Joaquín Torres García: la historia del trágico incendio en un museo de Brasil que destruyó 73 obras del uruguayo

En la madrugada del 8 de julio de 1978, el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro se incendió y se destruyeron 150 cuadros de artistas como Pablo Picasso, Salvador Dalí y el uruguayo Joaquín Torres García.

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Una de las pocas obras de Joaquín Torres García que sobrevivieron al incendio.
Foto: Archivo El País.

"Tragedia cultural: el fuego arrasó 70 Torres García”, tituló El País en su portada del domingo 9 de julio de 1978. La página completa estaba dedicada al incendio del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, ocurrido en la madrugada anterior y en el que se destruyeron 150 cuadros y se dañaron 930. Había obras de Picasso, Dalí, Joan Miró y René Magritte, pero el uruguayo fue el más afectado: al día siguiente se confirmó que, en realidad, se habían quemado 73 obras realizadas entre 1928 y 1945.

“Lo que se perdió no merece ser considerado en dinero. Lo que se perdió fue el arte de América”, lamentó entonces Manolita Piña de Torres García, viuda del pintor. La mujer, en ese momento de 95 años —moriría en 1994 con 111—, recibió a El País en su casa de Punta Gorda y definió la tragedia como una “noticia aniquiladora”. Cuatro días antes había fallecido su yerno, el escultor Eduardo Díaz Yepes, y en medio de la consternación por la “irreparable pérdida”, recibieron el anuncio desde Brasil. El adjetivo “aniquilador” tenía una precisión milimétrica.

A 46 años del incendio y a días del 150° aniversario del natalicio de Torres García, su bisnieto, Alejandro Díaz, trata de evocar imágenes de aquel momento, pero los recuerdos se lo impiden. Tenía 8 años y dice que era “muy chico para ponerle palabras a todo eso que estaba pasando”, pero sabe que le quedó una marca indeleble. “Fue muy fuerte”, asegura. “En ese momento, además, había dictadura y teníamos a un pariente preso. Me quedó la sensación de percibir algo realmente oscuro en el ambiente”.

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La portada de El País del domingo 9 de julio de 1978.
Foto: Darwin Borrelli.

En aquella entrevista de 1978, Manolita revelaba que el del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro era el tercer incendio que se devoraba las obras del creador del universalismo constructivo. Ya le había pasado en 1936 cuando, en medio de la guerra civil española, se incendió la Capilla del Santísimo de la Iglesia de San Agustín en Barcelona, donde se perdieron seis grandes lienzos. La historia se repetiría en 1948, durante el llamado “Bogotazo” de Colombia, en el que se prendieron fuego otras dos obras del uruguayo.

El bisnieto del artista, quien además es dueño del Museo Torres García, suma una cuarta pérdida al trágico historial. “En 1925 se incendió la fábrica de Nueva York que había montado con unos amigos donde producía los juguetes de madera que había inventado”, narra. “El tema del fuego es recurrente en su vida, y si bien yo no soy de darle una lectura a eso, es verdad que es un hecho. Es como que, de alguna manera, el fuego lo persigue, ¿no?”.

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El incendio en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro.
Foto: Archivo El País.

El fuego en Río de Janeiro

“No hay palabras para describir esa pesadilla donde todavía se siente el olor del humo en el aire”, escribió el periodista Miguel Carbajal, el enviado de El País al Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Era 11 de julio y habían pasado tres días del incendio. “Hierros enroscados como víboras, estructuras de asientos, restos de centenares de soportes, montañas de vidrio molido y una pasta oscura formada por ceniza húmeda que cubría las interminables salas del segundo y tercer piso eran lo único que quedaba de lo que alguna vez fue uno de los custodios del arte moderno de América”.

A casi medio siglo del incendio, aún no está del todo claro su origen. Se habló de una colilla de cigarro y de una falla eléctrica. Lo que sí se sabe es que una serie de negligencias fueron cruciales en lo que sucedió. Las llamas fueron vistas a las 3.40 de la madrugada por un taxista que transitaba por el lugar. Avisó al Cuerpo de Bomberos, que tardó 20 minutos en llegar, pero la ausencia de un sistema de protección de incendios hizo que se tardaran otros 40 minutos para que se empezara a combatir el fuego.

En la crónica de Carbajal se informaba, además, que la directora anterior del museo, María Eliza Garrazoni, había renunciado hacía poco a causa de la falta de protocolos contra eventos de este tipo. Es que dos años antes, el Consejo Internacional de Museos había denunciado la situación de riesgo ante un eventual incendio.

