Rafa Villanueva cumple 10 años con "Súbete a mi moto": "No somos muy queridos por el establishment político"

El conductor celebra la década del programa de viajes y habla de todo: la picante pregunta a Lacalle Pou, el enojo por la nota sobre su espirometría y el ciclo del que esperaba más repercusión.

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Rafa Villanueva.
Rafa Villanueva conduce actualmente "Súbete a mi moto". Su carrera televisiva está llena de éxitos como "Telemental", "Sin atajos" y "La ruleta de la suerte".
Foto: Leo Mainé

Sin que se lo vea muy seguido en un estudio de televisión, es uno de los conductores más exitosos, queridos y con mayor permanencia en pantalla. Es que a pesar de haber tenido sucesos con ciclos grabados puertas adentro, Rafa Villanueva tiene como sello sus interacciones espontáneas con el público al aire libre. Un camarógrafo y un micrófono en mano son suficientes para que se produzca la magia. Bajo esa consigna se ideó Súbete a mi moto diez años atrás, un programa que todavía sigue llevando al comunicador por el interior del país y que gracias al cariño del público tiene cuerda para rato. Distendido en uno de sus días libres entre viaje y viaje, Rafa recibe a El País en su casa del Prado para un diálogo sobre los vaivenes de la industria y de la exposición pública. "Nunca me metí mucho en el ambiente televisivo", sentencia.

-¿Cuál es la clave para que Súbete a mi moto mantenga el éxito después de 10 temporadas y no se vuelva reiterativo?

-La esencia de Súbete a mi moto es el trato con la gente. Una vez le planteé este tema a (el gerente de programación de Teledoce) Eugenio Restano y me dijo que el programa lo hacía la gente y la gente cambiaba programa a programa. También hablé de esto una vez con (Orlando) Petinatti, al que le conté que estábamos pensando cómo buscarle una vuelta y me dijo “a la gente hay que darle lo que quiere”. El público lo aceptó así, lo espera, lo mira y lo busca. Esa es mi principal motivación. Por otro lado, con el tiempo le fuimos poniendo más cariño. Al principio se trabajaba sin guionistas y era muy “a la que salga” y eso fue mejorando.

-Cuando empezó Súbete a mi moto había otras sensibilidades y había discursos que todavía no tenían la fuerza que tienen hoy, ¿identificás en ese sentido alguna transformación en el humor o en los comentarios que había en el ciclo?

-Yo empecé a tener ciertos cuidados. Había chistes que antes podía hacer y ya no hago, pero no formaban parte de la esencia del programa. Yo siempre jodo con que no me sale la palabra “deconstrucción”, pero es un proceso que hice. Tuve que corregir algunas cosas mías porque nací en el 70. Es un cambio que va más allá del programa. Hay ciertos comentarios que no hago más pero no porque no le caben al programa sino porque no me caben a mí. Es una cuestión más personal que profesional.

-¿Disfrutás más las notas callejeras que los programas que se hacen en estudio?

-Se disfrutan las dos cosas, pero yo creo que rindo más o al menos tengo más experiencia en la calle y ahí el trabajo fluye de otra manera. Tenemos mucha gimnasia.

Rafa Villanueva
Rafa Villanueva lleva 10 temporadas al frente de "Súbete a mi moto": "Iban a ser solo 13 programas".
Foto: Leo Mainé

-Fuiste el primero en preguntarle al presidente Lacalle Pou sobre el tratamiento capilar que se había realizado, ¿cómo fue esa situación?

-Cuando lo hice alguno se agarraba la cabeza atrás de cámara (risas). Con el presidente nos conocemos desde hace mucho tiempo. Cuando era diputado iba siempre a los actos patrios en el interior, entonces le seguí toda la carrera y me lo cruzo desde hace años. Había cierta confianza como para preguntárselo y me mandé. Todo el mundo hablaba de eso y sentí que correspondía. Fui con buena onda, partiendo de una necesidad mía. Lo encaré desde el juego de decirle que a él le había quedado bien y yo me estoy quedando pelado. Él me contestó y hasta me pasó el nombre de la clínica en la que se lo había hecho.

-¿Recibiste críticas de militantes por esa nota?

-No tengo idea. No veo los comentarios de redes sociales, los ignoro por completo. Uno dice “esto es negro” y los de la derecha se acomodan para pegarte y los de la izquierda también. Siempre pegan de todos lados. No aportan y lo que busca el que lo hace es que vos le sigas el juego para tener repercusión. Le terminás haciendo el caldo a un boludo que ni sabés como se llama y tiene 10 seguidores. Aprendí que cuanto más masivo te volvés va a haber más gente que piense que sos un genio y más gente que piense que sos un tarado. Uno no es ni una cosa ni la otra.

-¿Pero te afecta este tipo de ataques?

-Para nada.

-¿Por qué dijiste entonces que estabas arrepentido de haber dicho a quién votabas, por ejemplo?

-Porque fue un comentario innecesario que no le sumaba ni le restaba al programa. No es que me haya arrepentido, pero sentí que había hablado al pedo. Me pegaron de todos lados pero eso no me importó. Los de derecha me pegaban por haber dicho que votaba al Frente, y los del Frente me pegaban porque en esa nota también decía que al Frente le venía bien que le peguen un boleo en el culo.

-¿Te han ofrecido hacer política teniendo en cuenta el alcance que tenés a nivel popular, especialmente en el interior de país?

