Hogue se muestra: "No me gusta dar explicaciones porque quiero que la gente se apropie de la obra"

El caricaturista y artista plástico presenta "Zoo" en el Museo Zorrilla, una muestra con una docena de su producción pictórica

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Hogue
Foto: Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

Su biografía oficial dice que Horacio Guerriero nació en Trinidad en 1953 pero que Hogue nació en 1978 y en Montevideo. Ambos conviven en Zoo, la exposición que está en el Museo Zorrilla hasta el 15 de agosto.

Hogue es uno de los caricaturistas más importantes de una generación ilustre en la que están, por ejemplo, Arotxa -quien está exponiendo su obra pictórica en el Museo Nacional de Artes Visuales- y Ombú. Ilustró en La Semana de El Día, El Observador y en Código País con Aldo Silva y Alfonso Lessa.

Además, tuvo una carrera como publicista y viene haciendo muestras individuales hace más de 20 años.

Zoo incluye una docena de trabajos que combinan el impulso de color y el reposado trabajo de la carbonilla. Hay animales y humanos fantásticos y abstracciones en una suerte de bestiario muy imaginativo: hombres y ciervos bailando, un caballo de Troya, cerdo alado, otros tienen pinceladas de un rojo rebosante.

Sobre algo de eso, Hogue charló con El País.

-¿Cuándo empezó con Zoo?

-Desde 2017 que no dibujaba y esto arranca en pandemia. Estaba razonablemente trancado aunque no había nada que me inhibiera: simplemente no tenía un estímulo. Empecé a trabajar con la serie a color. Fue un inicio bastante raro para lo que es mi estilo pero fui con algo más abstracto porque, claramente, necesitaba la pincelada. Y de ahí no paré y estuve todo 2020 trabajando con el color y el 2021, con la temática “metamorfósica” vuelvo al dibujo y ahí a la carbonilla. Y necesitaba un formato grande.

-¿De qué habla Zoo?

-No digo esas cosas. Hay, sí, una sensación de voluptuosidad, un término que me gusta: lo voluptuoso me sienta bien. A partir de eso mi cabeza empezó a volar. No me gusta dar explicaciones porque quiero que la gente se apropie de la obra.

-En Zoo hay tres cuadros de 2002 firmadas como Guerriero. ¿Era para diferenciarse de Hogue, el caricaturista?

-Claro. Entonces estaba con mi agencia de publicidad y tenía las cosas como muy divididas. Me parecía que el caricaturista iba por un lado, el artista plástico por otro y el publicitario por otro. Era un desencuentro grande. En esta muestra están tratando de confluir el artista plástico y el caricaturista. Y ahí hay una unión estética y técnica, una secreta coherencia.

-Usted habla en su bio oficial de los nacimientos de Horacio Guerriero y de Hogue...

-El nacimiento biológico me da la vida pero el otro, literalmente, me la salva. Era bancario en el interior y estaba complicado. A mi me interesaba las exposiciones, los dibujos y en un afán estruendoso por hacer lo que yo quería, conseguí un traslado a Montevideo. Me puse a trabajar para El Día, al año dejo el banco y me voy a la publicidad. ¡Quemé las naves para entrar en un mundo absolutamente creativo!

-Pero no olvidó a Guerriero...

-Se mantenía porque yo no entendía muy bien todo lo que pasaba. Cuando me voy de la publicidad, decidí que tenía que ir por un camino único y Hogue era el que me daba de comer, al que le iba bárbaro en todo. Y pasé a firmar todo Hogue, que es el nombre que empieza a trascender porque me dediqué menos a otras cosas. Y empezó a ser más identificable aunque ya tenía 30 años de trayectoria. Y pasé a ser Hogue el de Código País, el de Guambia, El Dedo. Y nadie veía mi obra personal. Lo que intenta esta muestra es poner en el mismo lugar a los dos.

-Zoo, me parece, funciona como un bestiario ominoso y genera varias lecturas pero la caricatura se tiene que entender...

-Eso y necesita la complicidad de la gente. Acá lo que busco es, sí, complicidad, pero que se interprete lo que les parezca. Las obras, por ejemplo, no tienen título y me encantaría que la gente pudiera ponerle uno. Hay un cuaderno en la entrada si quieren. La cosa va por el lado de la interpretación y lo que me comentaban mientras colgaba la muestra eran increíbles y nunca las imaginé.

-¿Cómo trabaja?

-Obsesivamente. Al menos en el tiempo en que estoy involucrado porque no puedo trabajar más de una hora, hora y media. Y soy muy rápido. A veces boceto, a veces no como por ejemplo en estos cuadros más “impulsivos” que están en la muestra.

-Estos trabajos de ilustrador que están en Zoo..

-¿Por qué ilustrador y no artista plástico?

-No quiso ser un juicio de valor, sino que son ilustraciones...

-Es una broma. Es que, por ejemplo, el dibujo está muy denostado. Yo soy las dos cosas y esa versatilidad y la necesidad me han permitido ser caricaturista, ilustrador. Eso quizás por un lado no se separa tanto pero a la vez se distancia enormemente. Hay un concepto más poderoso acá. Y es una locura propia.

-¿Viene de familia de artistas?

-Mi padre era peluquero, o sea que tenía buena movilidad en sus manos. Y gran pianista. Mi abuelo, violinista. Intentó enseñarme y me pegaba con el arco cuando no aprendía, por lo que desistí rápidamente.

-¿Cómo descubrió este don?

-Antes hacía un esfuerzo ante la pregunta de cuándo empecé a dibujar pero después encontré una metáfora que es mucho más interesante: mi vieja tenía toda la panza escrita por dentro. Eso elimina todo el compromiso de tener que estar acordándote en qué momento empecé a dibujar. Entonces, la respuesta es “desde siempre”.

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