“Convertid un árbol en leña y arderá para vosotros, pero no producirá flores ni frutos para vuestros hijos”, escribió Rabindranath Tagore, poeta bengalí que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1913, y seguramente no imaginó que con ella estaría describiendo tan bien el problema que atraviesa el mundo más de un siglo después. El desarrollo sostenible fue definido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1987 como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Para saber más y comprender el tema en profundidad, El País conversó con tres uruguayos expertos en sostenibilidad acerca del valor de este tema, las confusiones en torno al concepto y quiénes son sus referentes nacionales e internacionales.
Carolina Moreira, vicepresidenta de Pacto Global Uruguay y gerenta de Sustentabilidad y Comunicaciones en Montes del Plata
— ¿Por qué es importante hablar sobre sostenibilidad?
— Porque a partir de una conversación pragmática y basada en ejemplos es que existe la inspiración. Cuando un tema se habla y empieza a estar en la agenda pública, la gente se compromete más, ya sea una empresa, un individuo o un gobierno departamental o nacional. El hecho de que forme parte de las conversaciones es fundamental para que el tema realmente avance.
Está bueno dialogar desde una evolución permanente y no desde sentir que llegamos a un punto final porque, en realidad, la sostenibilidad es un camino. Cuando alguien declara que se recibió de sostenible, ya quedó atrasado, porque al avanzar en este trayecto y encarar ciertos temas, uno se da cuenta de que siempre surgen otros. Es un trabajo que nunca acaba. Entonces, me parece que hay que tener una conversación honesta, desde lo que hacemos y lo que falta, con suma humildad; cada uno presentando lo que hizo, lo que no, y lo que quisiera hacer, con metas claras.
— ¿Hay empresas que buscan limpiar su imagen con este tema?
— Puede ser. Y el público tampoco pide a las empresas que sean perfectas, sino confiables. Los mercados castigan más cuando una organización se autodeclara ‘perfecta’ y no lo es, que cuando dice ‘estas cosas las venimos haciendo bien, estamos avanzando en esto, y nos proponemos mejorar en esto otro, porque todavía no estamos en el lugar donde queremos estar’. Eso está bueno, justamente, para mostrar que la sostenibilidad es un camino y no dejar a nadie fuera. A veces parece que uno debe hacer todo a la perfección, y eso es muy ambicioso. Hay empresas que vienen trabajando desde hace 30 años en estos temas y otras que recién están sintiendo la demanda o las barreras que existen para ingresar en determinados mercados más sofisticados. Si todo parece tan difícil de lograr, es difícil arrancar; por eso, es importante mostrar que es un camino.
— ¿Cuáles son las principales confusiones que existen en torno al concepto de sostenibilidad?
— Primero, pensarlo como un tema de marketing, como si fuera una tendencia. No es que todas las empresas lo tomen igual; algunas tienden más a hacerlo solo para mostrarlo y otras no, pero va mucho más allá de la moda. Es un cambio de cultura que se vive en la sociedad y las empresas tienen que acompañar ese cambio para seguir siendo relevantes. A su vez, las empresas transforman, es decir, son actores sociales.
Otra confusión es creer que al final todo es negocio, cuando en realidad también se invierte por convicción. En otra época, quizás la gente podía decir ‘uy, es más caro dar equipos de protección personal a los trabajadores’, pero hoy nadie discute que hay que hacerlo, y es una medida de sostenibilidad. De la misma forma, creo que con otros debates terminaremos entendiendo que sí, sale más, pero debemos adoptarlo, e incluso puede convertirse no solamente en una exigencia de los mercados, sino en una norma legal para que todas las empresas queden en igualdad de condiciones.
Hoy hay empresas que hacen un gasto discrecional por encima de lo mínimo que exige la ley para acceder a certificaciones que de otra manera no obtendrían. Es normal que las empresas grandes empiecen antes y marquen un camino que luego va contagiándose, y eso tiene que ver con la idea de pensar a las empresas como actores sociales que transforman y no solo responden a exigencias. Y si hay empresas que solamente lo hacen por la demanda del mercado, también está bien, porque en el fondo eso responde a dinámicas sociales que hacen que esto sea cada vez más importante.
— Si tuviera que nombrar a un referente en el área, ¿quién sería?
— ¡Qué difícil! No es sencillo nombrar a uno solo porque la sostenibilidad trata muchos temas. No está solo lo ambiental, sino también lo social, lo económico y la gobernanza; todo eso es sostenibilidad. Pienso, por ejemplo, en Daniela Winicki, una mujer uruguaya que vive en Chile. Ella ha trabajado con nosotros en el camino hacia nuestro primer reporte de sostenibilidad en 2020 y sigue haciéndolo año a año. Fue gerente del área de consultoría Sustainability & Climate Change en PwC Chile y ahora tiene una consultora en sostenibilidad con la que se ha vinculado con empresas de todo tipo de rubros, sobre todo agroindustriales. También está Fernanda Ariceta que es consultora para ONU Mujeres desde 2018 y tiene una agencia especializada en temas de género llamada Empathy, y Magdalena Furtado, coordinadora del Programa de ONU Mujeres Uruguay. Respecto a lo ambiental está María José González, que es consultora en temas como economía circular e hidrógeno verde, entre otros. Pero hay muchos más porque la sostenibilidad es un paraguas que abarca múltiples áreas, desde prevención del narcotráfico y salud y seguridad ocupacional, hasta cambio climático y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Julián Ruiz Sáez, abogado especialista en Derecho Ambiental y consultor externo en sostenibilidad de empresas y organizaciones
— ¿Por qué es importante hablar sobre sostenibilidad?
