AHÍ ESTUVE
La galerista Diana Saravia abrió el pasado viernes un espacio pionero para el arte contemporáneo nacional, con una exposición de Emiliana Rat
Los zapatos son rosa chicle, de aspecto plástico, tacos altos y como recién salidos de una vidriera de Barbie. El jean es de un celeste ingenuo que cubre las piernas, el torso está desnudo, los pechos están debajo de alguna pieza brillante y apenas asomados detrás de una melena enrulada, negra, abundante. Y en los brazos en alto, como si se tratara de la ring girl que avisa del combate más extravagante de todos, en un cartel de neón con letras azules se lee: “Usa tu sexo como forma de protesta”.
¿Cómo, si hace media hora estaba dentro de la redacción de El País, ahora estoy en la sala principal de Baires, un bar/club de strippers sobre la calle San José, como espectadora de una muy convocante performance artística a la que el adjetivo “exótica” le queda diminuto? ¿Cómo es que una ciudad puede cambiar tanto en apenas seis cuadras?
Esta noche de viernes 13, por este período de dos, tres horas, esta Montevideo que se revela extraña e inaudita tendrá una única dueña, una única anfitriona: Diana Saravia, que acaba de inaugurar Club de París, la primera galería de arte erótico del Uruguay.
Saravia, nacida en una localidad en la que para 2011 vivían apenas 263 personas —Cerro de las cuentas, en Cerro Largo—, que es madre de dos varones, que ya tiene su propia galería de arte y que no para de proponer, posa para las fotos enmarcada en un par de alas negras, y en el arte que recubre las paredes de su flamante rincón pequeño, blanco, rosa.
Y el arte es, todo, de Emiliana Rat, que bajo el título Manifiesto agrupa piezas ambiguas y dispersas de un universo que el curador Manuel Neves define así, a través de la “ambigüedad” y de la “dispersión”.
Hay, entonces, cuadros donde las lenguas ganan una dimensión gigante; videos donde la gelatina y la alimentación y los auriculares conforman una nueva experiencia; carteras con silueta de ropa interior y cuadros que rompen, desde lo directo y lo frontal, el límite entre lo privado y lo público.
Es una expansión de lo que Rat, de 27 años, montevideana pero radicada en Barcelona aunque presente al momento de la inauguración, explora en su marca de indumentaria SEXOENPUBLICO, la verdadera protagonista del desfile de modas performativo, donde cada cuerpo y cada atuendo y cada gesto funcionan como golpe de impacto y como declaración de principios. Cada trozo de Manifiesto es, en esencia, un manifiesto diferente, que observa, absorbe y lee la pequeña multitud que desborda el lugar.
La imagen no es exagerada y al final tenía razón Saravia cuando en marzo, en charla con El País, decía: “Creo que hay una necesidad, en el público en general, de cosas diferentes. Creo que la gente está cansada de lo mismo y hay necesidad de vivir otras historias”.
Esta, la que empieza a proponer desde Club de París, la que se puede visitar de martes a viernes de 16.00 a 20.00 y los sábados de 18.00 a 22.00, con entrada libre, la que concentra y dice tanto en unos escasos metros cuadrados, el viernes estuvo repleta de entusiastas —artistas, modelos, socialités— con ganas de descubrir qué hay, más allá de la fachada, en esta ciudad. Qué hay ahí, después de los museos, las convenciones, los prejuicios.