo que hacía, me levantó. Cuando volví, lo hice con ganas y fue cuando surgió Pizza a Carballo.

Intérprete exigente.

Previo a la actuación de Los Muchachos en el Teatro de Verano llovieron mensajes de aliento y luego hubo un aluvión de felicitaciones en su cuenta de Twitter, pero lo que más llamó la atención de Carballo esa noche fue "un abrazo que me dio mi hijo llorando".

—Hubo algunos años que no saliste en Carnaval porque no podías dedicarle el tiempo suficiente y vos sin ensayar no salís...

—Me venían a buscar y me decían, te venís el 10 ó 15 de enero, pero no me gusta porque eso a la larga se nota y la gente se da cuenta. El Carnaval se profesionalizó mucho, si no tenés una buena preparación es muy difícil que te vaya bien en lo individual y lo colectivo. Siempre dije, cuando me haga tiempo vuelvo. Me organicé el año pasado y retomé.

—¿Te volvió a llamar alguna murga después del primer premio con Araca la Cana (1997)?

—Sí, pero creo que no vuelvo a la murga porque no creo que pase algo mejor que lo que pasó ese año: salir en Araca, que gane después de 29 años, ser figura de murga...

—Este año te toca interpretar tres personajes sublimes como son Mamá Cora, Elvira y Sam...

—Mamá Cora es una divina pero Elvira (rol que interpretó China Zorrilla en Esperando la Carroza) es otro desgaste y Sam me deja hecho pedazos, me desgasta mucho emocional y corporalmente. Él está tenso todo el tiempo. Me deja muerto.

—Nunca habías hecho un personaje como el de Sam y lo interpreta Sean Penn en la película, ¿tuviste miedo a equivocarte o no poder afrontarlo como se debía?

—Sam es como un hilo muy fino que puede romperse en cualquier momento. Todo el grupo lo cuida mucho, está hablado. Creo que se respeta mucho, hay riesgos pero vamos por un buen camino. He tenido experiencias inéditas, gente que se me acerca a contarme cosas. La otra vez vino una persona llorando y me dijo, hace 14 años que cuido una persona igual a Sam. El otro día estábamos en el tablado del Prado, me llama un señor con una nena de 6 ó 7 años, me le acerco porque pensé que quería sacarse una foto y me dice, por favor, dale un beso y decile que estás bien ¡La nena estaba con una amargura! Le di un beso, un abrazo y la verdad me emocioné porque no pensé que iba a pasar eso.

—La gente no suele asociar el parodismo a grandes actuaciones, ¿cuánto luchás contra eso?

—Creo que eso era antes. Ahora sí se reconocen algunas actuaciones, se ha profesionalizado mucho, Carnaval no es lo mismo. En Hollywood tenés los Oscar pero no sé si Spielberg se encuentra en el Ponte Vecchio con Tom Hanks o un crítico se junta en un boliche con un conjunto, como pasa en Carnaval. Entonces siempre hay una medida: los críticos y los comentaristas se ponen un techo porque dicen, si yo hablo demasiado de esta persona, este se me va a enojar; como a este me lo voy a cruzar mañana tomando una cerveza, prefiero no darle tanto para delante a este otro. Ojo, esta es mi visión, no quiere decir que sea así: a veces hay gente que se priva de realmente decir, deslumbrante Horacio Rubino, por ejemplo. Lo han hecho pero en cuenta gotas.

—Recibiste una cantidad de mensajes por tus interpretaciones, ¿te sentís un actor?

—Creo que sí. No fui a una academia pero aprendí de grandes actores y directores, aproveché a la gente que trabajó conmigo: Jorge Denevi, Hugo Blandamuro, el elenco de la Candela. Hice obras serias como Almohada para tres, donde hacía de mal tipo y lo disfruté muchísimo. En el escenario siento lo que hago, tengo mucho para aprender pero puedo decir que hoy soy un actor, che.

Competencia y juicio.

No todo fueron rosas para Los Muchachos y Carballo. La parodia es muy fiel al relato original de Mi nombre es Sam y algunos comentaristas saltaron al atribuir que no tenía los elementos paródicos suficientes. "Voy a poner un ejemplo ridículo ¿Qué podían decir los críticos si al final de la parodia sale Lucy diciendo, hola tengo 24 años, soy prostituta hace cuatro? Estoy parodiando, pero no es así porque tengo que respetar una historia que es muy fuerte. Haciendo los chistes que hago, alguno que hace el Gucci, con los temas de los Beatles, las coreografías que no están en la película estoy agregando el elemento paródico justo y necesario. Si a alguien le parece que es poco, lo respeto. Yo creo que tiene el humor que tiene que tener. Una de las mejores parodias de la historia hecha por los Gabys era Juan Salvador Gaviota y era una parodia fuerte. Momosapiens hizo La lista de Schindler, ¿un tema más fuerte que ese puede haber? Por qué no puede haber esas cosas en Carnaval, por qué tiene que ser todo reírte, doble sentido, que lo tenemos pero en la otra parodia. Si lees el reglamento, Sam cumple con todos los requisitos de lo que es una parodia".

—¿Entonces por qué le pegan?

—Porque Los Muchachos es un conjunto resistido por muchos o por algunos. Hay que buscarle el pelo al huevo: lo único que quizá se podía criticar de Los Muchachos era eso, entonces todos dijeron lo mismo.

