Mariano Israelit: mejor amigo de Maradona cuenta el secreto de la cercanía del 10 con los gobiernos de izquierda

El productor televisivo y artístico compartió una amistad de casi 40 años con el exfutbolista argentina. Acaba de publicar el libro "El amigo de Dios", donde cuentas las vivencias juntos y hace una repaso de su carrera.

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Diego Maradona y Mariano Israelit en los '90.
Foto: Gentileza Mariano Israelit.

Redacción El País.
Apodado “El Feo”, Mariano Israelit fue uno de los amigos más cercanos de Diego Maradona, a quien conoció en los años ‘80 y llegó a convivir con él durante cuatro años en Cuba. Israelit acaba de lanzar un libro biográfico, cargado de vivencias junto al astro futbolístico argentino.

Revela los motivos de la cercanía del “10” con los regímenes de izquierda de América Latina. “Todo el mundo decía: “Ah, pero se junta con Chávez”. Lo que nadie dice es que cada vez que Diego iba a Venezuela le pagaban y buena plata. Era un negocio”, revela.

-Acabas de publicar El amigo de Dios, un libro biográfico de vivencias junto a Diego Maradona. ¿Cuál fue el disparador para escribirlo?

-Yo no pensaba hacer un libro. Nunca se me había ocurrido. Después de la muerte de Diego y a modo de homenaje, en mi Instagram empecé a hacer posteos con fotos e historias, anécdotas que vivimos juntos en 35 años de amistad. La gente celebraba mucho estas publicaciones y me decían: “Tenés que escribir un libro”. Yo soy productor de TV, no un escritor. Pero de a poco empecé a hacerme la idea y a recolectar las fotos. Un día conocí a Gabriel Jeremías que es escritor y me dio una mano para la redacción y edición. Nos llevó un año de trabajo hasta que salió el 25 de noviembre pasado, cuando se cumplieron 4 años del fallecimiento de Diego.

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Mariano Israelit.

-Conociste a Maradona en los ‘80 y la amistad se extendió hasta el final. ¿Por qué crees que pegaron onda como amigos?

-Yo iba a la escuela con Hugo, uno de los hermanos de Diego, que también jugó al fútbol. Me acuerdo que un día estábamos en la casa por almorzar una comida que había hecho Doña Tota. De repente apareció Diego, que en ese momento estaba por irse a Barcelona. Ahí empezamos a compartir, nos cruzábamos en fiestas familiares hasta que en el año 1996 estaba con unos amigos y fuimos a bailar en Buenos Aires. En el grupo estaba un gran amigo mío, uruguayo, de la familia Marcus. Cuando llegamos al boliche, vimos que estaba Diego. Ahí empezó una amistad más importante, e incluso empezamos a producir cosas juntos. En el año 2000, después de la internación que tuvo Diego en Punta del Este, donde estuvo muy grave, se fue a vivir a Cuba, con intenciones de rehabilitarse. Yo me fui con él y estuve cuatro años allá.

-¿La relación entre ustedes tuvo altibajos y dirías que fue constante?

-Desde Cuba en adelante, estuvimos siempre en contacto. El único momento en que estuvimos distanciados fue cuando se instaló en Dubai. Allí, él estaba de novio con una chica, Rocío Oliva, con la que yo no tenía buena relación. Él me invitaba, pero yo prefería no ir. Cuando volvió a Buenos Aires sí nos veíamos.

-¿Cuándo fue la última vez que se vieron?

-En marzo de 2020. En ese momento empezó la pandemia y él falleció en noviembre de ese año.

-Se dijo que en los últimos tiempos no estaba bien cuidado. ¿Qué opinión tenés sobre eso?