— Porque no podemos proyectarnos a largo plazo si seguimos utilizando los recursos de la manera que lo hacemos. La humanidad ha tomado consciencia de esto y hoy tenemos una mirada del futuro donde lo económico pasa a estar integrado con lo social y lo ambiental, entendiendo que el motor económico de las empresas sin consideraciones ambientales y sociales no es sostenible. Entonces, debemos transmitir el mensaje de que es posible desarrollar un negocio, cuidar el ambiente y tener consideraciones con la comunidad y los empleados, aunque implica un cambio de mentalidad en la persona que emprende. Quizás para las generaciones más grandes es más difícil, pero los jóvenes lo tienen presente.
— ¿Cuáles son las principales confusiones que existen en torno al concepto de sostenibilidad?
— Quizás a veces nos entrampamos en las definiciones. Por ejemplo, ahora se habla de ‘regeneración’ y parece que la sostenibilidad ya no es suficiente y lo que importa es regenerar el ambiente porque ya no hay nada para sostener. Está bueno sumar esa mirada, pero no sirve detenernos tanto en los conceptos, porque es una discusión muy de nicho y nos perdemos de transmitir el mensaje de forma masiva, que es clave en un mundo empresarial donde más del 90 % son pequeñas y medianas empresas.
— Sin embargo, ¿no son las grandes empresas las que tienen mayor impacto en el desarrollo sostenible?
— Una cosa lleva a la otra. Las grandes empresas saben que muchas veces sus propios negocios están en riesgo si no hacen las cosas de forma sostenible, porque los consumidores son cada vez más conscientes y los bancos y organismos multilaterales de préstamo empiezan a tener consideraciones de este tipo al momento de otorgar préstamos. Entonces, si una empresa grande empieza a cuidar estos aspectos, tendrá consideraciones al momento de contratar a una pequeña empresa. Así, se genera un círculo virtuoso.
— Si tuviera que nombrar a un referente en el área, ¿quién sería?
— Hay una empresa argentina que me gusta muchísimo como ejemplo de sostenibilidad que es Guayaki, de Alex Pryor. Trabaja con comunidades indígenas en el norte de Argentina, restauran la Mata Atlántica plantando yerba mate y exportan el producto en forma de bebida energizante. Conocer esta empresa fue lo que en su momento me inspiró a meterme en temas de sostenibilidad.
Sylvana Cabrera Nahson, directora del Proyecto Desperdicio Cero y co-autora del libro Aquí no se tira nada
— ¿Por qué es importante hablar sobre sostenibilidad?
— No es necesario ser un experto para darse cuenta de que la naturaleza está pidiendo a gritos que reaccionemos. Tiene que ver con el cambio climático, pero también con la empatía con la naturaleza y los productores. Cuando desperdiciamos alimentos estamos desperdiciando recursos naturales y menospreciando el trabajo de miles y millones de productores a lo largo de todo el mundo. También tiene que ver con lo económico. En restaurantes, hotelería y comedores se desperdician partes de alimentos que son perfectamente comestibles. Es el caso de la zanahoria; comemos solo la raíz cuando las hojas son absolutamente comestibles. Le quitamos valor económico a su producción y nos perjudicamos a nosotros mismos. Si un tercio de lo que se produce se tira, de 1.000 pesos que compramos, alrededor del 30% va a la basura, ya sea por falta de conocimiento o, como dice mi hija, falta de imaginación. Es mucha plata la que podría ahorrarse.
— ¿Cuáles son las principales confusiones que existen en torno al concepto de sostenibilidad?
— Me preocupa que sea visto como una moda. Mi hija y yo siempre decimos que es un estilo de vida. Una vez que te sumergís en esto de cuidar la naturaleza, al otro, a ti mismo, hay una coherencia. Pero no creo en absolutismos, no soy radical. Para mí, hay un camino del medio. Todos estamos inmersos en una sociedad que tiene algunas costumbres enquistadas de la época del consumismo. Hoy tenemos que evaluar qué de la modernidad no sirve y nos perjudica. Si uno toma un ejemplo y lo aplica, ya está en ese camino, y después ese ejemplo lo lleva a otra cosa. Son pequeñas acciones. Si todos en el mundo tomamos una pequeña acción y luego sumamos otra y luego otra, llega un punto en el que el resultado es evidente.
— Si tuviera que nombrar a un referente en el área, ¿quién sería?
— Recuerdo una chef estadounidense llamada Alice Waters, que empezó una revolución hablando de la importancia de visibilizar la trazabilidad de los productos porque cuando no sabemos de dónde vienen las cosas, es muy difícil enamorarnos. Cuando uno conoce el esfuerzo que hay detrás, las familias, las levantadas temprano, que viene una tormenta y se puede ir todo; cuando hay esa conciencia, uno se enamora de los alimentos.
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