ENTREVISTA
A sus clases asisten Pampita, Nicole Neumann, Barby Franco y Juliana Awada; el sábado llega con Pampita para dar una clase abierta en Arocena Open
Nació en Maldonado, hoy vive en Paraguay junto a su esposo, y el próximo sábado Charly San Martín estará en Montevideo junto a Carolina “Pampita” Ardohain cuando la avenida Arocena se convierta en peatonal para el Arocena Open que se realizará entre las 12.00 y 23.00 con entrada libre. Charly y Pampita estarán juntos al cierre de la jornada, para realizar Montevideo Baila, una masterclass de una hora con entrada gratuita.
Charly San Martín, a quien los medios argentinos apodaron "el coreógrafo de las famosas" (no es para menos, le ha dado clase a Pampita y Nicole Neumann, Claudia Villafañe, Alejandra Awada y un larguísimo etcétera), es un ejemplo de resiliencia y superación ante las adversidades.
Nació con una enfermedad rara que no lo dejaba jugar como los niños de su edad, a los 16 años aprendió a andar en patín y a los 18 ya era campeón nacional de patinaje artístico. Lo que le vendría en el futuro ni él se lo imaginaba: estar en la pista de Marcelo Tinelli, convertirse en uno de los profesores de danza más conocidos de la región, y amigo de muchas famosas.
En esta entrevista con Sábado Show, Charly San Martín repasa su historia, su carrera y dice que ni él puede creer todo lo que consiguió en pocos años.
—Sos el coreógrafo de las famosas, estás en constante movimiento y tus clases se agotan como pan caliente, pero cuando eras niño tu realidad era muy diferente.
—No fue una infancia normal. Me di cuenta de eso una vez que lo empecé a hablar. Me convocaron para hacer una charla Ted, y ahí tuve que contar mi historia y fue darme cuenta de todo lo que me pasó. Uno cuando cuenta las cosas y las exterioriza, se da cuenta de las cosas que le pasó en la vida.
—¿Cómo fue tu infancia en Maldonado?
—A los tres años me diagnosticaron Poliartritis rematoidea infantil que es atrítis, esa enfermedad de las personas adultas, pero en niños. Tenía en los huesos y en las articulaciones.
—Imagino que te trataban como si fueras de cristal.
—Sí, no me podía ni golpear, ni nada. No podía salir a jugar al patio con mis compañeros de escuela, ni ir a la placita, andar en patineta, ni tener las actividades normales de los niños en su infancia. Mis padres eran extremadamente cuidadosos conmigo, y era lo normal para mí, porque era lo único que conocía. Esto se fue desarrollando durante mi infancia hasta que encontraron un medicamento que fue el que me ayudó. En ese entonces fui uno de los primeros casos en Uruguay, porque no había y por eso no sabían cómo tratarlo. Éramos tres niños, me acuerdo, había que buscar ayuda afuera, y fuimos como que los conejillos de Indias. Por suerte salí bien.
—Hoy bailás y saltás todo el día, ¿cuándo se dio el cambio?
—A los 14 años se me fue “durmiendo” esta enfermedad que no se cura nunca, así que está ahí y en algún momento puede volver, o no. En ese momento me preguntaron si quería hacer algún deporte, porque venía haciendo natación porque era un lugar cálido que me hacía bien para las articulaciones, no me podía golpear y además tocaba piano para ayudar a la movilidad de las manos, porque estaban muy rígidas. Pero esas actividades no las había elegido, sino que eran cosas que tenía que hacer. Me gustaron pero no era una elección propia. Cuando me ofrecieron hacer un deporte elegí lo que hacía mi hermana: patinaje artístico.
—¿Y qué dijeron tus padres?
—Que no, ni locos. Iba a pasar de cero a cien, y era el peor deporte que podía elegir con mi condición. Ellos siguieron diciendo que no, yo que sí, pasaron dos años y a los 16 empecé a patinar. A los 18 años era el campeón nacional de patinaje artístico. Fui siete años consecutivos campeón nacional y participé en un sudamericano. Después vino el Patinando por un sueño con Tinelli que era un sueño, imaginate, y ahí me fui a Argentina y empecé a moverme en el ambiente artístico de televisión, modelos.
—¿Y cómo llegaste a ser profesor de baile?
—Fue por un accidente, porque no soy profesor de baile. Me gusta aclararlo porque no me gusta pasar por encima de las personas que estudió años el tema. Yo empecé a dar clases en una temporada en Solanas, donde trabajé un año. La profesora de baile faltó y mi jefe me dijo: el único que puede dar algo parecido sos vos, por el tema del patín. Yo dije: dale, porque tengo eso que nunca le digo que no a nada y voy para adelante siempre. Me puse la remera del sponsor, me subí a la tarima que tenía como cuatro paquitas atrás, y el DJ me dice: ¿qué música querés?, y como no tenía idea porque en mi vida había dado una clase de baile, y le dije: poné lo que quieras que yo bailo. Empecé a dar la clase para cinco o seis personas y a los pocos días eran 200 personas en la clase. Desde ese día nunca más dejé de dar clases de baile, pero los comienzos fueron así, totalmente accidental.
