Redacción El País
Hizo su primer comercial para una marca de bicicletas con apenas 9 años: la llevaron sus padres ya que solía posar y desde pequeña se notaba que se llevaba bien con las cámaras. Luego llegaron a la vida de Victoria Zangaro otras publicidades y propuestas de desfiles de alta costura, hasta que a los 17 concursó como Miss Universo impulsada por sus hermanos.

Recorrió el mundo gracias al modelaje, vivió en París y Nueva York, Condujo Victoria Magazine, Día a Día, y hoy es parte de Desayunos Informales (Teledoce). Un dato de su vida privada: está casada con Martín Sarthou. El 31 de julio cumple 54, y por eso, esta nota.

A los 17 desfilaba y hacía campañas varias, así que sus hermanos la pincharon para que se presentara a Miss Universo, aunque a ella le daba vergüenza. Era su debut en un avión. Primero viajó a Colombia, donde se hizo Miss Sudamérica, luego a Los Ángeles, y finalmente llegó a Singapur para competir como Miss Universo el año que ganó Cecilia Bolocco:

“Competimos primero en Sudamérica, salió la colombiana, yo salí vicerreina y ahí ella no quedó entre las candidatas. En Miss Universo ganó. Tuve poco contacto con ella. Era toda una mujer y yo en ese momento salía del liceo, tenía poco conocimiento de cómo eran los certámenes de belleza, cómo había que vestirse y comportarse”, dijo en Rara Ave.

Fue haciendo una publicidad de una cámara de fotos sumergible para Brasil, que se filmaba en una casa de Carrasco. La escena buscaba recrear el momento en que se tira a los novios a la piscina durante la fiesta de casamiento. “Era pleno julio, nos dijeron que el agua estaba templada y era tremendo verso”, contó Victoria en Sonrie, cuando el programa se emitía por Teledoce.

El spot se empezó a grabar al caer la tarde. Los novios bailaban, invitados los tiraban a la pileta y luego les sacaban fotos con las cámaras debajo del agua. “Me tiraron y de repente escucho voces, como que me desmayé. Me decían, ‘Victoria, Cuca’, y yo flotando. Me sacaron del agua, me secaron con secadores, llamaron a la emergencia móvil y tenía hipotermia”, relató la modelo. Hubo que esperar tres días a que se recuperara para volver a rodar. Y como no podían hacerlo en un lugar cerrado porque se empañaba la cámara, compraron un traje de buzo, lo pintaron de color carne y se lo pusieron bajo el vestido. Así terminó de filmar, con el agua igual de fría.

Tiene un par de un trastornos obsesivos compulsivos (TOCs): por ejemplo, siempre se encarga de chequear las cerraduras de la casa o la llave del gas. Pero hay algo que llama poderosamente la atención y es la satisfacción que siente al pagar las cuentas: “Tengo todos los vencimientos marcados y si me paso un día, me enfermo. Tengo que controlar todo y cuando termino de pagar, salgo feliz”, contó cuando visitó al humorista Sebastián González en el ciclo Soy Magela. Esa vez fue con su esposo Martín Sarthou, y él relató una divertida anécdota a propósito de esta curiosidad:

“En diciembre me pusieron una multa, pasé mal un semáforo, y no venía la multa. Fue al Abitab y volvió enojada: ‘No está la multa y la quiero pagar’. Me encuentro con Christian Di Candia (por esos días intendente de Montevideo), y me hizo preguntarle cómo hacíamos para pagar la multa. En abril la pudo pagar. Es todo lo que nadie hace”.

A Zangaro le encanta el fútbol, tiene butaca en el Parque Central, y suele discutir con hinchas de Peñarol. Una mañana, en medio de los dimes y diretes por la vuelta de Luis Suárez a Nacional,se cruzó con Diego Jokas en Desayunos Informales. “Hay periodistas que dicen que no, otros que sí. Generan esa confusión y, al final, no se sabe en quién confiar”, expresó ella.

Su compañero le contestó que por un lado estaba la información y las fuentes de cada uno, y por otro el deseo de tener a semejante deportista en el fútbol uruguayo. “Si ustedes son generadores de opinión deberían poder separar la información del deseo personal”, retrucó. Jokas enseguida la interrumpió para pedirle por favor que no generalizara.

Fue una de las modelos de 70 países invitada a China para representar a Uruguay en un certamen de belleza. Tenía 18 años y le tocaba pasar por Seúl, Corea, para encontrarse con otras colegas. Antes de ir, preguntó si se precisaba una visa y le dijeron que no, pero al aterrizar fue a la única que no dejaron pasar por no tener ese papel.

Por suerte, era muy amiga de la Miss Argentina y la acompañó: “Unos nervios pasamos, no teníamos idea del idioma. Llegamos al aeropuerto de noche, pedimos en inglés que nos escribieran en su idioma un hotel adónde ir. Al otro día buscamos la dirección de la embajada de China, y nos fuimos a hacer la visa”, contó en Sonríe.