Martín Fablet y sus 30 años en radio Sarandí: "Me llama la atención, ¿por qué no me echan?"

El comunicador y empresario cumplió tres décadas en la conocida emisora, recuerda algunos de los últimos enfrentamientos que protagonizó , el conflicto con los escribanos y la reacción de sus hijas.

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Martín Fablet
Martín Fablet.
Foto: Archivo.

Todavía se pregunta por qué no lo despiden de radio Sarandí, donde llegó hace 30 años y desde entonces no ha parado de generar polémicas con sus comentarios. “Arranqué con Nacho (Álvarez) cuando pasa de la FM a la AM”, comenta Martín Fablet, quien no tiene filtros a la hora de opinar. “Pienso que si me dicen ‘mira, ya está’, voy a ir igual. En serio, porque es terapia. Además, hace tantos años que estoy, vi pasar a todos los gerentes, y yo sigo quedando. No sé por qué no me echan, es una cosa rara. Si fuera gerente haría una renovación total, y a este loco, ya está”, comenta entre risas. Dice ser el empleado más antiguo de la radio: “Jaime Clara dice que está hace más que yo; pero él se fue y volvió, y yo nunca me fui”, agrega. Sobre las críticas, sus comentarios y la polémica es esta charla.

—¿Qué se siente tener tantos años en radio Sarandí?, ¿sentís que tenés un peso, sos una figura de Sarandí?
—Es rara la pregunta, ¿qué se siente? Porque no es un tema económico. Es tan libre esa radio. Capaz que porque tengo patente de corso y los tipos que han pasado han de decir: al viejo este, no hay forma de pararlo. Es más, cuando arrancó este equipo que, para mí, es el mejor de todos los que he visto y el que me divierte más, la primera advertencia que le hicieron a Darío (Kneubuhler), con quien nos conocimos desde muchísimo tiempo, fue: “no sé cómo haces con Martín, porque no se puede”. Y es eso, es una libertad total. Es bien el lugar para un artista, cosa que no soy, para desplegar sus talentos y cosas que tuviere, porque es todo sí; y a mí nunca me dijeron: “che, eso no quiero que lo hagas más”.

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Nota a Martin Fablet, locutor, periodista y comunicador uruguayo, en Radio Sarandi, Montevideo ND 20220621, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

—Eso que has hecho personajes que han sido criticados.
—Sí, he hecho personajes por los que algunos se han quejado, que molesta, y lo que me han dicho ha sido: “¿qué es lo que estás haciendo respecto a esto?” Ah, es un personaje que hago. “Cuántas veces lo estás haciendo?” Y, una vez por semana. “Bueno, hacelo dos veces”. O sea, de verdad, nunca tuve un inconveniente, nunca una discusión. Y veo que muchas veces los medios, en la televisión me ha pasado y es un hasta acá llego, me pudrió y me he ido, pero en esa radio nunca. Es malísima mi memoria y estoy pensando si tuve una discusión, alguna pelea o mala onda con alguien… Me encantaría poder decirte que sí, para que sea más divertido.

—¿Y con Nacho?
—Al último ya me estaba llenando las pelotas. Ambos ya estábamos llenos el uno del otro. Pero nada más.