—Vos dijiste que a Los Muchachos les cuesta más ganar, ¿cómo se vive eso en la interna?

—La dirección del conjunto lo tiene muy claro y nos lo transmitió en su momento. Somos muy conscientes, sabemos las reglas del juego antes de jugarlo así que ya está.

—Hace años que Zingaros es el conjunto a ganarle, ¿cómo lo miran para competirle?, ¿hacen algo en función de ellos?

—Sería necio decir que no prestamos atención porque debe ser así, pero tratamos de ir siempre por nuestro camino. La devolución que te da el jurado en puntos a vos te deja cosas para pensar y decir, bueno, hagamos esto. El estilo de Zingaros no es imitable, el estilo de Zingaros es de Pinocho, él lo impuso y es suyo. Alguien que no subía al tablado pero el conjunto tenía su impronta era el Tucho Orta. Yo creo que por eso Los Gabys cuando él se fue no salieron más. Hay gente fanática de Zingaros, otros no, pero es un espectáculo digno de ver y lindo.

—Este año Zingaros hace La jaula de las locas, parodia que vos escribiste e hiciste con Adams en 1999 y dijiste que nada había superado ese año de Adams...

—No lo vi pero cuando me enteré que hacía La jaula un poco me llamó la atención, pero habla de lo que es Pinocho (Sosa), de desafiarse a él mismo todo el tiempo y eso está buenísimo.

—Fuiste fundador de Zingaros, ¿cómo es tu relación con Pinocho Sosa hoy?

—En tantos años hemos tenido idas y vueltas pero es buena. Siempre lo saludo con un abrazo y él a mí también. Cuando nos encontramos en el Ponte Vecchio que es el clásico de Carnaval, comemos juntos a veces.

—¿Te sirvió de algo haber formado parte de Zingaros para conocer la interna y aplicarla a la competencia?

—Lo que pasa es que la interna de Zingaros de los primeros años no es la de ahora. Creo que Pinocho fue mutando su conjunto hasta llevarlo al punto que él quería y creo que hoy él tiene su conjunto donde quiere y donde más le gusta. Eso es innegable. Nosotros teníamos un gran espectáculo el primer año pero no era como es ahora: había menos despliegue, aunque teníamos un vestuario imponente, pero no era tan show, ese que te deslumbra cuando se abre el telón.

—En la categoría parodistas la gente espera que se abra el telón...

—Y Pinocho es el responsable de que las aperturas de los espectáculos sean más imponentes que antes.

Palitos y auto crítica.

La ida de Cucuzú en medio de los ensayos fue una decisión de los directores del conjunto y Carballo prefiere no opinar al respecto "porque no está bueno que nos metamos". Pero sí asegura que su ausencia no modificó en nada la puesta del espectáculo ni la interna del grupo. "Estábamos a una altura de los ensayos donde él no iba. Yo estaba poniendo Sam y su personaje no lo sustituía cuando no iba. Él era un amigo más de Sam y ni siquiera se sustituyó, desapareció. La prueba está en que Christian Font no tiene personaje en Sam, porque ya estaba pronta cuando llegó. Entonces no afectó en nada porque cuando empezamos a ensayar Esperando la Carroza él ya no estaba".

—En 2012 hablabas de que el parodismo no estaba en decadencia pero le faltaba aggionarse, que estaba estancado, ¿cómo lo ves hoy?

—Creo que la murga evolucionó a través de la Murga Joven, la movida de Agarrate Catalina. Si bien seguimos teniendo murgas de la vieja guardia, se ha aggiornado mucho. El parodismo no involucionó pero tampoco evolucionó como la murga, sigue habiendo grandes espectáculos, muy disfrutables pero conserva ese estereotipo de presentación, dos parodias y despedida.

—¿Hace falta innovación?

—Yo creo que sí pero habría que ver a quién se le ocurre, a mí no.

—Muchos te consume en Carnaval, les gusta lo que hacés arriba del escenario pero no les generás lo mismo cuando te ve en TV, ¿te consta?, ¿lo sentís así?

—Sí, me lo dicen. El otro día en el tablado de Punta de Rieles, me agarran cuatro señoras y me dicen en la cara, no puedo creer lo simpático que sos, en la tele no parecés nada simpático. Vos quedás raro porque pensás, qué imagen estoy dando. Lo bueno es que te lo dicen y ahí podés corregir cosas. Yo soy un tipo re tímido y no parece. A veces por tímido pasás por otra cosa. Yo soy consciente de que nuestro trabajo es de 24 horas. Por eso siempre digo que si uno está de mal humor, mejor no salgas de tu casa, porque a los diez minutos se entera todo el mundo. Si salgo de buen humor a sacarme fotos no se entera nadie.

—Dijiste que te gustaría tener la virtud de retirarte de la pantalla para no aburrir. En estos años de Algo Contigo, ¿alguna vez se te dio por pensar en tirar la toalla?

—No, me han pasado algunos temas puntuales, pero no. Hay días que estoy cansado y me gustaría estar tirado debajo de un árbol en una chacra, que es como espero terminar mis días, pero creo que todavía tengo un tiempo más en la televisión, algo me queda por dar. Lo que no quiero es que llegue un momento que digan, ¿este viejo sigue estando acá? En todos estos años en televisión he tratado de reinventarme, pero va a llegar un momento en que no va a haber nada para inventar y bueno...

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