—¿Qué explicación le das a ese éxito de pasar de cero a cien?
—No sé. Ese día pensé que era lo que quería ver, si estuviera abajo de la tarima. Hice eso y me divertí, básicamente. Por lo visto la gente también se divirtió, lo que hacía no era muy difícil y me podían seguir, y fue así. Seguí yendo a dar la clase, cada vez eran más personas y se me acercó una chica que hoy es mi socia y me ofreció abrir un gimnasio en Buenos Aires con mi nombre dando esa misma clase de baile.
—¿Y aceptaste?
—Al principio le dije que no, que me parecía una locura porque no era profesor de baile, pensando que solo lo iba a hacer por ese verano. Me insistió, abrimos el gimnasio, empezamos a dar las clases, explotó de gente. Después me invitaron a otro club y ahí conocí a Pampita, Claudia Villafañe, Dalma, Giannina, todas las que te puedas imaginar. Gracias a ellas me empecé a hacer conocido, porque mis clases se volvieron un furor entre las famosas. Fue como la pólvora, creció todo muy rápido y llegué hasta la Primera Dama de Argentina. Le di cuatro años de clases a Juliana Awada en la Quinta de Olivos. Fue constante y siempre subiendo, entonces no tengo mucha explicación para esto. Después abrí una escuela para formar profesores, porque no me daba el tiempo para darle clases a todos los que me pedían, y había empresarias, famosas, políticas, de todo lo que te puedas imaginar me llamaban. Entonces me dije: con este cuerpito solo no puedo, y capacité profesores para que dieran mi clase con mi nombre en otros grupos. Armé una franquicia con mi nombre, porque Charly Dance lo puso la gente, porque cuando iban a pagar la clase decía: hola, te pago un Charly Dance, y así quedó el nombre. Con la pandemia abrí una escuela online a la que le fue muy bien con gente de todo el mundo que paga mensualmente para hacer la clase. Ahora contando lo que hice me doy cuenta todo lo que he hecho.
—¿Dónde estás viviendo?
—Hace un año y medio estoy viviendo en Paraguay porque me casé hace dos años con un diplomático español que conocí en Argentina y decidí seguirlo. La pandemia me permitió hacer más fácil el irme y acá estoy bárbaro porque me conocen tanto o igual que en Argentina. Ahora estoy chocho de volver a Montevideo para esta clase.
—¿Cómo son esas mujeres famosas con las que trabajás?
—Me lo tomé con mucha naturalidad desde el principio. Son muy amigas mías, pero al principio fue un shock que te cayera Pampita en la clase como si nada, y ella es la que pide para sacarse una foto. Después empezaron a llegar Barby Franco, Nicole Neumann, llegaron a estar en la misma clase Nicole y Pampita, y a los programas de chimentos se les caía la baba. Y un día me llama Julia Awada para que vaya a la Quinta, y yo me lo tomo como muy natural, y lo que a ellas (y ellos también porque tengo muchos varones famosos) es la discreción. Nunca voy a contar lo que me dicen, ni decir con quién llegan o quién las viene a buscar, ni si viene de buen humor o llorando. Lo que pasa en la clase queda ahí, y ellas lo saben. Creo que la confidencialidad es fundamental en este ambiento. Imaginate, estaba en la Quinta de Olivos con Juliana y he visto reuniones que jamás diré. Esas cosas el famoso lo aprecia mucho, porque he sido el hombro en el cual han llorado varias por diferentes motivos sin jamás de mi boca salir nada. Eso es parte de lo que les gusta, y creo que también les gusta la clase, sino no volverían.
—¿Cómo hacés para bajar la ansiedad después de dar varias clases al día?
—En mi vida normal soy muy tranquilo, no ando todo el día a 220. Soy de estar en casa, no me gusta salir, soy cero bolichero. Además, soy el peor invitado que puedas tener en una fiesta o casamiento, soy el más aburrido. Soy el que está sentado, tomando y comiendo y hablando. Soy el último en llegar y el primero en irme. Mi vida personal es lo más anti Charly Dance que conoce la gente. De hecho gente que me ve en esos eventos me dice: pensé que eras distinto. Una vez una señora me invitó a una fiesta y me dice: vení porque vas a ser el alma de la fiesta; y le digo: te equivocaste, yo no te bailo un paso. Separo totalmente lo que es mi vida personal de la laboral. Todos los años doy una clase en Punta del Este para 400 personas por clase, todos los días. Tener esa energía todo el día hace que sean las dos de la mañana y estés mirando el techo, porque el bajar es difícil. Tengo que estar un rato largo tranquilo, haciendo la nada mismo. Es difícil.