Victoria Rodríguez realiza primera exposición de pintura

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Victoria Rodríguez en su faceta de artista plástica

ELLAS

En sus embarazos no hubo antojos, pero apareció el deseo compulsivo de pintar. Rechazó propuestas teatrales en 2017 y priorizó exhibir sus obras de arte después de 13 años. La exposición Ellas está abierta al público hasta el 20 en el Espacio Santos del Ministerio de Relaciones Exteriores.

—Tu abuelo era poeta, tu abuela pianista. Tu hija canta divino, ¿no concebís la vida sin el arte?

—No, está desde la infancia. Mi abuela me enseñó a tocar el piano y con seis años mi familia se reunía a ver cómo tocaba Chopin. Eso termina siendo parte de tu propio lente, cómo mirás y sentís el universo que te rodea.

—Empezaste a pintar mientras estabas embarazada, ¿fue de golpe, de un día para el otro?

—En vez del antojo de frutillas se me dio por pintar. Fue increíble. No tenía mucha lógica la forma compulsiva en que apareció esa necesidad. Fue de golpe: quiero pintar, necesito pintar.

—¿Qué tan compulsivo era?

—Igual que ahora. Cuando te viene el ataque es muy difícil frenarlo. Por eso a veces tengo la dificultad de poder armonizar los horarios con mi entorno. Todo el mundo se espanta porque me quedo hasta muy tarde pintando, pero trato de quitarle el menor tiempo a mi vida familiar, entonces cuando todos se van a dormir el reloj corre para mí sin límites. No sabés lo feliz que soy entregada a cuestiones absolutamente por fuera de la tierra: cómo va el color, el trazo. Estoy en una dimensión paralela y el tiempo vuela.

—¿Qué fue lo primero que pintaste?

—Arranqué copiando arte impresionista. Lo primero que hice fue un Renoir: dos niños en un banco. Todavía lo tengo. A mi hija le gusta. Dice que lo quiere para su cuarto.

—¿Conservás todas las pinturas que hiciste durante el embarazo?

—Pinto mucho por arriba. No es que pintás algo y te parece que ya está pronto para que alguien lo vea. Es ensayo y exploración.

—¿Te cuestas mostrarlo?

—Pasé 13 años sin hacer una exposición individual. Me tomé el tiempo para sentir paz intelectual porque respeto mucho el arte. Estuve muchísimos años transitando sola, a la sombra, procurando tener algo para decir. Después si gusta o no, escapa a mí. Pero quería tener la tranquilidad de que hubiera algo que valiera la pena que el otro se parara enfrente a mirar.

—El embarazo te inspiró, ¿qué otros momentos han avivado tu veta creativa?

—Desde que arranqué no paré. Por ahí tuve algún período en que no agarré un pincel pero no se correspondía con un estado anímico interior, sino con circunstancias laborales. Este año prioricé no hacer teatro para dedicarme a esta exposición. Tuve que rechazar un par de propuestas fantásticas porque no puedo abarcar todo.

—Sos autodidacta pero habías pasado por el taller de Nelson Ramos de chica, ¿cómo llegaste?

—Se ve que mi familia percibía la afinidad y sensibilidad artística que había en mí. No sé si lo pedí o si me lo sugirieron, sé que pasé por allí. En ningún momento se me ocurrió continuar. Esto surge de una manera muy caprichosa. Lo único que siempre mantuve fue el placer por el dibujo.

—En esta muestra titulada Ellas abordaste el universo femenino, ¿por qué?, ¿qué te motivó?

—Soy parte de ese universo e integro una generación que está viviendo los cimbronazos de cambios muy importantes que llevaron adelante feministas del siglo pasado. La sociedad se está ajustando a eso. Es un momento bisagra. Así como viene la luz con muchísimas conquistas, eso también deja en evidencia otros duelos, frustraciones, miedos. Todo eso lo experimento como mujer y en el trabajo. No puedo separar a la persona que hace diez años está en un programa de debates palpando de primera fuente todos los bemoles de la sociedad. Ahí es que la mujer se convierte en el tema principal de mi exploración artística.

—¿Había cierta necesidad de encontrarte a vos como mujer?

—Yo no sé ni por dónde ando, así que creo que es todo lo contrario: es salir de mí. E intentar sumarme a ese gran universo, ya sea por observación, experiencia o empatía.

—El cuadro Introspección está acompañado de la frase, "hay un lugar al que siempre vuelvo, perdón y gracias", ¿qué significa?

