Pradera, monte nativo, humedal. Afloramientos rocosos, árboles centenarios, plantas medicinales. Rastros de manos peladas, de carpinchos, de zorrillos. Hay tanto para ver que no dan los ojos. Se trata de un sendero de naturaleza ubicado en Pan de Azúcar, Maldonado, al que se accede por la Ruta Interbalnearia, a la altura del kilómetro 97 y medio. Es una oportunidad para disfrutar del paisaje, conectar con la naturaleza y, sobre todo, aprender.
“No se puede proteger lo que no se conoce y el uruguayo está muy desconectado de las riquezas que tenemos”, sostuvo Fiorella Gagliardi, coordinadora del Programa de Educación Ambiental de la Asociación Flora y Fauna Indígena. Esta es la organización que está detrás del sendero interpretativo, que planifica jornadas con escuelas y turistas locales e internacionales y permite recorrer, en un solo día, algunos de los ecosistemas más representativos del país.
Una construcción eco-amigable
Lo primero que se ve es un centro de visitantes de un ocre intenso, con baños y un área de picnic. Lo construyeron con sus propias manos, siguiendo los principios de la bioconstrucción: “El primer llenado se hace con superadobe, bolsas de tierra que se montan unas sobre otras y entre cada una se ponen dos hileras de alambre de púa para evitar que se deslicen”, explicó Gagliardi.

Los ladrillos, por su parte, se hacen con pasto y barro propio del lugar. Las ventanas son desiguales y de colores; están hechas de vidrios que encontraron en volquetas, que la gente donó o de botellas. La madera es de eucaliptos que cortaron del monte y para el techo usaron chapa de una fábrica que está a dos cuadras. “La huella ecológica es mucho menor porque no hay gasto en combustible ni traslado de materiales”, resaltó la coordinadora.
El techo está lleno de vida: allí sembraron marcela, petunia y verbena, entre otras hierbas nativas. Este sistema —llamado techo verde— mejora el acondicionamiento térmico y disminuye el riesgo de inundaciones y escorrentía. Además, los 80 metros cuadrados de chapa juntan el agua de lluvia, que va a un tanque de 500 litros. Eso carga las cisternas y las canillas.
La Asociación accedió al predio —alrededor de dos hectáreas ubicadas en el Parque Industrial Pan de Azúcar— gracias a un comodato a 20 años del Municipio de Pan de Azúcar y la Intendencia Departamental de Maldonado. Cada año presentan proyectos para concursar por fondos internacionales —como uno que obtuvieron del Proyecto Eccosur, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)— y nacionales; de hecho, el año pasado ganaron uno del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) con el que lograron acceder a energía eléctrica, instalar un sistema de riego para el futuro ‘Laberinto de flores silvestres nativas’, cercar el predio, construir un puente colgante y habilitar nuevas zonas de descanso y contemplación.
Tienen planeado instalar un saneamiento ecológico, es decir, uno en el que las aguas grises terminen en un humedal artificial. Pero para eso requieren una cantidad de permisos especiales y eso implica un costo, así que queda pendiente para futuros proyectos, señaló Gagliardi.
Problemáticas ambientales y plantas que curan
Lo segundo que se ve es un tajamar, es decir, un depósito artificial que detiene el escurrimiento de agua de lluvia, formando una laguna. Lo hizo el Municipio de Pan de Azúcar, a pedido de la Asociación. ¿La razón? Sencilla: “El agua genera vida”, dijo Gagliardi, que también es veterinaria y especialista en gestión de áreas naturales. Hoy hay plantas, ranas, peces; incluso nutrias. Pero al principio solo había agua de lluvia: “Primero vinieron los renacuajos y luego las aves, que se alimentan de ellos. Con las aves, semillas de otros humedales y larvas de peces. Y así surge todo el ecosistema”. Además, la tierra que se extrajo para su creación se utilizó para construir el centro de visitantes.
El sendero comienza con un monte de eucaliptos. “Acá hablamos mucho del problema de la celulosa y las plantaciones de Eucalyptus”, contó la coordinadora. Y agregó: “En verano, cuando hace calor, uno realmente siente que ahí hace aún más calor porque son árboles que tienen mucho alcohol, que es lo que facilita los incendios forestales”.
Otra problemática en la que hacen hincapié es la caza furtiva. “Muchos llegan con la esperanza de ver varios animales, pero la realidad es que no se observan más que aves. Y es la realidad de Uruguay porque lamentablemente se sigue cazando mucha fauna y los animales que sobreviven están acostumbrados a esconderse”, expuso Gagliardi. Sí se ven rastros: huellas, madrigueras, etcétera. Y alguna que otra vez han visto un guazubirá, que es como un ciervo pequeño.
Lo que sí se observa y mucho son los líquenes. Por ejemplo, el sendero es hogar de la barba de viejo, una planta medicinal que tiene un antibiótico contra el estafilococo dorado, causante de infecciones cutáneas y de las mucosas, indicó la veterinaria. “Se hierve un poquito durante diez minutos y eso se pasa por las lesiones o se hacen gárgaras. No se toma porque como es antibiótico mata también bacterias buenas del intestino. Y además es bastante fuerte”, detalló y añadió que durante el recorrido se habla mucho sobre flora medicinal.

