NOTA DE TAPA
Actriz, modelo, profesora de pilates y licenciada en recursos humanos, la comunicadora María Alejandra Jaimes (37 años), se luce cada semana con informes de temática social en Santo y seña (Canal 4).
Mariale Jaimes llegó a Uruguay hace cinco años y luego de un creciente camino en el teatro, tuvo su oportunidad en TV en el programa liderado por Ignacio Álvarez. “Desde siempre tuve el sueño de la televisión”, asegura. Pero el estreno de Jaimes en la pantalla estuvo teñido por duras críticas por su condición de extranjera y por haber lucido un vestido ajustado con el que dio “la vueltita” en su ingreso al estudio. Pasado el tiempo, Jaimes considera que los comentarios negativos se debieron a que el público no la conocía y “prejuzgaron”. “Hoy solo recibo devoluciones positivas”, cuenta. También se refiere a la interna del programa y al comentario sobrelos limones del vestido que le hizo Álvarez semanas atrás. “Santo es un grupo maravilloso”.
—En mayo empezó la nueva temporada de Santo y seña que volvió con tu incorporación, entre otros cambios. ¿Qué valoración hacés de la
experiencia?
—Maravillosa. Mi crecimiento ha sido bárbaro y potenciado por el respaldo del equipo. Cuando tú entras a un programa de TV, no sabes el poder que implica delante de una cámara. Por suerte, Santo me ha dado la posibilidad de manejar ese poder de una manera que me da muchas satisfacciones, llevando mis informes hacia un lado de concientización o al hablar de la opinión pública. Cuando hice una recorrida por los refugios, se consiguieron los tensiómetros que necesitaban. Luego de la nota con un chico venezolano que vivía en la calle, consiguió trabajo y una pensión y así con muchas problemáticas que hicimos visibles en el programa. La temática me ha permitido un acercamiento con la gente que hizo que muy pronto cambie la opinión que tenía cuando me vio por primera vez.
—El comienzo fue discutido. En redes sociales hubo críticas porque eras extranjera, además de actriz y no periodista…
—Sí, hubo muchos comentarios negativos vinculados a eso y también al vestido ajustado y la vueltita que hicimos en el programa. Creo que el problema principal era que no me conocían. Cuando vemos algo diferente y desconocido, nuestra primera reacción es prejuzgar. "¿Qué va hacer esta chica venezolana ahí? Que no es periodista y aparece con un vestido ajustado?". La gente vio eso y no vio lo que había atrás: que soy una persona que llevo 12 años detrás del sueño de estar en un programa de televisión. —Llevás cinco años en Uruguay y ahora trabajás cerca de las problemáticas sociales. ¿Crees que los uruguayos son solidarios y empáticos como se suele decir?—Sí. Es así. A Uruguay le voy a agradecer toda la vida el apoyo que me han dado a nivel profesional. No solo por el trabajo en Santo, sino en mi carrera como actriz. Con excepción de este período de pandemia, nunca he parado de hacer teatro. El uruguayo es una persona que siempre está dispuesta a ayudar. No es verdad que sean "grises o negativos", como a menudo los uruguayos se definen a sí mismos. Yo he hecho familia acá. Los uruguayos tienen mucha empatía en particular con los venezolanos en este momento, quizás porque aquí pasaron por una dictadura o porque en Venezuela está lleno de uruguayos que se fueron refugiados en su momento. Los venezolanos estamos agradecidos. Es uno de los países donde vivimos menos xenofobia.
—Lo dices más allá de la experiencia de las críticas en el primer programa...
—Lo digo porque a mí una red social no me va a decir cómo es el uruguayo. Tengo cinco años viviendo acá y jamás he sentido xenofobia. Una manada de personas anónimas anónimos que no me conocían y armaron una especie de cadena de insultos no puede hacerme cambiar la experiencia de cinco años de vínculos reales con gente de este país. Las redes sociales no son representativas.
—¿Pero te afectó?
—Obvio porque yo salí al estudio a cumplir un sueño y me devolvieron piedras. También me asombré al principio de ver tantos mensajes xenófobos, algo que nunca viví estando acá. Después me llamaron la atención los ataques por el vestido y por la vueltita. Me sentí mal y triste porque no sentía que hubiera hecho algo malo. Me encontré también con comentarios constructivos y divinos. Y me dije: "No, estas devoluciones negativas de personas que no conozco no van a detenerme en el camino profesional que yo quiero”.
—Respecto al vestuario, dio la sensación de que luego de esa experiencia del primer programa usás vestidos más cerrados. ¿Hubo un cambio?
