Rodrigo Lussich, el heredero uruguayo de Rial: "La gente odia a Wanda, La China e Icardi"

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Rodrigo Lussich. Foto: Marcelo Bonjour

ENTREVISTA

El conductor de Intrusos disfrutó de un fin de semana en Montevideo junto a Juan Pablo, su pareja. "Siempre lamenté mucho no haber tenido mi programa en Uruguay", confesó a El País.

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Tenía apenas 12 años cuando se mudó de Montevideo a Buenos Aires, y 16 cuando empezó a trabajar en la radio. El periodista uruguayo Rodrigo Lussich siempre supo que su lugar estaba al otro lado del charco, y lo comprobó años después, cuando alcanzó la popularidad de la mano de Viviana Canosa. Hoy está al frente nada menos que de Intrusos, una leyenda del periodismo de farándula.

Durante su fin de semana de paseo en Uruguay por el cumpleaños de su hermana, el conductor habló con El País y no dejó tema sin abordar: el Wanda-gate, la rivalidad con Los Ángeles de la Mañana y la vanidad de las figuras porteñas. “Llegar muy arriba en el mundo de la televisión implica una gran soledad en la vida personal”, analizó sobre el star system argentino.

-¿Sos un uruguayo que vive en Argentina o un argentino que nació en Uruguay?

-Me siento muy argentino. Vivo hace 35 años en Buenos Aires, así que es difícil no sentirse de ahí. Argentina es el país en el que hice toda mi carrera, donde tengo mi familia y donde me pasaron las cosas más importantes. Además soy muy porteño en mi andar cotidiano. Me atrae esa metrópolis febril que tiene Buenos Aires. Igualmente cuando llego a Montevideo recupero la tonada, las costumbres y también me siento de Uruguay. Soy bipatriota.

-¿Qué hubiese sido de tu vida de haberte quedado en Uruguay?

-Yo siempre lamenté mucho no haber tenido mi propio programa de televisión en Uruguay o haber trabajado más. Y es cierto que nadie es profeta en su tierra. Pero creo que hubiese hecho lo mismo, no hubiera servido para otra cosa. Es de familia: mi viejo fue actor de la Comedia Nacional y conoció a mi madre en la Escuela de Arte Dramático. Acá hay más base actoral que periodística o de conducción, pero hubiera confluido todo para el mismo lado.

-¿De qué forma creés que se consume farándula en Uruguay?

-Uruguay siempre se alimentó mucho de la farándula argentina, y antes pasaba mucho más. Sábado Show era la única revista de espectáculos que había cuando yo era chico y la compraba siempre como un loco. El año pasado fui tapa de Sábado Show y fue tocar el cielo con las manos. Hoy sé que hay más espacios que hablan de espectáculos y la farándula local creció. De todas formas por el movimiento de redes sé que Intrusos tiene mucho público en Uruguay. Hay mucho rebote.

-¿Te gustaría venir a trabajar a Montevideo?

-Sí, me gustaría. Cuando fue el boom de “los escandalones” me propusieron hacer una función en el teatro El Galpón. Se complicó por los aforos y los cierres de la pandemia, así que quedó en stand by. Es una posibilidad que está en la vuelta. Incluso podría hacer otra cosa que no sea de chimentos, que en definitiva son una excusa para hacer lo que me gusta.

Rodrigo Lussich. Foto: Marcelo Bonjour
"LAM es el debate exacerbado, la cosa despreciativa de adjetivar y subestimar a la gente", opina sobre el otro ciclo de farándula. Foto: Marcelo Bonjour

-En tu carrera lo histriónico siempre estuvo por encima del contenido de espectáculos…

-A mí me gusta hacerlo de esa manera, es lo que siempre busqué. La clave está en cómo contarlo. Tengo el convencimiento de que el “cómo” en este género liviano es más importante que el “qué”. Sacando tres o cuatro cosas que tienen que ver con cuestiones delicadas, lo que hacemos nosotros no es serio. Cuando hay que encarar un tema serio me rompe un poco las pelotas.

-Tu primer salto a la popularidad fue de la mano de Viviana Canosa en Los Profesionales de Siempre (2006), ¿cómo recordás tu relación con ella?

-De Viviana fui amigo en aquellos tiempos. Tenía como un idilio con ella. Es muy seductora, entonces en algún momento te enamorás aunque sea platónicamente. Es muy magnética. Yo estaba fascinado y me encantaba ser un “Viviana Boy”. Me dio como mi primera trascendencia. Pero como en toda relación, cuando te conocés más el amor se pincha un poco. Es cuestión de tiempo (risas).

-¿Recordás alguna situación que ejemplifique este “desenamoramiento”?

-Nada concreto. Pero con el tiempo descubrís que hay gente que trabaja solo para sí misma. Uno cree que es parte de algo y después se da cuenta de que no es parte de nada, o en todo caso es apenas una pieza para la otra persona.

-¿El egoísmo no es un atributo común a las grandes figuras?