—La radio sigue siendo una compañía para la gente.
—Sí, la gente sigue enganchada en la radio. Y más allá de escuchar música, puedes escuchar a un nabo diciendo cosas, y te enojas, lo que me encanta porque obviamente debo ser de las personas que tienen tantos detractores como admiradores. El cincuenta por ciento de gente te odia a morir, te escucha para criticarte, para decirte que sos un imbécil, idiota o estúpido, pero lo que a mí me interesa es que escuchen. Y generalmente las radios se están vendiendo bien, pero en mis espacios me llama la atención que no puedo venderlos porque se asustan. Es una combinación de “me encanta” y “me da miedo”, y para la radio en sí está bueno, pero para el cliente que se juegue, es difícil. Uno de los pocos que la jugaron con un espacio mío fue Palacio de la música, en 30 años. Todos los demás, piden por favor que no los mencione. Fijate que con la polarización que se ha dado y la oferta radial que hay, esta radio es como una estufa prendida. Le tiras una cubierta y se prende; tiene ese handicap que no tienen otras radios: esto que vas a escuchar tiene un laburo. No somos cuatro que nos juntamos a una charla de bar; todo tiene producción y todo está guionado, y cuando escribimos historias, todo está repartido. O sea, no es lo que se nos ocurre el momento, pero sí que parezca desprolijo o desordenado. Está hecho a propósito de esa manera.

Martín Fablet. Foto: Leo Mainé
Martín Fablet. Foto: Leonardo Mainé.

—Como Ignacio Álvarez que se hace el sorprendido cuando ya sabe el inicio, el final y lo que sigue.
—A Nacho nunca lo sorprende nada, ya sabe todo. Pero este equipo este que tenemos ahora con Pepe Sena, con Magui Prado, con Darío Kneubuhler, es muy bueno. El humor de Germán Medina que enganchó con una especie de consultorio que funciona; me parece que es la versión de Las cosas en su sitio que más me gusta. Todo es cordial, no hay rispideces ni nadie eclipsa a nadie. Veremos si a la gente le gusta, creo que sí, tiene un retorno bárbaro.

—Sino los hubieran sacado, porque el mercado es así.
—Sí, y esto que te voy a decir no es con falsa modestia: lo que me llama la atención es mi permanencia. Hablo con el gerente y le pregunto por qué no me echan a la mierda, y se ríen. Y después me dicen que tendría que hacer un programa con niños, porque el otro día fue la hija de Daro y empecé a boludear al aire con ella, invitándola a lugares que no existen: “tenés pedirle a tu papá que te lleve a Little Park”, o hablando de programas añejos, horribles; y ella moría de risa.

—¿Te imaginás en un programa para niños?
—No, me mato.

Martín Fablet
Martín Fablet. Foto: Archivo.

—En estos años lo que no ha faltado ha sido un estilo punzante. Hace poco te agarraste con los escribanos.
—Una cosa es parodiar a través de personajes como el milico y la bolche que creamos con Nacho hace mil años, y cuando es a través del personaje es increíble cómo todo el mundo se la banca. Una vez Penadés se enojó mucho y me fue a buscar, me quería agarrar del cogote, pero al final, charlando, entendió cómo era la dinámica y terminamos haciendo las pases. El personaje permite cualquier cosa, tenés una patente de corso; pero cuando sos vos, y decís una décima parte, ahí no falla. Comento que fui a comer a un lugar y digo que la comida estaba fría, me llaman por teléfono, no te perdonan una cuando sos vos. Comenté que en un boliche pedí vino en copa, porque no iba a tomar toda una botella, y solo tenían una cepa: tanat. Lo comento en la radio y no sabés lo que fue, me llamaron y pidieron que fuera porque habían puesto cinco botellas para que pruebe; no es para tanto, solo dije que había una sola cepa. Y todo esto fue porque el comentario no lo hizo un personaje sino de un tipo que podés identificar. Si esto pasa en otra radio, me piden que deje de putear los locales, y acá tengo libertad. Igual estoy seguro que a un junior, a una persona que recién empieza empieza a hacer estas cosas, la patada que le pegan termina haciendo sapitos. Por eso me llama la atención, ¿por qué no me echan?

—Has de ser redituable
—Misteriosamente debo serlo. Pero empresario yo, es el loco que echo, porque me genera dolor de huevo. Hace poco llamó un comunicador muy importante de la radio y la televisión, un ícono te diría, diciendo que lo que hacía le parecía de mal gusto y en la radio me dijeron que lo hiciera más veces.

