El río Uruguay guarda un secreto a la altura del departamento de Río Negro y solo lo revela a quienes navegan por sus aguas. Allí se encuentran humedales fluviales, islas e islotes que, en una dinámica única, cada tanto se inundan y renuevan su flora y fauna. La zona se enmarca en el Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, un área protegida que abarca 16.424 hectáreas y que pasará a tener 21.565 como resultado del proyecto de ampliación publicado por el Ministerio de Ambiente (MA) en setiembre de 2024.
El área que se sumará corresponde a aguas de jurisdicción uruguaya e islas fiscales al sur de la localidad de Nuevo Berlín. “Elegimos estas tierras porque son de dominio público y queremos que tengan el mismo régimen que el resto del parque, pero nada indica que más adelante no decidamos crecer hacia el norte”, dijo a El País Martín Etcheverry, gerente de Ecosistemas de la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise).
Todavía no hay fecha para la ampliación, pero “la decisión está encauzada y no tiene marcha atrás”, aseguró el jerarca. “Es un proceso administrativo que está pautado por la normativa y tiene plazos establecidos; es cuestión de meses”, explicó.
Bañados, pantanos, monte y matorral ribereño, campo natural y monte de parque abierto: todos estos ecosistemas conviven en el área y alojan a una gran diversidad de especies. La Unesco reconoció a estas islas como ‘sitio Ramsar’, es decir, de importancia internacional para su conservación, y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), los gobiernos locales, la comunidad y la ONG Ambá trabajan para proteger estos ecosistemas. Esta última, en coordinación con WCS Argentina y Cono Sur, The Nature Conservancy (TNC) y Banco de Bosques.
Promover el turismo sostenible
El parque nacional existe desde 2008 y su primera ampliación tuvo lugar en 2014. Seis años después —en 2020— Ambá comenzó a trabajar en la zona para contribuir a la conservación de las especies y hábitats y al desarrollo sostenible de actividades turísticas, educativas y científicas. “Nos contactamos con la ONG argentina Banco de Bosques y surgió la posibilidad de crear un parque binacional”, dijo a El País el biólogo Inti Carro, cofundador de Ambá junto a Maximiliano Costa y Rodrigo Patrón.
Si bien aún no han alcanzado ese objetivo, en noviembre de 2024 se creó del lado argentino, en Entre Ríos, un parque natural provincial, por lo que ahora hay “dos áreas protegidas en espejo”.
El proyecto de Ambá, WCS Argentina y Cono Sur, The Nature Conservancy (TNC) y Banco de Bosques se llama ‘Islas y Canales Verdes del Río Uruguay’ y propone, entre otras cosas, la donación de 514 y 2.695 hectáreas a los gobiernos de Uruguay y Argentina, respectivamente. La entidad de conservación Butler Conservation, Inc, del filántropo Gilbert Butler, provee los fondos para la compra y donación de tierras e infraestructura en ambos países.
En Argentina se donaron las islas para la creación del parque provincial, mientras que en Uruguay el parque nacional ya existe —como se mencionó anteriormente— y abarca padrones fiscales y privados. Ambá espera hacer la donación en 2025, sostuvo Carro. “La idea es donar las islas, pero equipadas para el uso público, pensando en el disfrute y la sostenibilidad”, aclaró.
La organización ha construido senderos y refugios que impulsan actividades de turismo de naturaleza y educación ambiental. Los refugios están en la isla Basura y la isla Pingüino —dos de las tres que compraron— y en la desembocadura del arroyo Farrapos, que es de propiedad pública. “Todo es de uso público y gratuito. La idea es que se fomente el uso y que la gente que quiera ir, pueda hacerlo”, comentó Carro.
Pero ‘fomentar el uso’ no es sinónimo de ‘uso masivo’. “La propia naturaleza del lugar hace que no pueda ir mucha gente. Nunca podría ir un ómnibus de 40 personas, por ejemplo”, señaló el biólogo. En este sentido, el turismo “en su justa medida” —al igual que la apicultura y la ganadería regenerativa, entre otras actividades— puede “aumentar los valores naturales y promover el desarrollo local, lo que, al mismo tiempo, hace que aumente el interés por conservar el área”.
Incluso, “si hay turismo sostenible, hay una especie de control ciudadano sobre actividades ilícitas, como la caza”.
“Nos llamamos Uruguay y mucha gente no conoce el río Uruguay, más allá de los que viven en localidades aledañas. La idea es ayudar a democratizar eso y que todos podamos disfrutarlo”, sostuvo Carro. Según dijo, es una zona “súper linda” para visitar durante todo el año —incluso en invierno— y lo mejor es quedarse dos o tres días para aprovecharlo al máximo. Hay opciones de estadía en Nuevo Berlín y San Javier, dos centros poblados con acceso al parque nacional.
Una recomendación clave para los visitantes es no dejar basura dentro del parque. “Tanto del lado argentino como uruguayo no hay papeleras en las islas. Es parte de la cultura del río: uno se lleva su basura y también la que encuentre”, mencionó Carro. Tampoco se pueden sacar plantas, madera o animales del área protegida ni entrar con mascotas.
