Patricia Madrid: "Nunca voté a nadie; es mi manera de sentirme libre"

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Patricia Madrid

NOTA DE TAPA

La periodista de 35 años se posiciona como referente informativa y con estilo directo de preguntar. Sendic, su domingo de silencio en Polémica, su historia como adoptada... Madrid responde a todo.

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—¿Cuál fue el primer hecho o señal que te indicó vocacionalmente que lo tuyo era el periodismo?


—Yo quería ser arqueóloga en realidad. Pero estando en bachillerato, nos mandaron a hacer un trabajo sobre Montevideo que implicaba entrevistas en la Junta Departamental a varios ediles. Estando ahí haciendo preguntas me dije: "Qué copado esto de preguntar e investigar". Ese fue el primer episodio que marcaba un camino. Porque yo no vengo de una familia con periodistas o que fuera gran consumidora de medios. Con la arqueología, además, me había imaginado que implicaba irme del país porque yo quería ser arqueóloga de dinosaurios y no de otra cosa. Pero yo no quería emigrar. Así que finalizado el bachillerato, tomé la decisión de seguir la carrera de comunicación y desde el día 1 sabía que iba a ser periodista.

—Junto a Viviana Ruggiero están al frente del periodístico Así nos va, que empezó de tarde y luego se mudó al prime time de la mañana radial en lo que fue la primera experiencia de un programa de esas características conducido por dos mujeres. ¿Qué representa para ustedes?

—Es uno de nuestros hijos periodísticos y el segundo desafío laboral que tenemos con Viviana. Empezamos en 2017 y ese primer año estuvo tan intenso... Porque al mismo tiempo trabajamos el libro de (Raúl) Sendic y se procesó el final de su caso, con la renuncia que presentó a la Vicepresidencia. Al año siguiente la dirección de la radio nos planteó "bajar a primera". En realidad, la propuesta estaba desde antes pero nosotras preferimos probarnos en la tarde, en un horario donde estábamos más protegidas. En la mañana están los pesos pesados y pelear de entrada un prime time nos daba un poco de chucho. Luego sí nos largamos. Y ahí estamos, felices de que Carve apueste por una mañana diferente. Se abrió en ese momento una puerta para marcar un camino. Después vinieron otras propuestas de mujeres en la mañana, como De Taquito y Doble click, con Paula Scorza y Lucía Brocal en Del Sol. Está bueno abrir una senda. Creo que nuestra generación de mujeres tiene la responsabilidad de ir allanando el camino para las que vienen atrás.

Ruggiero dijo en Sábado Show que el libro de Sendic le repercutió en su nivel de estrés y que incluso subió de peso en ese momento. ¿Cómo impactó en ti?

—Fue un año muy estresante y seguramente algún kilo de más metí. Fueron noches sin dormir y una especie de prueba de a ver  cuánto resistíamos trabajando. En paralelo, Viviana trabajaba en Canal 4 y yo estaba con El Observador y las dos teníamos el programa de radio. Dejamos de lado por meses nuestra vida personal, de familia y de amigos. Pero estábamos convencidas de que eso era lo que teníamos que hacer en ese momento. Fue una linda prueba para nosotras como equipo de trabajo y como amigas. Hay gente que dice que las mujeres no pueden trabajar juntas porque se pelean. Con Viviana somos el ejemplo contrario. Tenemos el cariño mutuo y la fuerza para decirnos cualquier cosa y a los tres minutos estar bien, como si nada.

Patricia Madrid
Foto: Leo Mainé.

—Cuando Sendic renunció, ¿qué sensaciones tuviste? Porque eso ocurrió por los aportes del periodismo, principalmente de ustedes...

—Todo el caso Sendic fue para mí una tremenda responsabilidad. Percibí que el sistema funcionó: el periodismo hizo lo suyo, la justicia y el sistema político también. Todas las patas confluyeron y se llegó a la resolución que en ese momento parecía la más lógica en pos de la conservación de la institucionalidad. Ahora, ¿qué me pasó a mí como periodista? Después de la renuncia de Sendic me di cuenta de que eso iba a marcar mi carrera y la de Viviana. Y supe que iba a ser complejo para nosotras.

