ANTONIO LARRETA
Hay dos Anderson dirigiendo en Hollywood. Llamarse Anderson en los países escandinavos equivale a llamarse Pérez en los nuestros. Sucede que los dos tienen talento. Paul T. Anderson lleva la delantera: hizo Boggie nights, película durísima sobre el cine pornográfico con notables actuaciones de Julianne Moore y Mark Wahlberg, y Magnolia, aquel extraordinario mosaico sobre el rincón más oscuro del mundo de la televisión. Wes Anderson tiene como crédito propio Los excéntricos Tenenbaum pero hay que agregar ya una sorprendente comedia náutica que se está dando en cable. Es una suerte de homenaje al talento de su protagonista: Bill Murray, ese comediante que el instinto certero e indiscutiblemente hereditario de Sofía Coppola destapó como un finísimo champagne en Perdidos en Tokio. La copa chocó con la de Scarlett Johansson, una desconocida por entonces y hoy la más solicitada de las actrices por Hollywood y sus industrias afines: la moda, la perfumería, la publicidad. Pero volvamos a Murray porque acaba de estrenarse en cable un film extravagante desde el título: La vida acuática con Steve Zissou, suerte de homenaje, no demasiado tardío, al formidable talento del Sr. Murray.
Es un estreno sorprendente, por tratarse de una comedia sumamente divertida en la que Murray aparece acolchado por un elenco estelar: Owen Wilson, Cate Blanchett, Anjélica Huston, Willem Dafoe. Originalmente se llama The Life Aquatic with Steve Zissou.
Steve Zissou es precismente Bill Murray. Un oceanógrafo con algo de Cousteau, que quiere vengar la muerte de un colega que ha sido devorado por un misterioso, evasivo, tiburón blanco en los Mares del Sur. La historia empieza con la recluta de la tripulación, y desde ya con algunas sorpresas para el Capitán. La mayor es un hijo de cuya existencia no tenía memoria (Owen Wilson en versión galán antiguo). También es sorprendente ver a Cate Blanchett comiendo chicles sin parar como reportera indiscreta que en los momentos álgidos de la travesía emite globos por sus fauces aristocráticas. Agreguemos aún la presencia siempre poderosa de Anjélica Huston y una inesperada viñeta entre cómica y tierna de alguien tan generalmente malvado como Willem Dafoe. Y Murray agarrado al timón, pasando con notable ductilidad de su ironía de doble fondo a la emoción de un inesperado tramo trágico que sobreviene hacia el final de esta curiosa e inteligente película.