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ADIÓS

Murió Gina Lollobrigida: adiós a la diva italiana que supo ser la mujer más bella del mundo

La actriz fue una de las grandes figuras del cine de su país, con éxitos como "Pan amor y fantasía" y películas para Hollywood.

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Gina Lollobrigida
Gina Lollobrigida en Niza en 1980
RALPH GATTI/AFP fotos

Fernán Cisnero
Gina Lollobrigida fue, en su carrera y en su vida, una de las estrellas de cine más grandes del siglo pasado, ese territorio inexistente de la memoria. Su belleza y su porte lideraron una liberación y representaron uno de los productos de exportación más grande de su país

Murió ayer, a los 95 años, diva hasta sus últimos días, aun lejos de la etapa de gloria de su presencia cinematográfica. Junto con Sophia Loren y Anna Magnani es el nombre femenino más importante en la historia del cine italiano.

“La Lollo” era hermosa, atrevida, y sus limitadas dotes actorales eran camufladas con una presencia y un carisma del que solo están pertrechadas las grandes estrellas. Era, además, una mujer fuerte y de convicciones inalterables: una de sus últimas apariciones fue cuando se postuló a un cargo público en representación del Partido Comunista italiano; perdió.

Encarnó todo un momento del mundo del espectáculo de su país. Como muchas de sus contemporáneas (la Loren, Silvana Mangano) fue descubierta a través de un certamen de belleza: salió tercera en la edición 1947 de Miss Italia, la competencia que era el atajo máximo que podía aspirar una estrella en ciernes.

De allí, como todas, pasó al cine y a convertirse, como bien señaló el crítico Curtis Hutchinson, en “el primer símbolo sexual surgido de los escombros de la Europa de posguerra”. Ese era el escenario del neorrealismo, cuya diva propia, Anna Magnani, simbolizó con su muerte injusta y a la vez piadosa que divide en dos Roma, ciudad abierta.

Lollobrigida era otra cosa y representa, en su porte y en su belleza, el símbolo del llamado “neorrealismo rosa”, una manera de nombrar a la “commedia alla italiana”, que utilizaría el escenario “realista” al servicio de un cine popular de buena factura, y guiones divertidos y de fácil identificación.

Lollobrigida había debutado cinco años antes con Águila negra, en la que la tipografía de su nombre en los créditos se veía diminuida frente a la de Rossano Brazzi, estrella de aquellas.

Cinco años (y un montón de películas menores) después, Lollobrigida estaba compartiendo cartel de cabeza de compañía con Vittorio de Sica en la comedia costumbrista Pan, amor y fantasía de Luigi Comencini. Fue un exitazo que la volvió una figura y generó una de las franquicias más rentables del cine italiano de su tiempo.

En la primera, Lollobrigida es La Bersagliera, la campesina algo desenfadada y lindísima que, cuando uno la ve entrar en la película montada en un burro, seductora con ese camiseta raída pero estratégicamente de escote en V, sabe que va a terminar con el empaque y el protocolo del Mariscal Carotenuto que interpreta De Sica. Rompe un par de corazones más.

Lollobrigida la construye con todo lo que tiene que aportar una diva: es independiente y usa unos batones que aumentan la forma de sus curvas. Su aporte a la historia sociocultural de Italia es tan crucial como el hot pant de Silvana Mangano bailando el boogie woogie en Arroz amargo.

Cierta inocencia provocativa la hicieron representar la fantasía de la pueblerina de su tiempo. Había algo terrenal y a su vez divino en ella.

A la altura de Pan, amor y fantasía, que le dio un premio Bafta a la mejor actriz en lengua no inglesa, Lollobrigida ya había desarrollado mucha de esa personalidad.

Convocada en 1950 a Hollywood por el más excéntrico de sus magnates, Howard Hughes, Lollobrigida no tenía la paciencia y a los tres meses decidió volverse a Italia. Cuando llegó estrenó Fan Fan le Tulipe con Gerard Philipe, lo que le aportó mucho a su popularidad y a su prestigio.

En Italia, además, se benefició de la política de coproducción y entró al cine estadounidense, y por lo tanto a la fama global, en películas rodadas en Italia como La burla del diablo con Humphrey Bogart; La mujer más hermosa del mundo de Robert Z. Leonard (y con Vittorio Gassman); Trapecio con Burt Lancaster; y Salomón y la reina de Saba, un péplum de 1959 dirigido por King Vidor y con Yul Brinner. En Cuando hierve la sangre, compartía elenco con Frank Sinatra y Steve McQueen.

Sin tener el desarrollo de la Loren, la carrera internacional de Lollobrigida tendría su mejor momento en las décadas de 1950 y 1960.

Tuya en setiembre, por ejemplo, una comedia romántica en la que hacía de la amante italiana del millonario americano que interpretaba Rock Hudson fue, según el sitio Cinestrenos, la película más vista en 1962 en Uruguay.

Había venido para estos lados en 1954 para coincidir con el estreno local de una película original de 1950, Miss Italia, dirigida por Duilio Coletti y que, a no ser por la fugaz visita a Montevideo de su estrella. Volvería a Uruguay en la década de 1990, de invitada rentada de alguna fiesta del brasileño Gilberto Scarpa.

En la década de 1980 tuvo un papel recurrente en la telenovela estadounidense Falcon Crest, y una aparición en un episodio de El crucero del amor, una evidencia de su ausencia en el cine.

Ahí se dedicó a otros menesteres, incluyendo la fotografía, la escultura y las aspiraciones políticas.

Pero una vez diva, diva para siempre, y Lollobrigida siguió siendo esa presencia de mujer, la misma que alguna vez asaltó el cine montada en un burro en una camino de tierra para habitar palacios.

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