ENTREVISTA

Trabajó con Fernández Huidobro, pasó por "Esta boca es mía" y hoy opina en "Polémica en el bar"

Leo Borges, profesor de Historia y ex "Esta boca es mía", se sumó al programa de Canal 10 y acá habla de política, relato y su vida en los medios.

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Leonardo Borges en "Polémica en el bar".
Leonardo Borges en "Polémica en el bar".
Foto: Difusión

Nicolás Lauber
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Llegó a los medios hace casi dos décadas y desde entonces no ha parado de hacer aportes sobre la historia en distintos programas. Hace algunos meses se sumó al panel rotativo de Polémica en el bar (junto a Fernando Frontán, Lalo Fernández y Daiana Abracinskas) donde ha tenido intercambios de opiniones con distintos invitados y colegas en la mesa del programa de Canal 10. En esta entrevista con Sábado Show, Leo Borges habla de su experiencia como panelista en Esta boca es mía, la imagen de profesor de historia rockstar, y también de la polémica sobre Julio María Sanguinetti y el reescribir la historia.

—Esto de estar debatiendo sobre temas variados en Polémica en el bar no es nuevo para tu carrera en los medios. Hace un tiempo fuiste panelista en Esta boca es mía.
—Sí, es un desafío más que otra cosa. Viniendo del palo de la historia y las ciencias sociales, obviamente que uno siempre forma opinión de todos los temas, pero poder volcarla en televisión, con los tiempos acotados que tiene, no es fácil. Uno no puede hacer en Polémica un análisis largo de una situación porque pierde la atención del público. Entre 2016 y 2017 trabajé en Esta boca es mía, que era un programa diario y era un desafío porque se abordaban varios temas nuevos y había que estar sobre la noticia. Pero acá es más show, aunque la fórmula es similar a Esta boca es mía. A mí me divierte mucho, más allá de que hay temas con los que uno se siente más cómodo que con otros, pero el espíritu del programa me divierte.

Leo Borges.
Leo Borges. Foto: Archivo
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—En ese ida y vuelta de las ideas que plantea Polémica es donde se llega a un acuerdo y se construyen nuevas ideas.
—Sí, claro. De alguna manera eso se puede ver al aire, cuando comenzamos hablando de un tema con posturas muy claras y luego, de alguna manera se van matizando y flexibilizando esas posturas, hasta llegar a veces a tener posturas en común. Hay veces en las que es imposible llegar a un acuerdo, pero es parte de la democracia que funciona de esa manera.

—Sos un profesor de Historia atípico, que interviene en televisión y usa redes sociales. ¿Cómo te sentís con esa imagen que rompe el molde?
—Si bien ya no soy joven, empecé muy joven. Mi primer libro lo publiqué cuando tenía 23 años y a partir de ahí empecé a estar en los medios. Comencé con Alejandro Camino en Diapositivo, el programa que tenía en VTV y de ahí a la radio. Cuando era joven mi forma de vestir, o la forma en la que me comunico era más juvenil. Ahora soy grande, tengo 41 años, pero en realidad nunca formé parte de la Academia y eso es otra de las cosas que hace que esté más desembarazado de cosas más estrictas. Siempre me moví de esa manera y sigo así, siempre me vestí de la manera que quiero. Cuando dicen “historiador”, la gente no se espera que aparezca con una remera de Batman. Uno tiene la idea del historiador viejo, de traje y corbata, pero Uruguay tiene un montón de historiadores jóvenes que salen todos los años del IPA o la Facultad y están haciendo su camino. Pasa que Uruguay es un país de viejos y suele pasar que las canas dan patente de corso. Me parece que es divertido, que haya diferentes posturas, formas de ver el mundo y de vestirse. Entiendo que la idea del historiador para la gente es más seria, pero yo también he trabajado como cronista, guionista para la televisión, productor periodístico, he hecho de todo porque en mi vida se hacer cosas diferentes.

—Tiene que ser complicado amoldar el conocimiento al tiempo limitado de la televisión.
—Ahí es donde puedo decir tengo una fortaleza: puedo sintetizar. Eso es muy valorado en muchos ámbitos. He hecho muchas columnas de radio y televisión sobre historia en las cuales tenés que hablar, ponele, sobre Fructuoso Rivera, y te dicen: tenemos ocho minutos. Poder sintetizar me ha servido y me ha traído muchas cosas lindas.