-Para mí no estaba bien cuidado. Desde 2005 él ya no tenía adicciones a las drogas. Su problema era el alcohol. En la casa solía estar un chico llamado Charly, que era esposo de una prima de Rocìo Oliva, que le traía cerveza o vino. Y Diego, una vez que empezaba, era difícil que paraba. Me acuerdo de estar en la casa comiendo un asado y este chico venía y le traía una cerveza, sin que nadie le pidiera. O era la hora de la merienda, estábamos tomando mate y este Charly venía de nuevo con la cerveza. Diego era bastante caprichoso también y le costaba el límite. Además, tenía el bypass gástrico y ya con dos o tres jarras de cerveza empezaba a balbucear. También le apagaban el celular y al vivir en un country, si no se comunicaban nadie abría o el guardia no dejaba pasar. Asì que era difícil verlo, inclusive para las hijas. No estaba en buenas manos. La última noche que lo vimos, en marzo de 2020, nos abrazó y nos dijo a otro amigo, Mariano Castro y a mí: “No, no me abandonen, no me dejen solo”. A nosotros nos corrió un frío por la espalda y por supuesto que le dijimos que no, que no lo dejaríamos solo. Esas fueron las últimas palabras que escuché de él. Es muy fuerte que el tipo que dio tantas alegrías, ídolo máximo, que consiguió muchísimo dinero, haya pasado tanta soledad en los últimos días.

-Con la muerte se abrió una disputa por su fortuna, ¿tenía dinero?

-Cuando volvió de México en 2019, donde había dirigido a Dorados, nos juntamos en una comida. Y nos dijo: ¿Se acuerdan cuando vivíamos en Cuba? No teníamos un peso. Pagaba todo Fidel (Castro): la comida, el chofer, todo. Bueno, ahora tengo 100 palos (100 millones de dólares). Todo ese dinero no sé adónde fue a parar.

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Mariano Israelit, Diego Maradona y Guillermo Cóppola en Cuba.

-O sea que el dinero básicamente lo hizo después de jugar al fútbol…

-Sí, él lo que ganó como futbolista lo liquidó. Cuando llegó a Cuba en el año 2000 ya no tenía un peso. Después ganó con publicidad, con las notas, con el contrato en Dubai, en México… Pero no tenía educación para manejar el dinero ni estuvo preparado mentalmente para la popularidad que tuvo. Fijate que pasó de una villa sin educación de educación y de repente, de una patada en el culo, como decía a él, a Europa a ganar fortunas. Mentalmente lo impactó.

-¿Él hablaba con sus amigos de su problema con las drogas?

-Sí, hablábamos. En Cuba tratamos de sacarlo, a veces nos iba mejor que otras. Me acuerdo que jugábamos mucho al golf, un deporte del que se enamoró y canalizaba mucho por ahì. No fue una convivencia fácil tampoco. Tuvimos un par de discusiones en las que le decía que me iba, pero él bajaba un cambio. Él no podía estar solo. Era además muy influenciable: si alguien se acercaba y le hablaba mal de otro, ya empezaba a desconfiar.

-Guillermo Cóppola, quien hizo el prólogo del libro, también convivió mucho con ustedes y fuiste testigo de la ruptura entre él y Diego. ¿Qué pasó?

-Tenían discusiones. Me acuerdo que estando en Cuba, Guillermo le decía a Diego que hiciera cosa, arreglar alguna nota o algo para generar ingresos. Pero Diego no quería. Tiempo después, ya en Buenos Aires, se incendió la casa que habían alquilado en Barrio Parque luego del partido homenaje a Maradona. La garantía era de Guillermo y Diego no se hizo responsable. Hasta le embargaron la casa a Guillermo, que casi pierde todo. Después Diego lo acusó a Guillermo de que se había quedado con plata. Años después y por mi intermediación tuvieron un reencuentro pero en el vínculo entre ellos quedó siempre una distancia.

-Públicamente, Maradona manejaba una ideología política muy clara. Iba mucho a Venezuela, a Cuba. Se había tatuado al Che Guevara, ¿era un convencido de la izquierda?

