Entrevista
El músico, ganador de cinco Oscar, un premio para el que estuvo nominado 52 veces, ahora a los 90 años trabaja en sus dos últimas películas para su gran amigo, Steven Spielberg
Al comienzo de la pandemia, cuando la producción cinematográfica se detuvo y los estudios de grabación cerraron, John Williams, el famoso compositor y director de orquesta de Hollywood, se encontró, por primera vez en su carrera de casi siete décadas, sin una película de que preocuparse.
Esto fue demoledor para el mundo altamente ritualizado de Williams con sus mañanas dedicadas a estudiar escenas de películas e improvisar en su Steinway, un sándwich de pavo y una copa de Perrier al mediodía y las tardes dedicadas a revisar el trabajo.
Pero en los meses que siguieron, Williams llegó a disfrutar de su libertad. Tuvo tiempo de componer un concierto para violín, sumergirse en partituras de Mozart, Beethoven y Brahms, y dar largos paseos por un campo de golf cerca de su casa en Los Angeles.
Ahora la industria del cine está de vuelta, y Williams, quien cumplió 90 años el martes, está una vez más al piano produciendo. O sea lápiz, papel y cronómetro en la mano.
Pero Williams, cuya música impregna la cultura popular en un grado insuperable para cualquier otro compositor contemporáneo, se encuentra en una encrucijada. Cansado de las limitaciones del cine (los plazos, la necesidad de brevedad, la competencia con efectos de sonido a todo volumen, medio año de trabajo), dijo que pronto se alejará del cine.
“Ya no quiero hacer películas. Seis meses a mi edad es mucho tiempo”, dijo.
En su próxima fase, planea enfocarse más intensamente en otra pasión: escribir conciertos, de los cuales ya tiene docenas. Tiene visiones de otra pieza para un viejo colaborador (el violonchelista Yo-Yo Ma), y está planeando su primer concierto para piano.
“Estoy mucho más feliz”, dijo.
Sin embargo, el legado de sus más de 100 partituras cinematográficas —las de Star Wars, Tiburón y Harry Potter, entre ellas— se mantienen gigantes, por no hablar de sus fanfarrias e himnos como los de los Juegos Olímpicos y el centenario de la Estatua de la Libertad.
“Escribió la banda sonora de nuestras vidas”, dijo el director de orquesta Gustavo Dudamel, un amigo. “Cuando escuchamos una melodía de John, nos remontamos a un tiempo, a un sabor, a un olor. Todos nuestros sentidos van para allí”.
La música de Williams viene de una era de éxitos de taquilla de Hollywood, cuando las multitudes iban a los cines para ser transportadas a otro mundo. Inculcó en cada miembro de la audiencia el mismo terror por un tiburón amenazador y una euforia colectiva al ver naves espaciales despegar.
La pandemia le ha robado a Hollywood parte de esa magia. Pero los admiradores de Williams dicen que su música, con su atractivo que no distingue de culturas y generaciones, es un antídoto contra el aislamiento del momento.
“Lo necesitamos más ahora de lo que lo hemos necesitado antes”, dijoHans Zimmer, otro gran compositor de cine.
El último de su clase.
Williams, presente en la industria desde la década de 1950, con 52 nominaciones a los Premios de la Academia —cifra solo superada por Walt Disney— y cinco Oscar, reconoce que podría ser el último de su clase en Hollywood. Las partituras orquestales grandiosas y complejas, arraigadas en el romanticismo europeo, son cada vez más raras. Ahora todo es sintetizado.
“Siento que estoy sentado en el borde de algo”, dijo, “y el cambio está ocurriendo”.
Dentro de su oficina en Universal Studios Hollywood, Williams está rodeado de recuerdos: un busto en miniatura de Beethoven, carteles de películas viejas elegidos por Steven Spielbergy un muñeco de un dinosaurio, un guiño a Jurassic Park, otra de sus obras, vigila el piano.
A los 90 años, es astuto y enérgico, pero de voz suave y luce muy parecido a como se lo conoce en los últimos 20 años: polera negra, cejas tenues y una barba blanca rala.
Nacido en Nueva York, Williams se interesó en la composición siendo adolescente, fascinado por las partituras orquestales y los libros que su padre, un baterista de jazz, traía a casa.