Estos líquenes, además, indican que la calidad del aire es buena: “Los árboles cargados de líquenes son bioindicadores de aire puro. Uno nunca verá líquenes en un árbol en 18 de Julio y Ejido”.
Más opciones para interpretar la naturaleza
Además del sendero que cruza el arroyo Pan de Azúcar —el predio sede donde está el centro de visitantes—, la Asociación Flora y Fauna Indígena cuenta con un sendero en Balneario Solís que incluye monte y matorral psamófilo y hacen recorridas en predios privados como la Estancia Pozos Azules —donde atraviesan pastizales y monte nativo de quebrada y llegan a pequeñas caídas de agua que forman piscinas naturales de agua— y el Cañadón de la Palma —establecimiento rural con caídas de agua cristalina—.
A su vez, en el predio sede están desarrollando un nuevo atractivo: el Herbazal de Flora y Fauna, que incluirá un laberinto de flores silvestres nativas. Lo hacen de la mano de Psamófila, un proyecto que busca revalorizar estas especies. Esto no solo generará otra instancia de interpretación y aprendizaje —sobre todo para las escuelas de jardinería y paisajismo—, sino que también será un atractivo para los insectos polinizadores, fundamentales para la conservación de la naturaleza.
El rol del agua en la naturaleza
La Zanja del Encanto atraviesa el sendero y le da aún más vida. Se trata de una cañada que nace en el cerro Pan de Azúcar, cruza la ruta y desemboca en el arroyo Pan de Azúcar. “Todas las especies vegetales del monte ribereño contiguas al agua están adaptadas con su sistema radicular para proteger esa agua y soportar las inundaciones y las crecidas. Es un sistema muy frágil que es fundamental proteger para cuidar también la calidad del agua”, sostuvo Gagliardi.
En lo alto sobrevuelan todo tipo de aves; entre ellas, un carao, que se alimenta de caracoles, y un buitre, que es carroñero y tiene la cabeza pelada, sin plumas, adaptación que le sirve “para no ensuciarse cuando se alimenta de las carroñas”.
El humedal da lugar a más aprendizajes; por ejemplo, que una de sus funciones es filtrar el agua y contener inundaciones. “Cuando edificamos zonas como los Bañados de Carrasco —ecosistema de humedales dentro de la cuenca del arroyo Carrasco—, impermeabilizamos toda esa superficie y tenemos más inundaciones”, señaló la coordinadora.

Y luego están los ligustros, que cada vez son más: “Es un árbol asiático que está invadiendo todo el mundo. Como tira millones de semillas al suelo, si no se combate, dentro de unos años esto dejará de ser un monte biodiverso. Es lo que está pasando, por ejemplo, en la Sierra de las Ánimas, que en determinado sector está lleno, uno al lado del otro”. La Asociación de Flora y Fauna Nativa los tala y los usa para construir infraestructura o los anilla de modo tal que se corte su circulación y se sequen.
El sendero también tiene puentes; uno hecho sobre el tronco de un sauce y otro colgante, que atraviesa el arroyo. En ese punto incluso es posible descalzarse y cruzar a pie, entrando en contacto directo con el agua cristalina. Enseguida aparece una de las partes favoritas de Gagliardi que son unos “laberintos” llenos de helechos, generados por las crecidas. “Parece Narnia, un lugar encantado”, aseguró.

En total, el circuito es de tres kilómetros y lleva dos horas y media recorrerlo aproximadamente porque se hacen paradas para interpretar la flora y la fauna. La dificultad es baja.
Educación ambiental para todos
La Asociación de Flora y Fauna Indígena trabaja sobre todo con el ámbito educativo y el turismo de cruceros. “Muchos de los guías somos bilingües, entonces tenemos programas para colegios internacionales y público internacional”, destacó Gagliardi. También ofrecen recorridos particulares para un mínimo de cinco personas; siempre es con agenda previa y el costo es de $590 para adultos, la mitad para menores de 12 años y gratis para menores de 5.
En el caso de los centros educativos el costo es "mucho menor" y cuentan con precios diferenciales para las instituciones públicas. También otorgan becas para los niños que no puedan acceder. “El cuello de botella muchas veces es el traslado, que es lo más costoso. Hemos generado alianzas, pero estamos buscando sistemas para apadrinar a las instituciones públicas que quieren tener esta vivencia”, señaló la veterinaria y contó que también hacen campamentos temáticos; por ejemplo, sobre plantas medicinales.
Otras experiencias incluyen talleres de hongos, de farmacia natural y de arqueología de los pueblos originarios. En el equipo hay guardaparques, técnicos de gestión ambiental, un biólogo, una arqueóloga, un abogado ambientalista y paisajistas, y tienen el aval de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) para trabajar en escuelas y liceos. Promueven el aprendizaje por competencias y la participación activa de los estudiantes; por ejemplo, con su propuesta de ‘Inmersión en el pensamiento y método científico en la naturaleza’ que ofrece la oportunidad de experimentar una práctica científica auténtica en el campo. A través del relevamiento y muestreo de flora y fauna, los alumnos formulan hipótesis, analizan resultados, extraen conclusiones y presentan sus hallazgos en exposiciones orales ante sus compañeros.
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