—¿Por que?

—Porque cuando a vos te observan como una de las responsables de la caída de una figura tan importante, que era sindicada como la renovación de la izquierda, es un peso grande. Son casos únicos en la vida y te diría en el mundo. No se da con frecuencia que renuncie un presidente o un vicepresidente, en buena medida, a causa del periodismo. La gente asoció con el caso Watergate, por ejemplo. Entonces, tu nombre va a quedar para siempre asociado eso. Todo lo que hagas después parecerá poco o insuficiente. Yo siento que todo el tiempo se me está comparando. “¿Por qué no investigás tal cosa como hiciste con Sendic?” “¿Por qué no analizas tal empresa como hiciste con Ancap?” Siempre está el punto de referencia.

—¿Lo ves como una carga?

—En cierto sentido, sí. Sendic es una mochila: positiva por un lado porque tengo la seguridad y tranquilidad de que todo lo que hicimos a lo largo de 2016 y 2017 en materia de investigación periodística fue hecho con criterios profesionales y fue verdad. Y negativa porque muchas veces me digo: qué injusto para mí que el único punto de referencia en mi carrera sea ese y que vaya a seguir siéndolo quién sabe hasta cuándo.

—A fines del año pasado llegó la propuesta de Polémica en el bar, ¿qué te sedujo de ese programa?

—Me pareció una propuesta súper transgresora, en cuanto a lo que iba a ser mi rol allí. Porque es un clásico remasterizado y puesto en la TV uruguaya con el espíritu de siempre pero de forma distinta. A mí me gustan los desafíos y Polémica se me presentaba como algo desafiante. Me permitía conservar mi rol de periodista pero con una mirada diferente a la que pueden tener los hombres en una mesa de boliche. Me gustó también el equipo. Y me gustó porque me iba a permitir dejar un poco de lado a la Patricia "seria, rigurosa, dura y fuerte", que era lo que había experimentado en Santo y seña, para ejercer un rol más emparentado con la comunicadora, que es un concepto un poco más amplio que el de periodista. Encima, me iba a divertir. Y la verdad que todo eso es lo que está sucediendo conmigo en el programa.

Patricia Madrid
Patricia Madrid en Polémica en el bar. Foto: Marcelo Bonjour. 

—Tus participaciones suelen ser muy comentadas en las redes. ¿Te sentís doblemente observada por ser mujer o por lo de Sendic?

—Me parece que todos los que estamos en los medios estamos observados. Lo que sí pasa es que se nos exige más a las mujeres. Un error, por ejemplo, es más fácil que se lo dejen pasar a un hombre. También se comenta mucho mi forma de preguntar. Me dicen: “¡Qué dura! ¿Por qué no estuviste tan dura con tal o con cual?” A esos comentarios contesto siempre lo mismo: si se analiza cómo he preguntado, mi forma es siempre la misma, con todos los invitados. Y a esa manera yo no la llamaría dura, sino directa, clara y con distancia.

—Últimamente te señalan una supuesta afinidad a la izquierda...

—Sí, ahora me dicen “foca” y antes era “facha”. Está bien que la gente opine lo que tenga ganas de opinar. No sí si adhiero a aquello de que si te critican de un lado y del otro significa que estás haciendo bien el trabajo. Uno debe evaluar su trabajo de acuerdo a valores periodísticos, no en base a repercusiones repartidas. Lo que digo es que si se comenta mi forma de trabajo, es porque desapercibida no paso. Algo genero. Y prefiero generar algo a no generar nada.

—El domingo 5 de julio decidiste no hablar en todo el programa.¿Qué pasó?

