Adrián Caetano hace historia en Netflix con western de cuidacoches filmado en Uruguay

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Togo

ENTREVISTA

Hoy se estrena "Togo", la primera producción uruguaya para la plataforma y que transcurre en una esquina del barrio montevideano de Palermo; su director charló con El País.

Nombre fundamental en la generación que dio en llamarse nuevo cine argentino a partir de Pizza, birra y faso, Israel Adrián Caetanoha desarrollado una carrera notoria y más prolífica en televisión y streaming. Es el creador, por ejemplo, de éxitos como El marginal, Tumberos o la recienteApachesobre el futbolista Carlos Tevez; las tres se ven en Netflix.

Nacido en el Cerro montevideano, el vínculo de la obra de Caetano con Uruguay ha sido escaso aunque destacado. En 2004 dirigió Uruguayos campeones, una ficción futbolística producida por Canal 4 y que transcurría en territorios ramplenses. Quedó como un ejemplo aislado pero es un producto que sintetiza mucho del universo de Caetano quien para cine dirigió Un oso rojo, Crónica de una fuga y El otro hermano.

Dieciocho años después de Uruguayos campeones, hoy se estrena la primera producción de ficción uruguaya para Netflix, Togo, que es, además, la nueva película de Caetano, filmada en pandemia en Montevideo.

Togo (el argentino Diego Alonso, cómplice de Caetano desde Tumberos) es un cuidacoches de Palermo, ahí entre la sede de Aladi, la embajada de Alemania y un supermercado grande. Exboxeador, tullido por un accidente de tránsito que terminó con su carrera, pasa el día atendiendo los coches su cuadra y actuando como vigilante ad honorem.

Se lo necesita porque hay unos dealers en la vuelta que se empecinan en utilizar el territorio de Togo para sus transacciones al por menor. El, como buen sheriff, no lo va a permitir y menos si se meten con los suyos. A Caetano siempre le han salido bien estos western proletarios.

Los suyos, en este caso, son una hija internada por adicciones y una chica punk de barrio rico (Carolina Arrillaga), que depresiva y lejos de casa, se le asocia a Togo. Entre ellos va surgir una camaradería paternal, porque si ella precisa un padre, él anda queriendo tener un hija.

La película transita entre esas dos historias, en un tono que también es de cine policial.

Sobre algo de eso, Caetano charló con El País.

—¿Qué lo trajo a rodar Togo?

—La pandemia. No había nada para hacer en Buenos Aires y en Uruguay por lo menos uno podía salir a caminar. La calle siempre me es súper inspiradora para inventar cosas. Caminar es mucho más productivo que encerrarme a leer, aunque las dos cosas me nutran. Llegué en noviembre a Montevideo con un montón de pendientes incluso con Netflix, con los que pensábamos la segunda temporada de Apache, charlábamos de una serie nueva y dirigía la segunda temporada de Puerta 7. Todo eso se postergó o se canceló y pasé de estar lleno de proyectos a no tener ninguno.

—Y Uruguay vino a su rescate.

—El único lugar donde se filmaba justo me quedaba cerca y no me era ajeno, Montevideo. Crucé a ver cómo estaba la cosa, a tener una vida normal, andar por la calle, verme con algún amigo. El primer lugar donde viví fue en la misma locación de la película ahí en Palermo. Y en mis caminatas vi el fenómeno en Montevideo de los cuidacoches, del que no tenía conciencia.

—¿Cómo se volvió un western, un policial?

—Los cuidacoches tienen mucho que ver con una clase social ya instalada en la sociedad. Me pareció raro y fascinante esa marginalidad pasiva. Empecé a hablar con ellos y me di cuenta que era imposible tener una opinión única. Y me empecé a enterar por los policiales ue en Uruguay había como una suerte de narcomenudeo y que muchos de estos narcotraficantes de poca monta reclutaban a los cuidacoches para vender droga. Y para mí, las películas -y sobre todo el género que más me gusta, el western- siempre tienen que ver con alguien que dice que no. Y ahí apareció Togo.

—Es su primera película uruguaya..

—Nunca había pensado una película que sucediera en Uruguay. Pero a partir de la convivencia con la calle empecé a cranear un poco la idea y sobre todo aparecieron las ganas. Mis películas, en general, vinieron de una necesidad de hacer una película. Si bien me divierte trabajar en televisión y hacer series, lo que me formó fue el cine y es lo que más me gusta hacer.

—Es bastante austera..

—Cuando pienso películas propias pienso películas factibles. Incluso cuando la empecé a escribir no había pensado en Netflix, tenía ganas de escribir una película y hacerla. Tiene más ambiciones personales que comerciales. La hice para despuntar el vicio y para no dejar pasar eso que estaba viendo en la puerta de mi casa en Montevideo.

—La película transcurre en un mundo afrodescendiente. ¿Por qué fue por ahí?

—Siempre me pareció raro que el cine uruguayo no incorporase el fenómeno afrodescendiente. En Argentina eso no pasa: las clases bajas en el cine tienen un peso muy grande de Leonardo Favio en adelante. En Uruguay, el cine siempre fue más de clase media donde los problemas económicos no son los que imperan. También me extrañó que no se hubiera usado el candombe, algo que es parte de nuestra vida pero el cine no refleja. Tampoco recordaba -salvo Reus o alguna otra- que alguien abordara la marginalidad o el género en el cine uruguayo.

—Togo se suma a sus personajes secundarios convertidos en héroes.

—Me gustaba eso de darle protagonismo a esos personajes. Acá no ocupan el fondo del cuadro, sino que están en primer plano. De hecho, la que queda en segundo plano es la clase media. Luis Ara, uno de los productores, me decía algo muy gracioso: “si vos la ves de afuera, Togo es una pelea entre dos cuidacoches”. Pero cuando lo ves desde adentro, adquiere toda una épica. Los héroes están en los marginados, en las clases bajas. Ese es el western.

—¿Le interesa seguir explorando ese mundo montevideano?

—Siento que sí. A pesar de la urgencia de la película y lo imperioso que resultó todo, siento que el personaje puede crecer muchísimo más.

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