ENTREVISTA
La esposa por 33 años de Alberto Sonsol lleva el duelo con altibajos en el ánimo. Más allá de la personalidad pública, hace referencia a la faceta de entre casa del carismático relator y periodista.
—¿Cómo estás sobrellevando estos días de duelo?
—Bien. Depende de los días. Tengo momentos mejores y otros peores. Ahora pasaron unos días y empiezo a extrañar, a extrañar mucho. Estoy empezando a sentir la ausencia de su abrazo. Al principio uno siente como que se fue de viaje y que irracionalmente va a volver. Luego la idea de que ya no está empieza a entrar más en uno y genera un vacío. Hablo del plano físico porque yo soy de las personas que cree en el más allá y venimos y nos vamos para algo. Es a lo que me aferro.
—La noticia generó muchas mensajes de afecto...
—Sí. Yo tenía una cuenta de Twitter que no usaba pero volví porque sentí tanto cariño de la gente que me hizo bien volver, estar ahí y comunicarme desde ese lugar. Antes trataba de no mirar Twitter, que suele ser muy agresivo. Pero más allá de todo el agradecimiento que tengo, lo que yo vivo no es la pérdida de una personalidad. Yo tuve una pérdida en mi casa, en mi corazón... Es difícil de explicar. Creo que quienes pasaron por algo así, de perder a un ser querido, entenderán ese sentimiento de vacío.
—El desenlace fue repentino luego de que contrajo el virus. Porque dos semanas antes estaba en plena actividad...
—Yo trato de no pensar cómo habrá pasado los últimos días. No sé cómo habrá estado. Él era un volcán y un todoterreno que iba para adelante, pero al mismo tiempo era un corderito. "Un oso de peluche", como le decía Lali. Daba mucho cariño y mucho amor. Era muy tierno en casa y al mismo tiempo necesitaba que lo protegieran y que lo cuidaran. Por más fortaleza que demostrara, necesitaba de esa contención. También me entristece la situación de todos los que en este momento espantoso de la pandemia viven pérdidas o tienen seres queridos en CTI sin poder ir a verlos.
—Él contó muchas veces esta historia, pero no tenemos tu versión: ¿Cómo se conocieron?
—Mi versión no es muy diferente. Fue en Punta del Este, en el parador Posto 5. Lo conocía porque era amigo de mi hermana y de mi cuñado pero no me gustaba. De hecho, yo estaba en las primeras salidas con otra persona en ese momento. Fui al baño y desde la caja en la barra Alberto estaba hablando por el teléfono fijo del lugar. Después me confesó que no estaba hablando sino que era una actuación para cruzarme. Luego charlamos y hubo buena onda. En cierto momento me dijo que se tenía que volver a Montevideo a relatar pero quedamos en reencontrarnos al otro día. Yo tenía que arreglar la situación con el saliente que tenía. Al día siguiente fuimos a cenar y después nos quedamos hasta las 5:00 de la mañana charlando en el auto. Fue una conexión muy fuerte. Estuvimos un año de novios y luego nos casamos. Después vinieron los hijos.
—Nada. El básquetbol me encanta por Alberto; fue él quien me introdujo en ese mundo. Hicimos muchos viajes juntos por el básquetbol, sobre todo cuando jugaban (Luis) Pierri o (Marcelo) Capalbo, Fefo Ruiz, Berardi, Bicho Silveira, Pagani, Pata Pereyra, Javier Espíndola... Nos hicimos muy amigos con ellos y pasábamos divino.
—Una de las cosas que dijo Lali es que Alberto se fue en su mejor momento,no solo en la carrera, sino también a nivel personal. ¿Coincidís?
—Sí, estábamos en el mejor momento de nuestra relación después de 33 años juntos. La teníamos clara: queríamos estar uno al lado del otro. Había mucho amor. Alberto era muy familiero. Nos encontramos dos personas con valores de familia muy fuertes y transmitimos eso a nuestros hijos.
—¿Afectó en algún momento a la pareja la exposición de él?
—No. En realidad, yo siempre fui Patricia Datz. Nunca fui la "esposa de". Me molestaba cuando en alguna ocasión me presentaban solamente como su mujer. Es cierto que Alberto era un tipo que no hacía nada en su casa a nivel doméstico, pero no era machista. A mí me dejó volar siempre. Yo tenía mi trabajo y viajaba. Él se quedaba a cargo en casa y cero problema. Nunca fue celoso y yo tampoco. Me sentí siempre muy amada y creo que él también lo sentía.
—¿Cuánto se hablaba del trabajo en casa?
—Se hablaba. Mucho más en el último tiempo que Diego y Lali trabajaban con él. Micaela le seguía las redes de Instagram y yo también los ayudaba con la parte administrativa.
—Alberto era también productor comercial de los espacios en El Espectador.
—Sí. Y era muy bueno en eso. Visitaba a los clientes y sus reuniones eran dos minutos de negociación y 58 minutos de hablar de la vida. Era un genio vendiendo. Incluso en los últimos tiempos, a esas reuniones iban los tres con Diego y Lali, porque Alberto decía: “Es lo único que les puedo dejar. La experiencia. Que aprendan”.
—¿Por estos días están los cuatro en la misma casa?
—Sí, Diego y Lali se vinieron a acompañarnos a Mica y a mí y están estirándola antes de volver a sus casas. Estamos juntos. Cuando se cae uno, siempre hay otro para levantarlo y contenerlo. Hay muchas cosas por resolver, además. Somos una familia y creo que desde algún lado Alberto nos está guiando.
—Se decía que Alberto sabía interpretar el sentir popular. ¿Crees que era así?
—Sí. Alberto era de barrio. Él decía que yo era “cajetilla”, de Pocitos. A mí lo que me enamoró de él fue eso: que era una persona sencilla, de barrio y que iba para adelante. Tenía una tenacidad para alcanzar los objetivos increíble.
—¿Cómo se llevaba con las críticas en redes sociales?
—No le importaban. Él estaba muy bien y muy seguro de lo que hacía. Últimamente lo criticaban porque trabajaba mucho. Lo dijo Jorge Seré: “Si no fuera un persona querida, ¿Canal 10 lo pondría en todos esos programas?” En el fondo yo sabía también que detrás de las críticas había una persona querida.
—Lali dijo que en febrero había tenido una charla muy intensa con él y no le quedó una conversación pendiente. ¿Cómo es tu caso?
—Nosotros vivimos un verano espectacular en la burbuja familiar. Disfrutamos mucho todos juntos. En 2019, además, habíamos ido a Puerto Rico. Ese viaje fue el regalo más grande de mi vida. Tener a los tres chicos grandes con nosotros. Por momentos sentía que los llevaba a la escuela. Agradezco mucho ese viaje. Fue maravilloso.