Con el objetivo de poner fin a la destrucción continua de los océanos, un grupo de destacados científicos a nivel mundial -entre los que se encuentra el uruguayo Omar Defeo- publicó las “11 reglas de oro” de la pesca sostenible. Allí redefinen este concepto, que consideran ya caduco, y aseguran que la actual práctica de la pesca en el mundo “conduce al agotamiento continuo de especies marinas, la destrucción de hábitats naturales y sumideros de carbono, así como a la desaparición de las comunidades pesqueras artesanales de todo el mundo”.
Estas reglas se incluyen en un estudio titulado “Repensando la sostenibilidad de las pesquerías marinas para un planeta en rápido cambio”, que está basado a su vez en dos principios fundacionales:
- “La pesca debe minimizar los impactos sobre las especies y los hábitats marinos, adaptarse al cambio climático y permitir la regeneración de la vida marina y los hábitats agotados”.
- “La pesca debe apoyar y mejorar la salud, el bienestar y la resiliencia de las personas y las comunidades, en particular las más vulnerables entre nosotros, y no simplemente beneficiar a las corporaciones que dirigen estrechamente los beneficios hacia los propietarios y accionistas, dejando a otros soportar los costos”.
La intención de sus creadores es que gobernantes, empresas y ciudadanos tomen nota y acciones.
Porque no hay discusión en el ámbito científico respecto a que la pesca es la principal causa de destrucción del océano y de las poblaciones de peces. Y tampoco la hay respecto a que la regulación de la pesca, que fue establecida en el período de posguerra, ya caducó. “Se basa en una teoría productivista simplista que asume que, mientras los volúmenes de captura globales permanezcan por debajo de un límite establecido, cualquiera puede pescar prácticamente cualquier cosa, en cualquier lugar y con cualquier método”. Así lo explica el profesor Callum Roberts, quien lideró este monumental trabajo de científicos a nivel mundial.
Entre los múltiples cabos de los que se puede atar este documento a la realidad uruguaya está “la pesca ilegal, que nos está agobiando, no solo a nosotros sino a todo el mundo”, dijo Defeo en nota con El País. Pero además, hay un segundo aspecto, que se relaciona con el crecimiento de la pesca artesanal en Uruguay. Pasó de ser el 9% en la década de 1990 al 25% en el presente, y por ello “el acercamiento de la Academia y el sector debe ser más intenso que nunca”.
“Tuve el honor de ser invitado a participar de este grupo donde están algunos de los mejores investigadores, biólogos pesqueros y científicos sociales del mundo. Fue una discusión súper enriquecedora. Fueron cuatro años de talleres virtuales donde la perspectiva de los científicos sociales fue extraordinaria; donde los economistas y biólogos pesqueros proporcionaban esquemas y visiones específicas y personales que se enriquecían a través de la generación de conocimiento emergente. Y ahí está el valor indudable de la interdisciplina”, contó Defeo, que es profesor titular grado 5 del Laboratorio de Ciencias del Mar de la Facultad de Ciencias, además de desempeñarse como consultor honorario de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara).
La pesca ilegal y la gobernanza
“Uno de los grandes problemas que tenemos en Uruguay, y que lo toca el documento, es el innegable incremento de poder pesquero en aguas internacionales”, marcó Defeo, apuntando al impacto que genera la pesca ilegal tanto a nivel local como internacional. “De hecho, hay muchos científicos que proponen la clausura del desarrollo pesquero en aguas internacionales”, dijo. En este sentido, lo que “el país necesita -y lo dice la propia dirección de la Dinara- es incrementar el poder de control, manejo y vigilancia en sus aguas y lograr acuerdos internacionales que permitan disminuir el daño que están causando mucha flotas extranjeras”, explicó.
Como ejemplo, mencionó lo que sucede al borde de la Zona Económica Exclusiva de Argentina, que tiene 200 millas, y en la 201 hay una cantidad enorme de pesqueros internacionales que depredan recursos acuáticos que afectan a Uruguay. Entre ellos, el calamar. “El impacto de esas flotas es innegable y hasta ahora los países y los organismos internacionales no han sido lo suficientemente efectivos como para proponer pautas de manejo y conservación. Ese es un problema grave para Uruguay, que debemos atacar”, marcó.
Defeo sostiene que, así como marca la regla de oro número 4, se debe apuntar a “generar una buena gobernanza y también suficiente información científica para asegurar la sostenibilidad”. “Esto es fundamental para Uruguay. Cambiar el sistema de gobernanza de los recursos pesqueros es clave, porque la Dinara en este momento, muy lamentablemente, no cuenta con recursos humanos suficientes. Los científicos son de excelente calidad, pero son pocos”, afirmó.