—Creo que el ejercicio de la introspección es clave: apagar todos los ruidos, tratar de ponerte en contacto contigo, con tu esencia, y allí es donde siempre suenan esas dos palabras. Considero que tengo mucho para agradecer y el perdón remite a todas mis imperfecciones, y lo que estoy llamada a superar y mejorar.

—¿El cuadroVanidad tiene que ver con el mundo de la televisión?

—Lo trasciende. Vanidad es un cuadro en que todo el mundo puede sentirse un poco identificado porque todos tenemos el maldito ego que nos vuelve muy esclavos. Eckhart Tolle en El poder del ahora hace especial referencia a que si lográramos domesticar el ego seríamos mucho más libres. Y detrás de todo ese plumaje, que es lo que trato de poner en el cuadro, están las personas. Estamos las personas.

—¿Cuesta que los demás tengan esa mirada sobre vos?

—No está pensado para que me vean o no. Es más general. Yo podré tener un poco de todas estas mujeres pero no son autorretratos. Hay muchas experiencias plasmadas en esos lienzos que no las viví en carne propia.

—¿Pintar es una terapia?

—Lo fue en el inicio. Hoy es una necesidad. Hoy me pide disciplina, estudio. Hoy me pide otra cosa.

—¿Cambió en algo tu sensibilidad al conectar desde el arte?

—Lo tuve siempre. No me transforma. En todo caso, me ayuda a ordenar mi propia dispersión interior, me hace de catalizador.

—Hace un tiempo estás en pareja y feliz, ¿la llegada del amor influyó en tus pinturas?

—Seguramente. No son cosas que se puedan intelectualizar demasiado. Lo único de lo que estoy segura es de que si no hubiera sido por Philippe (Pinet) yo no llegaba a esta muestra. Él es productor artístico y me ayudó a bajar a tierra y enfocarme. Yo soy muy dispersa. Si no fuera por él las pinturas seguirán apilándose en mi taller.

—No querías que te invitaran a exponer solo por tener un nombre y estar en la tele, ¿no?

—Por eso rechacé durante todos estos años un montón de ofertas que es natural que ocurran. Forma parte del circo del cual soy absolutamente consciente. Pero por respeto al arte y los artistas sentía que no estaba bueno aprovecharme de eso. Acepté la propuesta de exponer por tratarse del Ministerio de Relaciones Exteriores que me hace sentir al resguardo.

—¿Quién te hizo saber que tus pinturas valían la pena?

—Si esperás el momento en que realmente tenés la certeza de que vale la pena lo que hacés, no exponés nunca. Siempre tenés dudas. Lo que me terminó de convencer fue que había pinturas mías en colecciones privadas en Uruguay, Chile, Ecuador, Brasil porque cada tanto me colaba en muestras colectivas y ferias internacionales. Hay un público al que le llega lo que hago, le gusta y dije, dale, animate, dejate de tanto prurito.

—¿Qué pasó cuando Diego Fischer te pidió que hicieras el retrato de Delmira Agustini para el libro Serás mía o de nadie?

—Yo copada. Me pasa algo con los retratos y él lo sabía, por eso también me lo pidió: no soy una buena retratista. He intentado hasta el cansancio hacer un retrato de mis hijos. Fue el cumpleaños de mi padre hace poco, todo ilusionado me pidió un retrato, estuve un mes entero dedicada a eso y no me salió. Es rarísimo pero me cuesta con la gente viva. Con Juana de Ibarbourou fluyó enseguida, con Delmira Agustini, Martha Gularte y Rosa Luna también.

—Tu retrato de Martha Gularte está en el mural Las leyendas del Carnaval, en una plaza en el Barrio Sur…

—Fui una de las artistas que participó. Divertidísima la experiencia. Fue un honor que me convocaran. Acá todo es difícil porque somos pocos, las chacras se defienden, hay mucha vanidad. Moverte sin herir a nadie y sin atentar contra la sensibilidad del otro es delicado. Yo no me meto a los ponchazos. Voy despacito, soy agradecida.

—¿Te has sentido sapo de otro pozo en el ambiente del teatro?

—Llegué con todo ese temor pero me sentí tan abrazada por compañeros, colegas, directores y el público que no tengo nada para decir, al contrario. Ahí iría bien el gracias de Introspección.

—¿Te daba temor lo que pudieran llegar a decir?

—Son decisiones muy jugadas. Era un riesgo subirme al escenario y la exposición individual, sobre todo cuando podía boicotear toda una carrera ya construida en los medios. Pero mi vida es mía, y si no la honro de esa manera, quién la va a vivir por mí.