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Joaquín Torres García

Cuando ocurrió la tragedia, el museo presentaba Arte Agora II America Latina: Geometría Sensível, una exposición con el trabajo de 27 artistas en la que Torres García tenía protagonismo. Entre las obras del uruguayo había pinturas, juguetes, trabajos en madera y los murales que había pintado en 1944 para el Hospital Saint Bois. Eran siete que habían sido transferidos a tela y bastidor entre 1972 y 1974, y la lista incluía a Pax In Lucem, Locomotora blanca y Pacha Mama.

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Los destrozos en el Museo de Río.
Foto: Archivo El País.

La mayor parte de esas obras se había expuesto en 1974 en el actual Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (ver recuadro) con motivo del centenario del artista. Luego viajaron a Buenos Aires y de ahí a París, donde se expusieron en el Musèe d’Art Moderne. La exposición recibió elogios de la crítica europea pero, por motivos burocráticos, quedó guardada en un depósito durante tres años. Cuando finalmente las obras llegaron a Río de Janeiro, la noticia fue recibida con entusiasmo: el legado de Torres García estaba cada vez más cerca de Uruguay. Y, de pronto, un incendio borra una parte del artista fallecido en 1949. Fue una catástrofe.

El renacimiento

Gracias a los registros audiovisuales, las obras quemadas pudieron sobrevivirle al olvido. Entre ellas está Pax In Lucem, que Díaz define como la pintura que “siempre emerge”. Apareció en los créditos iniciales de un documental de los setenta sobre la vida del artista, en un libro de 1981 de la Fundación Torres García dedicado al trabajo perdido en el incendio, y en 2001 cobró vida con en un mural de la Peatonal Sarandí. Más adelante, en 2007, los restos del mural aparecieron en una caja que llevaba casi 40 años guardada en el depósito del Museo Nacional de Artes Visuales.

Nao Vire” (o sea, “No girar”), advertía la caja enviada desde el museo incendiado. Junto a Pax In Lucem había restos de otros dos murales del Saint Bois, dos cuadros constructivos sobre madera y otro sobre cartón. “Yo estaba a punto de viajar a Buenos Aires para una exposición de juguetes de Torres García cuando me llamó la directora del MNAV en ese momento (Jacqueline Lacasa), para decirme que tenía que ir para allá”, relata. “Cuando abrieron la caja fue muy fuerte, porque los cuadros, por más de ser objetos, pueden tener mucha vida. En este caso hubo mucha muerte: fue como abrir un sarcófago”.

Pero Díaz no iba a resignarse a la pérdida. Aunque sabía que era una utopía, generó la restauración de los vestigios de Pax In Lucem a la vez que propuso una réplica del mural. También empezó a trabajar con el director Emiliano Mazza de Luca en un documental que lleva el título de la obra. Se estrenó el jueves en cines y, además de relatar el proceso de recuperación de Pax In Lucem, para Alejandro implica otro rescate: el de la vida de sus bisabuelos. Así, viaja a Barcelona, Nueva York y París recorriendo los lugares en los que vivieron Joaquín y Manolita, y hace una escala final en Río para visitar el museo —ya reconstruido— donde ocurrió el desastre.

La experiencia del documental se completa con la exposición 150° Aniversario de Joaquín Torres García, que se puede visitar de lunes a sábados de 10.00 a 18.00 en el Museo Torres García (Sarandí 683). En una de las salas se puede ver la restauración de los restos de Pax In Lucem junto a la réplica creada para la ocasión. “Tanto la muestra como la película son una manera que tengo de elaborar el duelo de eso que viví con mi familia en 1978”, dice al recordar aquello que sintió cuando era niño.

“Siempre quise darle un carácter positivo a lo que pasó”, asegura. “Hay que asumirlo, pero también ser valiente y no tirar la toalla porque todavía quedan muchas obras de Joaquín Torres García en el mundo, están sus ideas y su vida, que nos inspiró tanto. Está en nosotros que esta no sea solo una historia de pérdida”.

Otras dos exposiciones dedicadas a los 150 años de Joaquín Torres García

Además del documental Pax In Lucem y de la exposición en el Museo Torres García —que se titula Torres García: clásico, moderno, universal e incluye a la obra sobre madera que ilustra esta nota—, se podrá visitar otras dos exposiciones dedicadas a su vida. La primera está en la Peatonal Sarandí y presenta una serie de cubos con fotografías sobre la vida y la obra del uruguayo. La propuesta, que se puede visitar en cualquier momento, une el trabajo de la Fundación Torres García y del Centro de Fotografía.

La segunda propuesta está en el Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó, y se titula El universo como reto. Se divide en tres espacios, entre ellos la sala 5 que muestra, en orden cronológico, todas las obras que el MNAV tiene en su acervo. Se puede visitar de martes a domingo, de 13.00 a 20.00.

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