Heber Perdigón / París
Desde el 14 de setiembre, el escultor uruguayo Pablo Atchugarry expone sus obras en la Galería Tornabuoni Art en París, a dos pasos de la Madeleine; son ocho esculturas en diferentes tipos de mármoles y serán exhibidas hasta noviembre.
Con nutrido público de coleccionistas y amaterus d’art, la inauguración contó el presidente Luis Lacalle Pou —que llegó a Francia por invitación de su par francés Emmanuel Macron, para presenciar el debut de Los Teros en el Mundial de Rugby—, el ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo; y el embajador Ricardo González Arena, delegado Permanente ante la Unesco, entre más personalidades.
El recorrido de Atchugarry, el más internacional de los artistas uruguayos de la actualidad, nace de la atracción que sintió por el arte desde la niñez. Comenzó a pintar, expuso en Montevideo y la región —Buenos Aires, París, Porto Alegre, Brasilia—, y luego de haber trabajado materiales como el cemento, el hierro o la madera, llegó al mármol.
En 1979 en Carrara, Italia, realizó su primera obra de marmolería: “La Lumière”. Era el inicio de toda una carrera de especialización y oficio.
Después, se constituyó en Lecco el Museo de Pablo Atchugarry, donde se exponen sus obras y toda la documentación de su trayectoria artística. Recibió el premio Michelangelo en reconocimiento a su recorrido y, hasta ahora, lleva más de 100 muestras individuales y colectivas realizadas alrededor del mundo.
Ha hecho obras para la realeza (en 2002, para el 50° aniversario de coronación del príncipe Rainier de Mónaco), ha expuesto en la Bienal de Venecia, tiene su propia fundación en Uruguay y, desde el verano de 2022, el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry, ubicado en Manantiales.
En su fundación, recibe año a año a estudiantes que entran en contacto con el arte, muchas veces por primera vez.
Divide su trabajo y residencia entre Manantiales y Lecco, Italia. Esta charla, sin embargo, la mantuvo en la galería parisina donde ahora se expone parte de su obra.
—Es la segunda vez que expone sus esculturas en París ¿Qué representa exponer en una ciudad como esta?
—Es una gran oportunidad, puesto que aquí hay obras que se exponen al exterior, en el (pasaje y mercado) Village Royal - Cité Berryer. He hecho mucho hincapié en que la obra tiene que encontrar un público más vasto. No solo el público especializado en arte, sino aquel que pasea por la calle y se encuentra con una obra de arte. Es ahí donde el arte puede interrelacionarse y despertar interés.
—¿Cuántas obras se exponen en esta muestra?
—Ocho. Todas vienen de Italia, muchas pertenecen a la colección de la galería Tournabuoni, y otras han sido creadas exclusivamente para esta exhibición.
—¿Qué tipo de mármol ha utilizado en las obras?
—He trabajado el mármol de Carrara, el estatuario de Carrara, mármol negro de Bélgica y también hay una escultura en bronce, que se llama “Estrella de luz”. Un bronce último, digamos, tratando de descubrir una faceta entre los claros y oscuros, el blanco, el gris y el negro.
—¿Puede decir que ha dominado el mármol, o sigue siendo un material rebelde?
—No pienso en la imagen del dominio. Pienso que este material maravilloso me ha aceptado como artista, que dialogo con él. Me ha contado muchos secretos, y uno de los secretos es cómo trabajarlo. Hasta dónde puedo llegar con esas líneas tan finas sin nunca ir más allá, porque se rompería el mármol. Todo eso me ha ido contando ese material tan noble a lo largo de años de coexistencia. El mármol es muy celoso, no cuenta todos sus secretos: está esperando que uno le dedique la vida. Cuando la materia se da cuenta de que le hemos dedicado todo, la relación es íntima.
—¿Cuál es su disciplina de trabajo, entonces?
—Mi disciplina de trabajo son 12 horas diarias todos los días del año. También viajo mucho, como en este caso. Llegué de mañana para la muestra de París y vuelvo a Italia 24 horas después. Es una disciplina de mucho taller y también de acompañar las obras que viajan por el mundo.
—¿Podría vivir sin esculpir?
—Creo que no. Para mí, esculpir es una vivencia.
—¿Cuál cree que es su fuente de inspiración?
—Hay que buscar mucho, bucear mucho dentro de uno mismo. Uno va aprendiendo durante el largo camino de la vida. Hay que buscar esa imagen propia, personal, individual, única que está dentro de cada ser humano.
—¿Qué mensaje quiere trasmitir con sus obras?
—Un mensaje, sobre todo una imagen interior. El arte en un determinado momento es intemporal: puede abarcar épocas y puede dialogar con autores de otras épocas, siempre que se haya logrado ese buceo hacia la imagen interior. Pienso que he logrado buscar esa cifra estilística que me representa, ese ADN. Si uno es coherente, seguirá trasmitiendo esa imagen. Como autor o espectador de mi propia obra, la obra también se desarrolla en vertical, una verticalidad que siempre me acompaña en la vida. Esa verticalidad tal vez sea un trait-d’union entre la tierra —lo sólido— como las raíces de los árboles, que se nutren de la tierra, algo muy concreto, y Luego está la parte espiritual, que tratamos de alcanzarla. Tal vez nunca la alcancemos, pero sí podemos indicar una dirección. Tal vez mi obra está buscando esa luz, ese espacio, esa energía que existe alrededor.