NOTA DE TAPA
Tras una jornada de grabación de La Culpa es de Colón (Teledoce), el conductor recibe a El País para hablar sobre el suceso del ciclo, los límites del humor y el vínculo con su padre Cacho De la Cruz.
-La Culpa es de Colón se instaló como uno de los éxitos televisivos del año, ¿a qué se lo atribuís?
-Creo que funcionó enseguida por todo lo que se está viviendo. Las noticias son un bajón, la gente pasa un mal momento y con nosotros se ríe. Lo notamos en las redes. Es fuerte sentir eso. Otra cosa fundamental es que se armó un equipo de buena gente, buena madera. Nos apoyamos, nos acompañamos, nos damos para adelante, y también hemos salido a comer y charlar entre nosotros. Con Germán (Medina) no nos conocíamos, y él nos decía "pensé que me iban a hacer pagar derecho de piso". Vio que era al revés. Este mismo programa en otros países no funciona tan así porque los tipos son unos campeones y tienen sus egos. Acá todos tenemos experiencia, pero se generó una química como grupo que no sé si se produjo en otras versiones del programa. Yo me cag.. de risa haciéndolo.
-Es el programa que se parece más a lo que has hecho en teatro, ¿aportás ideas para el contenido?
-Sí, me gusta. Estoy todo el tiempo pensando en cómo hacer para mantener el ritmo del programa y que no decaiga en ningún momento. Son cinco comediantes y hay que tirar cosas todo el tiempo, no se puede frenar. Y el hecho de que sea un programa que parece teatro llevado a la televisión hace que nos quede muy cómodo a todos. Cada uno es libre de llevar su material y hacer sus cosas al aire. German, por ejemplo, nunca había hecho televisión y ni se notó.
-¿Es el programa en el que te sentiste más cómodo de los que has hecho?
-Cada programa varía y tiene lo suyo. En este puedo hacer humor y está aggiornado con esto del stand up. A eso se le suma que me gusta mucho generar algo con otros comediantes al aire. Hace tiempo que no me pasaba.
-Desde Sinvergüenza (2013) no hacías un programa de humor, ¿en estos años has hecho algún otro formato que sentías que no era del todo para vos?
-Trato Hecho (2019-2021) fue el que me generó un desafío mayor. Hice otros que eran más de show, pero en este la gente venía con sus historias de vida a jugar por plata. Cuando me lo propusieron dije "lo voy a hacer", pero tuve que ver cómo, porque sabía que no era algo que me saliera de taquito. Me costó bajar, pero le fui encontrando la vuelta. Está bien lo del humor, pero también me sirve poder mostrar otro tipo de conducción más formal y tocar temas más delicados.
-Catalina Ferrand señaló que la versión de mujeres de La Culpa es de Colón recibió más críticas por las “resistencias machistas” que hay en la sociedad, ¿sentís lo mismo?
-No sé si hay resistencias machistas. Hay hombres que me dicen que les gusta más el de las mujeres y mujeres que dicen que les gusta más el nuestro. Puede ser que por la cabeza cerrada que tenemos en Uruguay haya chocado la existencia de un programa de humor integrado solo por mujeres, y capaz que también se hizo pensando en lograr eso. Yo celebro que esté al aire la edición de mujeres. Las chicas lo recontradefienden con su estilo y tienen su público. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no.
-¿Por qué no se ha hecho una versión mixta?
-Estuvo la idea en un momento de hacerla una vez a la semana, pero era mucha gente junta y fue complicado armarlo.
-Hace unos días Marcel Keoroglian tuvo que pedir disculpas por un chiste sobre enfermeras que hizo en Desayunos Informales y cayó mal en funcionarios de la salud, ¿cuánto te preocupa la sensibilidad de los colectivos a la hora de hacer humor?
-Yo soy consciente de que hay que cambiar el chip. El humor de hoy pasa por otro lado y eso lo tengo muy presente. Estoy atento a no hacer un chiste que pueda ofender a las minorías y trato de evitar tocar temas complicados. He cambiado cosas de los monólogos por sugerencias que me han hecho. Escucho y trato de adaptarme.
-¿Qué rutina modificaste, por ejemplo?
-Hay un monólogo en el que yo interpreto a una pareja que camina por la calle, y hablo de lo que pasa cuando uno se cruza con otra mujer y evita mirarla. Cuando representaba el diálogo de la pareja, interpretaba a la mujer con un tono exagerado, como si fuese tonta. Hubo mujeres que me hicieron ver eso. Me sugirieron que hiciera el monólogo pero hablando de forma normal cuando interpretara a la mujer, porque igual el chiste iba por otro lado. Les dije que tenían razón y ahora cuando tengo que hacer de mujer trato de no llevarla para ese lado.
