Pancho Ibáñez y el recuerdo de "A las 9 en Punta": "Fue una gran experiencia"

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Pancho Ibáñez. Foto: Ricardo Figueredo

ENTREVISTA

El comunicador argentino, muy recordado en Uruguay por la conducción de los programas de verano en Canal 4 en los ‘80 y ‘90, vacaciona por estos días en Punta del Este, como hace cada año en familia.

Pancho Ibáñez. Foto: Ricardo Figueredo
Pancho Ibáñez. Foto: Ricardo Figueredo

-¿Cómo definirías tu vínculo con Uruguay?

-Mi vínculo con Uruguay es prenatal. Mi madre, Violeta Echeverría, era uruguaya y mis abuelos maternos también lo eran. Francisco Echeverría y Elvira González nacieron en Flores y no en el siglo pasado, sino en el anterior. Mi abuelo es de 1872. Así que la familia, que es de origen navarro español, estaba afincada desde épocas muy tempranas en Uruguay. Así que mi relación con el país no es la reciente de muchos argentinos que encuentran atractivo venir y eventualmente pedir la residencia. Yo tengo la nacionalidad por motivos sanguíneos y de muchas idas y venidas desde niño. No me siento un argentino que cruza a Uruguay. No. Cuando vengo a Uruguay me siento uruguayo. Es como que están fundidas las dos nacionalidades en mí y me siento afortunado por eso.

-¿Cómo se conocieron tus padres?

-Se conocieron en Uruguay en los años '40. Papá era estudiante y cruzó a Uruguay por reivindicaciones de los universitarios de aquel tiempo. Y mientras estaba dando un discurso ante una audiencia de orientales, ve entre el público a una rubia de ojos celestes, de quien se enamoró completamente. Al bajar del estrado, se presentó y comenzó la historia entre ellos. Se casaron en Montevideo y luego siguieron con su vida en Buenos Aires.

-¿Durante tu infancia venías a Uruguay a visitar a la familia de tu madre?

-Sí, todos los veranos veníamos a la casa de mi abuela en Montevideo, en la calle Tomás Diago. Te diría que mi infancia transcurrió allí más que en otro lado: tengo muchos más recuerdos de Pocitos durante mi niñez que de Buenos Aires, con la rutina del colegio y demás. Me acuerdo que viajaba en una línea de hidroaviones que salía del puerto de Buenos Aires y amerizaba en el puerto de Montevideo. Tengo muy presente el recuerdo del despegue: el aparato tomaba velocidad, el agua oscura del Río de Plata cubría las ventanillas y se producía un instante de total oscuridad en la cabina para luego sí levantar vuelo.

-Hiciste una prolífica carrera en radio y en TV. ¿Cómo nació esa vocación? ¿Había antecedentes familiares?

-No, mi padre era diplomático. Por esa razón vivimos varios años en España, donde hice mi carrera de derecho. Al recibirme yo tenía claro que no quería ejercer como abogado. En Santiago de Compostela conocí a Sofía, con quien nos casamos y tenemos hoy tres hijos y seis nietos. Ella también era estudiante: se formó en filosofía y letras en la misma universidad. Estoy hablando de los años 1964 y 65. Nos casamos en 1969, aunque a mí me parece que todo esto sucedió anoche y en realidad pasaron más de 50 años. Sobre los comienzos de los medios, debo decir que no fue una aspiración desde la niñez. Si se quiere, mi vocación era viajar y también me gustaba el teatro. La familia Ibáñez es muy histriónica. En la carrera universitaria me dediqué a dirigir el teatro español universitario, como actor y director. Lo que me llamaba era la diplomacia, por mi padre, aunque en realidad lo había visto sufrir por las diferentes coyunturas políticas de Argentina. De hecho, él falleció muy joven, con 48 años cuando se desempeñaba como encargado de negocios en la embajada argentina en Budapest. Yo estaba en Madrid y ante la necesidad de trabajo y con el proyecto de familia que ya tenía con Sofía, empecé a golpear puertas y tocar timbres. Lo que me pareció más fácil fue ir a una radio. Les gustaba cómo leía y cómo me expresaba así que me fue muy bien en diferentes emisoras.

-¿Esa fue la primera experiencia en medios?