Tras trabajar como pianista de sesión en Hollywood a los 20 años, encontró trabajo como compositor de cine y televisión. Debutó a los 26 años, en 1958, en Daddy-O, una comedia sobre carreras.
En 1974, cuando tenía 42 años, Williams sufrió lo que llamó “la tragedia de mi vida” cuando su primera esposa, la actriz Barbara Ruick, murió repentinamente.
“Me enseñó quién era yo y el significado de mi trabajo”, dijo, pero agregó que los siguientes años fueron difíciles y luchó como padre viudo de tres hijos con una ajetreada carrera. La guerra de las galaxias, que se estrenó en 1977, trajo un nuevo nivel de fama y marcó el comienzo de un proyecto de cuatro décadas de nueve películas, docenas de motivos musicales y más de 20 horas de música.
En la década de 1970, el trabajo de Williams llamó la atención de Steven Spielberg, entonces un aspirante a cineasta que buscaba a alguien que pudiera escribir como una generación anterior de compositores de Hollywood: Max Steiner, Dimitri Tiomkin, Bernard Herrmann.
“Sabía cómo escribir una melodía, y sabía cómo apoyar esa melodía con arreglos convincentes y complejos”, dijo Spielberg. “No había escuchado nada parecido desde los viejos maestros”.
Los dos comenzaron una sociedad que ha abarcado medio siglo y más de dos docenas de películas, incluidas Encuentros cercanos del tercer tipo, La lista de Schindler, Jurassic Park y Tiburón, en la que el ostinato de dos notas de Williams se convirtió en un fenómeno cultural.
“Cuando todos salieron y dijeron que Tiburón los asustó, fue Johnny quien los asustó”, comentó Spielberg. “Su música era más aterradora que ver al tiburón”.
George Lucas, el creador de Star Wars, dijo que Williams era el “ingrediente secreto” de la franquicia. Si bien los dos a veces no estaban de acuerdo, dijo que Williams nunca dudaba en probar material nuevo, incluso cuando Lucas rechazó inicialmente su música para una escena conocida en la que Luke Skywalker contempla una puesta de sol en el desierto.
“Normalmente tienes, con un compositor, egos gigantes y ganas de discutir sobre todo, y decir cosas como ‘quiero que sea mi partitura, no tu partitura’”, dijo Lucas. “Nada de eso existía con John”.
Este año, completará lo que espera que sean sus dos últimas películas: The Fabelmans, basada libremente en la infancia de Spielberg, y una quinta entrega de Indiana Jones.
El trabajo en The Fabelmans ha sido particularmente emotivo, dijo, dada su importancia para Spielberg. En un día reciente, contó, el director lloró mientras Williams tocaba varias escenas en el piano.
Williams dijo que esperaba que The Fabelmans fuera la colaboración cinematográfica final de la pareja, aunque agregó que era difícil decirle que no a Spielberg, a quien considera un hermano. (Spielberg, por su parte, dijo que Williams había prometido continuar componiendo para sus películas indefinidamente. “Estoy tranquilo con eso”, aseguró).
Al final de su carrera cinematográfica, Williams está haciendo tiempo para perseguir algunos sueños de toda la vida, incluido dirigir en Europa. Sus obras alguna vez fueron consideradas demasiado comerciales para algunas de las grandes salas de conciertos. Pero cuando hizo su debut con la Filarmónica de Viena en 2020, los músicos le pidieron fotos y autógrafos.
Williams dijo que trata de no obsesionarse con la edad, incluso cuando cientos de conjuntos en todo el mundo, en Japón, Australia, Italia y otros lugares, organizan conciertos para marcar su aniversario. Y dijo que no teme a la muerte; ve la vida como un sueño, al final del cual despertamos.
“La música ha sido mi oxígeno”, dijo, “y me ha mantenido vivo, interesado, ocupado y satisfecho”.
Williams recordó una peregrinación reciente a St. Thomas Church en Leipzig, Alemania, donde Bach una vez trabajó como cantor. Escuchó atentamente mientras un pastor describía los esfuerzos para proteger los restos del gran compositor durante la Segunda Guerra Mundial y se maravilló de la dedicación para preservar el legado de Bach.
Al salir de la iglesia, se detuvo. Un organista estaba llenando el gran espacio con el tema de un himno de Jurassic Park.
Williams, radiante, se volvió hacia el pastor. “Ahora”, le dijo, “puedo morir en paz”.