"Alerta Roja": la película más cara de Netflix es una aventura de matiné para todo público

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Alerta Roja
Miguel Medina

Crítica

La plataforma de streaming estrenó ayer su mayor superproducción y que tiene a Gal Gadot, Dwayne Johnson y Ryan Reynolds entre tesoros nazis, Cleopatra y corriendo en la selva argentina

Alerta Roja
Alerta Roja

Alerta roja es la prueba de que tener plata no quiere decir nada. Es, por ejemplo, con sus 200 millones de dólares de inversión, la película más cara producida por Netflix, la plataforma que la estrenó ayer.

Mucho de ese dinero se lo tiene que haber llevado su elenco que incluye a tres de las estrellas más rentables del mundo: Dwayne Johnson, Ryan Reynolds y Gal Gadot. O sea los mismísimos The Rock, Deadpool y la Mujer Maravilla. Esa clase de plantilla laboral se consigue solo con muchos recursos. Entre las tres carreras suman más de 20.000 millones de dólares en taquilla.

Pero si aún se debate si el dinero hace o no hace la felicidad, está clarísimo que no hace una buena película. Alerta roja, que no está a la altura de su staff y su presupues,to es una evidencia irrefutable en ese sentido.

Aunque la escribió y la dirigió, es difícil ver a Rawson Marshall Thurber como un autor, aunque también escribió y dirigió Dodgeball, la de Vince Vaughn y Ben Stiller enfrentados en un campeonato de manchado.

Thurber ya ha trabajado con Johnson en Un espía y medio (donde también estaba Kevin Hart y era una tontería divertida) y en Rascacielos: rescate en las altura, un cine catástrofe que era una tontería lisa y llana. Uno podría preguntarse, ya que estamos y con todo respeto, cuál es la mejor película de Johnson. La única más o menos decente, si se me permite, es Sangre, sudor y gloria, aquella con Mark Wahlberg sobre un par de fisicoculturistas que se meten en un lío grande; la dirigía Michael Bay. Y no se parece en nada a las películas de Johnson, más cercanas a Jumanji o algunas Rápidos y furiosos.

En todo caso, Alerta roja está en el pelotón de una filmografía que será pobre en exigencia pero es multimillonaria en taquilla, que es lo que importa.

Johnson es el improbable agente del FBI John Hartley, responsable de crear perfiles criminales. Su némesis es el ladrón de obras de arte Nolan Booth, que es todo lo gracioso que se le exige a Reynolds en sus papeles más recientes (y una vez más es de lo mejor de una película).

Por esas cosas de la vida se unen en buscar los tres huevos de Cleopatra, un regalo que alguna vez le hizo Marco Antonio y que si se tiene el juego completo, es carísimo. Se unen, además, contra Alfil (Gadot), otra ladrona de guante blanco y elegancia a prueba de situaciones. El alerta roja del título refiera a la máxima categoría de prófugo en el ranking de la Interpol.

La aventura los lleva a los tres a Roma, Valencia, El Cairo, Cerdeña, una cárcel rusa y la selva argentina, que aportan escenario a una película de robos, una de expedicionarios, una de fuga de cárceles y una de acción de los 80 que se distribuyen entre las tantas vueltas de tuerca que contienen los apenas 108 minutos de Alerta roja.

Va de El caso Thomas Crown a Indiana Jones en un tono de comedia de enredos. Si algo hay que respetarle a la película es su temeridad ante el desafío de combinar todo eso.

En ese entorno, las estrellas hacen lo único que se espera de ellas: que trabajen sobre clisé de su figura en las películas. Reynolds es el chistoso, Johnson, el fornido serio que permite que se burlen de su fisonomía; y Gadot, la seductora femme fatale de vestidos caros y patadas voladoras letales. Cada uno, y no es por husmear en bolsillos ajenos, embolsó 20 millones de dólares por hacer más o menos lo mismo de siempre.

El conjunto de todas esas cosas funciona como una película de matiné para ver sin pretensiones. Sus estrellas tienen suficiente carisma para mantener la atención, y aunque el guion no se detiene en unir cabos sueltos, quizás se deba a que siempre parece estar pensando en la próxima persecución o pelea.

Siempre lejos de las ambiciones de sus referencias pero siempre dispuesta a mostrarlas, Alerta roja tiene escenas que recuerdan a Mentiras verdaderas de James Cameron, las acrobacias de Jackie Chan y hasta a una escena icónica que Quentin Tarantino le robó a algún japonés.

Es tanto el sinsentido, sin embargo, que si bien se agradece el espíritu burlón, hay derecho a exigir un poco más que un montón de lugares ya vistos repetidos por estrellas enormes, sí, pero que acá se quedan quietitas en su zona de confort.

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