Arte
Octavio Podestá y Walter Tournier exponen sus esculturas
"Fue ‘Toto’ el que quiso exponer acá y con su amigo de toda la vida”, explica el galerista Juan Palleiro. “Toto”, Octavio Podestá, tiene hoy 88 años, es Ciudadano Ilustre y lleva una vida dedicada al arte. Desde la Intendencia de Montevideo al Museo Nacional de Artes Visuales, del Parque Rodó a plazoletas de la capital y del interior: al que camine con la mirada atenta, le habrá parecido encontrarse con él en varios rincones de la vía pública. Pero nuevamente, la escultura de Podestá pasa a un espacio más íntimo, esta vez en la galería de arte Juan Palleiro, para una muestra junto al cineasta uruguayo Walter Tournier.
Fue Podestá quien motivó a Tournier, conocido sobre todo por su trabajo en animación, como en Los Tatitos y Selkirk. Pero quien también se presenta como arquitecto, maquinista, diseñador y artesano. En algún momento de su vida realizó una escultura que dejó junto a la chimenea, cuenta Podestá, que, curioso, en una de las visitas a su amigo, pregúntó por el autor de la obra y le dijo: “Tenés que seguir con esto”.
Con esa misma emoción y motivación, surge la idea de Podestá de invitarlo a exponer junto a él en una muestra que se inaugura el sábado 18 de noviembre y que podrá visitarse de lunes a viernes, de 14.00 a 18.00 hasta el 23 de diciembre. “Es un honor para nosotros tenerlos acá”, expresa Palleiro.
En la escultura Tournier encontró una forma más libre de expresarse a través de la forma, pero no por eso considera que sea diferente a lo que ya hacía. “Esa multiplicidad de aspectos bajo los cuales es capaz de presentarse, está contrarrestada por una ‘mismidad’”, escribe el arquitecto e historiador uruguayo, Gabriel Peluffo Linari, en la presentación de la obra de Tournier: “Proceden de una misma comunión entre intelecto y manualidad”.
Por la parte de Podestá, la obra no será nueva, pero para aquel que no está acostumbrado a enontrarlo en lugares más cercanos, “será distinta a la de ‘Toto’ en emplazamientos urbanos”, aclara Pilar González, quien ya trabajó con el escultor y ayudó en la selección y montaje de una muestra que considera “familiar, de amigos”.
Las grandes dimensiones de las plazas dejan lugar a pequeños y medianos formatos que continúan el “diálogo entre colores: marrones y herrumbres que enriquece con azules, ocres rojos o negros”, describe González.
Por un lado está la obra escultórica primera de un autor ya conocido en otros ámbitos y que sorprendió a Octavio Podestá. Por el otro, es el reencuentro desde un punto de vista íntimo y cercano a la escultura de ese artista, que para González hace sentir el “carácter hondo y entrañable”, pero que también es muestra de “las creaciones de un maestro que se permite ser un niño jugando”.