—¿Te sentís querida por la gente?

—Por mucha gente sí.

—¿Y dentro del medio?

—Súper. He llegado a generar vínculos de afecto sincero, que no es sencillo, porque es un medio mezquino.

—¿El arte es un escape a la rutina y al trabajo en los medios que después de tantos años puede resultar cansador y monótono?

Esta boca es mía no es monótono jamás porque todos los días es algo distinto, pero me carga muchísimo los temas que tratamos. Pintar ha sido muy terapéutico contra esa tensión de lo que escucho, veo, y no puedo decir.

—¿Te tenés que guardar y callar mucha cosa?

—Claro. Mi rol no es andar opinando, sino moderar. Y todo eso que se guarda por algún lado tiene que salir.

—¿Crees que Esta boca es mía tiene cuerda para rato?

—Nunca sabés en este medio qué va a pasar mañana. Si existiera la receta para los grandes éxitos no habría fracasos, ni gente talentosa que se queda sin trabajo, y ocurre porque hay un montón de otros factores que determinan que estés o no. No hago futurología. Voy año a año. Nunca me imaginé que íbamos a estar tanto tiempo de forma ininterrumpida y en ese horario que era el reino de la telenovela.

—¿Te da miedo quedarte sin pantalla?, ¿podrías vivir sin hacer televisión?

—Me da miedo quedarme sin trabajo por el sueldo. Una parte de mí empieza a desear poder salirme de la luz pública, y dedicarme a la pintura y al teatro porque la exposición pública se ha vuelto jorobada. Por otro lado, amo lo que hago. Entonces tengo ese conflicto interno.

—Has hecho viajes, talk show, entretenimiento, ¿hay algo que te gustaría probar en TV?

—Yo estoy encantada con este formato. Me ha hecho crecer y aprender muchísimo. Me exige estar muy actualizada y sintiéndome protagonista de la sociedad en que vivo. Algún día me encantaría poder retomar esas entrevistas donde te tomás el tiempo de conectarte con el ser humano. Hoy todo es mucho más rápido, nadie se banca más de tres minutos de charla. Añoro esa posibilidad de escuchar.

—Estás en la Teletón desde el principio, ¿cómo recibiste los cambios a nivel de conducción que habrá este año?

—Hacía rato que nosotros estábamos planteando cambios en lo que remite al programa, no al Centro Teletón porque no tenemos injerencia ahí. Lamento muchísimo que no esté Petinatti. Es un conductor con una capacidad única. Es fácil hablar de afuera y criticar. Él sostenía emocionalmente toda la Teletón. Es un desafío enorme ahora para todos que él no esté.

—¿Qué tan involucrada estás con el Centro Teletón?

—Más que con el centro con familias en concreto. Si bien no es lo que se suele aconsejar, para mí es inevitable generar vínculos porque no es solo estar 24 horas hablando frente a cámara: las historias que uno conoce ahí te transforman de verdad, a menos que seas impermeable. Y además yo creo muchísimo en la causa Teletón. Sé que tiene sus detractores, sus talones de Aquiles, que los reconozco y también los veo. Pero más allá de los bemoles y lo perfectible, me gusta ayudar cuando se persigue una buena causa, y hay un objetivo noble.

—¿Qué pasa cuando escuchás a algunas personas decir que los conductores de la Teletón cobran?

—Pobres, que piensen lo que quieran. Si uno se queda pendiente de esas chiquitadas no hace nada.

—Te gusta escribir y tenés todo guardado en Mis documentos. No lo has mostrado, ¿qué hay ahí?

—De todo un poco. No me da por la poesía. Lo mío es narrativa.

—Pensaste en escribir un unipersonal, ¿qué pasó con eso?

—Fue otra de las decisiones que tuve que postergar. Iba a estudiar guión con Calderón, pero no me dieron los tiempos. Este año se me fue toda la energía en la exposición. Es un debe, algún día lo haré. No hay nada más divino que en la vida que poder soñar.

—Hace un tiempo que no actúas, ¿extrañas esa energía que recibís del público?

—Sí, se recontra extraña. Lo que ocurre en el escenario es único, no se compara con nada. Una vez que lo conocés y lo disfrutás, se extraña. Tengo propuestas para el año próximo.

—¿Te gustaría hacer cine?

—Me encantaría pero no hay caso. He ido a castings y todo. No tengo problema en hacer el bolo más extra del elenco. No tengo delirios de nada. Es muy infantil lo mío. Me gustaría verme en la pantalla grande.

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