ENTREVISTA
El actor atraviesa por un momento de cambios intensos. Se separó luego de 25 años de relación con la madre de sus hijos y su rol en Polémica del bar cambió. Ya no será panelista fijo, sino invitado.
-¿Cómo sigue tu año a nivel teatral?
-Estamos con la comedia Jumpy en el Circular, donde también actúa mi perro bóxer, García. Estoy dando clases en el Circular y con el director Lucio Hernández nos vamos a mudar temporalmente a El Galpón para el último trimestre del año. También estamos preparando con Ernesto Muniz un nuevo unipersonal.
-En Polémica en el bar comienza una nueva etapa…
-Sí, estaba yendo un día a la semana y ahora, en una etapa de cambios, estaré yendo menos. Forma parte de una renovación del panel. Al programa empecé a ir como invitado y después de ir muchas veces me contrataron. El primer día que fui como contratado me peleé con (Alberto) Sonsol. Estando de acuerdo con él, nos peleamos fuerte. Era un personaje único: dominaba como nadie el juego del programa. Después de la discusión que tuvimos, en la tanda, fui a hablar con él para pedirle disculpas si algo lo había ofendido. “¿Disculpas por qué, pibe?. No pasó nada”, me respondió.
-Sos una persona identificada con ideas de izquierda y tu rol en Polémica, por momentos, ha sido jugado en la opinión. ¿Costó tomar esas posiciones?
-No. Es algo que ya venía haciendo desde los unipersonales y allí hemos tenido varios líos, incluso personas que nos quisieron demandar. Nosotros metemos mucho humor político y jorobamos todo el tiempo con la actualidad. Soy de izquierda pero también le pego al Frente Amplio. De hecho, cuando van al teatro políticos de izquierda, como Carolina Cosse, María Julia Muñoz, Boca Andrade… le pego más a ellos que a los otros. Me gusta dar palo repartido. El problema es que hoy estamos en una situación en la que lo políticamente correcto está matando todo. Nada se puede decir que alguien se ofende. Son tantas las sensibilidades que quedamos paralizados.
-¿Te pasa eso?
-No, en mi caso no. Cada vez que hago un show, le digo a la gente antes de empezar: “Lo que van a ver es una porquería”. Eso como que me habilita a decir cualquier cosa y a entrar en complicidad con el público. Pero en líneas generales la sociedad está muy sensible y muy agresiva, en especial la turba de Twitter. Son pocos, puede ser, pero se hacen sentir. Mi tesitura es ignorar a los fundamentalistas, también a los que te dan para adelante diciéndote “genio”, “ídolo”, “capo”. En el unipersonal que estamos preparando pensamos tratar con humor un poco ese tema del amor y el odio en las redes y de la intolerancia. Todo lo vamos a decir sin filtro porque a mí me divierte la realidad y me divierten las desgracias, empezando por la mía personal.
-Hace poco te separaste luego de 25 años de relación, ¿también le encontrás humor a esas situaciones?
-Me duele muchísimo pero sí, trato de divertirme. Obviamente voy a hacer menciones en el unipersonal y ahora mismo, en el programa que estamos haciendo con Gaspar (Valverde) y Karina (Vignola) (Noche D10), bromeamos mucho con la separación. Gaspar también está separado y siempre jodemos. Para mí es fundamental la risa.
-Recién hablabas de la intolerancia. Has tenido varias polémicas en redes, ¿cuál dirías que fue la peor?
-Lo peor que me pasó fue con el fútbol y con bromas sobre Peñarol. Soy hincha enfermo de Peñarol pero cuando pierde, y últimamente nos toca bastante seguido, soy el primero en hacer el chiste, antes que me gasten los de Nacional. Y después de algunos de esos comentarios chistosos me encontrado con mucha violencia, hasta con amenazas de muerte. Hay gente que está enferma, muchos fanáticos que no entienden nada del folclore del fútbol. Claramente no me gusta perder y mucho menos un clásico, pero si pasa, me río.
-¿Qué te parece la llegada de Luis Suárez a Nacional?
-Me parece que le hace bien al fútbol uruguayo, pero no es bueno para él, que se está preparando para el Mundial. Esta liga no es competitiva. Me gusta también la alegría de la gente de Nacional. Hay quienes lo comparan con el regreso de (Fernando) Morena a Peñarol. Pero no es lo mismo. Yo me acuerdo de aquella campaña y a Morena sí lo trajo la gente que hizo la colecta. En ese caso, Suárez vino por la gestión de la dirigencia. El “efecto Suárez” también va a ser muy bueno en venta de camisetas, de entradas, todo va a repercutir en una movida económica interesante. Aunque repito: para sus intereses deportivos no sé si es lo mejor venir a Uruguay en este momento.
-Tus comienzos como actor fueron accidentados, ¿verdad?
-Siempre quise ser actor. Pero arranqué estudiando en la escuela del Teatro Circular, de donde me echaron. Me dijeron que no servía para el teatro.
-¿Quién te lo dijo?
-No importa. Una persona que ya no está. Pero ese me cayó mal, muy mal. No sabía qué hacer. Meses después de aquella prueba de admisión de la que me habían bochado, se generaron algunas vacantes y me llamaron junto a Gustavo Bianchi. La remamos como loco, de atrás.
-¿Siempre lo tuyo fue la comedia?
-No. Haciendo la escuela me presenté al Teatro Joven e hice algunos unipersonales en la movida under. Pero después me entró el berretín del actor serio. Hice drama por siete u ocho años. Más tarde retomé la veta del humor y aparecieron trabajos en los medios como comediante: estuve en Radio Sarandí con Adela Dubra y antes con Jorge Temponi. Ahí empecé a robar las primeras gallinas. Yo siempre dijo que antes de actor o que nada, soy ladrón de gallinas.
-En TV, fue muy recordada tu participación en En su salsa, como un locutor que provocaba a Sergio Puglia y al resto de los conductores.
-Ahí comenzó ese vínculo de complicidad con Sergio Puglia. El locutor le podía decir cualquier cosa. Al principio, algunos televidentes llamaban indignados al canal porque consideraban que lo que hacía era una “falta de respeto”. Después fue prendiendo el personaje, que fue buscado junto a la producción (OZ Media) y el propio Sergio. Lo único que no podía alterar era la información de los ingredientes y las medidas en la receta. Todo lo demás era libre.
-¿A qué te dedicabas antes del teatro?
-Fui vendedor, cobrador… hice de todo. Me crié en Cerrito de la Victoria. Nunca sobró nada en mi casa, más bien faltó. Si te cuento mi infancia, decís: “pero qué infeliz”. Y sin embargo no tengo malos recuerdos. Mi padre alcohólico y abandónico. Nos crió mi madre. Recuerdo que algunas familias nos daban de comer a veces. Pero todo eso lo tomaba con felicidad, con humor.