Martín Fablet. Foto: Difusión
Martín Fablet. Foto: Difusión.

—¿Y cómo te llevas con esa dicotomía de que tenés patente de corso para decir lo que quieras sabiendo generalmente es una crítica a alguien?
—Por supuesto, lo que pasó con los escribanos, no fue puntualmente contra ellos en sí, sino con la poca regulación que hay. Entonces, si buscas cuál es el eslabón más flojo en lo que es el lavado de dinero, terminan siendo los pobres escribanos. Pero no era una crítica, era “pobres escribanos que no son policías, ni detectives privados, hacen lo que pueden”. Y se lo tomaron como algo personal. Lo que sí dije y ahí se murieron y me putearon hasta en noruego, fue que me llama la atención que la escritura de una casa de 5 millones de dólares valga distinto que la escritura de una casa de 50 mil, porque el laburo es el mismo. Me decían: “no vas a comparar”, y dicen que al ser más plata, tienen más responsabilidad, pero tienen seguros en el caso de errarle. No tengo nada contra los escribanos; de hecho mi escribana también es mi consejera espiritual. No tengo nada contra ellos, sino contra el sistema tiene sus fallas. A las pruebas me remito con Balcedo, Marset, gente que termina comprando todo tipo de inmuebles y muebles sin ningún tipo de control. Pero repito, los escribanos no son policías, hacen lo que pueden. Me acuerdo del contador Astori diciendo que en Uruguay no se lava dinero y yo veía a un turco que andaba con un bolso adidas con 8 millones de dólares comprando cosas. Nadie le preguntó de dónde sacó la plata, y venía de una estafa que había hecho en Turquía. No era guita hecha laburando en una fábrica; y no fue hace 50 años, fue hace cuatro o cinco años.

—Calculo que estarán curados de espanto pero, ¿cómo se toma tu familia que hables así?
—Primero y lo más importante de todo, no tengo familia. Tengo dos hijas nada más, y la de once se mata de risa porque tiene al tío Nacho que es mucho peor que yo, pero muchísimo peor. A la otra sí me parece que le da un poco de vergüenza alguna cosa porque le llegan los comentarios, y viene diciendo “¿Qué dijiste papá?, ¿Qué hiciste?” Pero al no tener la censura de tu viejo, de tu mujer, todo me chupa un huevo. Hace tiempo Mujica decía una cosa muy sabia: “estos charlatanes que dicen cualquier cosa de cualquiera, todo se termina si la ley de duelos existiera”. Y es un poco así. Porque una persona pública, cualquiera sea su rubro, un árbitro de futbol, comunicador, se tiene que bancar lo que sea. Porque el delito de injuria o de ofensa es difícil que se conjugue, porque estás expuesto a eso. Distinto es si no sos una persona pública, pero si sos público, te tenés que joder. Te pueden decir cualquier cosa y hay que soportarlo. A mí me han dicho de todo. Mi audiencia son señoras, los tipos me soportan bastante poco, pero con las señoras tengo más afinidad; es el único público que me interesa, porque me gustan las reacciones y las respuestas; los tipos me aburren. Veo en Instagram que las reacciones son más de mujeres que de hombres, a una relación de 80 a 20. Y honestamente, pensándolo, no creo que alguien haga lo que yo en los medios, porque a todos le sirven los medios porque te permiten abrir puertas, o por un ingreso económico. A mí no me interesa ninguna de las dos cosas y estás como flotando, si ninguna de las cosas me interesa, es fácil hacer lo que hago, porque no medís las consecuencias. “Esto te puede costar el laburo”, ¿cuántas veces lo hemos escuchado?, y que me cueste. Pero nunca he hecho agravios personales inmerecidos, ni infundados. Más que nada lo mío son posturas, a veces inventadas, más histriónicas que auténticas, que buscan desamarrar para que la gente se pregunte “¿Por qué dice esto?”, porque me divierte hacer pensar.

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