-No, la política no era lo de él. En Argentina se reunió con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa. Los políticos se beneficiaban de él y él de los políticos. Era un ida y vuelta. Todo el mundo dice: “Ah, pero se junta con Chávez”. Lo que nadie dice es que cada vez que Diego iba le pagaban y buena plata. Era un negocio. Más allá de que él se exponía, y para mí era muy fuerte ya la identificación, él le sacó rédito. Vivió gratis en Cuba por cuatro años. Laboralmente le sirvió porque lo contrataron de Telesur para comentar tres mundiales. Con Víctor Hugo Morales, hacían un programa que se llamaba De zurda. Me acuerdo de una anécdota vinculada a esto: un día estaba con Diego y llamó Víctor Hugo para decirle que había arreglado con Telesur. Cuando le dijo la cifra, Diego le dijo: “No, eso no puede ser”. Después llamó a Telesur y logró que le duplicaran el contrato a Víctor Hugo. “Si no le pagan tanto, yo no voy.” Yo fui testigo de todo eso.

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Mariano Israelit vio a Maradona por última vez en marzo de 2020.

-¿Todo eso está contado en el libro?

-Sí, todo eso. Yo me centro también en las cosas buenas que vivimos juntos. Me acuerdo que arreglé un partido y una movida de prensa con Evo Morales para defender a La Paz como sede para jugar al fútbol, que en ese momento estaba en duda. Diego dijo en aquel momento la frase de que si se podía hacer el amor en la altura, se puede jugar al fútbol. Tenía esas ocurrencias. Se armó un partido en La Paz entre estrellas del fútbol y los amigos de Evo Morales. Fue muy gracioso porque los amigos de Evo Morales, todos bolivianos, le ganaron a Diego y al resto de las estrellas, con un joven Messi incluido, por 6 a 1. Apenas terminó el partido suena el teléfono en mi casa. Era Diego que me llamaba desde el vestuario. Me dice, casi sin aire: “Bo, hijo de puta, me trajiste acá para decir que se podía jugar al fútbol en la altura y nos comimos seis goles”. El resultado era una contradicción con la campaña que habíamos arreglado.

-¿Qué vinculación tenía Diego con Uruguay?

-Le gustaba mucho ir a Uruguay. Compartimos muchos veranos en Punta del Este. Íbamos a bailar a Space o a La Plage. Recuerdo haber asistido con Diego a los desfiles de Roberto Giordano, jugábamos al fútbol en lo de Pacha Cantón o con Pablo Cosentino cuando cuando tenía su casa en La Barra. Pasábamos muy bien.

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Mariano Israelit y Diego Maradona.

-La vida personal de Diego daba mucho para hablar también. Últimamente estaba distanciado de Claudia Villafañe y de sus hijas. ¿Conversaba de estos asuntos con los amigos?

-Sí. De Claudia estaba distanciado, sí. Con las hijas había empezado a reconciliarse. Pero como hablamos, era muy influenciable por los entornos. Y además era medio “polvorita”, de enojarse fácil. Eso le generaba muchos problemas y atravesaba por peleas muchas veces que no eran de él, sino de terceros.

-Como en tu caso que hubo distancia cuando estaba con Rocío Oliva…

-Sí.

-¿Qué repercusiones has tenido del libro?

-Las mejores. Hice varias notas y me han llamado de varios medios. Lo hice por un placer personal y también como un repaso de mi carrera: llevo 40 años trabajando en producción. Comencé como productor en el programa de Juan Alberto Badía, fui productor de Diego en La noche del 10, trabajé como manager de Alejandro Lerner por 9 años. Todas esas vivencias también están contadas. Sigo trabajando como productor: el año pasado produje el programa de Eduardo Sacheri y en este momento, estoy detrás de los shows en el Café Berlín de Buenos Aires. No me interesa ganar plata porque sé que no se gana plata vendiendo libros. Solo contar mi historia.

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