—Fue un episodio resultado de una conjunción de cosas que en su momento como equipo nos faltó trabajar más. Y derivó en ese domingo. Creo que al fin de cuentas nos permitió un aprendizaje colectivo y todo el equipo salió fortalecido. Fue un episodio como puede presentarse en cualquier otro grupo de trabajo y que se resolvió después de que lo hablamos y procesamos para luego mirar hacia adelante y que el programa siga dando lo que da: entretenimiento, información y debate.

—¿Como lo viviste a nivel de repercusiones? Porque no estuviste en el programa siguiente y hubo manifestaciones de apoyo...

—A mí me permitió reflexionar. Yo aprendí mucho de esa semana. Me sentí escuchada por mis compañeros, arropada por el equipo, por mis amigos, por quienes me rodean y creo que todo deja un aprendizaje.

—¿Cuál fue el aprendizaje principal?

—Que ante cada situación siempre es bueno ver el bosque y no el árbol.

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—¿Cambiaron por ejemplo los códigos de intercambio con Alberto Sonsol, con quien habías debatido en el programa anterior?

—Yo no lo personificaría en Sonsol porque me parecería injusto. El proceso de aprendizaje fue de todos. Fue mío y de cada uno de los integrantes de Polémica. Creo que en un programa en vivo y que implica la contraposición de argumentos y la discusión se tiene que incorporar un ritmo que lleva un aprendizaje colectivo. Polemizar en vivo en TV requiere de una práctica que demora hasta que se termina de aceitar. En el proceso, a veces las fricciones de los engranajes quedan expuestas porque es televisión en vivo. Entre todos le estamos encontrando la vuelta para funcionar de la mejor forma. No es una tarea sencilla en un equipo que es grande, que tiene personalidades distintas y que somos temperamentales e intensos todos. Nos apasiona polemizar y defender cada uno nuestro punto de vista. El equilibrio está en cómo lo defendés sin cruzar determinadas líneas. Todos aprendimos sobre esas líneas en esa semana.

—¿Hubo algún problema de género en el fondo del episodio como se especuló en las redes?

—Los temas de género en momentos bisagra como el que estamos viviendo lo atraviesan todo, porque se está re-aprendiendo a vincularse con el otro género constantemente, más aún en grupos humanos con integrantes de distintas generaciones.

—Sos muy activa en redes sociales, en especial en Twitter. A veces respondés críticas de seguidores. ¿Cuál es tu relación con las redes sociales?

—He pasado por diferentes momentos. Hoy, mi relación es más distante. En otros aspectos de mi vida también estoy en la etapa de "respirá, analizá y después, actúa". Bajar la impulsividad es un aprendizaje. Creo que el público me suele percibir a mí como intensa y sí lo soy, porque me gusta ser intensa en mi trabajo. Pero en mi vida de puertas adentro no soy así. O al menos, estoy intentando no serlo en estos momentos.

—¿Respondés menos a los haters entonces?

—Sí. Cada vez contesto menos. No voy a negar que cada tanto me gusta responder a determinados haters. Es como mi pequeña maldad. También me gusta provocar dos por tres porque está en mi naturaleza. Y encontré la maravillosa herramienta del silenciador. Todos tenemos derecho a expresarnos y decir lo que tengamos ganas. Aquellos que me insultan, me agreden o me faltan el respeto tienen el derecho de hacerlo. Yo no tengo por qué leerlos. Entonces los silencio. Sí leo muy detenidamente las críticas, que a veces son tremendamente duras, pero que si son desde el respeto y la argumentación las asimilo y aprendo de ellas.

—Últimamente se está empleando el término “grieta” para el escenario político uruguayo. ¿Crees que es aplicable?

