Ya lo decía el Gallito Luis de esta casa: “El que busca encuentra”. Y aunque la exploración de hidrocarburos en Uruguay lleva 70 años solo encontrando “buenos indicios”, las lutitas pirobituminosas siguen siendo “el único recurso energético fósil probado” del país, como las presentó Pablo Gristo, jefe de Exploración y Producción en la Gerencia de Transición Energética de ANCAP.
Quizás esta sea la primera vez que escuche hablar de estas rocas de color negro y con un fuerte olor a queroseno, pero hace un par de décadas se determinó que es una reserva que equivale a 277 millones de barriles de petróleo, es decir, lo que consume el país en 20 años. No obstante, como no cerraba la ecuación económica con la tecnología hasta entonces disponible, quedó a la espera de una nueva investigación de la Facultad de Química de la Universidad de la República en conjunto con ANCAP que encontró pistas sobre su potencial energético.
De roca a gas.
Las lutitas pirobituminosas (también llamadas esquistos bituminosos u oil shale en inglés) son unas rocas arcillosas muy ricas en materia orgánica con yacimientos en Cerro Largo, Tacuarembó y Rivera. En ese territorio, en tiempos del Pérmico –unos 250 millones de años atrás–, quedaron depositadas bajo un gran lago –que comprendía también parte de Argentina, Brasil y Sudáfrica, dado que los continentes estaban unidos– con muy bajo contenido de oxígeno.
Rodrigo Novo, geólogo de ANCAP, explicó así su proceso de acumulación y conservación: “La materia orgánica de origen microbiano o por restos de algas o material leñoso se fue sedimentando en el fondo de ese lago a lo largo de millones de años, tapada con otras capas de sedimento”. Las lutitas pirobituminosas formadas en otros puntos del planeta son explotadas como precursores de combustible, pero la posibilidad de transformarla en combustible ya fue descartada para Uruguay. “Pero son una roca con buen poder calorífico para quemar”, dijo para no desalentar.
Martín Torres, profesor adjunto del Área de Fisicoquímica de la Facultad de Química, les dedicó los últimos años, buscando y encontrando su potencial como fuente de materia prima capaz de generar gas combustible a través de una tecnología alternativa: la combustión latente (smouldering, en inglés).
La combustión latente es aquella que usted puede observar en la brasa del carbón en la parrilla o en la estufa; también es la que consume un cigarro. “Es una combustión muy lenta, controlada, a baja temperatura, que no tiene llamas”, describió el profesor Torres en diálogo con El País. Es aquella que se utiliza, por ejemplo, en la remediación de suelos contaminados con residuos peligrosos.
Este proyecto fue el primero en aplicarla al estudio de las lutitas pirobituminosas y encontró que ofrece una alternativa interesante para aprovechar este recurso mineral. ¿De qué manera? La lutita, sola o mezclada con biomasa, tiene el potencial para transformarse en gas y este puede abastecer las necesidades energéticas de una vivienda.
Así lo ve Jorge Castiglioni, profesor titular de Fisicoquímica: “El gas que se obtiene es bastante parecido a lo que era el antiguo gas de cañería que había en Montevideo”.
Las pruebas de laboratorio realizadas por Torres revelaron que el gas generado por la combustión latente contenía monóxido de carbono, dióxido de carbono, hidrógeno (en cantidades minoritarias), metano y propano (en cantidades significativas), lo que aumenta su poder calorífico.
Por otra parte, se determinó que el proceso ocurre de manera autosostenible, es decir, el proceso de combustión latente se sostiene por sí solo gracias a que el calor generado es suficiente para mantener su continuidad, sin que sea necesario introducir energía adicional.
Por otra parte, Torres determinó que la adición de un 5% de biomasa a la combustión latente favorece positivamente la cantidad de energía de los gases, lo que también supondría una solución para la acumulación de ciertos residuos.
Los investigadores de la Facultad de Química estudian la aplicación de la combustión latente para determinados residuos como yerba mate o lodos industriales, además del trabajo que continúa con las lutitas pirobituminosas.
En el primer caso, se analiza si esta tecnología puede dar respuesta a la acumulación de los grandes volúmenes de yerba mate que hoy no tienen ningún aprovechamiento energético. Respecto a lo segundo, ya se aplicó a lodos cedidos por una planta de tratamiento de una industria láctea para determinar su valorización. Una tesis de maestría defendida este año encontró que la combustión latente otorgaba a la empresa una ganancia de unos US$ 500.000 anuales al ahorrarse el transporte, el procesamiento y la disposición del residuo y suplantar parcialmente el consumo de combustible de una caldera mediante la quema de los gases combustibles producidos durante la combustión latente.
Además de su posible uso en la cocina o en el sistema de calefacción de nuestra casa, el profesor Castiglioni visualizó otro destino para la reserva de las lutitas pirobituminosas nacionales: la industria del plástico. “No nos olvidemos que el petróleo es una materia prima que se acaba y que muchas veces solo se presta atención al uso como combustible. Podemos pensar en procesos para transformarlo en precursores de plásticos”.
La cadena de aprovechamiento no terminaría ahí. Las cenizas de las lutitas pirobituminosas también tienen potencial. “Se podría obtener algún metal de interés”, apuntó Torres. El profesor adjunto del Área de Fisicoquímica piensa particularmente en hierro, dado que las cenizas son de color naranja, que es utilizado como insumo para la industria de fertilizantes, pero para esto faltan análisis.
También está pendiente el estudio económico de una posible explotación del recurso mineral mediante combustión latente y el estudio de impacto ambiental, una dirección en la que caminará el proyecto conjunto entre Facultad de Química y ANCAP una vez que se cuente con nuevo financiamiento, dado que hay que hacer pruebas en una escala superior a las del laboratorio para determinar cómo podría ocurrir el aprovechamiento industrial. En palabras de Pablo Gristo, jefe de Exploración y Producción en ANCAP, “el camino de la ciencia es largo, no se lo puede apurar”, pero no se están dando pasos equivocados.