-Sí, aunque el salto se dio cuando en 1969 se presentó la posibilidad de ingresar como locutor en la emisora internacional Radio Nederland. Me propusieron afincarme en Holanda y así salí para los Países Bajos, con un contrato a tres años en principio y que luego renovamos por tres años más. Allí nacieron nuestros primeros dos hijos y fuimos muy felices.

-¿Por qué volvieron a Argentina?

-A veces me lo preguntan. Holanda es un país maravilloso, todo funciona, todo está planificado. Para hacer una caricatura, en Holanda uno sabe perfectamente cómo se va a desarrollar su entierro. Todo está calculado, lo que en realidad no me seduce. A mí me gusta la intriga de saber qué puede pasar mañana. Esa sensación le transmitimos a los responsables de la Radio Nederland, con el convencimiento de que nos íbamos a ir. Ellos me hicieron el ofrecimiento de ser el representante de la emisora en América Latina, con base en Buenos Aires. Acepté y así comenzó la aventura sudamericana o el regreso a mi país en el año 1975.

-¿Qué implicaba esa representación?

-Teníamos una oficina en Buenos Aires con equipos para grabar los programas que se hacían en Holanda y mi función era incorporarlos en programaciones de radios argentinas, uruguayas, chilenas o de otros países. Mientras tanto surgieron ofertas para trabajar en radio en Argentina, que tenían que ver sobre todo con mi pasión por la Fórmula 1. Yo había seguido mucho las carreras durante mi estadía en Europa. Con la Guerra de Malvinas se terminó la representación de Radio Nederland y si bien me ofrecieron regresar a Holanda, decidimos en familia quedarnos en Argentina. De ese modo empecé a vincularme cada vez más con la radio y la TV argentinas y también con la uruguaya.

-¿Cómo surgió la posibilidad de conducir el programa “A las 9 en Punta” a finales de los ‘80 y comienzos de los ‘90?

-Desde Canal 4 me plantearon la posibilidad. El ofrecimiento era tentador: tenía que estar en Punta del Este desde mediados de diciembre hasta marzo, lo cual no es mala época para estar en Punta del Este. Así hicimos esa serie de programas durante muchas temporadas que recuerdo con mucho cariño y que me hicieron conocer personas increíbles y localidades bellísimas de Maldonado. Fue una de mis preocupaciones: no sólo mostrar a Punta del Este como lugar de veraneo, sino todo lo que ocurre a nivel cultural, deportivo, social... Significó una muy linda experiencia.

-En la actualidad están veraneando en Manantiales junto a tu esposa, ¿son de venir todos los veranos?

-Sí, y venimos en invierno también. Lamentablemente ahora no me puedo quedar los tres meses como aquel tiempo pero siempre estamos con la idea de permanecer más en Uruguay. En Buenos Aires tenemos a nuestros hijos y gran parte de la familia, pero aquí están también mis raíces.

-¿Cuánto cambió Punta del Este respecto a aquel balneario en el que trabajabas hace ya unos 30 años?

-Cambió mucho. Me pasa de transitar por distintos lugares y decir: “¿Te das cuenta de que en esta manzana había solo una casa y ahora todo un barrio?”. O nos enojamos: “¡Qué pena esta torre aquí!”. A veces pensamos que habría estado bueno quedarse con una limitación de hasta tres pisos en franja costera como para mantener la costa libre. También hay que considerar que la construcción ayuda a mucha gente y gracias a ella, se genera trabajo y divisas. Pero tampoco me gustaría que Punta del Este se transforme en Miami. Habría que buscar un equilibrio. Por suerte todo el interior de Maldonado, sigue con sus sierras y su cercanía con el campo, lo que me gusta mucho. No todo es sol y playa.

-Laboralmente, ¿en qué momento te definirías?

-Yo estoy activo. Si bien con la pandemia hubo un parate de muchas actividades que yo realizaba, como presentaciones, reuniones y eventos... he seguido trabajando. En cuanto a la televisión, soy bastante crítico del contenido actual. Yo sueño con una televisión que verdaderamente cumpla con lo que potencialmente puede lograr: elevar el nivel de un país, de una cultura. No significa aburrir con ciencia porque incluso a través del humor y el entretenimiento se pueden generar propuestas ingeniosas que hagan pensar y crecer a los espectadores. Lo mismo aplica para la radio.

-¿Trabajarías en los medios en Uruguay?

-Me encantaría. ¡Cómo no! Si soy uruguayo.

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