Manu Da Silveira de regreso al 12

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Manuela Da Silveira. Foto: Meri Slinger.

MADURA

A tres años de su salida de Sonríe y luego del “porrazo” de Parentela (2015), la humorista ha vuelto a la pantalla y a Teledoce. Se incorporó al equipo de Desayunos informales, donde busca sumar momentos de humor con personajes o intervenciones como panelista.

Manuela Da Silveira. Foto: Meri Slinger.
Manuela Da Silveira. Foto: Mery Slinger.

En varios sentidos implica un debut para ella: se trata de un programa diario en la mañana y que ya estaba en marcha a su llegada, lo que valora especialmente en esta etapa. “No quería un ciclo nuevo, un lanzamiento. Yo ya fui lanzada y arrojada. Ahora quería volver pero como componente de un equipo ya andando”, asegura Manuela, de 35 años. Se define en un momento de búsqueda y disfrutando de cada paso, además de sus clases de yoga.

—Con tu llegada a Desayunos informales volviste a Teledoce luego de tres años, ¿cómo lo estás viviendo?

—Creo que maduré, por primera vez a mis 35 años. Lo estoy transitando con tranquilidad. Aunque por supuesto que remueve. Ha sido la vuelta a casa y el reencuentro con muchos compañeros. Mi carrera en Uruguay la empecé ahí como funcionaria; conozco a todos los técnicos y me formé con ellos.

—A diferencia de otras experiencias, tu debut fue en un programa en rodaje y en pleno cambio...

—Sí. Las tres experiencias televisivas anteriores habían sido de programas que se lanzaban. Y eso siempre conlleva una presión extra. En este momento, yo no tenía ganas de ser lanzada. Ya me lanzaron, me arrojaron, me hicieron de todo (risas). Y tuve aterrizajes de todo tipo. Lo que quería ahora es esto: volver a la televisión porque me gusta la conexión con la gente y me siento cómoda, me sale estar al aire, pero tenía que sumarme a un equipo andando. No me gustaba la idea de tener tanto control o estar en roles de toma de decisiones. Por suerte fue lo que se dio con Desayunos y lo estoy disfrutando mucho.

—Luego de la experiencia de Parentela (2015), estuviste en un proyecto de TV en Buenos Aires. ¿En qué quedó?

—Quedó para más adelante. Es un proyecto de programa de humor con Sergio Gonal. Estuvimos trabajando un tiempo y fue si se quiere la primera experiencia de trabajo en el que yo era uno más del equipo. En los proyectos anteriores, casi siempre estuve en un lugar muy central, ocupándome de todo. Me sentía como esa mujer que va tallada en la proa de los barcos, aguantando las olas. Pensaba que eso era la valentía y puede ser que lo sea, pero también había un componente innegable de ambición. Ahora, en cambio, con mi inclusión en Desayunos, vivo y disfruto de otro proceso. Me sumo y hago lo mío. Está bueno ser menos controladora.

—¿En qué momento se decidió tu regreso a Teledoce?

—Yo estaba con ganas de volver. Habíamos tenido alguna reunión con Eugenio (Restano, gerente de programación) y surgieron varias ideas a lo largo del año. Le dije que mi intención era sumarme a un programa en marcha. Una de las posibilidades que se manejó fue la vuelta a Sonríe, algo que me divertía mucho. Desde el humor, podíamos jugar cada tanto con que volvía a renunciar. Pero no se dio. La otra posibilidad era la Desayunos, que también me gustó desde el principio. Todo se desencadenó muy rápido. En el momento en que el programa experimentaba cambios con la salida de Alejandro Figueredo, me convocaron y a los dos días estaba al aire.

—¿Por qué crees que no se dio el regreso a Sonríe?

—No sé. Me parece que no le terminó de cerrar a Iván (Ibarra, el productor general del programa). Lo respeto porque yo me fui en su momento y se generó un cambio en el formato incluso. Dejé a Pablo (Fabregat) en banda; teníamos un estilo de hacer el programa y con mi salida hubo que redefinirlo.

—¿Qué "hoja de ruta" tenías en tu llegada a Desayunos?

