¿Qué tienen en común una lámpara, una cafetera, una mesa y un par de caravanas? Mariana Paredes y Macarena Bravo hallaron la respuesta en 2021, cuando descubrieron que todos esos productos pueden hacerse a partir de ropa en desuso. “Es una solución a la contaminación textil y un ejemplo de economía circular”, sostuvo la primera, que es licenciada en Diseño Industrial especialidad Producto. Ella y su compañera —estudiante avanzada de la misma carrera— investigan la creación de nuevos materiales a partir de descartes.
Todo empezó con una caja sorpresa. Las expertas participaban del concurso Rediseña cuando recibieron ropa en desuso de las tiendas del shopping para hacer productos nuevos. “Nos miramos, como diciendo: ‘Esta caja no es para nosotras’, y la intentamos devolver, creyendo que se habían equivocado, pero no hubo caso”, contó Paredes. Entonces, se pusieron manos a la obra para buscar la forma de hacer estructuras con el textil.
“Investigamos e hicimos pruebas hasta que logramos endurecer la tela y generar unas placas como si fueran MDF —madera reconstituida—, pero en realidad eran capitas de textiles”, señaló. Así hicieron los primeros productos: la lámpara, la cafetera/tetera, la mesa y las caravanas. “Fue a prueba y error. Cada tanto llorábamos y le decíamos a nuestra tutora: ‘Lo endurecemos con resina epoxi y listo’, pero nos decía que no, que siguiéramos investigando, porque eso es un derivado del petróleo y contamina”, agregó.
Así, llegaron a su “receta secreta”; siempre con materiales no contaminantes. Y crearon su propia marca: Crocus.
Convertir una remera en un ladrillo
En 2023 plantearon la hipótesis de que los mismos residuos textiles podrían servir para producir paneles acústicos. Se contactaron con la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y acudieron a una herramienta que acompaña a los emprendedores en el proceso de validación de una idea de negocio, el VIN.
“Es un material nuevo; no es tela, no es madera, no es metal, no es plástico. Y teníamos que validarlo”, expresó Paredes. Pasaron por el LATU y otros laboratorios, e incluso se acercaron a expertos de Argentina, Japón y España, y resultó que su producto no era ideal como panel acústico. No obstante, sí garantizaron otras funciones: resistencia al fuego, aislamiento sonoro similar al de las placas de yeso y, sobre todo, aislamiento térmico.
Están esperando el resultado de un análisis para conocer si el panel es resistente a los hongos. “Si bien el proceso aún no se ha cerrado, desde el laboratorio nos han contado que ningún hongo ha logrado sobrevivir en las muestras”, resaltó la experta.
Hasta ahora trabajan con textiles en desuso de la empresa Megatex y también han recibido donaciones de Casa Urbana. Según Paredes, con el peso de una remera de hombre de manga corta talle L pueden hacer un ladrillo y medio. “Sirve cualquier tipo de residuo textil: poliéster, algodón, soja, bambú, denim”, indicó.
Ellas reciben las telas, las trituran, mezclan con el aglutinante —la “receta secreta”—, prensan y esperan alrededor de una semana, que es el tiempo de fraguado.
¿Por qué hay que pensar en revalorizar los residuos de la industria textil?
Según Greenpeace, en todo el mundo se producen 1,92 millones de toneladas de residuos textiles cada año. Pero lo que se desperdicia no es solo la prenda en sí, sino también —entre otras cosas— el agua y la energía con la que se hizo.
De acuerdo al Parlamento Europeo, para producir una remera de algodón se necesitan 2.700 litros de agua dulce, la misma cantidad que una persona toma durante dos años y medio. Además, la entidad indica que la producción textil, a través de los tintes y productos de acabado, genera el 20% de la contaminación mundial de agua potable y es responsable del 10% de las emisiones de carbono en el mundo: más que los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados.
A esto hay que sumarle la degradación del suelo en donde se cultivan las materias primas de la industria textil y las condiciones de trabajo en ocasiones desfavorables.
Hacer algo nuevo con lo que ya tenemos
Los siguientes pasos son prototipar y completar la validación comercial, mencionó Paredes. Las socias confían en su producto; primero, por el valor agregado que implica darle una nueva vida a un residuo y reducir la contaminación textil, y segundo, porque el diseño se puede personalizar con fines decorativos.
Crocus fue uno de los ganadores del Premio Uruguay Circular 2024 organizado por el Ministerio de Industrias, Energía y Minería (MIEM) y la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi) con el apoyo de ANDE y ANII. El objetivo es reconocer y visibilizar iniciativas de empresas, cooperativas, asociaciones, reparadores y proyectos de investigación de estudiantes de educación terciaria que colaboren con la transición hacia el modelo de la economía circular.
“Presentamos un plan de negocio en el cual las empresas nos donarían los residuos textiles —que pueden ser retazos o prendas con fallas— para transformarlos en ladrillos que volverían a la empresa”, contó Paredes. Ella y Bravo cobrarían por el diseño y la producción, pero no por el material porque vendría de la propia empresa. Ahora quieren conseguir el apoyo necesario para hacer el prototipo y la validación comercial, y así crecer y hacerlo realidad.
“Cierro los ojos y nos veo produciendo un montón de ladrillos para las casas y las tiendas”, finalizó Paredes.