-Sí, pero hay casos que conozco más y casos que conozco menos. Siempre sentí que llegar más arriba en el mundo de la televisión implica una gran soledad en la vida personal. Es un laburo muy ligado con el ego. Cuando te ponés como única meta ser un número uno, el precio es muy caro a nivel personal. Tenés que resignar relaciones personales y llevarte puesta a mucha gente en el camino. No hay que mirar para el costado y menos para atrás. El que tiene familia después recibe esos reproches toda la vida. Es un mundo muy careta donde no hay relaciones profundas. Es muy solitario. Yo me cuido para que eso no me pase a mí, aunque todavía estoy haciendo mi camino y me falta para ocupar esos lugares.

-Tiempo después de haber trabajado con Canosa, pasaste a ser panelista de Jorge Rial, ¿cómo fue esa experiencia?

-Yo había vencido muchos prejuicios que tenía sobre él a través de mi socio (Adrián) Pallares, que ya trabajaba ahí. Pero compartir un programa con Rial me permitió terminar de romper todos los prejuicios que me quedaban. Aquello de que “no te deja crecer” o “es muy déspota con sus compañeros” no lo encontré. Conmigo fue súper generoso y me entregó su programa para que yo jugara e hiciera un show mientras él quedaba como espectador. No puedo más que agradecerle. 

-Vos venías de hacer la conducción de otros programas cuando te ofrecieron incorporarte a Intrusos como panelista, ¿pensaste en ese momento que podía ser un retroceso en tu carrera?

-Fue un desafío personal bajarme a un panel otra vez por todo el prejuicio de afuera y todo lo que hay que lidiar con el ego: “¿Cómo?, ¿si fui conductor cómo voy a bajarme a panelista?”. Pero fue una de las mejores decisiones que tomé. Por suerte no me quedé engrapado en esa pelotudez. Si lo hacía era con Rial, no lo hubiese hecho con ningún otro conductor de la televisión. Salió increíble, aunque no estaba estipulado porque no se sabía que él se iba a ir.

-¿Rial tuvo que vencer prejuicios sobre vos? En la guerra que mantenía con Canosa vos eras muy militante de ella…

-Sí, pero éramos todos más inmaduros. Pasó mucho tiempo entre que yo estaba con Viviana y empecé a trabajar con Rial. Yo ya no era un "Viviana Boy". Y cuando llegué, la fiera ya estaba domada. Todos nos perdonamos los pecados de la juventud porque si no, no hubiéramos podido trabajar juntos.

-¿Cómo se vivió la interna de Intrusos en el proceso de la salida de Rial? Durante aquellas semanas circularon un montón de versiones.

-El programa quedó en manos de Adrián como siempre en enero, y en febrero se supo que Rial no iba a seguir. Nuestro contrato vencía, entonces yo me iba. Dije que no iba a seguir como panelista de ningún otro conductor que no fuera Rial.

-¿No hubieras aceptado ser panelista de Pallares?

-Tampoco, y lo hablé con él. Le hice la segunda cuando reemplazó a Rial en la cuarentena y en verano, pero el programa era de Jorge. A mí no me implicaba un desafío ser panelista de otro conductor. Yo avisé: “si Rial no vuelve, yo me voy del panel”. Cuando nos propusieron conducir juntos se abrió otro panorama.

-¿Rial intervino en esa decisión o abandonó el programa y los dejó con la incertidumbre?

-Rial me llamó para preguntarme si yo lo conduciría con Adrián. y le dije que sí. Nosotros ya teníamos ganas de hacer algo juntos desde antes. Igualmente el que tomó la decisión fue el canal.

-Vos declaraste que te molestó que colegas de otros canales tiraran nombres de posibles reemplazos de Rial y no te mencionaran a vos como una posibilidad.

-¡Nunca nos ponían a nosotros! Hubo un programa de televisión que hasta llevó a una tarotista para ver quién iba a conducir Intrusos. Entiendo que a alguno se le pudo haber piantado algo de envidia de decir “¿por qué estos dos y no yo?”. Las inseguridades de cada uno, a terapia.

-¿Ángel De Brito, que es el conductor del otro programa de espectáculos, fue uno de los que tiró otros nombres?

-No estoy seguro. Puede ser porque LAM hablaba mucho de la interna de Intrusos, pero yo no me enteraba porque nunca miré el programa. Veo algún segmento, pero no soy su público. Habrán dicho alguna cosa así y él puede haber sido uno de ellos. Le erraron todos.

-Junto a Intrusos, LAM es el otro ciclo de espectáculos más exitoso, ¿te gusta su estilo?

-No me gusta. LAM es el debate exacerbado, la cosa despreciativa de adjetivar y subestimar a la gente. Definen a Fulano o a Mengano como fracasados. Bajan línea desde un pedestal y hay mucho de dedo acusatorio. Les va muy bien, y tienen buena producción, invitados y primicias. Pero el tono de “yo soy el que me las sé todas” no me lo creo.

-¿Cambió el paradigma de los programas de espectáculos? Es difícil imaginarlos haciendo cámaras ocultas o revelando infidelidades como pasaba con sus antecesores...

