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Virginia Rodríguez: la historia de transformación física y mental de la influencer que bajó 50 kilos

La empresaria y referente en belleza en redes sociales cuenta lo sucedió en su cuerpo y alma luego de haberse sometido a la cirugía bariátrica. Llegó a pesar unos 120 kilos con 1,50 de altura.

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Antes y después. Virginia Rodríguez se operó en febrero pasado.
Foto: Leo Mainé.

Redacción El País.
La empresaria de la belleza e influencer Virginia Rodríguez suele compartir momentos de su vida profesional y personal para una creciente comunidad de seguidores. Semanas atrás obtuvo un premio en la categoría “mujeres reales” por su transparencia en redes sociales. Por ese entonces también se confirmaban los rumores de romance con Richard “Chengue” Morales, un vínculo por estos días ha vuelto a ser de amistad y nada más.

Pero para muchos no ha sido la exitosa carrera de superación empresarial de Rodríguez o su vida amorosa, lo más inspirador de su historia. Recientemente, Virginia Rodríguez experimentó una transformación de cuerpo y mente que le permitió bajar (al menos) unos 50 kilos y sobre todo, salir de un estado emocional depresivo en el último año y medio.

En diálogo con Sábado Show, da testimonio de este cambio. “Toqué fondo”, dice sobre los momentos más oscuros de obesidad y de angustia. “¿Cómo llegué al estado que llegué? Es largo, estrés, malos hábitos, adicción al trabajo, principalmente pasé por procesos muy invasivos de FIV (fertilización invitro), el sueño truncado de ser mamá de 4, un matrimonio destruido por la presión y las adicciones me llevaron a un: no quiero esto para mi vida”, comenta.

Aunque ya es madre de dos varones, Rodríguez tenía el deseo/obsesión de al menos engendrar dos hijos más. Con su marido las cosas no iban del todo bien pero ella insistía con el plan familiar. Como el embarazo no se producía, acudió a técnicas de fertilización cada vez más complejas, que incluían poderosa medicación.

La ansiedad más los tratamientos hormonales la llevaron a una obesidad inédita para ella, más allá de que siempre tuvo una complexión rellenita. “Tengo momentos claves que no me olvido, como no poder correr con mis hijos, el sacrificio que era tirarme al piso a jugar con el mas chiquito. Me veía en las fotos y no me reconocía. Por otro lado está el desgano, me aislé. Me decía por momentos: “bueno esto es lo que te tocó“ y tuve pensamientos en los que Dios no me dejo caer”, relata.

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Virginia Rodríguez pesaba más de 100 kilos.

En el proceso de deterioro, que se intensificó con el estallido de la pandemia por coronavirus, buscó varias veces la salida. “Probé todo lo que podría haber probado: dietas, grupos, ayuno intermitente, viandas, pastillas que me traían del exterior.... nada funcionaba, cada vez me venía más abajo, no salía de mi casa. Llamémoslo por su nombre: tuve una gran DEPRESION a razón de no poder quedar embarazada y sabiendo que mi matrimonio terminaba en divorcio hacia años, por más que una yo intentaba “dibujarme” que las cosas podían cambiar, cuando sabía que estaba todo terminado. Desentendí tanto mi salud como mi trabajo, que es uno de mis grandes orgullos”, dijo.

En números, llegó a pesar 108 kilos como última marca de la balanza que recuerda. Después siguió engordando por momentos; ella cree que en algún momento escaló a los 120 kilos. Para una mujer de baja estatura (1,50 metros), el sobrepeso acumulado era realmente importante.

La salida la encontró en cirugía bariátrica y la superación personal y anímica. “Con respecto a la operación, estudié mucho antes, me asesoré, tuve muchas charlas por Zoom aquí y en el exterior para ver qué era lo más conveniente. Yo no necesitaba bajar solamente de peso, necesitaba un cambio de vida”, expresa Virginia Rodríguez.

En febrero pasado, la empresaria ingresaba al quirófano de Cliba, en Paysandú. “Fue un proceso fácil, cero complicaciones y cero dolor. Me operé un martes y el miércoles estaba en mi casa aprendiendo a tratar mi nuevo cuerpo. Siempre asesorada por los doctores, los nutricionistas, haciendo un seguimiento constante”, comenta la empresaria.

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Rodrìguez con su entrenadora Yaroslava Denisova.
Foto: Leo Mainé.

Luego de la intervención, hubo un cambio total en sus hábitos alimenticios. “Lo que me preguntan todos: ¿no tenés hambre comiendo tan poco? Ojalá pudieran estar dentro de mi cabeza cuando escucho eso. Esta operación hace que la comida pase a un segundo plano, yo obligó a nutrirme, ya no como, me alimento. Quiero lo mejor para mi cuerpo, obviamente que me doy todos los gustos que quiero, pero lo que antes eran 6 bombones, hoy con medio, ya me saqué las ganas por 3 días. Mi dieta se basa en proteínas, fruta, frutos secos, tomo suplementos indicados por los nutricionistas y básicamente como lo que quiero, solo que me di cuenta lo maravilloso que es sentirse bien, por lo tanto una cosa lleva a la otra”.

La empresaria da cuenta de un cambio de relación con su cuerpo. Mantiene una rutina de entrenamiento que no necesita ser extremadamente exigente. “Es realmente emocionante como un cuerpo saludable cambia la manera de encarar la vida. No me mato en el gym, trabajo más piso, con el mismo peso de mi cuerpo y mucho stretching y yoga, no necesito un gran gym para sentirme fuerte”.

“Siempre fui una mujer que manejó su vida sola, sin apoyo, trate de lograr cada cosa que me propuse, el tema de no poder tener más hijos es algo que hasta hoy no supero, pero ya tengo dos hijos hermosos y Dios Sabe por qué hace o no las cosas”, asegura. “Hoy abrazo mi nueva vida, totalmente enfocada en lo que tengo que hacer, dedicada a mi trabajo y a mis hijos. Siempre confiando en Dios, quien me marca el camino hace años”

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