El puma es un felino que se distribuye desde Estados Unidos hasta el sur de Argentina. Mientras que para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) su situación se clasifica como de Preocupación Menor (LC), en Uruguay es una especie prioritaria para la conservación para el Sistema Nacional de Áreas protegidas (SNAP) y su estatus es “amenazado”.
En el país se sabe muy poco acerca de la situación en la que se encuentran los pumas. No sabemos cuántos hay, si viven de forma permanente aquí, ni si son adultos o juveniles, machos o hembras. Falta mucha información. Lo que sí sabemos es que existe uno radicado en nuestro territorio y eso puede ser una señal de que aún estamos a tiempo de conservar esta especie en Uruguay.
Estos felinos necesitan grandes superficies de territorio individual, ya que tienen hábitos solitarios. El área que ocupan varía para cada población según la disponibilidad de alimento y ambientes. De hecho, según estudios realizados en poblaciones de América del Norte, va de 32 a 1031 kilómetros cuadrados. Y pueden hacer largos desplazamientos en busca de alimento y nuevos territorios.
Desde mediados del siglo pasado, los avistamientos de pumas son muy esporádicos, ya que su presencia fue muy perseguida y combatida. En las últimas décadas, se han registrado casos puntuales en diversas partes del país, pero la mayoría de esas observaciones se dieron una sola vez. Pero, como decíamos antes, existen datos de un puma que está radicado en el norte y a él sí se lo viene registrando hace ya dos años.
Para Uruguay es realmente desafiante aplicar estrategias de conservación para esta especie; principalmente, en términos de superficie y espacios aptos para ser hábitat del puma. El país cuenta con 19 áreas protegidas ingresadas al sistema, con una superficie total de 382.990 hectáreas, entre terrestres, marinas y áreas adyacentes. El tamaño es relativamente pequeño si lo comparamos con otras áreas protegidas del mundo y eso dificulta la conservación de especies con necesidades de amplios territorios.
De todos modos, hay que considerar que no todas las áreas protegidas pueden ser hábitat para el puma y que tampoco se encuentran conectadas entre sí.
Es necesario considerar a la especie y los ecosistemas que habita y realizar medidas de manejo específicas. También es importante considerar que la fauna no conoce límites políticos. En este sentido, las estrategias de conservación deben ser transfronterizas; por ejemplo, con áreas protegidas binacionales.
Además, debe existir un amplio trabajo social, ya que las personas suelen matar a los pumas por miedo o por considerarlos una amenaza para la gente y los animales domésticos. Y estas medidas deben ligarse a estrategias de conservación de los ecosistemas que esta especie habita.
El puma puede convertirse en una especie ‘paraguas', es decir, una que por sus características ecológicas permita conservar otras especies y ecosistemas. Sin embargo, el cambio de uso de suelo por la expansión del agronegocio ha marcado nuestro territorio y esa es una de las principales amenazas para la conservación de esta especie y la biodiversidad.
Dejamos la siguiente pregunta como reflexión: ¿Cómo cree que deberíamos tratar y valorar a las especies silvestres?