Fortalecer los ecosistemas
Los integrantes de Ambá llegaron al río Uruguay “conociendo muy poco”, contó Carro. Lo primero fue visitar el lugar, vincularse con la gente de San Javier y Nuevo Berlín —dos centros poblados que funcionan como “portales de ingreso” al parque— y “pasar horas en el río para entender su dinámica y potencial”.
Un aspecto particular del ecosistema es que, cada cierto tiempo, el agua sube e inunda las islas y la costa del área continental. No es algo que suceda de forma estacional; de hecho, la última inundación fue a mediados del 2024 y antes hubo tres años sin este evento. El coordinador de Río Uruguay de Ambá, Fernando Mayor, explicó: “Es ahí —en la inundación— cuando se da el gran recambio y la gran variedad ictícola que tiene el río Uruguay. Los peces migratorios entran, desovan y generan alevines y juveniles que encuentran alimento y abrigo y prosperan. Con las plantas sucede lo mismo porque hay un intercambio genético. Es el aporte beneficioso de las crecidas”.
Desde la organización notaron que era importante colaborar en el relevamiento de la fauna y la flora de las islas. Han visto rastros de gatos monteses y se han encontrado con carpinchos y hurones; además, han observado aves como el federal, que es prioritaria para la conservación, según el SNAP. También trabajan en el control de especies exóticas como la Gleditsia triacanthos, “un árbol que crece muy rápido y desplaza la flora nativa”, dijo Carro.
No puede sacarse “de una” porque eso podría dañar al ecosistema —explicó—; en su lugar, hay que anillar el tronco con una motosierra y dejar que la planta se seque. “El SNAP aborda este tema hace tiempo. Desde Ambá anillamos las que son de gran porte y cuando aparecen nuevas las sacamos”, puntualizó.
Etcheverry, de la Dinabise, contó que el Ministerio controló la gleditsia en alrededor de 40 hectáreas entre San Javier y Puerto Viejo y que abrieron una licitación “para seguir con unas 80 hectáreas hacia el sur, entre San Javier y Nuevo Berlín”. También planteó que queda por delante un trabajo de restauración plantando especies nativas y que hay que mantenerse atentos: “Tenemos cuatro guardaparques en el área y ante cualquier rebrote debe haber un informe inmediato porque es un árbol de crecimiento rápido”.
Las actividades de conservación y restauración permiten construir “ecosistemas robustos” para amortiguar eventos extremos, como las inundaciones que, cambio climático de por medio, son cada vez más frecuentes y de mayor intensidad. Lo mismo pasa con las sequías: “Ahora salimos de una seca tremenda y el hecho de que los ecosistemas estén bien sirve como refugio para la biodiversidad y las actividades productivas del entorno”, comentó Carro.
Conectar con la naturaleza en kayak
En cuanto a la educación ambiental, el kayak es un gran aliado. “Al no tener motor, permite a las personas acercarse de una manera tranquila y sigilosa a las aves y apreciarlas de cerca. Y sirve para conectar con el silencio y los sonidos de la naturaleza en los canales y las islas”, señaló Carro. Una de las primeras acciones de Ambá fue donar 50 kayaks a las escuelas municipales de canotaje de Nuevo Berlín y San Javier.
Sofía Moreira es instructora de la escuela municipal de San Javier y coordinadora del Programa de Kayaks para las Escuelas (KAPE) de Ambá, que está dirigido a centros educativos del país y recibe alrededor de ocho grupos de niños, niñas y adolescentes por mes. Ambas actividades son de acceso gratuito. “Queremos acercar la sociedad a la naturaleza, generando buenas costumbres e informando acerca de la importancia que tienen estos espacios”, expresó Moreira.
“Arranco las clases del KAPE preguntando qué es lo que piensan cuando escuchan ‘área protegida’ y siempre dicen que es un lugar al que no se puede entrar o que está cerrado. Es importante mostrar que no es así, que naturaleza y sociedad pueden convivir y que cada uno tiene el poder de cuidar los espacios naturales y el mundo”, agregó.
Carro apuntó que este proyecto lleva cuatro años de trabajo, “pero no arrancó de cero”. “Había un parque nacional y un trabajo del SNAP. Había operadores turísticos que seguían la lógica del turismo de naturaleza y se ha potenciado mucho y rápidamente”, dijo.
De hecho, aseguró que a partir de lo que se generó en el lugar “hay gente que eligió dedicarse al río y al kayakismo, ex participantes de la escuela municipal que hoy son parte del equipo de instructores del KAPE y chicos que están terminando la secundaria y quieren trabajar en temas de naturaleza y conservación”. “El proyecto está acotado temporal y presupuestalmente, pero estas cosas demuestran cuán sostenible es el modelo de desarrollo local”, resumió.
Un fin de semana para celebrar la naturaleza y la conservación
El viernes 29 de noviembre se inauguró el Parque Costero Nuevo Berlín, un espacio público en el entorno del Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, donde se plantaron más de 550 árboles nativos y se desarrolló infraestructura de uso público como senderos peatonales, bicisendas y un quincho para más de 25 kayaks y lanchas de apoyo que sostienen las actividades de kayaks para escuelas.
El diseño se hizo entre el municipio, Ambá y los vecinos, y la idea —contó Carro— es que el parque costero sirva como “transición” entre la zona urbana y el área protegida y que desde allí los turistas puedan acceder al río y las islas.
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