-Eso no va más. No nos divierte cagarle la vida a alguien. A mí me divierte contar lo que los famosos no quieren que se sepa, pero cuestiones como que a Vicky Xipolitakis le rebotaron la tarjeta. No voy a contar si se acuesta con alguien que ella no quiere que se sepa. El foco hoy está puesto en otro lado. Una cosa es que contemos algo que moleste o enoje, pero otra es arruinarle la vida de verdad.

-¿Por qué es tan atractivo el escándalo de Wanda Nara, Mauro Icardi y La China Suárez?

-Son personajes atractivos por su fama y su grado de celebridad, pero no son personajes empáticos. La gente los odia. La gente siempre quiso que Wanda se separe de Icardi. Todos siempre pensaron que Wanda es solo una chica que tuvo suerte con futbolistas. Seguramente es un prejuicio, pero estoy hablando desde el imaginario popular. No es porque no se merezca ser feliz con quien quiera, sino porque ella lo muestra desde un lugar de tanta arrogancia y ostentación donde ella siempre tiene un mundo mejor que el de uno. Uno está en Buenos Aires cagándose de hambre y ella paseando por París con una Louis Vuitton. Entonces la gente dice “ojalá que se separe, le vaya como el culo y se vuelva a Argentina llorando”. Es hasta un instinto de supervivencia. Por otro lado, a la China Suárez la ven, también desde el prejuicio, como la chica que puede hacer que el marido de cualquiera deje a su esposa. Es entonces como el insecto a atacar. Son personajes atractivos para odiar. Sirven para hacer catarsis y decir que el mundo es una mierda por culpa de ellos, aunque no tengan culpa de nada. Son un chivo expiatorio simpático que despierta morbo. Por eso no nos interesa que se reconcilien. Esa buena noticia no la queremos dar.

-Durante un tiempo ha habido una especie de tabú sobre la vida privada de quienes hablan de la vida privada de los famosos, ¿por qué vos resolviste hacer pública la relación con tu pareja?

-Yo ya había hablado de mi sexualidad antes de mi relación con Juan Pablo, pero a partir de mi relación se enteró más gente. Lo mostré como lo hubiera mostrado en cualquier caso. Es muy estresante tener que estar lidiando contra esa cuestión de ocultar, o dejar la posibilidad de que venga alguien a querer enrostrar algo porque le llegó un rumor. Tener que disimular me parece al pedo. Es parte de mi vida, y como soy una persona pública es parte de lo que se puede publicar sobre mí. Nunca me significó un problema, ni a nivel personal ni público. Es algo que viene conmigo.

-¿Has considerado la posibilidad de convertirte en padre?

-Es un tema muy profundo, de terapia. Con casi 50 años, estoy casi en el límite como para poder hacerlo. Implica un cambio de vida de 180 grados. Hay que tenerlo muy madurado internamente. No sé si se va a dar. Lo que sé es que lo haría solo si estuviera convencido, y nunca para el título de una revista. Me muero antes.

-¿Hay famosos que tienen hijos solo para la tapa de una revista?

-Sí, muchos. No puedo dar nombres porque no tengo cómo probarlo, pero para muchos en su carrera todo es parte del negocio, incluso esa foto de la familia perfecta. Y después es un desastre: a los hijos ni los ven y los cuidan las mucamas.

-¿Votás en Argentina?

-No. Podría votar en la ciudad de Buenos Aires, pero nunca me empadroné. Nunca voté ni en Uruguay ni en Argentina.

-Simpatizás con el actual gobierno argentino...

-Es más que una simpatía. Es una identificación ideológica. Yo banco mucho los gobiernos populares y peronistas. Me gusta la defensa de los derechos de la gente que es defendida por este tipo de gobiernos, más allá de una coyuntura.

-Y al margen  de lo ideológico, ¿te gusta el elenco de este gobierno en particular, encabezado por Alberto Fernández?

-Es un presidente que no sé si se preparó para serlo. Un 25 de mayo se enteró que iba a ser presidente en octubre. Además, le cayó una pandemia a los tres meses de asumir. Es probable que la situación lo haya superado y le esté costando más de lo que esperaba, como le costaría a cualquier presidente en este contexto. ¡Pobres de nosotros si hubiéramos estado gobernados por Macri en esta pandemia! Hubiéramos tenido una situación sanitaria y económica mucho más grave. Si Cristina hubiera sido presidente, tendríamos mejores resultados, pero si se postulaba ella existía el riesgo de perder la elección.

-¿Cómo ves el furor que hay por el presidente uruguayo Lacalle Pou en los medios argentinos?

-Lo hay porque para los argentinos Lacalle Pou representa los ideales del gobierno de Macri. Para el que sigue la línea macrista, Lacalle Pou es el modelo a seguir. De hecho, muchos se mudaron a Punta del Este para estar gobernados por Lacalle Pou y no por un gobierno kirchnerista. Yo no conozco por dentro la gestión de él, pero sé que hay también hay una especie de grieta entre los que lo siguen y los que no.

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