—Los vestuarios los elegimos para todo el mes. El segundo vestido ya era el segundo vestido antes de que supiéramos lo que generó el primero. A la gente le impactó ver a una mujer venezolana que haya salido con ese desparpajo, como soy yo. Porque soy así, muy espontánea. Era un vestido ajustado, que permitía resaltar las curvas y yo no veo nada malo en eso. En otros programas siguientes he salido con vestidos incluso más provocativos y no se generó nada malo. Volvemos al principio: el problema era que no me conocían y prejuzgaron. En el segundo programa hablamos de las críticas y llevamos especialistas. Yo di mi testimonio y conté cómo me había sentido. Después de ese día no recibí más comentarios ofensivos en Instagram. Al contrario: me llegan mensajes divinos de uruguayos y de venezolanos en Uruguay que se enorgullecen de que haya una compatriota en la televisión. Es como cuando ustedes van a otro país y ven a un uruguayo triunfando.
—La “vueltita” no se hizo más...
—No la hicimos más, es verdad. Cuando uno trabaja para el público tiene que aprender a escuchar las críticas constructivas. Consideramos que si para ciertas personas se veía mal hacer la vueltita, no debíamos hacerla. Yo lo hice desde la espontaneidad, no fue para mostrar mi cuerpo. Quien quiera ver mi cuerpo, se puede meter en mi Instagram: no hay misterio, ahí está mi cuerpo. Bastante que lo he trabajado. Mis cambios físicos han sido imponentes porque yo los trabajé. Entreno y me alimento bien.
—¿Cuáles fueron tus cambios?
—Yo era rellenita. Nunca fui gorda pero para la actividad física que realizaba, no tenía un cuerpo acorde y no me gustaba. Tenía celulitis, estaba muy hinchada, retenía líquido y me sentía cansada. Me preguntaba por qué si era instructora en un gimnasio y entrenaba todos los días, me sentía rellena. Cuando hice la tecnicatura de acondicionamiento físico, la docente de nutrición me dijo que me estaba alimentando mal. Yo era de las que cenaba un yogur con azúcar o un snack. Empecé a aportar calorías de calidad a mi cuerpo y vi los cambios.
—Las críticas a la "vueltita" seguramente se inscribieron en el pedido de resignificar el rol de la mujer en la TV. Que su presencia no se justifique por la cara o el cuerpo "bonito"...
—Hay mucho camino por recorrer pero se ha trabajado muchísimo por la posición de la mujer en todos los sentidos. Si lo que pasó en el programa fue una alarma de ir en sentido contrario, vamos a aceptar y a corregir. Estamos en una lucha que no es de unas pocas mujeres, sino de todas. Es fundamental que nos unamos para avanzar juntas.
—Más allá de los comentarios iniciales, ¿alguna vez te sentiste menos en la interna del programa?
—No, para nada. Estoy maravillada con el apoyo de mis compañeros. Cada semana definimos los temas y todos me apoyan. No me toman como la chica que hace los móviles.
—¿Eso incluye a Nacho Álvarez?
—Sí. Él es de los primeros con quien conversamos el tema. La semana pasada, por ejemplo, hablamos de cáncer. El desafío era cómo hacer un informe distinto a otros sobre el mismo tema. Él me dice: hagamos esto o lo otro. Nacho está muy involucrado en el programa y pelotea mucho los temas a nivel de grupo. No es que dice: "vamos a hacer esto y se acabó". Pide la opinión de los compañeros.
—Hace dos semanas te hizo un comentario sobre los limones estampados en tu vestido (si eran naturales o transgénicos) que pareció incomodarte. ¿Lo hablaron después?
—Sí, lo hablamos y que quedó en el momento. El tema fue hablado, resuelto y las disculpas correspondientes fueron dadas. Somos un grupo divino. Con Nacho tengo una relación maravillosa y respetuosa. Yo estoy muy a gusto; de lo contrario no sería parte del programa. Me pasa con el teatro. Si yo me embarco en un proyecto, me encuentro con el elenco, ensayamos y la paso mal, yo me voy. Trabajo por amor, porque me gusta. Nadie gana fortunas en los medios y el esfuerzo que hago, porque además doy muchas horas de clase por día, no lo hago para sentirme mal. Sobre el comentario, respondí lo que respondí y seguí con mi trabajo. No era para generar un circo. Tenemos un informe que presentar que ese día era sobre el trabajo divino de Redalco y adelante. Ya está. Sigamos.
—A fines de año pasado viajaste a Venezuela. ¿Cómo solucionaste el problema de tu pasaporte porque en el Consulado no renovaban?
—Entré con una prórroga que saqué en Venezuela. Es lo que tenemos que hacer los venezolanos para ver a nuestras familias. A través de un primo de mi esposo conseguí un contacto y pagando, conseguí la prórroga. En el Consulado no renuevan para evitar que los venezolanos de la diáspora volvamos a influenciar políticamente. Allá fui. Volví a ver a mis padres y a mi hermana después de seis años. El país está muy mal: no pude ir a la playa, por ejemplo, porque no había gasolina. Hay una inseguridad muy grande. Todo se maneja en dólares, lo que es asombroso. Pero al mismos tiempo esa visita me dio una inyección de energía. Porque a pesar de todo vi a los venezolanos trabajando y con una sonrisa en la cara. La esperanza está intacta. Los venezolanos sabemos que vamos a salir adelante y que Venezuela volverá a ser el país que era antes y hasta mejor.