ENTREVISTA
El mítico cantante español habla de su carrera, la operación, sus premios, la fama y el concierto que dará el próximo 22 de marzo en el Antel Arena
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El próximo 22 de marzo, el Antel Arena será testigo del regreso de Raphael. El músico español vuelve a nuestro país tras una pausa de seis años para presentar su nuevo disco Resinphónico. Las entradas se adquieren por Tickantel desde 2.500 pesos y hay varios sectores agotados.
En esta entrevista con Sábado Show, el cantante habla de su carrera, estos tiempos de pandemia, los éxitos virales, su carrera como actor y hasta del conflicto entre Rusia y Ucrania.
A través de Zoom, Raphael aparece sonriendo. Ha estado todo el día de rueda de prensa, pero dice que le gusta, porque es la única forma que el público sepa que está de gira.
—Llega el 22 de marzo al Antel Arena. ¿Cómo va a ser este show en Montevideo a seis años de su última visita?
—Fantástico te va a encantar porque tiene mucha fuerza.
—Con su carrera y discos, y sabiendo que el concierto en algún momento tiene que terminar, ¿cómo es hacer la selección para el show?
—Es complicado. Sí, el show tiene que continuar y terminar. Empezar el concierto es fácil, pero terminar, cuando el público se empeña que esto no se terminó, es complicado. Pero se me da bastante bien, de las cosas que mejor se me dan, es el orden de un concierto. Es bastante complicado mantener siempre la atención del público y que no baje nunca. Eso es complicado, pero se me da bastante bien, lo reconozco. Esto tienes que tenerlo de nacimiento, porque no se aprende en ningún lado. Soy muy lógico con las cosas y detrás de una canción tiene que ir esta otra. En eso tengo una lógica aplastante.

—¿Así es para todo en la vida?
—No para todo, a veces meto la pata, pero más o menos. Estoy bien orientado.
—¿Cómo ha estado pasando estos meses sin conciertos?
—Desde el tercer mes de la pandemia me metí a grabar como podía, porque estaba como entre cristales, con nadie. En el estudio estaba con el técnico y nos separaba el cristal, así que me grabé dos discos. Después enseguida debuté en Madrid, donde hice dos conciertos el año antepasado, fueron un éxito tremendo y concurrieron 7.000 personas a cada uno, con distancia porque fue en un sitio enorme que permitía la distancia entre el público. No pasó nada, y desde el año pasado he estado de gira en sitios muy grandes y afortunadamente ha salido todo muy bien. Una vez que terminé la gira he vuelto a grabar, ahora estoy grabando con Pablo López y empiezo la gira el martes.
—Ha tenido una vida que no se ha detenido por nada.
—No, por nada, ni siquiera por mi trasplante de hígado.
—Eso fue en 2003, ¿no fue así?
—Sí, van a ser veinte años.
—Dijo que sintió que había renacido después de esa operación.
—No lo dudes, renací, y con una vitalidad inusual.
—Tiene una vida muy conocida y exitosa que lo llevó a ganar un Disco de Uranio, pareciera que la industria de la música ya no sabe cómo premiarlo.
—Afortunadamente me lo dieron en 1984, pero ya no existen esos premios. Ahora, en estos tiempos no se vende la cantidad de discos que se vendían antes porque ahora la música sale por todos lados, y tienes miles de caminos para acceder a ella. Antes solamente estaba el disco. Este premio fue a un solo disco mío que vendió 50 millones de ejemplares, esos tiempos pasaron. Ahora se vende menos pero los discos están mejor hechos y sobre todo lo que me gusta del disco es tener el LP, el disco físico. Ahora he vuelto a él con más pasión que nunca, el otro me gusta menos porque no suena como el disco a la vieja usanza.

