ENTREVISTA
Aureliano Folle regresó al dial tras más de una década de ausencia. El periodista especializado en casos policiales habla sobre el desafío y comparte su visión en relación a la seguridad pública.
Pasó más de una década desde que Aureliano u201cNanou201d Folle condujo su último programa de radio. Este año los astros se alinearon para que el periodista de Subrayado regrese al medio que tanto lo entusiasma. Lo hace en Radio Universal (970 AM) con el programa Punto de Encuentro, un magazine periodístico que va de 8:00 a 10:00 y en el que lo acompañan sus colegas Natalia Gold y Andrés Rega. u201cHay que diferenciarse de los periodísticos matinales que cada vez se parecen más entre síu201d, se propone. El periodista que se ha especializado en casos policiales habla con El País sobre el nuevo ciclo y analiza la situación de la seguridad pública: u201cBonomi fue el mejor ministro desde la dictadurau201d, destaca.
-¿Cómo te sentiste en el debut de Punto de Encuentro, tu nuevo programa de radio?
-Ese día no dormí. Estaba nervioso, y entre el calor, los mosquitos y el miedo a quedarme dormido, no pude dormir. La tesitura era ir calibrando el programa a medida de que lo íbamos haciendo. Inmediatamente después del primero nos dimos cuenta de dónde había que subir, dónde había que bajar, cuál momento había que acortar, cuál había que alargar. Funcionamos muy bien los tres juntos: Natalia Gold, Andrés Rega y yo. Me gusta mucho el equipo.
-¿Extrañabas la radio?
-Extrañaba la energía que hay en la radio. Es medio mágica. Está la imaginación, la pausa, la voz, y la posibilidad de contar cosas, que es lo que más me gusta hacer. Estoy contento.
-¿Cómo se hace para diferenciarse de la amplia oferta de programas periodísticos que hay a la mañana?
-Hay que diferenciarse de los periodísticos matinales que cada vez se parecen más entre sí. En algunos casos falta flexibilidad para mirar más allá de la agendita chiquitita de qué dijo el ministro y la última ola de calor. Hay que mirar un poco más arriba. Nosotros intentamos poner una pausa a la locura de la agenda para comprender lo que está pasando. A veces lo que sucede con la agenda es que nos perdemos un montón de temas. Si hay algo interesante, nosotros vamos a parar un poco para ver la realidad de una forma más comprensiva. La crítica que también le hago a la agenda cotidiana es que parece que es todo lo mismo, todos preguntamos lo mismo y el que mejor pregunta es el que hace enojar al entrevistado. Eso me parece un error. Nosotros queremos buscar lo conceptual y no lo altisonante. Esto es lo que este programa le puede aportar al dial de la mañana, que es extremadamente competitivo porque hay varios nombres consagrados. Hay radios que pareciera que están fijas, y eso es lo que queremos romper. ¿Vamos a comer lo mismo todos los días?
-¿Hay una polarización en el público de la mañana entre Las Cosas en su Sitio de Ignacio Álvarez y No Toquen Nada de Joel Rosenberg?
-Nosotros nos comemos que eso es lo que existe y capaz que no es real. A mí no me interesa ser el más escuchado, lo que quiero es que si a alguien le interesa escuchar algo distinto lo pueda hacer. Que a alguien se le ocurra un día girar un poco la perilla a ver si encuentra algo nuevo, y no estar afiliado a lo que sigue de la misma manera y parece que tiene que seguir así.
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-¿Te molesta que te etiqueten como un periodista de crónica roja?
-Cuando yo entro a un lugar alguien pregunta u201c¿a quién mataron acá?u201d. Eso significa que me están etiquetando. Igualmente siento que la gente no me ve como un periodista típico de crónica roja porque yo no hago crónica roja. Lo que hago es contar una historia a partir de un hecho delictivo.
-¿La crónica roja tiene mala prensa?
-Como todo, es un péndulo. Antes ibas a un restaurante y pedías dos rapiñas y cinco homicidios. Y después empezó a estar todo mal con la crónica roja. Eso es bien uruguayo. Yo creo que las cosas suceden, el tema es cómo las mirás. Si le abrís la boca a la gente y le metés y le metés crónica roja, en algún momento le va a caer mal. Hubo una sobredosis. Por eso había programas en los que tratábamos de contar las historias humanas para entender, como eran Víctimas y Victimarios o Historias de Cárcel. Es la manera de hacer periodismo que me ha dado resultado a largo plazo.
-Después de haber estado tantos años entrevistando a policías y reclusos, ¿cuál es tu hipótesis sobre el crecimiento del problema de inseguridad pública en Uruguay?
-El problema empieza en la primera infancia. Los delincuentes fueron bebés que sufrieron problemas de alimentación, falta de amor, agua potable. El cerebro humano es una serie de luces que se prenden y se apagan, y esos seres humanos que viven esa vida de temor y angustia apagan unas luces y prenden otras en el sistema nervioso. Tienen un cerebro en alerta. Si ese niño tiene un problema con alguien, va a ir directo al cuello. No sabe discutir. Para él todo es vida o muerte. Ese pibe a los 11 años está en la esquina pidiendo, a los 13 tiene su primer fierro y a los 15 está robando un Abitab. Mientras no se frene la circunstancia en la que vive ese bebé, la cantidad de personas con problemas de salud mental va a seguir aumentando. La mitad de los delincuentes son personas con problemas de salud mental: con falta de amor y que no tienen una expectativa de vida equilibrada. Ellos creen que su vida no vale nada. Y si su vida no vale nada, la de otro vale menos. Pero los problemas de salud mental también atraviesan a los policías, los taxistas, políticos, periodistas. En los delincuentes se ve más porque les salta la térmica. Lo escribí en mi libro La Otra Mirada.
