“Nunca se me hubiera ocurrido pensar en el dentista y en la sustentabilidad juntos”. Sobre eso reflexionaba mientras estaba llegando, una mañana de febrero, al Consultorio Dr. Sartori, en Carrasco, para conversar sobre el Sustainability Award 2024 de la Federación Dental Internacional (FDI), que ganaron hace unos meses entre representantes de 130 países. Uruguayos campeones, de América y del mundo, hasta en áreas en las que ni pensábamos que había un premio para conquistar.
El doctor Santiago Sartori es tercera generación de odontólogos en su familia y también en liderar la empresa, que tiene 113 años de existencia. Desde hace 25 años, el consultorio funciona en un local pensado y diseñado por él para ser sustentable, tanto en la edificación como en los procesos. “Si leés la misión y la visión de la empresa, la palabra sustentabilidad está ahí desde hace más de 20 años”, dijo el profesional a El País.
“Cuando fui al congreso mundial de la FDI en Estambul (donde se entregó el premio) y tuve oportunidad de conversar con otros de los postulantes y ganadores anteriores, comprendí por qué ganamos: porque nuestro concepto es el de diseño sustentable de procesos. Eso hace la diferencia”, enfatizó Sartori, que al hablar contagia la pasión por su labor. “Porque no se trata solo de hacer las cosas de manera diferente, sino de pensarlas de modo diferente; acá la sustentabilidad está concebida desde el principio”, apuntó.
¿Y cómo se aplica la sustentabilidad en la odontología? Por ejemplo, en la organización de las consultas. Paola Brusoni trabaja hace 29 años en la clínica, es la coordinadora general y contó: “Yo me encargo -entre otras cosas- de que el paciente venga la menor cantidad de veces posible, para reducir su huella de carbono. Cuando viene se atiende con el periodoncista, con el ortodoncista y el rehabilitador. Por ahí, está dos horas acá, pero viene solo una vez”.
“Está medido que en el área de la odontología una de las cosas que más contamina es la cantidad de traslados que hace un paciente para completar un tratamiento. Lo estudiamos cuando nos presentamos para el premio de sustentabilidad de la FDI”, complementó Federica Álvarez, gerente general del consultorio, quien nos recibió usando “zapatones” de papel, de esos celestes que se utilizan en cirugía o en los CTI. ¿Por qué? Porque son obligatorios para ingresar a la zona de consultorios. Los usan los pacientes, el personal médico, administrativo, de limpieza y los técnicos. De ese modo, se ensucia menos el lugar, se optimiza el gasto de agua, de productos químicos y de energía eléctrica para la limpieza. Y los zapatones no se tiran: se lavan y se reutilizan.
La entrevista, en un día nublado y caluroso, se realizó en una oficina de ventana amplia y con doble vidrio, que permite ahorrar en gastos de iluminación, así como en calefacción o refrigeración, según sea necesario. Así son las aberturas en todo el establecimiento y a eso se agrega que en cada consultorio se hace un doble control de la calidad del aire. Esta fue una apuesta fuerte durante la pandemia, que les permitió seguir atendiendo sin que nadie se contagiara de covid-19.
Además, en el medio de la clínica hay un tragaluz en el techo que brinda iluminación natural a las oficinas de atención al público durante el día. Y a ese ahorro en electricidad se suman los paneles solares que hacen autosustentable al consultorio durante buena parte del año. Sartori monitorea todo desde su celular, donde una aplicación le informa cuánta energía propia están usando, cuánta proviene de la red de UTE y cuánta están volcando a ella, porque son microgeneradores.
El agua y los residuos
Su celular también le informa cuándo se activará el sistema de riego inteligente del parque que rodea a la clínica. Con sensores avanzados y una conexión directa a los pronósticos meteorológicos, la aplicación determina cuándo regar y cuándo no, para hacer más eficiente el consumo de agua. Además, ese parque, concebido como un aporte al cuidado de la biodiversidad, está pensado como jardín para observadores de aves. Allí anidan unas 15 especies.
El consultorio, en su ubicación actual, fue inaugurado en 1999 y desde ese momento trabajan bajo el sistema de “Gestión de calidad total”, con el que apuntan a la mejora continua. Esto, además de permitirles certificarse en calidad bajo la norma ISO 9002 y luego la 14.001, los llevó a ganar tres veces el Premio Nacional de Calidad y les abrió las puertas a la responsabilidad social y las cuestiones ambientales. Así lo explicaron ellos mismos en el formulario que enviaron para postularse al premio de la Federación Internacional de Odontología.
“1999. Edificio con diseño energético y ambiental. En ese momento, no existían las certificaciones LEED ni EDGE. La naturaleza que nos rodea proporciona un marco para una odontología saludable, altamente eficiente, segura para el medio ambiente y económica. A partir de ahora, comenzamos con radiografías digitales”, dice uno de los puntos de ese documento, que repasa ese compromiso que viene de lejos.
En su postulación al premio que ganaron también informaron a la FDI que desde 2002 tienen “auditorías externas realizadas por ingenieros, que permitieron implementar más de 70 acciones ambientales identificadas”. Una de ellas es el reciclaje y la gestión de residuos, que está certificada por el Ministerio de Salud Pública (MSP) y para la cual tienen un plan detallado, que se puede ver en las paredes del consultorio para despejar cualquier duda que surja a algún integrante del equipo. Otra es el tratamiento de las aguas residuales, que se devuelven limpias a la red de saneamiento. Y también se hace un análisis de agua y limpieza especializada de cañerías estrechas en los equipos odontológicos para mantener controlados los residuos metálicos y microbianos.
Desde hace 21 años, en el consultorio se recolectan pilas que los pacientes llevan y que también les llegan desde escuelas y colegios de la zona, donde colocaron recipientes para invitar a los alumnos a sumarse a esta tarea.
Una empresa de logística colabora con la recolección y luego ellos las derivan para su disposición final. En total, llevan recolectadas seis toneladas, dijeron.
Además, durante 35 años desarrollaron la "Semana de la Sonrisa", un programa preventivo dirigido a niños y sus padres, que incluían enseñanza de higiene, hábitos alimenticios saludables y obras de teatro con educación preventiva y ambiental. Algunas de estas actividades se llevaron a iglesias y teatros.
Y también, durante 10 años participaron activamente en iniciativas de salud bucal para comunidades vulnerables, brindando tratamiento gratuito a niños y sus madres.
El médico también contó que viene trabajando desde hace décadas con sus proveedores, que son una parte clave de la cadena de sustentabilidad. A ellos y a los pacientes trata de explicarles que, “aunque normalmente, se piensa que ser sustentable tiene un costo extra, en realidad, ser sustentable es tener eficacia y eficiencia”.
De hecho, en el relacionamiento con los pacientes está el corazón de la práctica odontológica y entre los fines del consultorio Sartori está asegurarse que ellos vendrán la menos cantidad de veces posible. Aunque pueda parecer contradictorio, el uso de materiales que perduren en el tiempo y la coordinación de servicios está pensada para que no tengan que volver constantemente. Y eso también es sustentabilidad.
“Tenemos una tradición de hacer siempre las cosas de la mejor manera posible, y aunque parezca que no, siempre se puede hacer algo más y buscarle la vuelta para ser más sustentable”, resumió Sartori. Y para muestra, basta un botón: ahora están trabajando con una consultora para digitalizar todos sus procesos y así utilizar menos papel.
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