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Leonardo Borges. Foto: Archivo
Francisco Flores/Archivo El Pais

—En tu carrera también trabajaste con Fernández Huidobro.
—Trabajé un par de años como cronista en Caras y Caretas, aprendiendo sobre la marcha, robando oficio como dice mi padre. Y después de ahí me llamó el ministro Huidobro para ser jefe de prensa en el Ministerio de Defensa. Yo acepté y estuve dos años allí hasta la muerte del ministro.

—En los últimos días se ha hablado mucho acerca de lo que había escrito Julio María Sanguinetti en La Opinión en 1973 y lo que ahora dice en el libro El cronista y la historia. ¿Qué opinión te merece?
—En amplio espectro, tanto la derecha como la izquierda han reescrito la historia a su imagen y semejanza. Esto no es algo nuevo, no es un “monopolio” ni de la derecha ni de la izquierda. La izquierda ha hecho una revisión de la historia, por ejemplo, los Tupamaros de una manera muy romántica, muy rosada, quitando lo que tiene que ver con la violencia y lo que fue un grupo armado que atentó contra la democracia. En eso, el “Ñato” fue un gran creador de relato, pero a sabiendas. Por parte de la derecha también se hace lo mismo, se crea relato. Me parece que vamos a tener que discutir la palabra “relato” porque es el as bajo la manga de todos, y si no te creo es relato. Hay que saber dividir lo que es memoria de historia. La memoria es lo que uno recuerda y la historia es la respuesta a preguntas que tienen que ver con cosas presentes. Entonces, de alguna manera lo que sucede con Sanguinetti, que es un tema que he seguido, y sí, reescribió la historia, también es un tema muy humano. Dije esto, la embarré, y ahora voy a cambiar esto para, de alguna manera, quedar mejor ante el estrado de la historia. Más Sanguinetti que es una persona que ha estado muy relacionado con el poder, por mucho tiempo. Y cuando eso ocurre, es muy difícil salir ileso, no salir embarrado de esa relación con el poder. ¿Qué te puedo decir? Que lo cambió, lo cambió, las razones él las explicará, pero además los años 1960 y 1970 fueron momentos muy complejos en el Uruguay en los cuales, uno analiza dónde estuvo cada uno, pero uno no puede ser anacrónico a la hora de hacer análisis. Las personas vivían en aquel momento, en aquellas circunstancias, sin conocer el diario del lunes, qué iba a pasar. Entonces la historia no es un intento de juzgar, sino de comprender. A mí esto me sirve para intentar comprender qué sucedía en aquel febrero de 1973, porque yo tampoco me como esa pastilla que utilizan muchos medios, sobre todo de derecha, que dicen que la izquierda estuvo a favor del golpe porque El Popular coqueteó con un golpe peruanista. En realidad lo de El Popular fue un grupo de de un grupo, pero eso no quiere decir que toda la izquierda estuvo a favor del golpe, que es un poco lo que se está mostrando en una reescritura de la historia reciente que se está haciendo hoy en día por la derecha y sobre todo los libertarios. Cuando uno corta grueso, en realidad lo que está generando es relato, no un intento de comprensión.

—¿Nuestra historia siempre estuvo sesgada por los historiadores?
—Cuando dejás claro cuáles son los puntos de partida sobre los que salís, podés ser un gran historiador blanco, revisionista, colorado, no importa eso. De hecho Pivel Devoto hizo un gran aporte a la historiografía uruguaya, o Luis Alberto de Herrera como historiador fue brillante y todos sabemos que era blanco. La historia es una disciplina que no es objetiva para nada pero intenta ser imparcial, y tal vez eso es lo que uno busca. Pero siempre que uno parte de un punto y lo tenés claro, Marta Canessa es colorada, Maiztegui era blanco, Carlos Machado socialista. Podés leer esos libros y entender un montón de cosas, no estando de acuerdo en todo lo que dicen, pero sí comprendiendo la honestidad intelectual de cada uno.

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