-¿La principal medida a tomar en contra de la inseguridad es asistir a niños de contextos críticos?
-Yo creo que no es sólo una tarea del Estado. Eso sería solo asistencialismo y no funciona. Es una tarea que se hace entre todos. Hay que darle laburo a los que salen de la cárcel. Hay muchos que quieren salir y no tienen la oportunidad.
-El periodista Gabriel Pereyra, que también ha trabajado mucho sobre estos temas, definió a Eduardo Bonomi como el mejor ministro del interior desde el regeso de la democracia, ¿coincidís?
-Yo dije lo mismo antes que él. Bonomi fue el mejor ministro de la dictadura hasta acá, pero debería haberse ido a los cinco años. Capaz que de esa forma en lugar de u201crenunciá Bonomiu201d hubiéramos tenido un u201cvolvé Bonomiu201d. Se quedó demasiado tiempo y cuando uno está tantos años en el mismo lugar se le va poniendo duro el traje y queda como una armadura. En su gestión se hicieron muchas cosas. Es el hombre que reformó la policía y empezó una reforma en las cárceles, que después se discontinuó. Ahí hubo un error. Tendría que haber seguido una dinámica de rehabilitación.
-¿Cuáles son tus expectativas hacia Jorge Larrañaga, designado próximo ministro del interior?
-Un hombre que es designado ministro del interior tiene que sentarse ahí y ver de qué textura es el cuero de la silla. Tiene que empezar a entender dónde está sentado y eso lleva tiempo. Es el ministerio más complejo de todos, que lidia con una fuerza de 27.000 armados que tienen que tener un orden. Una de las cosas que Bonomi no tuvo a favor es que comunica muy mal. Tal vez Larrañaga no sea tampoco un buen comunicador. Yo creo que el ministro del interior tiene que ser alguien que hable poco y clarísimo. Que cuando hable se entienda y se terminó. Larrañaga está parado arriba del tema seguridad hace cuatro años. Es el hombre que persiguió a Bonomi. El propio Bonomi dijo u201ccon este hombre me entiendo porque sabeu201d. Me parecen dos hombres parecidos. Son dos perros mordiendo el mismo hueso, y ahora los votos le dieron el hueso a Larrañaga. Hay que ver de quién se rodea. Pienso que hace falta una señal de u201cche, paren la manou201d. Pero si das esa señal y no tenés la otra, la balanza no está en equilibrio y eso se convierte en un problema.
-¿Sufriste algún episodio de inseguridad en primera persona?
-Sí, me robaron hasta la correa del perro hace varios años. Yo no estaba. Me llevaron toda la ropa. Me quedé esperando que volvieran porque habían dejado dos bolsos. Quedé enfermo, como quedan todas las víctimas. Que te roben, te lastimen, te agredan, te abusen, es como que te inyecten veneno. Hay que sacarse eso lo más rápido que se pueda. Hay que intentar comprender la realidad y pensar qué le pasó a ese tipo antes de que se cruzara con uno. No es para decir u201cpobrecitou201d porque la víctima es la que sufrió el delito, pero sí para entender.
-¿Estás armado?
-Cuando me robaron le dije a un policía amigo que me quería comprar un fierro. Me dijo u201cno te lo compres en calienteu201d. Y me dio cinco razones para no comprarla. La primera es que hay que ir al club de tiro cada 15 días mínimo porque sino uno vacía el cargador y no le tira a nadie. El arma hay que tenerla encima, no en el cajón ni en el auto porque te ponen un caño en la cabeza y te la piden. Tampoco podés decir que tenés un arma, si tenés la tenés que sacar y disparar al pecho para que caiga. Después lo tenés que ver morir, que es lo peor. No muere enseguida como en las películas, sino que se queda ahí gritando hasta que se muere. Y al final vas al juzgado y si no probás que fue en legítima defensa vas en cana. ¿Tenés el temple para hacer esa sucesión de cosas bien? Nunca me la compré.
-Sos amigo del periodista Gerardo Sotelo, ¿cómo viste su incursión en la política?
-Soy su amigo desde hace 40 años. Creo que lo que hizo demuestra un gran coraje. No es una decisión simple. Muestra una gran convicción. Yo lo respeto enormemente.
-¿Y cómo lo viste desempeñando ese nuevo rol?
-Creo que cuesta ponerse en el rol de político. Yo lo tuve como entrevistado y a los dos minutos me daba cuenta de que le costaba salir del rol de periodista para estar en el del político. Él capaz que está empezando una carrera política. Podría haber empezado con un cargo más alto, pero no importa. La política es una pasión y creo que Gerardo la tiene.
-¿Lo votaste?
-No. Mi voto es de coyuntura. He votado a todos los partidos políticos y comprobé que todos son parecidos. A la larga la política tiene un barniz que no permite cumplir con algo muy honorable que es la función pública.