Dos décadas atrás, mientras el país salía de una profunda crisis económica, la televisión abierta y en especial, Canal 10, experimentaba con un programa periodístico disruptivo. Sin corbatas ni mochilas, cinco periodistas poco conocidos hasta el momento (menores de 40 todos salvo Gustavo Escanlar de 41) se lanzaron a la experiencia de Zona urbana.

Saeta les dio el horario casi central de las 22:00 y desde ese escaparate, todos los miércoles, causaron una revolución en la audiencia. Destaparon ollas de corrupción (empleados ñoquis en la Intendencia de Canelones, por ejemplo), se adentraron en el negocio de las iglesias pentecostales o en la “mafia” de las tarjetas telefónicas. Usaron por primera vez en Uruguay el recurso de la cámara oculta o el abordaje desembuchado, sin protocolo, a los protagonistas de una información para hacerle preguntas incómodas. Se metieron con temas tabú hasta entonces, como la prostitución, el consumo de drogas o la muerte. Pero más allá de lo innovadora de la propuesta, lo realmente sorprendente era que el público respondía con niveles astronómicos de audiencia. Zona urbana fue, por lejos, el programa más visto de 2003.

¿Qué estaba pasando? La inspiración, según lo reconocieron los protagonistas del programa, estaba en el exterior, en especial en Argentina, donde proliferaban programas periodísticos como Punto Doc. “En la edición tomamos mucho de la televisión argentina, que nos lleva por lo menos diez años de distancia y es bueno aprovechar esa experiencia. Los ritmos, los efectos que se usan para vestir un informe, son todas cosas en las que, a veces consciente y a veces inconscientemente, uno se basa”, reconoció el conductor Ignacio Alvarez en una entrevista para Sábado Show en setiembre de 2003.

Archivo El País.

El camino no estuvo exento de polémica. Hubo muchas voces que rechazaron el estilo “aporteñado” del programa. “La sociedad pide audacia, pero después te encontrás con que pena eso, que lo sanciona de mil maneras, con un mail que cuestiona que mostramos un pene o droga, o con juicios absurdos como el de las tarjetas telefónicas. Hoy, las principales presiones no las recibimos ni del canal, ni de los políticos, ni de los grupos económicos, sino de la gente”, manifestó otro integrante del programa, Gabriel Pereyra, en aquel setiembre de 2003.

Laura Raffo, hoy dirigente política, tenía 30 años cuando incursionó en el medio televisivo con Zona urbana. En el programa era la encargada de informes económicos, con una impronta de lenguaje llano y directo para explicar temas de apariencia difícil. Declaró a Sábado Show que los temas del programa no eran consultados previamente con el canal y se autodefinió como la “despistada del grupo”.

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El suceso del programa fue tan grande que repitió temporada en 2004, 2005 y 2006. Hubo varios cambios en el equipo: Raffo fue la primera baja: dejó el ciclo por la maternidad y por dedicarse a la comunicación corporativa. Envuelto en una polémica por un supuesto plagio de un artículo en Búsqueda, Escanlar fue separado de Zona urbana. Ingresaron en diferentes épocas Martín Fablet y Pablo Tosquellas.

Pero más allá de las vicisitudes del propio programa, de su auge y de su caída, la televisión que vino después no pudo obviar lo que el programa había conseguido Zona urbana. El infotainment había llegado para quedarse.

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Pero la historia de Zona urbana pudo haber sido diferente. ¿Podría el programa haber salido en otro canal? ¿Con otro nombre? ¿Y otros integrantes? Tres veces sí.

De acuerdo a lo confesado por Álvarez y por Escanlar, quienes eran dupla en Radio Sarandí en ese entonces, la idea de un formato televisivo les “rondaba” en la cabeza desde 1999, cuatro años antes del estreno definitivo. Incluso llegaron a presentar un borrador en Teledoce. Era lógico: fue en Canal 12 donde Álvarez hizo sus primeras armas televisivas, primero como productor de Los viajes del 12 y más tarde, conductor de Al límite, una propuesta también viajera pero con foto deportes y recorridos extremos. Sin embargo, aquellos intentos no prosperaron en Teledoce.

Fue luego, a impulso del productor Iván Ibarra, que el proyecto empezó a cobrar forma definitiva y un lugar en Canal 10. Florencia De Feo, entonces directiva de Saeta también fue una de las impulsoras clave de la idea.

En cuanto al equipo, hubo un miembro originario que finalmente no fue parte del proyecto. Se trata del periodista Nelson Fernández, quien participó de los pilotos pero luego debió bajarse porque en ese entonces se desempeñaba como editor de Búsqueda, un medio que tenía por política pedir (y pagar) la exclusividad de sus empleados. A la hora de elegir, Fernández se quedó con la seguridad del semanario al incipiente proyecto periodístico televisivo.

Además de Fernández, el equipo original en aquellos tiempos fermentales estaba compuesto por Alvarez, Escanlar y Pereyra. El primer nombre que tuvo fue Buenos muchachos pero finalmente, la banda de rock que tenía registrado esa marca, no autorizó que se usara en el proyecto televisivo.

Hubo que cambiar: se probó con el nombre Alcatraz y el latiguillo “nadie puede escapar”, que Nacho Álvarez decía a cámaras en el cierre del proyecto de programa. Finalmente y tras una tormenta de ideas, quedó Zona urbana.

Las mujeres del programa, Laura Raffo y Cecilia Bonino, llegaron después. Incluso y según pudo reconstruir Sábado Show, María Noel Marrone también estuvo muy cerca de integrar el programa pero finalmente la producción se inclinó por Bonino.

Gustavo Escanlar falleció en 2010, a la edad de 48 años.

El resto de los comunicadores de Zona urbana han sido o siguen siendo primeras figuras en distintas propuestas periodísticas. Ignacio Álvarez está al frente desde hace 11 años de Santo y seña, en Canal 4. Gabriel Pereyra encabeza un programa de referencia como En la mira, de VTV. Cecilia Bonino se alejó de los medios tras su salida de Teledoce pero continúa comunicando con especiales en redes sociales y otras plataformas.

Raffo decidió seguir una carrera política y Fernández encabeza Subrayado.

Iván Ibarra se desempeña como gerente de programación de Saeta.