—Uruguay es tan rico y con una identidad propia que no me parece bien emplear un término que se usa en Argentina para definir algo que supuestamente nos pasa. Si uno se guía por Twitter, hay “grieta”. Pero Twitter es un micromundo que puede reflejar una parte de la sociedad. La vida no está ahí. La gente se levanta, se sube al ómnibus y tiene otros problemas que no pasan por si le dijeron “foca” o “facho”. Fuera de eso, no creo que tengamos una nivel de división como en Argentina. Nuestro sistema político se asemeja bastante a lo que nos enseñan en geografía: aquello de la penillanura levemente ondulada. Es cierto que pueden haber muestras de radicalización de ambos lados, pero en grandes rasgos se siguen parámetros de respeto. El debate entre exponentes de los partidos puede ser duro pero estamos lejos de que haya una división tal que uno no pueda hablar con el otro.

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Foto: Leo Mainé. 

—Más allá de los líderes, el enfrentamiento parece más duro a nivel de los simpatizantes...

-Puede ser. Yo creo que tenemos un problema más grave que la supuesta “grieta” y me refiero a la intolerancia entre todos como sociedad. Nos pasa cuando salimos y quien maneja no es capaz de cederle el paso a un peatón o alguien que estalla porque el delivery se demora 10 minutos. Creo que estamos viviendo muy acelerados y explotamos por cualquier cosa. Todo el tiempo veo en los hechos cotidianos que la gente está al límite. Me preocupa mucho más eso a nivel de violencia que el chisporroteo político.

—Entramos en el tramo final de la campaña por las departamentales. Como periodista, ¿te gustan los períodos electorales?

—No me gustan. Me atraen otras cosas del periodismo: prefiero los primeros años de un gobierno para analizar qué está haciendo y qué no en función de lo que prometió. Las campañas tienen ese ida y vuelta de uno que dice y del otro que le responde que me aburre mucho. La comidilla diaria electoral me satura.

—¿En las elecciones pasadas te costó elegir el voto?

—No porque yo no voto.

—¿No tenés credencial o pagás la multa?

—Anulo mis votos. Es la forma que encontré de expresarme en mi libertad como periodista independiente. Se puede compartir o no. Pero desde que empecé a votar, ha sido así. Nunca voté a nadie. Creo que a algún delegado en la Universidad pero más allá de eso, a nadie. Me siento cómoda así. Ni siquiera dentro del cuarto secreto, adhiero a algo. No digo que en el futuro haga otra cosa, pero hasta ahora es la posición en la que yo me he sentido más libre.

—Quienes critican esa práctica señalan que al anular el voto, anulás tu posibilidad de incidir en la democracia...

—No. Es igual de democrático anular el voto. No quiere decir que yo no tenga un pensamiento filosófico/ideológico y que no sea demócrata. Quiere decir que en tanto periodista, no me siento cómoda haciendo otra cosa.

—¿De qué equipo deportivo sos hincha?

—De ninguno. No soy hincha de nada. Tengo una conexión con Goes por mi infancia. Pero nada más. Ni siquiera por la selección uruguaya. Durante el mundial, todos estaban enardecidos y a mí me aburrían los partidos. Necesito tener distancia con las cosas para poder analizar sin pertenecer a nada. No me moviliza nada. La única pasión que se ha mantenido en mí es el periodismo. No hay otra. A veces me pregunto si eso no es un poco desolador. Pero es así.

—¿Te considerás feminista?

—Sí. Creo profundamente en pelear por la igualdad de derechos y de oportunidades. Eso no quita que haya aspectos o acciones del movimiento feminista uruguayo con los que no estoy de acuerdo. Y como no milito en ese movimiento, ni en ningún otro, tengo la libertad de no compartir tal o cual aspecto.

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Foto: Leo Mainé. 

—Has dicho que sos adoptada. ¿Desde cuándo lo supiste?

-Desde siempre. Mis padres me lo dijeron apenas tuve uso de razón. Me acuerdo de presentarme en la escuela diciendo: “Hola, soy Patricia, soy adoptada y celíaca”.

—¿Nunca tuviste curiosidad por saber de tu familia biológica?