Siendo gráfico y a la vez crítico con el accionar del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (del que depende la Dinara), Defeo señaló: “Manejar recursos pesqueros es muy diferente de manejar ganado, que es propiedad privada. La pesca no reconoce alambrados, no reconoce fronteras y es un bien perteneciente a la humanidad”. “Se necesita voluntad política para dejar de vivir de espaldas al mar. No alcanza con hablar de Economía Azul o Uruguay Azul”, enfatizó, a la vez que marcó que la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos debería pasar a ser un organismo desconcentrado.
“La Dinara no tiene los recursos necesarios para un solvente y efectivo desarrollo de sus actividades. Tiene que hacer milagros para desarrollarla con el presupuesto que maneja. La pesca no puede salir a flote sin un organismo rector, y la Dinara está maniatada por el propio Ministerio al que pertenece”, remarcó.
Si queremos que las pesquerías alimenten a las futuras generaciones, debemos ayudar a los ecosistemas oceánicos a adaptarse al cambio climático.
Adaptación al cambio climático
Las “11 reglas de oro” se publican en un momento en que los científicos “rebajaron drásticamente su evaluación del estado de salud del océano, y en el que dos tercios de los arrecifes de coral del mundo están expuestos a temperaturas potencialmente letales”, indica el texto.
Y así lo refrenda Defeo: “Tenemos que adaptarnos al cambio climático. Y que lo llamen como lo llamen, pero hay un incremento de temperatura, es innegable. Si le querés llamar incremento de temperatura en vez de cambio climático, bien. Pero está demostrado. Si bien hay quienes se ponen sensibles y dicen que estos cambios se dan por ciclicidad o por cambios en el clima en el largo plazo, yo no le puedo decir a un pescador artesanal: '¿Sabe qué? Espere, porque este ciclo va a terminar dentro de 70 años'. Entonces, es ridículo discutir el término cuando la verdad del incremento de temperatura en el Río de la Plata y en el Océano Atlántico circundante está demostrado por múltiples equipos”.
Una de las formas en que la pesca se puede adaptar al cambio climático, marcó el docente grado 5, es priorizando la calidad sobre la cantidad. “Se cambian los esquemas de mercadeo, se generan productos con mayor valor agregado, entonces la menor cantidad se compensa con una mayor calidad de productos que permitan retornos económicos que favorezcan a las comunidades pesqueras”, explicó.
La pesca insostenible no es buena ni para el medio ambiente ni para las personas. Es hora de un cambio en cómo gestionamos las pesquerías.
Otra forma es la generación de “esquemas adaptativos” que permitan reaccionar ante lo que ocurre a causa de las variaciones de temperatura. Por ejemplo, lo que pasa con la merluza, que se va cada vez más al sur por el corrimiento de la corriente cálida de Brasil. Pero no se trata de generar “áreas marinas protegidas de no tocar”, remarcó Defeo, sino de crear “esquemas de adaptación con una diversificación de la flota que permita generar un portafolio pesquero con recursos más diversos, que posibilite captura con otras artes, disminuyendo así la incertidumbre y aumentando la generación de retornos económicos”.
El objetivo, dijo, es no dejar “atados de manos” a los actores del sector pesquero ante las modificaciones que provoca el cambio climático.
En tiempos de campaña electoral, la pesca figura en discursos y programas políticos, pero según el científico “sería bueno que hubiera propuestas más sólidas desde un punto de vista institucional para generar un plan de desarrollo pesquero que redimensione el sector y proponga pautas de corto, mediano y largo plazo”.
“Se necesita apuntar a la diversificación de los recursos, a la reestructuración de una flota obsoleta y envejecida y también a mirar hacia los cuatro pilares de la sostenibilidad, que van más allá del número máximo de capturas. O sea, generar un plan de desarrollo que mire aspectos económicos, sociales, ecológicos e institucionales. Esos son los cuatro pilares básicos para el manejo un recurso natural renovable”, apuntó.
Es necesario observar que el de la pesca es “un sistema social-ecológico” que se retroalimenta de forma constante, porque los pescadores afectan al recurso, los recursos disminuyen y afectan a los pescadores. Defeo sostiene que eso es, justamente, lo que hace imprescindible apuntar a generar un nuevo plan de funcionamiento, más allá de poner un número máximo de pesca. Porque, como muestra la realidad, en los últimos años en Uruguay, ni siquiera se han cubierto los cupos dispuestos para la extracción, pero el sector pesquero está en crisis.
“Y además, si decimos que se pueden sacar 50.000 toneladas. ¿A quién se lo asignan? ¿Cómo lo asignan? ¿Cuáles son los criterios que permiten una maximización del bienestar social? Esas 50.000 toneladas, que generan tantos millones de dólares: ¿Cómo se utilizan? ¿Cómo se redistribuyen? Y finalmente, qué impacto social genera genera ese recurso capturado, que es un bien común a toda la sociedad, un recurso natural renovable, no un campo con alambrado y ganado”, marcó Defeo y apuntó que, “en este contexto, las grandes corporaciones pesqueras internacionales han acumulado riquezas y recursos”.
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