—Lo que hablamos fue ir generando momentos humor, con personajes o con otras intervenciones. Estamos en eso porque de golpe no ser. El equipo me la está haciendo muy fácil. Son muy sencillos para trabajar. Lucía (Brocal) y Victoria (Zangaro) son mujeres concretas, cálidas y conectadas. Coco es muy generoso y con Marcel hemos trabajado mucho juntos. Yo estoy medio prudente y viendo cuál es mi lugar. A la vez, me estoy encontrando a mí misma más vieja en el sentido de que ya no soy tan inquieta. Trato de conectar con el humor real que hoy por hoy tengo para dar. Y no me esfuerzo por ser lo que era.

—Por momentos aparecés caracterizada con personajes o como panelista, ¿qué rol disfrutás más?

—De los dos. Estamos experimentando. Tenemos que volver a reconocernos con el televidente y con el equipo. Las pruebas con personajes van bien. Me gusta estar pronta temprano y anticiparle a mis compañeros lo que pienso hacer. También les doy la confianza de que si hay que cortarme lo hagan. Es mejor que el humor sea concreto y no quedarse haciendo un chiste más. El afán es enemigo del humor. Que pase, que entretenga y si no funciona, no funciona. Lo mismo cuando estoy como panelista. A veces me sorprendo en una actitud como de televidente. El otro día estaba Seba González en el móvil con (Gustavo) Santaolalla diciendo maravillas, mientras Coco y Cuca (Zangaro) le hacían preguntas. Y yo estaba como mirando tele. ¿Qué necesidad de meterme cuando ya estaba muy bien ese momento televisivo? Estoy en esa etapa. Por eso digo que estoy más madura. Me callo cuando me parece y no me frustra.

—¿Cómo se alteró tu rutina?

—Se alteró bastante, no por madrugar porque siempre fui de la mañana. Pero hasta ahora, tenía una libertad muy poco común. Yo me levantaba, salía a caminar, hacía meditación o me metía en una clase de yoga y luego iba a jugar con mi sobrina o a visitar amigas. Ahora estoy como haciendo el duelo de esa etapa. Pero también descubriendo otra. Me gusta la mañana en el canal: hay mucha gente al aire, está muy cronometrado y me atrapa todo ese mecanismo. Me gusta estar pronta a las 8:05, después a la reunión, luego al aire a las 12:00 ya terminamos e hicimos un montón de cosas.

—Hace unas semanas, diste una charla TEDx en la que te centrabas en Parentela, aunque haya sido un fracaso desde el punto de vista televisivo... ¿Qué rescatás de esa experiencia?

—Mucho, porque en todo camino hay pila de porrazos. No es que se obre bien o mal. Las exigencias de la televisión hacen que las cosas sean rápidas. Los que estamos en pantalla entendemos que mañana nos pueden volar. Pero en mi caso yo también me hago cargo. Yo me fui de Sonríe, yo busqué Parentela, yo confié mi carrera demasiado en alguien o le di demasiada responsabilidad en lugar de contenerme yo misma. Me hago cargo de todo: no es que me victimizo y digo: "ay, me levantaron el programa". Es más, la palabra "fracaso" me gusta y quiero amigarme con ella.

—¿Cómo lo viviste en su momento?

—Dolió. En la agenda había marcado todos los días, como si ahora pusiera de aquí a fin de año, todas las mañanas "Desayunos". En ese tiempo, todos los viernes había escrito Parentela, incluido el 27 de diciembre que íbamos a hacer el especial de fin de año. Y de un día para otro en octubre, ¡pla!, me levantaron. ¿Qué hago con la agenda? A la larga le vi el lado bueno: tenía una cuponera de yoga y empecé a usarla todos los días. Leí todos los libros pendientes. Seguí cobrando el sueldo por un tiempo y me fui de viaje. Estuve en México visitando una amiga y después vino toda la etapa de ir y venir a Buenos Aires. Abrimos el espacio Panyaro con mis hermanos y estoy feliz con él.

—También has tenido momentos de éxito televisivo, ¿cómo los valorás ahora?

—Eso también es relativo. Me ha tocado estar en grandes momentos televisivos, pero en el interior pasar mal, con estrés o una diabetes, como tuve. Ahora estoy en una etapa de búsqueda y dándole al trabajo el lugar del trabajo. A veces se mezcla mucho con la pasión, como si nos definiera por completo. Y no debe ser así. La vida es mucho más amplia.

El valor del equipo.

Manuela Da Silveira llegó en un momento de cambios en el magazine de Teledoce. La salida de Alejandro Figueredo determinó la entrada de Coco Echagüe. Por diferentes motivos, también renunciaron Andrea Vila, Ximena Barbé y Sebastián González.

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