-No. Una vez Tabaré Viera me dijo como chiste en el carnaval de Rivera “usted vio la aceptación que tiene, si se presenta gana”. Pero no es lo mío. En Uruguay la gente te quiere hasta que te metés en política. No es trasladable el cariño por lo que hacés en televisión hacia lo que te apoyarían en caso de hacer política. Son cosas distintas. Es como cuando uno piensa que le va a ir bien en televisión porque tiene un millón de seguidores en Instagram.

-¿Tampoco te han ofrecido publicidad o ser la cara de alguna empresa del Estado?

-Tampoco. Lo único que hubo hace unos años fue que Antel nos daba un teléfono y cobertura a muchos de los que trabajábamos en los medios, pero eso duró poco porque enseguida hice un programa cuyo auspiciante principal era una compañía de la competencia. No somos muy queridos por el establishment político. Un par de veces intentamos en el gobierno del Frente que el programa fuera declarado de interés turístico y nunca nos llevaron la petición. Por otro lado, yo no tendría problema en trabajar para el Estado si estoy de acuerdo con difundir alguna idea interesante. Si mañana me dicen de hacer una campaña sobre vialidad o sobre el consumo de alcohol en los jóvenes me encantaría poder aportar sin importar cuál sea el gobierno de turno. Ahora, si me decís de trabajar como prensa de un político creo que no lo haría.

-¿Te molestó que se publicara la noticia de un control de alcoholemia que te había dado positivo con la foto de ese momento?

-Sí, me enojé. Hasta el día de hoy no le encuentro valor a la noticia. No choqué, no atropellé a nadie ni me caí con el auto al río. Ni siquiera estaba ebrio. El gobierno en un momento hizo campaña para habilitar el 0,3 y a mí me había dado apenas 0,19. Es como si no hubiera respetado un cartel de Pare. Yo no veo que se publique en los portales cada vez que una figura pública recibe una multa. No hubo buena leche. Se buscó el efecto de “el pibe hace un programa en moto y dio positivo en un control de alcoholemia”. Llegamos a salir hasta en Infobae de Argentina. Fue una locura. Esto podría haber afectado mi laburo. Yo hablé con el canal, expliqué la situación y no pasó nada, pero podría haber pasado. Para publicar eso me tendrían que haber llamado, no para pedirme permiso sino para preguntarme si tenía algo para decir. Nunca me llamaron.

-Formás parte de una generación que entró con fuerza a los medios, con Jorge Piñeyrúa, Fernando Tetes, Gonzalo Cammarota, entre muchos más, ¿por qué creés que no se volvió a dar un fenómeno como ese?

-Con esa camada también entraron Sebastián Beltrame, Facundo Ponce De León y varios más. Éramos toda gente casi de la misma edad que debutaba en televisión casi al mismo momento. No se volvió a repetir. Tuvimos la suerte de caer en un momento justo en el que la televisión pedía un recambio generacional y nosotros estábamos ahí. Capaz que la tele ahora no lo pide tanto.

-¿La gente joven se fue alejando de la televisión?

-Sí. La gente que mira televisión es en gran parte mayor. Nosotros cuando aparecimos le hablábamos a los jóvenes, pero en aquel momento no había plataformas de streaming ni redes sociales, solamente había televisión y radio. Ha llegado un momento en el que los canales necesitan aggiornarse. No sé cómo se va a dar, pero uno ve que los programas tienen cada vez más presencia en redes sociales. Hoy es imposible sentar a un chiquilín frente a un televisor un domingo a las 9 de la noche. La gente joven quiere ver lo que quiere, cuando quiere y donde quiere. Otra cosa no les entra en la cabeza. Con la televisión pura y dura no les vas a llegar nunca.

-¿Vos mirás televisión?

-Sí, voy a buscar lo que me gusta, de la forma que se mira televisión ahora. Miro mucho deporte, programas periodísticos y cadenas de noticias internacionales. Para ver una película me voy a una plataforma.

-¿Y te sentís identificado con el ambiente de la televisión en el que trabajás?

-Yo siempre tomé esto como un laburo. Quería vivir de lo que me gustaba, pero nunca fue para hacerme famoso y no pagar un almuerzo. Nunca me metí mucho en el ambiente televisivo. Hasta hoy me sucede que no lo curto porque laburo en el campo y tengo solo dos compañeros. No hay lugar para creérsela ni para sufrir o chocar con ese ambiente. No voy a fiestas ni premiaciones, no es algo que me guste ni un espacio en el que me sienta cómodo. Lo único que hago es juntarme con algunos colegas del medio en algún asado. Cuando me explotó la televisión en la cara yo vivía en pareja, ella tenía hijos y de repente empezaron a caer más amigos de uno de ellos a casa. Un día lo senté y le dije “acá no cambió nada, sigo siendo Rafa por más que la gente me empiece a conocer en la calle; eso no nos vuelve especiales”. Siempre estuve bien parado en ese sentido, más allá de que al principio estaba muy pendiente de lo que se decía de mi trabajo en los diarios.

-Acumulás un montón de éxitos televisivos a lo largo de tu carrera, ¿de algún proyecto esperabas más repercusión?

-De El Juego de la oca esperé una repercusión que no tuvo, pero no lo considero un fracaso ni mucho menos. Hicimos todos los programas que teníamos previsto hacer y sabíamos que no se iban a hacer más. Pero es cierto que yo tenía más expectativas, capaz que más que las que tenía que tener. Eso no me pasa habitualmente, pero me entusiasmaba mucho porque me encantaba hacerlo y mientras lo grabamos sentimos que era una bomba. Después no le fue mal, pero no fue una bomba. Hubo otros sobre los que yo no tenía tantas expectativas y al final sí resultaron una bomba, como Súbete a mi moto que iban a ser solo 13 programas.

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