RESÚMENES
Cuando la industria se vio más afectada por el coronavirus, Uruguay se afianzó como polo audiovisual y la cartelera se llenó de películas nacionales
¿Cuántas veces ha escuchado la frase que dice que crisis significa oportunidad? Con su aire de lugar común, alrededor de semejante afirmación hay mucho para reflexionar: que los privilegios, que las posibilidades, que los contextos. Sin embargo cada tanto, como excepción, hay una crisis y trae una oportunidad. Y el cine nacional acaba de vivirlo.
Mientras el mundo entero quedó paralizado, entre 2020 y 2021, por una extraña pandemia que trabó estructuras y frenó industrias enteras, la del audiovisual uruguayo vivió un insólito auge que se sostuvo sobre dos grandes pilares. Por un lado estuvo la consolidación como polo de producciones; por otro, el estreno masivo de películas con sello oriental.
En la escena que dejará grabada 2021, imposible de imaginar hace apenas algunos años, ocho largometrajes de factura nacional coexistieron en la cartelera local. Cada tanto, a veces, hay una crisis que trae oportunidad.
Los rodajes internacionales en Uruguay
“Yo llegué en octubre de 2020 y me encontré con una especie de oasis en Latinoamérica y el mundo”, le dijo en octubre a El País Alejandro Bazzano, director radicado en España que a fines del año pasado vino a Uruguay para rodar el film Noche americana. “Se estaban haciendo dos series para Amazon, una para Netflix, una película, y no lo podía creer”.
Durante los últimos meses —y este balance es anual pero la mirada, para el caso, podría ser extensiva a 2020—, un sinfín de rincones de Montevideo y el interior se vieron convertidos en sets de televisión y cine.
Los argentinos Miguel Ángel Rodríguez, Gustavo Garzón, Mónica Gonzaga, Juan Ignacio Cané y entre otros, Cande Molfese, por ejemplo, acaban de dejar la ciudad tras cuatro meses de vida uruguaya para filmar una serie internacional. A comienzos de noviembre, Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz sorprendieron en el Puerto de Montevideo, recién llegados para el rodaje de la ópera prima de Luciano Podcaminsky, Asfixiados.
Antes, en abril, indignados usuarios de Twitter reclamaban urgentes explicaciones al porqué de las esvásticas y la simbología nazi que decoraban la fachada del Hipódromo de Maroñas, sin conocer que durante esas horas, el antiguo edificio se había convertido en locación de El presidente, la serie latinoamericana sobre los escándalos de la FIFA y disponible para ver en Amazon Prime Video.
Y hubo más. Susana Giménez volvió a la actuación con una participación en la tira Porno y helado de Martín Piroyansky que también se paseó por barrios montevideanos. Natalia Oreiro, que en los últimos años volvió a vivir al país —por temporadas— gracias a la conducción del programa Got Talent Uruguay, actuó para la coproducción rioplatense Iosi, el espía arrepentido. Y hasta se rodó parte de La uruguaya, la comentada película producida por Hernán Casciari y las cientos de personas que se asociaron para hacerla posible, sobre novela del escritor Pedro Mairal.
Todo ocurrió bajo estrictos contratos de confidencialidad y riguroso hermetismo. Pero a pesar de desconocer tramas, fotografías o fechas de estreno, lo que el mundo supo era que mientras el coronavirus arrasaba con la cultura, Uruguay se erigía como polo audiovisual.
Aunque los testimonios indican que los primeros meses de esta avalancha laboral fueron arduos y el personal no daba abasto, el saldo fue más que positivo. Las productoras locales hicieron sus contenidos u ofrecieron sus servicios para compañías internacionales, y los rodajes, respecto a la media de temporadas anteriores, se triplicaron.
A esa situación contribuyeron la exoneración de IVA a las producciones internacionales y los beneficios del Programa Uruguay Audiovisual, ventajas vigentes de un tiempo prepandemia, más un contexto sanitario inicialmente favorable en relación a la región.
Lo curioso es que mientras la ciudad entera se convertía en un set televisivo —si hasta Netflix se instaló en las calles de Palermo para hacer su primera película uruguaya, Togo de Israel Adrián Caetano—, la cartelera de cine y hasta la televisión se poblaron, como nunca, de cine nacional.
Un año repleto de estrenos nacionales
Al menos una veintena de películas uruguayas se estrenaron este año en salas comerciales, independiente y en festivales como el Detour o el de Cinemateca (el Festival Internacional Cinematográfico del Uruguay) que se realizó en noviembre.
El mayor éxito comercial fue para La teoría de los vidrios rotos. La segunda película de Diego “Parker” Fernández (Rincón de Darwin) se estrenó en agosto y pasó 14 semanas en cartel, con un acumulado de 12.000 espectadores según datos de la propia película. Para rematar la racha, la comedia sobre un perito que tiene que resolver un misterio en el interior del país se llevó tres premios de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay: a mejor guion, actor secundario (César Troncoso) y música original (Gonzalo Deniz).
La teoría de los vidrios rotos fue una de esas ocho películas que durante al menos una semana de noviembre, convivieron en el circuito de salas.
El seleccionado lo completaron Las vacaciones de Hilda, ópera prima de Agustín Banchero y uno de los títulos más elogiados del último tiempo, gran ganadora de los premios de la ACCU (en las categorías de largometraje, ópera prima, director, actriz y montaje); La muerte de un perro de Matías Ganz, Ojos grises de los hermanos Ventura, Muerto con Gloria de Marcela Matta y Mauro Sarser; y los documentales Directamente para video de Emilio Silva, La intención del colibrí de Sergio De León y Soñar robots de Pablo Casacuberta.
En ese rubro, el de cine documental, uno de los destaques del año fue Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense. De la cantautora Florencia Nuñez, tuvo una seguidilla de funciones agotadas en Cinemateca y cerró con exhibición al aire libre en el ciclo de la Intendencia en el Jardín Botánico.
Ese puñado de títulos mencionados, además del protagónico de una temporada exitosa, condensa una muestra de las ambiciones y los matices que explora el cine actual. Hay buenas intenciones estéticas y artísticas que se cruzan, por ejemplo, con una proyección internacional: se habla de una remake norteamericana para Muerto con Gloria, y después de Ojos grises (disponible en Amazon Prime), los Ventura ficharon por HBO. Nada mal.
Con los estrenos, con los rodajes, con las series de ficción nacional que volvieron a la televisión y con lo filmado en los últimos meses —lo nuevo de Pablo Stoll, por ejemplo—, la producción cinematográfica nacional tuvo su año de esplendor y ahora va por el desafío de, en un contexto diferente, sostenerlo.
Por lo pronto, el resumen prueba que cada tanto, excepcionalmente, la crisis es sinónimo de oportunidad. El cine uruguayo lo aprendió, lo dominó y corona su mejor temporada.
La ficción nacional volvió a la televisión
El furor de la producción uruguaya tuvo, más allá del gran impacto en los cines, su correlato en televisión. Tras varios años sin ficción nacional en la tevé abierta, Metro de Montevideo cosechó varios elogios con su emisión en TV Ciudad y Canal 5, mientras que Temporario, del Teatro El Galpón, llegó a Canal 10. En streaming, además, destacó Encierro de mente de Gullermo Trochón (YouTube).