-¿El humor mejora atendiendo este tipo de cuestiones o termina resignando recursos que siguen siendo efectivos?
-Es imposible dejar contento a todo el mundo. Tampoco es que dejé de hacer todo. Si tengo que hacer a un maricón lo hago, y lo hago pensando en mis amigos gays cuando compartimos asados, que son muy graciosos. Tomo esas cosas como referencias y jodo con eso. Siempre puede saltar alguien a quejarse, pero yo no lo hago para pegarle porque sea una minoría. Lo hago porque es gracioso. Uno hace un chiste, que no es para ofender ni hacerle un daño a nadie. También nos tienen que entender a nosotros, que seguimos generando cosas y tratamos de buscarle una vuelta. Es difícil.
-¿Cómo manejaste tu vínculo con tu papá Cacho a lo largo del año de pandemia?
-Hablamos todos los días, y cada tanto lo paso a visitar. Trato de no ir mucho y saludarlo de lejos. Le pegó mucho el encierro, está preocupado por los contagios y putea a los que no se cuidan. “¡Cómo van a hacer fiestas!”, dice. Él es un tipo activo y creativo, así que tener que encerrarse de un día para el otro fue difícil. Se cruzan mil miedos. Por suerte esta semana ya se dio la vacuna. A pesar de todo, mantiene su esencia y cuando hablamos nos matamos de risa.
-Luis Alberto Carballo y Cristina Morán opinaron en Algo Contigo (Canal 4) que la televisión se perdió 10 años más de Cacho de la Cruz al aire, ¿coincidís?
-Sí. Hubo cambios de la televisión que no lo supieron escuchar a él y no le dieron la oportunidad de ser escuchado. Esos cambios se lo llevaron puesto. Él no es ningún gil y antes de ir al choque prefirió abrirse y decir “hasta acá llegué”. Si lo hubiesen escuchado más, o hubieran intentado hacer una mezcla entre lo que él quería y los cambios que se venían, seguro que tenía diez años más en la televisión. Son momentos. Él también tiene su personalidad y su carácter. Quedó por esa.
-¿Te lo imaginás volviendo a la televisión con algún ciclo especial como hizo Cristina Morán?
-No sé si tiene ganas. Lo veo más para ir de invitado a un programa de La Culpa de Colón cuando se termine la pandemia. Eso puede ser maravilloso, pero hay que esperar.
-Volviste a Uruguay a vivir después de atravesar varios meses de cuarentena en Buenos Aires, ¿cómo recordás esa experiencia?
-Me comí 130 días encerrado. Me fui el 13 de marzo a Buenos Aires y no pude volver. Santino hizo una semana de jardín y no pudo hacer más nada. Después estuvimos encerrados totalmente. Un día se reactivó lo de La Culpa es de Colón en Uruguay y me dijeron “sale la jugada, ¿te venís?”. Tuve dos semanas para arreglar todo y venirme a Uruguay. Fue el 17 de julio. Dijimos “llevemos la ropa de invierno y vemos”. Tengo mi casa y todas mis cosas allá.
-¿Este año tenés previsto quedarte viviendo en Uruguay?
-Sí, lo tengo decidido. Estoy viviendo con Bárbara y Santino en Punta del Este. Necesito poder ir y venir de Buenos Aires, pero todavía no se sabe cuándo se va a poder.
-¿Te han consultado colegas de Argentina sobre la posibilidad de mudarse a Uruguay?
-Sí, incluso he hecho notas sobre el tema, en especial sobre vivir en Punta del Este. Hubo una oleada fuerte en Argentina de “hay que irse para Uruguay” en el momento que acá no había casi casos de Covid. Y es cierto que uno ve más argentinos viviendo en Punta del Este. Sin embargo, a mis amigos de confianza les decía: “Uruguay es hermoso, pero también estamos en pandemia y el laburo no es el mismo”. El argentino está acostumbrado a ganar otra plata y tener otro estilo de vida. Además, piensan que en Uruguay ganamos en dólares, como si fuésemos un estado americano. Y no es así. Ganamos en pesos y cambiamos libremente a dólares. El laburante común que quiere venir tiene que conseguir laburo acá y no es fácil. Además, no le cambia tanto su realidad en comparación a lo que tiene en Argentina. Va a tener más seguridad, tranquilidad y estabilidad, pero no va a tener el ritmo de cosas a las que está acostumbrado. El que viene a vivir a Punta del Este es porque la tiene. El que puede hacerlo es porque no siente la plata, y no gana en pesos sino en dólares desde hace 20 años.