—El libro de mi vida lo empecé a escribir con mis padres desde el día prácticamente 0. Yo nací en el Pereira Rossell y de ahí, según le informaron a mis padres del INAU, estuve unos 15 días en un hogar hasta que llegué a mi casa. Nunca tuve complejos, ni dudas sobre mi adopción. Mis padres siempre me hablaron con la verdad y me dieron la libertad de que yo, si quería, pudiera buscar mis orígenes biológicos. Pero nunca tuve la inquietud. El punto es que a muchos adoptados, en cierto momento de sus vidas, se le aparece la pregunta: “¿Por qué a mí me abandonaron?”. En mi caso, tal vez por la forma en que fui criada, nunca vi esa pata en mi vida. Nunca sentí mi adopción como consecuencia de un abandono. La vivo como el deseo de dos personas que me buscaron tanto, tanto, tanto que llegué yo. Soy producto de ese amor, de esa búsqueda y de la espera de muchos años. No necesito saber otra cosa.

—No tenés la inquietud periodística aunque sea...

—No. Solo una vez, en mi adolescencia, me dio curiosidad saber si tenía hermanos. Quizás por la ausencia porque era hija única. Pero fue algo fugaz. Mi padre, casado en segundas nupcias, tuvo luego a Agustín y me dio a los 15 años el hermano que de algún modo me hacía falta.

—Llevás más de un año soltera. ¿Cómo te llevás con ese estado civil?

—Muy bien. No soy de las mujeres que les pesa estar sin pareja. Estoy soltera pero no me siento sola. Tengo amigos, tengo familia y antes que nada me tengo a mí. Disfruto mucho el tiempo conmigo. Nunca me aburro: siempre tengo un libro pendiente o una película para ver o llamadas para hacer o planes con amigos. Y si no tengo nada, me encanta disfrutar de mi casa sin hacer nada.

—No percibís la falta entonces...

—No. Eso no quiere decir que me encantaría tener un compañero de vida. Estoy a punto de cumplir 36 años y transito un momento en que me gustaría compartir con alguien y que eso implique un proyecto juntos, un plan de familia e hijos. Nunca fui “Susanita”, pero son cosas que ahora empiezan a ponerse sobre la mesa cuando antes mi prioridad absoluta era la carrera y la carrera. Pero mientras eso no pasa, mientras la persona no se cruce por obra del destino (soy de pensar que las personas aparecen en nuestra vida por algo) mientras eso no pasa, la soltería no me incomoda.

—¿Llegado el caso serías madre soltera?

—No sé si sería. Pero no lo descarto. La maternidad es algo que me planteo para mi vida y si no está el compañero, la naturaleza y la ciencia permiten que se pueda ser madre soltera. Es una buena opción.

—¿Crees que los hombres se cohíben de acercarte por tu perfil público?

—Creo que puede haber personas que piensen que una reproduce la forma de ser en el ámbito laboral en su vida privada. Si hubo hombres que no se animaron a abordarme por lo que ven en la televisión, bueno, ellos se lo perdieron. Quizás alguno pensó que lo iba a acribillar a preguntas. No sé. Si pasó, yo no me enteré.

Hace un tiempo Christian Di Candia habló de su imposibilidad de tener una relación con una persona que tuviera un pensamiento político opuesto al de él. ¿Coincidís?

—A priori no me privaría de la experiencia de conocer a otra persona porque tenga un pensamiento “opuesto” al que pueda tener yo.

—Fuiste parte del carnaval como bailarina, ¿cuál es tu visión de las denuncias “Varones Carnaval”? ¿Tuviste malas experiencias en ese ámbito?

—Participé del carnaval de adultos siendo una adolescente de 15 años. No viví situaciones como las relatadas en las denuncias pero no me sorprendió el tono de las mismas. ¿Por qué el ambiente del carnaval sería ajeno a situaciones de abuso y acoso que se observan en sectores como el político, educativo, empresarial o sindical? Me parece muy bien que haya salido a la luz, y me parece mejor aún que se investiguen las presuntas denuncias, porque la herramienta no debe quedar en el mero “escrache individual” si no apuntar a que se concrete una verdadera transformación.

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