Carlos Ventre, un talento reconocido

| En su visita a Uruguay, el artista recibió una distinción de la Escuela de Arte Lírico que lo emocionó

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Cuesta creer al reencontrarlo en Montevideo que este joven, de aspecto sobrio, poco afecto a los gestos altisonantes, emotivo hasta las lágrimas, uruguayo por nacimiento y por convicción, esté codeándose de continuo con las figuras más destacadas del actual bel canto en un pie de igualdad. Es que Carlos Ventre mantiene, a despecho de su indiscutido éxito una postura muy opuesta a la del divo tradicional.

Con un prestigio ya consolidado a nivel internacional es tal vez el más exitoso de los cantantes uruguayos radicados en el extranjero. Su meteórica carrera comienza luego de que se trasladara a Florencia para estudiar con Gino Bechi, para posteriormente hacerlo en Milán con la soprano Magda Olivero, en Trieste con el tenor Carlo Cosutta y en Verona con el tenor Maurizio Scardovi.

Recuerda Ventre que sus maestros lo fueron recomendando y orientando hacia los lugares donde podía afirmar su carrera. Así Magda Olivero lo conecta con Cristina Matta, que lo lleva a audicionar con Riccardo Muti, para asombro del cantante, la audición se fue transformando imperceptiblemente en una sesión de trabajo. Cuando terminó la misma, había obtenido el puesto de sustituto del papel del Duque de Mantua en el Rigoletto. Entonces el cantante titular se enfermó y Ventre, a los 25 años de edad, debutó en La Scala de Milán. Esta primera incursión en el mítico teatro fue tan exitosa que le permitió su regreso a La Scala interpretando el papel de Ismael en el Nabucco de Verdi.

Desde aquel primer Rigoletto en La Scala, una y otra de las personas que lo dirigieron o compartieron con él escenario lo fueron recomendando, dándole así la posibilidad de actuar en los más renombrados teatros internacionales como el Concertgebow de Amsterdam, el Megaron de Atenas, Deutsche Oper y Staatsoper de Berlín, Teatro de Colonia, Semperoper de Dresde Alemania, Colón de Buenos Aires, Teatro dell‘Opera de Roma, Teatro Massimo de Palermo, Bunka Kaikan de Tokyo en Japón, Cardiff en Gran Bretaña, Dallas y San Francisco Opera en los Estados Unidos, Hong Kong en China, Stasstsoper de Viena o Cremlin de Moscú, entre otros.

El actuar en estos lugares implica pertenecer a una elite donde se exige un rigor profesional con grandes sacrificios en lo personal para lograr el máximo rendimiento. A modo de ejemplo, Carlos Ventre señala que su carrera lo mantiene fuera de su casa todos los meses y que en la mayoría de los casos luego de llegar a la ciudad donde actuará va del hotel al teatro, y del teatro al hotel, sin conocer nada del lugar por el que pasa. El año que viene contaba con 25 días de descanso, que quedarán reducidos porque regresa a Montevideo a mediados de 2005 con una sorpresa que gustará mucho al público.

solidario. Pero Ventre no se conforma sólo con su ajetreada agenda. También se preocupa por los colegas uruguayos que llegan a Italia con las mismas ilusiones con que él lo hizo, orientándolos y a su vez estableciendo los contactos que les permitirán orientar sus carreras.

Hace pocos días llegó a Uruguay y recibió una distinción que lo llenó de orgullo. La Escuela Nacional de Arte Lírico del Ministerio de Educación y Cultura, le otorgó un diploma "ad honorem" que consignaba así el pasaje, por este centro de estudios, del destacado tenor uruguayo. Hacía un tiempo él le había manifestado a Paolo Rigolín su aspiración de contar con ese testimonio del lugar donde se había formado como cantante. Quienes allí estuvieron pueden confirmar la emoción que trasuntó Ventre en un sencillo acto que marcó una vez más su nexo con su tierra.

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