—Usted que ha estado en distintos momentos de la música, ¿qué apreciación hace de estos momentos donde una persona saca una canción y se vuelve famosa en 24 horas?
—Es verdad eso, pero suele pasar que desaparecen en las mismas horas. No lo digo con segundas, quiere decir que últimamente la música, la mía no porque sigo siendo como antes y mis compositores igual, la música está hecha como para los cines, para usar y tirar. Eso es lamentable, porque es difícil llegar a un sitio y es una pena que se te acabe todo en nada. De pronto hay gente que sale en televisión, tiene un éxito y a los tres meses ya no está. ¿Cómo puede ser tan efímero todo? Yo no podría soportarlo, no podría trabajar así.
—¿Se refiere a tener que sacar un éxito tras otro?
—Es que no se puede ir tras el éxito, yo debo de hacer lo que me gusta y al hacerlo puede que al público le guste. Si no me gusta a mí, malamente voy a llegar a la gente. Al primero que le tiene que gustar es al artista para luego venderlo al público.
—¿Tiene una cábala antes de salir al escenario?
—No. Bueno, hay una gran cábala que es vestirme de negro, porque cuando era jovencillo no me vestía así.
—¿Y cuándo adoptó ese color para el escenario?
—Fue en el primer viaje que hice a México, a los tres años de empezar. Me perdieron las maletas y llegué a ensayar y cantar y al manager que tenía le dije: cómprame un pantalón negro. Si hubiesen existido entonces los vaqueros, hubiera sido un vaquero, pero fue un pantalón negro y una camisa talla mediana. Así salí del paso. Y fue tal el acontecimiento de esa noche y las siguientes que se me quedó y nunca me he vestido de otra forma. Así que esa es una cábala; pero cosas para hacer antes de subir al escenario, no. No tengo esas manías. Yo salgo a disfrutar con el público, porque también quiero pasar bien, como hace la gente.
—En estos 60 años de carrera, ¿siente que hay alguna canción que ya no puede o no quiere cantar?
—¿Por qué no podría cantar?
—Porque se aburrió o se cansó de interpretarla.
—Aburrirme puede ser, pero para eso tengo una cosa, hay muchas veces que cambio el repertorio, no todo pero varias cosas porque me cansan. Pero basta que lo quite para que a las dos semanas lo extrañe tanto que lo vuelvo a poner. Las canciones son como hijos míos, y soy un enamorado de mis canciones, sino no podría cantarlas. Y si la pregunta era por si podía cantar en esos tonos, perfectamente, sigo en el tono.
—Sí, esa es una de las cosas increíbles que lo rodean, no ha perdido la potencia de su voz.
—Eso sí que es extraño, es muy extraño. Es una suerte y ha repercutido el que me haya cuidado tanto, que no haya salido por las noches, no fumo y no bebo. Eso, al cabo de los años recoges el bien que has sembrado.
—En estos momentos el cine y la televisión tiene un auge de películas y series biográficas.
—Tengo un documental fantástico que está teniendo un gran éxito en España, y tengo una buena noticia para América, porque lo van a poner en todas las televisiones antes que termine agosto. Así que lo van a poder ver.
—¿Cómo surgió ese documental?
—Son cuatro horas de documental que le enseña al público muchas cosas que ha leído pero que no me las ha visto. Cuando debuté en el Madison Square Garden, cuando fui a Las Vegas, cuando voy a Rusia, se ha dicho mucho, pero no se ha visto y aquí pueden ver todo eso.

—¿Siempre guardó el material que ha salido sobre usted?
—No, pero en cuanto Jacobo, mi hijo mayor, tuvo la ilusión que tiene por el cine, empezó a grabarme, a grabarnos a todos y tiene un material tremendo que sirve para esto.
—Leí que decidió convertirse en artista cuando tenía 11 años cuando veía “La vida de sueño” de Calderón de la Barca.
—Sí, desde los cuatro años he cantado porque entré en el colegio para estudiar y a cambio me daban clases de voz. Había entrado allí porque necesitaban un solista de voz primera y tenía, aparte de una voz muy alta lo que era extraño para un chico, y entré fácilmente. Entonces, hasta los 10 años canté y canté. Después, viendo lo de Calderón de la Barca soñaba con ser actor. Pero claro, nadie me llamaba para ser actor, me llamaban para cantar pero cuanto que pude llenar los lugares, enseguida fui atrás del cine y empecé a hacer cine. Me costó más trabajo pero terminé haciéndolo.
—En su carrera, además de ir por todo el mundo, estuvo en Eurovisión.
—Dos veces, en 1966 y 1967 y podía haber estado una tercera vez, pero dije que no. Fue muy interesante para mí, no gané afortunadamente, porque para el público era el ganador. Porque cuando a una persona no le dan lo que se merece, el público se vuelca contigo. Así que hasta esa suerte tuve. Fui una gran víctima.
—¿Eurovisión siempre fue un programa tan político, donde los países votan por su cercanía política?
—Sí, siempre ha sido extrañamente político. Ahora no es como antes, es un espectáculo muy grande pero no tiene la emoción de antes, porque antes te la jugabas en tres minutos y en directo.
—Decía que había ido a Rusia. ¿Cómo recuerda ese país ahora que está el conflicto con Ucrania?
—Voy todos los años. Este año creo que no, más vale que no. No estoy preocupado por si voy o no, sino por el asunto de ver qué solución encuentran, porque guerras no puede haber. Que nuestros señores que nos mandan y dicen qué tenemos que hacer, a ver cómo lo solucionan. Todos estamos de espectadores, recemos para que estén bien orientados.
—¿Le parece que los artistas tienen que tener una opinión política con respecto a lo que sucede en el mundo?
—Los artistas pueden tener todo lo que les venga en gana al igual que los arquitectos, médicos, locutores o quienes sean. Somos seres humanos como cualquiera que pensamos. Lo que debes hacer es hablar con convicción y no decir tonterías, sino la realidad de las cosas. Pero la situación es preocupante.