La periodista de Telemundo, Mariana Rethen, tardó tres segundos en decidirse. Una vez que solucionó asuntos cotidianos y responsabilidades en materia de crianza de sus hijos, dio el “sí” a un ofrecimiento profesional que implicó uno de los mayores desafíos de su extensa carrera en el periodismo. Cuando quiso acordar ya estaba en un avión, luego en tren y después en ómnibus, un viaje de 48 horas para ingresar a Ucrania, desde donde reportó todos los días para el noticiero de Teledoce el día a día de una guerra que lleva año y medio y parece no tener fin.
“Mucha gente ha incorporado la guerra a su vida cotidiana. No hay una sensación de que se termine pronto. Lo tienen naturalizado”, asegura la periodista.
A su regreso, que se dio en los últimos días, Rethen dialogó con Sábado Show sobre los entretelones de una cobertura de guerra, la tensión permanente y el desafío de transmitir al público uruguayo, la realidad del enfrentamiento, con sirenas, bombas y víctimas, en este mismo momento a las puertas de Europa.
—¿Cuánto te costó tomar la decisión de aceptar esta cobertura?
—Nada. Apenas me lo ofrecieron, dije que sí. Es un conflicto que seguí mucho desde el inicio. Cuando comenzaron los ataques, en febrero de 2022, estaba cubriendo la información internacional en Telemundo y seguí los dos primeros meses de la invasión de manera hasta un poco obsesiva. De hecho, fue tan al dedillo el seguimiento que lo manifestaba en casa y eso hizo que mi hijo de 13 años, que es muy analítico, también se enganchara con las noticias y el desarrollo del conflicto. Eso, a la larga, terminó siendo contraproducente.
—¿Por qué?
—Porque cuando le conté que me iba a Ucrania por dos semanas a hacer la cobertura de la guerra, sabía muy bien a dónde iba y qué estaba pasando en ese país. Tuve que tener muchas charlas con él. “Estás loca”, me dijo.
—¿Y lo estás?
—Quizás un poco, sí. De todos modos, fui en el marco de viaje con varios colegas y respaldados allá por una ONG que trabaja mucho en Ucrania. Era nuestro nexo allá.
—El viaje en sí mismo tuvo algo de odisea, ¿cómo fue?
—En avión hasta Varsovia (Polonia) y desde allí, hicimos dos tramos en tren hasta la frontera. A Ucrania solo se puede ingresar por tierra. Luego otro viaje más por tierra hasta Kiev. En el viaje en tren nos encontramos con muchos ucranianos que se fueron en su momento y están volviendo. Más allá de que el conflicto sigue sin resolución y no es el mejor momento para regresar, prefieren correr el riesgo y quieren volver con sus familias. Ese fue el primer impacto. Después, había momentos en que el tren paraba por media hora o más y nadie sabía por qué.
—¿Con qué se encontraron allá? ¿Cuál fue tu primera impresión?
—Primero estuvimos en Kiev, donde la cobertura fue de corte mucho más institucional si se quiere. Si bien hay un impacto claro de la guerra en la gente y en la ciudad, las primeras notas que hicimos fue con los responsables de la recuperación de prisioneros, también con autoridades, entonces ahí uno tiene la sensación de la guerra con distancia. Luego sí viajamos en tren toda una noche y llegamos a la zona de Kharkiv. Ahí no es que te cuentan la guerra; ahí está todos lados. Entramos a una ciudad que está destrozada, con una cuadra en ruinas y otra también… El impacto en los edificios es tremendo. Las alertas a través de sirenas suenan todo el tiempo y en esa región hay mucha gente viviendo, que tiene incorporada la guerra. Culturalmente, además, el ucraniano es un pueblo que tiene latente el conflicto, en especial con los rusos, porque no es el primer enfrentamiento, sino que hay una tensión histórica.
—En cuanto a la cobertura tuviste muchas salidas en las diversas ediciones de Telemundo. ¿qué te imaginabas y qué pudiste conseguir?
—La cobertura fue el resultado de lo que podíamos hacer, dentro de las limitantes que había, entre ellas el idioma y otros asuntos vinculados a la seguridad y lo que fuimos a buscar. Desde el principio, yo tenía claro que no iba a Ucrania a hacer un seguimiento geopolítico o estratégico del conflicto. Nuestra intención era acercar al público de Telemundo en Uruguay, la realidad de una guerra en la vida cotidiana; cómo afecta el conflicto a la ciudad, a las familias en el desarrollo de su día a día. Ponerle rostros humanos a esta guerra y hacerlo de la manera más honesta intelectualmente y emocionalmente posible. Sin quitarle ni agregarle nada de dramatismo, creo que conseguimos mostrar a los uruguayos una realidad a priori lejana para nosotros. Recuerdo una nota que hicimos con uno de los prisioneros de guerra que habían logrado rescatar y había vuelto a Ucrania después de once meses preso en Rusia, donde sufrió múltiples torturas. En cierto momento le pregunté cómo había hecho para sostener el espíritu y en su respuesta se emocionó. Más allá de que luego le pedí disculpas por la pregunta, esa reacción fue necesaria para que la gente conectara con lo que realmente está pasando.
—Hablabas de las limitantes, ¿cuáles eran?
—Teníamos indicaciones de seguridad. Por ejemplo, en un pueblo o ciudad en la zona más caliente del conflicto no podíamos mostrar el horizonte u otras ubicaciones que den cuenta de la ubicación en la que estamos.
—¿Entre el grupo de periodistas con el que se desplazaban, cuáles fueron los momentos de mayor tensión o miedo?
—Tensión todo el tiempo. En las ciudades o pueblos más afectados por el conflicto o en la trinchera, estábamos mucho más cerca de la zona caliente del conflicto. Para nosotros la cobertura fue muy intensa porque teníamos salidas a lo largo de varias ediciones de Telemundo y cuando en Uruguay empezaba el informativo central, para nosotros era la 1:00 de la mañana. Con el cámara Luis Gómez, terminábamos la jornada cerca de las 3:00. En Kharkiv, donde rige el toque de queda, la ciudad de noche estaba completamente a oscuras. Prendíamos el foco para salir al aire y venía la policía para decirnos que lo apagáramos, más allá de que teníamos permiso, pero la tensión fue permanente.
—Más allá de las salidas desde allá, ¿quedó material como para alguna otra entrega especial?
—Quedó sí. Quizás haya novedades en ese sentido.
—¿Tu hijo te siguió en el noticiero?
—No, él no vio nada. No quiso ver ni saber mucho qué hacía ni en qué ciudades estaba. Ahora que volví sana y salva, sí estamos conversando mucho de esta guerra.